Como si fuera un jueves cualquiera, Oriol Junqueras (Barcelona, 1969) sale de la prisión de Lledoners poco después de las 11.00 de la mañana, se sube a un coche y se dirige hacia Manresa. Va siguiendo el camino de baldosas amarillas que forman los lazos independentistas pintados en el asfalto, ve como le quieren; por su ventanilla averigua pintadas en las que se lee Llibertat presos polítics, La nostra raó vencerà a la seva força. Al llegar al campus de la universidad donde ahora es profesor, todos le dan los buenos días, sube a su aula y, como Fray Luis de León tras ser puesto en libertad, arranca con un “Decíamos ayer…”. Como si fuera un profesor más.
Pero no lo es. El profe Junqueras es distinto al resto, tiene unos privilegios a los que otros ni se asoman y en los que ha podido bucear EL ESPAÑOL. Por un lado, hay que tener en cuenta que la condena que le cayó le inhabilita para desempeñar o beneficiarse de cualquier cargo público. Sin embargo, el que va a buscarle a prisión sigue siendo un alto cargo de la Generalitat. Además, el exvicepresidente de Cataluña trabaja en un campus que no tiene grado de Historia, la especialidad que va a impartir, y para una universidad que, aunque privada sobre el papel, está regida por la alcaldesa de Vic y una parte importante de sus fondos provienen de la Generalitat.
Gracias a ello, Junqueras recibe ahí un trato exquisito, muy por encima de sus compañeros de categoría. A diferencia del resto de profesores, el exvicepresidente de la Generalitat cuenta con un modesto despacho propio y logra que sus compañeros le suban la comida a el para que no tenga que ser visto. Y para cuadrar el círculo del preso más libre del país, fuentes penitenciarias, además, denuncian a EL ESPAÑOL que otros reclusos en la misma situación que Junqueras no disfrutan de los mismos permisos que él.
El exvicepresidente de la Generalitat fue condenado por el Tribunal Supremo el pasado mes de octubre a 13 años de prisión y de inhabilitación por un delito de sedición y otro de malversación de fondos públicos agravado por su cuantía.Todo lo que sucedió antes del 1 de octubre de 2017, cuando se celebró el referéndum ilegal de autodeterminación, y la posterior declaración unilateral de independencia acabó pasando una factura cuya partida más gorda le ha tocado abonar a él. Pero de los nueve condenados del procés, siete de ellos ya gozan de permisos. Esto es gracias al artículo 100.2 del Reglamento Penitenciario que, fuentes peniteciarias denuncian a este diario, se ha retorcido para su beneficio.
Con esta nueva vida en la que se embarca Junqueras, el exvicepresidente de la Generalitat recupera una faceta suya que había dejado enterrada hace tiempo y que había recuperado en prisión dando clases a los internos. Doctor en Historia del Pensamiento Económico y licenciado en Historia Moderna y Contemporánea, Junqueras ya fue profesor de Historia -que no catedrático- en la Universidad Autónoma de Barcelona. Ahora ha conseguido trabajo en el campus de Manresa -UManresa- de la Universidad de Vic. Su labor será llevar a cabo un curso de corta duración y lo hará disfrutando el permiso de seis horas durante tres días a la semana que se le ha concedido.
El curso se trata de una formación no oficial, que puede durar entre 20 y 60 horas, a la que se puede apuntar cualquiera que quiera. La materia que abordará será Historia del Pensamiento. Aún no ha trascendido qué contenidos impartirá, que según la universidad sigue perfilando, ni cuánto costará el curso. El “Decíamos ayer…” con el que arranca este reportaje es una licencia, ya el curso no empezará hasta después de las vacaciones de Semana Santa, pero Junqueras podrá volver como Fray Luis de León o como Miguel de Unamuno tras ser restituido en Salamanca.
Aunque desde el centro educativo no lo reconocen, parece que el curso de Junqueras se trata de una excepción. Basta echar un ojo a su página web para ver que está encajado a martillazos dentro del perfil académico de la universidad. Hay grados en Enfermería, Podología, Logopedia, Fisioterapia… ni rastro de Historia. Los únicos grados que se ofertan en el ámbito de las ciencias sociales son ADE y Educación Infantil. Pero resulta difícil decir que no a Junqueras, máxime cuando la Universidad de Vic es un feudo independentista y en su mano está que el exvicepresidente de la Generalitat salga de prisión. Pero cada cosa a su tiempo.
El asesor y el despacho
El pasado martes, Junqueras bajaba del Olimpo y llegaba al campus de Manresa como un mortal más. Lo suyo tenía todas las características de la épica. Jóvenes saltándose clase para verle, gritando por la libertad de los presos políticos, medios de comunicación grabando al preso más libre de todos. Llegaba a la universidad para ir conociendo a sus compañeros e ir preparando su curso. Era insólito. Este jueves la imagen fue más descafeinada pero aún quedaban jóvenes inmortalizando con su móvil, grabando el rara avis de la situación. Poco a poco, todo se irá normalizando y el surrealismo pasará a formar parte de la cotidianeidad, algo que, aunque duela, es harto español.
A pesar de que Junqueras está inhabilitado, el encargado de ir a recogerle a la prisión de Lledoners el pasado martes fue el que era su asesor, Raül Murcia. Él era, y sigue siendo de alguna forma, uno de esos fontaneros que siempre aparecen en un segundo plano haciendo que por las cañerías del poder siga corriendo el agua. Aunque fue asesor del vicepresidente hasta octubre de 2017, en la página web de la Generalitat cuentan que Raül Murcia sigue siendo coordinador de la oficina del vicepresidente, Pere Aragonés. En resumidas cuentas, esto significa que un cargo público ha ido a recoger a prisión, en horario de trabajo, a un condenado por sedición y malversación que ha quedado inhabilitado.
La llegada de Junqueras a la universidad ha trastocado el ambiente, para bien opina la mayoría, aunque no todos supuran felicidad. Dos profesoras, mientras cogen un café para llevar, se preguntan la una a la otra que por qué Junqueras tiene privilegios. “Es que está todo patas arriba. ¿Por qué el tiene despacho y el resto de profesores no lo tienen”, dice la primera, y la segunda se ríe, porque no hay otra. En cuanto el periodista les pregunta y se identifica como tal rehúsan hacer cualquier comentario, que al departamento de prensa de la universidad, que ahí les contarán todo. Esa será la tónica general con la mayoría de los trabajadores. Nadie quiere hablar y decir lo que opina más allá de añadir, con la cara seria, que todo va bien.
El despacho en el que han ubicado a Junqueras se encuentra en la segunda planta del escueto edificio principal del campus. Es fácil acceder. En el primer piso se encuentran las aulas y arriba se ubican los despachos de la dirección general, la vicerrectoría, los sistemas de información y demás. Algo escondido y siempre con la puerta cerrada, aunque a poco que se pasee por ahí se escucha su voz, el despacho de Junqueras es un pequeño lugar que cuenta con poco más que una mesa y una estantería.
De aproximadamente tres metros cuadrados, toda una pared es ventana y da a la parte de atrás del campus, donde hay unas casas que, por cierto, tienen colgando la estelada del balcón. Sobre su mesa reposa el libro que está leyendo ahora, Nóminas y Seguridad Social de Francisco Cortés Chico, que explica el funcionamiento del recibo de salarios y que Junqueras mete y saca de la cárcel.
Su día a día en la universidad, en esta primera semana, es bastante reducido. No baja a por su comida como sí que lo tienen que hacer el resto de profesores. A él, otros compañeros, se la suben. Así se tiene que ahorrar el trago de hacer cola en la cafetería y que le vean. Porque, tomando prestado de Orwell, todos los profesores de la UManresa son iguales pero unos son más iguales que otros. El resto de compañeros trabajan en salas más grandes, a modo de oficina.
“Aquí la carrera más importante es la de fisioterapia y hay muchos estudiantes que son de Francia y cuando vino la primera vez no sabían quién era Junqueras”, cuenta una alumna mientras espera a que la vengan a recoger. “Pero a los franceses se les explicó todo y dijeron que qué fuerte que esté en esa situación”, añade. “Está muy bien su llegada, porque gracias a ello los jóvenes estamos hablando de política y se muestra que puede venir y que no pasa nada”, comenta. Y cuando se les pregunta a los franceses, se confirma lo que se venía venir: que es muy fuerte que el Estado español haya encarcelado a alguien por sus ideas.
A Junqueras todavía no le ha dado tiempo a conocer en profundidad al resto de profesores y, aunque habla con ellos en los descansillos, en las pequeñas salitas entre los despachos, y todos parecen quererle, con quien más relación guarda es con la vicerrectora, Silvia Mas. Ella es una catalanista de pro. Doctora en Filosofía y Letras, gran parte de su vida académica la ha dedicado a estudiar la lengua catalana. Es un poco como Junqueras, cuyos libros versan sobre la historia catalana. Con el rector, Josep-Eladi Baños, apenas tiene relación, ya que se encuentra en Vic. Aunque fue él el que contrató a Junqueras, tampoco fue a su recibimiento en la universidad; de todo ello se encargó, de nuevo, Silvia Mas, la máxima autoridad en el lugar.
Universidad ‘privada’
Cuando se habla de la Universidad de Vic como feudo independentista no es algo regalado al azar. En su facultad de Manresa, un grafiti que reza No vius en democracia. Informa’t (Infórmate. No vives en democracia) preside la parte exterior de la cafetería. Además, desde el interior hay carteles de la Asamblea Nacional Catalana (ANC), pidiendo democracia, panfletos pidiendo la libertad de los Jordis y un Llibertat presos polìtics general. Todos estos carteles están colgados desde el interior de los pasillos y se pueden ver a la perfección desde fuera, ubicados justo encima del escudo de la Generalitat de Cataluña. Además, en la entrada hay un puñado grande de lazos amarillos pintados en el suelo. No es una exageración decir que se puede ir de la UManresa a Lledoners saltando de lazo amarillo en lazo amarillo.
Sobre todo ello planea la presencia del municipio de Vic, que lanzaba proclamas soberanistas desde la megafonía municipal, y de su alcaldesa, Anna Erra, que a mediados de febrero pidió que no se hablara español, sino catalán, a la gente venida de fuera. Pero en Manresa la cosa no es distinta. No en vano es el municipio, de los 20 con más población de Cataluña, donde el independentismo ha tenido mayor porcentaje de votos en tres de las cuatro últimas citas electorales que ha tenido. En su Ayuntamiento hay una placa que indica que la bandera estatal -la española- está en la fachada “por imperativo legal y cumpliendo una sentencia judicial”.
“Nuestra visión es que la Universidad de Vic al final sigue las mismas directrices que el municipio”, explica Alex Serra, vicepresidente de la plataforma estudiantil constitucionalista S’ha Acabat, con presencia en la mayoría de universidades catalanas. “En una democracia, si Junqueras cumple con el artículo 100.2 que le deja salir, tiene derecho como cualquier otra persona. Pero la universidad, que es templo de la educación, sea privada o pública, no puede dar voz a los valores éticos de un golpista”, añade. Y comenta que, valorando los contenidos que Junqueras imparta, tomarán una medida u otra.
“La Universidad de Vic es privada pero recibe numerosos fondos públicos y funciona tras un patronato, presidido por la alcaldesa de Vic, que es quien decide al rector y quien quita y pone. Si es esta señora la encargada de decidir la neutralidad de la universiad…”, añade, dejando en el aire el resto.
Ese patronato que Serra menciona es el de la Fundación Balmes, la entidad encargada de gestionar los fondos y gestión del centro educativo. Además de Anna Erra como presidenta, el vicepresidente es Francesc Xavier Grau, secretario de Universidades e Investigación de la Generalitat; el vicepresidente segundo es Valentí Junyent i Torras, alcalde de Manresa; entre sus vocales cuenta con Maria Victòria Brumos (directora general de Universidades), Josep Ribas (subdirector general de Universidades), así como concejales de Vic, Manresa, Olot, Berga y Figueras. Todos ellos cargos públicos de poblaciones de marcado perfil independentista.
Huelga decir que, por su inhabilitación, Oriol Junqueras no puede trabajar para ningún organismo público. Por eso no ha vuelto a la Universidad Autónoma de Barcelona en la que trabajaba antes y la plataforma Convivencia Cívica ha denunciado su aceptación por parte de la UManresa vinculada a la Universidad de Vic. “Como la Universidad de Vic depende de financiación pública, creemos que se trata de un quebrantamiento de condena”, explica en conversación con EL ESPAÑOL el presidente de Convivencia Cívica, Ángel Escolano.
“En 2012 la Generalitat llevó a cabo una serie de recortes y éstos recortes afectaron también a los empleados de la Universidad de Vic. Hasta ese año, el artículo 337.1 de la Ley Catalana de Fundaciones establecía que, cualquier organismo con más de la mitad de financiación pública era una entidad pública. Ese artículo se eliminó, y en eso se escudan ahora, pero no sabemos en qué situación se encuentra”, explica. “Nada de la Universidad de Vic es público, todas las inversiones son del Ayuntamiento de Manresa, los de Vic, Ripoll y Manlleu”, añade. Su denuncia ha prosperado y ha sido admitida a trámite en los juzgados de Vic.
Tercer grado encubierto
Como Junqueras sólo disfruta de un permiso que le deja salir tres días a la semana, de lunes a viernes, durante apenas seis horas, a las 17.30 empieza ya a recoger los bártulos y sale por las puertas de la universidad que le acoge en su aventura. A esa hora apenas hay estudiantes y pasa prácticamente desapercibido. Aunque el trayecto de la universidad a Lledoners dura apenas seis minutos, se demora un poco más y apura esos 30 minutos al máximo. Recoge a Raül Romeva, condenado como él y que disfruta del mismo permiso desde el lunes, para entrar juntos.
Poco antes de que llegue Junqueras, en la cárcel de Lledoners aparece un coche oficial que aparca en la puerta. De él baja un guardaespaldas y un señor que, desde la lejanía se parece al conseller de Educación, Josep Bargalló.
-¿Quién es?- pregunta una periodista.
-Un conseller- responde un Mosso D’Esquadra que guarda la entrada.
-¿Qué conseller?- vuelve a preguntar la periodista.
-No se lo puedo decir.
Y el conseller que se parece al conseller Josep Bargalló entra en la prisión mientras que los mossos se le cuadran y le saludan con efusividad. ¿Qué hace en un centro penitenciario un conseller de Educación? ¿Va a revisar que todo anda educativamente correcto en el centro? Este tipo de actitudes han levantado críticas entre los funcionarios de prisiones de Cataluña, que dependen de la Generalitat. Los privilegios de Junqueras, que poco después entra en el centro penitenciario, no acaban ni empiezan en la universidad.
Fuentes penitenciarias critican a EL ESPAÑOL que el artículo 100.2 que regula la salida de Junqueras y los demás se está retorciendo para ofrecer una suerte de tercer grado encubierto. Dicho artículo existe con el objetivo principal de facilitar la reinserción de los reclusos. Algunos dudan de en qué consiste la reinserción de Junqueras dando clase de Historia.
“Es un artículo para facilitar su reinserción y su tratamiento”, explica a este diario una fuente penitenciaria que pide el anonimato. “Si una persona tiene una adicción al alcohol y se quiere pagar una terapia fuera de aquí, le autorizamos para que vaya. Vale. Pero Junqueras puede seguir dando clases de Historia, si son muy importantes para él, dentro del centro. Habría que preguntarle en qué consisten las clases de Historia para la reinserción y rehabilitación del preso Junqueras”, añade.
En ese sentido, un preso que sale de Lledoners poco después de que Junqueras haya entrado confirma que dentro del centro penitenciario ya da clases. “Si, claro que le conozco”, relata, deseando acabar la conversación y disfrutar de su tercer grado. “Dentro da clases particulares de español. A veces de catalán también pero sobre todo de español”, cuenta. Resulta curioso, ¿no? que, con todo, dé clases de español. “No sé, se las da sobre todo a otros presos que vienen del este, rumanos, húngaros y demás que no saben español y le piden que les enseñe.
Volviendo a la fuente penitenciaria: “La excusa que se está dando es que sale a trabajar. Pero esto sólo tiene sentido si un preso tiene dificultades para trabajar y que parte de su tratamiento tenga que ser ese, para que aprenda a tener hábitos laborales. Ahí salen a la calle para reforzar sus experiencias laborales”, comenta. “El 100.2 sólo se justifica cuando tiene que hacer algo para tratarse y que en el centro penitenciario no pueda. Pero este señor no tiene problemas laborales”, añade.
Y la gran injusticia que denuncian, el gran privilegio del que disfruta Junqueras es ese. “A diario entra gente que tiene un negocio y con ellos no se tiene en cuenta si tienen que salir a trabajar para mantenerlo a flote. Esto es la cárcel. No se tiene en cuenta si tiene que abrir su frutería o su bar. Si no, absolutamente todos podrían argumentar algo”, dice. Pero es que el preso -el ahora profesor- Junqueras es més que un pres i més que un professor.
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