A José Luis Mesía Salí le gusta mirarse al espejo y reconocerse como un hombre de éxito. A sus 58 años, este marroquí que lleva gran parte de su vida residiendo en España todavía disimula con laca los rizos de su escaso y fino pelo. Resulta tan coqueto que, antes de salir de casa, es de los que se revisa el nudo de la corbata, se ajusta el cinturón al pantalón y con el peine se da un par de últimas pasadas por el cabello de su cabeza. Cuida tanto su imagen que para ir a tomar café le gusta salir con traje y zapatos impolutos.
José Luís, del que pocos saben que también se llama Mohamed, quiere que la gente piense que es un reputado empresario al que la suerte le sonríe. Pero su vida es una concatenación de mentiras. Una tras otra. Quizás por eso, según cuentan fuentes policiales, a veces lleva un arma escondida entre su ropa.
A poco que uno se aproxime a él, esa imagen dorada se desvanece. Porque en la vida de Mesía Salí todo es una farsa: que se sepa, en España lleva dos décadas estafando, llevando empresas a la ruina, dejando deudas millonarias, dando esquinazo a cobradores del frac y engañando a quien se le ponga por delante.
Su capacidad para embaucar es tan grande que, hace una década, cuando la crisis económica ya había estallado en España y amenazaba con ser un látigo durante años, se presentó en Cádiz casi como un ser divino. Por supuesto, lo hizo repeinado, vistiendo trajes baratos de dudoso gusto -casi siempre, de tonos grises o champán- y con calzado brillante.
José Luís Mesía Salí entregaba una tarjeta en la que decía que era representante en Europa de Zahav, una empresa de capital chino-iraní dedicada a la fabricación de coches todoterreno y de pequeñas camionetas. Explicaba que buscaba un lugar para poner en marcha una gran factoría de automóviles que, en su mayoría, luego se exportarían a África. Nadie, en ese momento, reparó en su turbio pasado.
Primero, sedujo a Alcalá de los Gazules, un pueblo del interior de la provincia de Cádiz pegado a la montaña, que vio en aquella fábrica el germen de empleo y riqueza que necesitaba la localidad. Pero luego, con la gestión sibilina de una alcaldesa socialista que acabaría en prisión por otros motivos, Pilar Sánchez, señaló que ‘el gordo’, recaía en Jerez de la Frontera.
Mesía Salí decía ser licenciado en Derecho en Arabia Saudí y haber cursado un máster de gestión en Meknes (Marruecos), estudios que nadie sabe si tiene. Prometió a los jerezanos una inversión millonaria que superaría los 50 millones de euros, la creación de unos 600 empleos directos en la ciudad y de miles indirectos en la provincia.
Aseguró que llenaría África de coches 4x4 y camionetas fabricados en Jerez. 30.000 al año si todo iba bien. Con solemnidad, se atrevió a plantear la cuadratura del círculo: “Podemos conseguir que Cádiz deje de estar a la cola del empleo en Europa”.
En aquel entonces, allá por 2009, ya sabía venderse bien. Pronto, gracias al atractivo de aquel reclamo, llegaron tiempos de brindis y de flashes, de concurridas ruedas de prensa en el Consistorio jerezano, de reuniones en lujosos restaurantes, de invitaciones a las casetas más elitistas de la Feria del Caballo. Muchos querían estar cerca de aquel hombre al que en Jerez ya se le conocía, seguramente con más guasa que otra cosa, como 'el Mesías'.
Pero al poco tiempo ya eran tropa los que recelaban de un señor que les parecía un encantador de serpientes. Al final, nada de aquello se convirtió en realidad. Hoy, levantada sobre una inmensidad de suelo público sin ninguna actividad, la instalación que iba a albergar la cadena de ensamblaje de los automóviles sirve al Ayuntamiento de la ciudad como almacén improvisado para cientos de contenedores de basura. Los constructores que la levantaron se fueron a la ruina porque nadie les pagó los 2,3 millones de euros que costó la obra. Y José Luís Mesía Salí no aparece por ningún lado.
Los teléfonos a los que antaño se ponía están apagados. En su última residencia, en un séptimo piso de la calle Magistrado Salvador Barberá de Málaga, donde dejó a deber casi 5.000 euros de comunidad antes de vender el inmueble, hace tiempo que nadie lo ve.
“A ese se lo ha tragado la tierra”, dice a EL ESPAÑOL el camarero de un bar cercano. “A mí me da que se ha marchado a Marruecos”, asegura un antiguo conserje que cada cierto tiempo todavía devuelve a Correos las cartas que llegan a nombre de este farsante.
Aunque ya no vive allí, a José Luis Mesía Salí siguen mandándole recibos de préstamos impagados o viene algún empleado del cobrador del frac preguntando por él. "Ese tío se ha esfumado como un fantasma", apostilla el conserje. "No lo vas a encontrar, ya lo verás”.
Y así es. El fantasma no aparece. Esta es la historia de un embaucador con mil caras.
La salvación de Cádiz
14 de mayo de 2009. La crisis económica mundial ha estallado un año antes. El paro en España se ha desatado. Ronda el 20%. Las cifras en Cádiz son mucho más alarmantes: en la provincia, el 26,30% de su población no encuentra empleo, según las cifras del INE en el segundo semestre de 2009. Hace dos años que Delphi ha cerrado y ha echado a casi 2.000 empleados.
Pero ese día, jueves, el Ayuntamiento de Jerez emite un comunicado del que se hace eco la prensa de medio país: Zahav Automobile invertirá 57 millones de euros en el desarrollo de su primera factoría en España. Tras la reciente llegada de Ikea, la ciudad está de suerte.
La fábrica se ubicará en la Ciudad del Transporte de Jerez de la Frontera, a dos minutos de la autovía A-4, lo que la situará a una hora por carretera de Sevilla y a otra del puerto de Algeciras, uno de los más importantes del país y puerta de entrada y salida de mercancías con África. El proyecto generará alrededor de 600 puestos de trabajo directos.
La nota del Ayuntamiento de Jerez añade un dato más: la alcaldesa, Pilar Sánchez, ha suscrito el acuerdo con José Luís Mesía Salí, director de expansión de Zahav. La planta se construirá sobre una explanada de suelo público de 40.000 metros cuadrados que cede el Consistorio de manera gratuita.
En dos años la factoría comenzará a producir sus primeros coches. Se marca una fecha en el calendario: primavera de 2011. La producción anual oscilará entre los 10.000 y los 15.000 vehículos. Se llegará a 30.000 en su pico de producción. Marruecos o Egipto serán dos de los mercados principales para la marca. Mesía Salí asegura estar “encantado” con el acuerdo. La provincia entera, dice, “se beneficará” de la llegada de Zahav a Jerez.
La compañía abre unas oficinas en la ciudad. La gente comienza a entregar sus curriculum. Incluso, los primeros días se llegan a hacer algunas colas. José Luís Mesía Salí, que antes había trabajado como agente inmobiliario y había dejado algunos pufos por detrás, se instala en un chalet de una de las mejores zonas de Jerez.
A finales de ese mismo año, 2009, la empresa dice que acelera sus planes. Invertirá 92,3 millones para comenzar a producir cuanto antes. Jerez se abre hueco en los telediarios nacionales. El nombre del director de expansión de Zahav ya suena en los despachos de la Junta de Andalucía. El suelo público cedido se amplía hasta los 120.000 metros cuadrados.
Indultado por el Gobierno
Pero pasa el tiempo y la empresa no avanza en sus planes. En Jerez comienza a correr el runrún de que todo puede ser un engaño. Las sospechas comienzan a sobrevolar la cabeza de José Luis Mesía Salí. Lo que hasta el momento se había querido obviar de su pasado, ahora empieza a levantar ampollas.
La incertidumbre se apodera del Ejecutivo local. No se dice públicamente, pero dos concejales del PSOE de aquel gobierno explican ahora, una década después, que el miedo “a que todo fuera un bluf” se les metió en el cuerpo. Miraban con recelo a ese hombre que les prometió una inversión salvadora: "Nos la coló", admiten. "El estafador que no queríamos ver nos la había jugado".
En octubre de 2008, el Gobierno español había indultado a Mesía Salí. ¿Por qué? No se sabe realmente la razón. Pero éste no pasó por prisión. El 16 de enero de 2006, en una sentencia a la que ha tenido acceso EL ESPAÑOL, la Audiencia Provincial de Málaga lo condena a tres años y medio de cárcel.
Mesía Salí se había gastado 26.339 euros de la Asociación Andaluza de Minusválidos Mayores de 45 años en Paro (ASAMI), la cual él presidía. Además, había usado un pagaré a nombre de la citada entidad para comprarse un Mercedes.
La sentencia señala que entre marzo de 2000 y mayo de 2001, José Luis Mesía Salí domicilió recibos de luz, agua, teléfono o pólizas de seguro personales y de su suegro en una cuenta de ASAMI. También compró dos motos que puso a su nombre.
Se le impuso una pena de prisión de tres años y medio, una multa de seis euros diarios durante 9 meses y la obligación de indemnizar a la asociación con 24.000 euros como contraprestación al dinero que había defraudado.
En 2011, dos años después del anuncio del proyecto, la ilusión generada en la ciudad se desvaneció. En junio de ese año se produce un cambio de gobierno en Jerez. El PP sustituye al PSOE. Por ese tiempo, una constructora jerezana, Masol, ya ha levantado la instalación. Pero dentro no entra ni una sola máquina ni tampoco un empleado. Zahav empieza a arrastar impagos con la empresa, a la que deja a deber 2,3 millones de euros.
7.800 euros del alquiler
No sólo la compañía sale malparada. También los propietarios del inmueble en el que se instaló Mesía Salí. En enero de 2011, un juzgado de Jerez admitió a trámite una demanda de desahucio del director de expansión de Zahav por impagos del alquiler mensual de un chalet en la zona residencial Monte Alto. Dejó a deber 7.800 euros. De 'el Mesías' había pasado a 'el deudor'.
En 2013, el por entonces portavoz del ejecutivo municipal y actual diputado andaluz, Antonio Saldaña, se reúne con Mesía Salí. “La credibilidad era cero, pero había que escucharlo”, admite. De aquella reunión no salió nada concreto y Zahav siguió dando bandazos, hasta que el proyecto cayó definitivamente.
El gobierno local del PP acudió a los tribunales para recuperar los terrenos. Se consiguió en agosto 2016, cuando la socialista Mamen Sánchez, exdiputada nacional, ya se había hecho con el bastón de mando de la ciudad, el cual hoy sigue en su mano.
De un día para otro, José Luis Mesía Salí desapareció de Jerez. Volvió a Málaga, donde ha vivido hasta hace un par de años. Pero todavía se vería envuelto en temas judiciales. Su imagen cuidada ya no convencía a nadie.
El Grupo Inversor Masol reclamó a Zahav los 2,3 millones de euros de la obra de la instalación. La constructora se vio obligada a cerrar. Primero demandó al Ayuntamiento, que quedó exento de responsabilidad en el pago.Todavía no han recuperado ni un solo euro.
Pese a que Mesía Salí parece haberse fugado de España, en uno de sus tres perfiles activos de Linkedin todavía dice que vive en Jerez. Asegura que es directivo en Zahav Auto Industry España SL desde febrero de 2007. En otro de ellos aparece como responsable de Zahav Fashion, dedicada a la moda. Pero nadie sabe si esa empresa existe realmente o es, como su propia vida, una farsa.