Cuando su hijo desapareció, Carmen se aferró a su fe. Todo pasó en 1880 en la localidad cordobesa de Benamejí. Ella siempre fue una mujer muy devota y cuando se plantó ante sí tal tragedia echó mano de su devoción a Santa Elena, la abogada de las causas imposibles. Rezó, rezó y rezó hasta que sus plegarias surtieron efecto. Su hijo apareció y, como agradecimiento, Carmen compró una pequeña talla de la santa para ponerla en una hornacina en su fachada. De esta forma, los 4.966 vecinos del pueblo podrían pedirle otros milagros a la beata. Por imposibles que estos pareciesen.
La Santa Elena de Benamejí ha estado en la fachada del número 8 de la calle Juan José Espejo desde entonces y hasta hace justo una semana. Su actual propietaria Ana María Reyes, biznieta de Carmen Aragón, es la cuarta generación de custodios de esta pequeña talla, de escaso coste económico, pero de notable valía emocional.
“La he quitado, sabe usted, por los robos que está habiendo en la zona”, explica Ana María. “Que si robos en Lucena, que si robos en Montilla… y yo no puedo permitir que a Santa Elena le pase nada; porque tiene solo un cristal y eso no quita que lo rompan y se la lleven como ya han hecho con el San Rafael de varias casas más allá”, detalla la heredera de la santa a sus 80 años de edad.
Ana María se ha escapado, puede que por suerte, de los robos que desde hace una semana se llevan registrando en varios municipios de las provincias de Córdoba y Sevilla. Osuna, Lucena, Montilla o Benamejí, todos siguen el mismo patrón: lo robado son pequeñas imágenes de arte sacro, de mayor o menor valor, custodiadas en hornacinas situadas en fachadas. Nadie sabe qué hay detrás de estos hechos, aparentemente conectados.
“Todo el mundo le tiene mucha devoción a Santa Elena, no hay persona que no pase y se pare a rezarle; le pide algún favor y le traen flores en agradecimiento por los milagros que concede”, explica Ana María, que provisionalmente ha situado a su santa en una de sus ventanas, protegida de los cacos por un cerramiento de barrotes y un vidrio.
“Ustedes serán de fiar, ¿no?”, pregunta a los periodistas de EL ESPAÑOL, que recorren los pueblos de los robos. “Es que una ya no sabe de quien fiarse, porque ¿qué ganará alguien robando una tallita como esta?”, curiosea la octogenaria. “Pero vamos, que ya he hablado con un cristalero para poner un cristal antirrobo y con alarma para devolver a Santa Elena a donde corresponde”, zanja Ana María.
La ruta por los municipios robados empieza en Montilla. Todos están a un radio de unos 30 kilómetros de Puente Genil, el centro del círculo imaginario. O de un triángulo que tiene como vértices Osuna, Montilla y Benamejí, porque Lucena está a los pies de la autovía que une estos dos últimos pueblos, la A-45. Lejos de esta comarca también está Carrión de los Céspedes, en el Aljarafe de Sevilla, donde también han denunciado el robo unas coronas pertenecientes a varias tallas, aunque este hecho no tiene relación con el modus operandi del 'ladrón de las hornacinas', como se conoce el caso en la zona.
Montilla, una María Auxiliadora
A Manuel Leiva, un vecino de Montilla de 93 años, los ladrones le pillaron durmiendo. “Yo duermo en el balcón más próximo a la hornacina de la María Auxiliadora que han robado, pero a mi edad me tomo una pastillita para dormir y si me pilló en ese momento, ¡cómo me voy a enterar de nada!”, confiesa.
Desde el pasado jueves 30 de enero han llegado a su casa desde curiosos a policías o guardias civiles. “Si lo sé, no vengo, porque salgo estrasquilado como las ovejas”, cuenta con buen humor y ya un poco molesto de la misma retahíla. “¡No se hacen una idea de la cantidad de llamadas! Vamos, que por cojones tengo que haber visto algo. ¡Y yo estaba durmiendo!”, insiste el nonagenario, que vive con su hija, su yerno y sus nietos. Ninguno oyó nada.
En la calle Escuela es una imagen de María Auxiliadora la que ha desaparecido. Los ladrones rompieron el cristal de la hornacina y se llevaron lo que había dentro. Una figura poco valiosa, de escayola, como tantas y tantas hay repartidas por el pueblo. Eso sí, a gran altura. Al menos cinco metros del suelo.
—Y, Manuel, ¿cómo llegaron?
—¡Ah! Eso no se sabe. Díganme si con una escalera, un coche…
“Montilla, al haber Salesianos, es muy devoto de María Auxiliadora; la gente pasaba y se santiguaba. Pero aquí la pregunta es: ¿Qué buscan con esto? Y esa interrogación no tiene repuesta. Porque venderlas, no creo, no tiene mucho valor”, razona el anciano.
Apenas unos metros calle abajo, en el cruce con la calle san Luis, Josefina celebra que su María Auxiliadora está sana y salva. “Hay muchas por todo el pueblo, porque antiguamente había un concurso de arreglo de calles y al que ganaba le regalaban una virgen”, explica a sus 82 años.
“Yo me enteré de que había robado en Lucena una virgen de la Aurora puesta en una iglesia. Una talla de mucho valor, y me imagino que para venderla a un anticuario puede valer. Pero esta no tiene mérito, es solo para hacer daño”, argumenta Josefina.
—¿Y si le hubiesen robado la suya?
—Pues si me la roban, compro una nueva.
Lucena, una Virgen del Rosario
El rastro de los cacos lleva a los periodistas hasta Lucena, a apenas veinte minutos en coche desde Montilla y por la autovía que conecta Córdoba con Málaga. Allí, frente a la capilla de la Aurora, en la calle Abad Serrano, varios vecinos miran a la hornacina que hasta el pasado martes 28 de enero estuvo habitada por una pequeña imagen de la virgen el Rosario desde el año 1715.
“Ahora en invierno, a diferencia de en verano, se duerme con las ventanas cerradas y nadie oyó nada”, asegura Pedro Verguillos, de 74 años y vecino de tres casas más allá de donde se produjo el robo. “Sería de noche, imagino que traerían escaleras o un coche alto y que serían más de uno, porque una sola persona no puede con esa imagen”, sopesa.
En el caso de la virgen del Rosario, fue el responsable de mantenimiento de la cofradía de la virgen de la Aurora quien dio la voz de alarma. Pronto puso a mover un mensaje de WhatsApp entre los hermanos de la corporación para tratar de averiguar el paradero de la imagen. A media mañana fueron a denunciarlo ante la Policía Nacional. “Que de momento no nos ha llamado para darnos información, ni tampoco ha venido a tomar huellas dactilares”, confiesa el vicehermano mayor de la hermandad Antonio Muñoz.
Él sí está haciendo sus pesquisas. De momento, a tenor de los surcos vistos en la peana que todavía está en la hornacina, deduce que los ladrones se vieron sorprendidos por el gran peso de la imagen. Por eso duda que sea solo una única persona. “Se barajan bastantes hipótesis, desde un juego de rol, alguien que quiera tener una imagen antigua en su casa, o que creyeran que era algo que tenía mucho valor”, sospecha.
La imagen es de terracota, pero según las conjeturas de Antonio, puede que la policromía y las coronas de latón hiciesen creer a los cacos que se trataba de una talla de gran valor económico. “No sabemos quién fue el autor de la imagen, pero sí podemos afirmar que es de, por lo menos, 1715 —explica—; incluso de mucho antes”.
De momento, y mientras que la investigación policial sigue su curso, el vicehermano mayor se ha puesto en contacto con los párrocos de los otros municipios afectados a ver si elucubrando entre todos son capaces de resolver este misterio. “Son pueblos muy cercanos, tiene que haber una relación”, insiste Antonio, que pide al ladrón que la devuelva. “No actuaremos contra ellos”, promete.
Osuna, una Inmaculada de Olot
A Carlos Bellido lo despertó el jaleo de varios vecinos en torno a la hornacina de la virgen de la Inmaculada que lleva 80 años en el mismo sitio: la calle El Morrón, junto a Navalagrulla. Serían las siete de la mañana del pasado martes 4 de octubre cuando desapareció. Así lo atestiguan los vecinos, que han cruzado horarios hasta dar con un margen preciso.
“Esta es una calle muy tranquila, de poco tránsito; y la virgen ha estado ahí toda la vida”, destaca Carlos, periodista de profesión. “Ese día se oyó un fuerte golpe, pero como está una calle cercana de obras pensamos que podría ser de allí”, apunta el joven, testigo de la devoción que esa figura desataba en el barrio.
“Mi vecina Buen Suceso le rezaba todas las noches al cerrar el portón; y también por las mañanas cuando abría su casa. Había vecinos que le rezaban cuando iba a tirar la basura. Todos los días había alguien que le llevaba un ramito de flores. Por ahora no nos planteamos poner otra virgen, solo que devuelvan esta. Pero sabemos que no la van a devolver”, sospecha. “Cualquier día aparecerá en cualquier puesto del Charco de la Pava en Sevilla o en el mercadillo de la calle Feria”.
La Inmaculada robada tiene un escaso valor en el mercado. Es una de las tantas y tantas que se fabricaron en serie en el municipio catalán de Olot, famoso por sus figuras religiosas desde hace más de un siglo.
La alarma se está corriendo a otros pueblos aledaños a los ya robados. En Osuna aseguran que en la vecina localidad de El Arahal, a apenas 30 minutos en coche, también ha habido un robo en similares circunstancias. Pero no. La Policía Local asegura a EL ESPAÑOL que no tiene constancia de ningún robo, aunque sí está al tanto de las habladurías, que se expanden por la comarca.
Benamejí, un San Rafael de 300 años
Si los ladrones, de ser los mismos como todo apunta, no tienen el menor temor de Dios, ¿cómo iban a tenerlo de la Guardia Civil? El robo del San Rafael de Benamejí se ejecutó a escasos 50 metros de la casa cuartel.
Cuenta la alcaldesa de este municipio cordobés que los vecinos recuerdan al santo desde hace generaciones. Hace años tenía su propia capillita y la gente le echaba dinero. “Era una tradición, el santo se encargaba de la guardia y custodia del pueblo”, explica la socialista Carmen Lara. “Los propietarios se lo han ido pasando generación en generación y desde hace algunos años está en una hornacina”, narra la alcaldesa.
Del robo no sabe nada. “Absolutamente nada”, subraya. “Estamos convencidos de que fue la misma noche que robaron en Lucena, el 29 de enero. Y que todo está conectado, o eso parece”, apunta Lara. De momento, y mientras que la Guardia Civil trabaja para resolver el caso del 'ladrón de hornacinas', la alcaldesa confirma que ya están produciéndose contactos entre los municipios. En el caso del suyo, el responsable es el párroco, don Vicente, que también ha interpuesto una denuncia ante la Benemérita junto con la propietaria de la imagen, María del Carmen Muñoz.
“Nosotros pedimos que nos lo devuelvan, porque valor no sabemos el que tenía, pero fervor se le tenía mucho”, asegura la dueña del San Rafael, una talla policromada de unos 50 centímetros de alto y, calcula, unos 300 años de antigüedad.
“Estábamos acostumbrados a verlo que ahora nos da pena no verlo”, asegura María del Carmen. Por eso le han dejado encendida la bombillita de la hornacina, para que sirva de faro al santo. “Y, si no aparece, a ver si podemos apañar otro. Uno parecido”, valora.
Apenas cincuenta metros, protegida detrás de unos barrotes está Santa Elena, que tiene un nuevo encargo de sus vecinos. ¿Aparecerá San Rafael? Solo ella, abogada de las causas imposibles, es capaz de obrar ese milagro.