Madrid. Cinco de la tarde. 36 grados a la sombra. Las autovías de salida de la capital de España van semivacías: no es de extrañar, claro, pero cuando uno aterriza en Villaconejos, a una escasa hora de distancia, en busca de su bien más preciado, la gente desaparece. Ni críos jugando en las calles, ni terrazas abiertas bajo el sol de justicia.
Para ir a la caza del melón, del mítico melón, hay que ir a las afueras, a la vera de las naves industriales.
Ya no hay nada de pequeños comerciantes en los arcenes de las carreteras. Tampoco se ve ningún tendero en la población más mítica en cuanto a esta fruta. Su nombre es de sobra conocido a lo largo y ancho del país: bien por la fama de los melones, que se remonta años y años atrás, bien por su ya célebre conexión por fibra óptica, alabada por el propio José María Álvarez-Pallete, el presidente de Telefónica.
Pero vamos a lo que nos ocupa: este manjar estival, icono típico del verano, comienza ahora su época. Y de su cría, recolección y comercialización vive esta localidad madrileña. En estos días convulsos, habrá algo a lo agarrarse: el melón. “La producción va a ser normal en una época inestable”, confirma en conversación con EL ESPAÑOL el gerente de la cooperativa de Villaconejos, Rubén Agudo, que incluye a 27 agricultores.
Las cifras, pese al covid-19, pese al confinamiento, pese a la desescalada, se mantienen. En su supermercado de confianza, en su mercado ambulante y, sobre todo, en su mesa podrá degustar su melón. La cosecha sigue su curso y la demanda no baja.
“Las pautas se van marcando como cada año. A esta campaña el covid-19 no creo que le vaya a hacer efecto ninguno, porque el campo no tuvo restricción de trabajo: sigue sus pautas tal cual”, detalla Adolfo Pacheco (PP), alcalde de este municipio de poco más de tres mil habitantes en la frontera madrileña con Toledo.
Villaconejos es “un pueblo de meloneros de toda la vida. En los 80, hasta 300 familias se dedicaban a la cría del melón. Representaba casi todo el PIB del municipio, ahora se han ido reciclando: ya no es sólo cultivar, sino almacenar”, explica el regidor.
En el pueblo melones hay. Muchos. Por melones no será. “Las últimas cifras andaban en torno a los 40 millones de kilos de melón”, indica Pacheco. La producción se la reparten las diez empresas de la zona, entre las que se incluye la cooperativa. Tan sólo ellos llevarán para adelante el 100%, lo que supone unos 15-17 millones de kilos. “Es la cifra que llevamos manejando varios años atrás. La producción va a ser normal en una época inestable”, sonríe el gerente.
Aunque pérdidas también ha habido. Otra de las compañías del pueblo, Frutas Montero, sí que se dejaron dinero y género por el camino durante estos meses de pandemia. “Tuvimos unas pérdidas de ocho mil euros en tomates [el otro tipo de fruta con el que trabajan, además del melón y la sandía]. La partida se picó muy, muy rápido. No hubo tiempo para gestionar nada. El negocio lo cerramos, somos pequeños. Ahora esperamos recuperar”.
Aunque gran parte del género que se produce en Villaconejos se destina a la exportación, el resto va para supermercados, venta ambulante y pequeño comercio. Y aunque las grandes superficies siguieron gozando de una gran clientela durante el confinamiento, el resto de actividades se paralizaron. Y, con ellos, las frutas.
La solución, para otra de las empresas -El Copón de Villaconejos- fue la donación. “Uno de nuestros productos, las bolitas de melón, las donamos a diferentes hospitales: al 12 de Octubre, por ejemplo, pero también a residencias”, detalla Isabel Montero, gerente.
En la actualidad, en la localidad madrileña hay “en torno a 100 familias meloneras”, en cifras del alcalde. Y en los terrenos aledaños, se dedican al cultivo del melón “unas 75 hectáreas”: el resto, en plantaciones en Almería, Senegal y Brasil.
“Hay que diferenciar entre el agricultor y el melonero. El melonero se ha dedicado a criar el melón pero fuera de Villaconejos, en Castilla-La Mancha”, puntualiza el regidor. “Ahora mismo, en el pueblo, estarán a la par. Unos 50 meloneros y unos 50 agricultores. Los que realmente mueven kilos son los almacenistas”.
La mayor diferencia respecto a otros años será la contratación de temporales, que se ha reducido notablemente, y las condiciones del trabajo. “Tenemos nuestras mascarillas, gel… Trabajar en verano con mascarillas y demás afecta, porque es muy incómodo, da mucho calor. No se trabaja de igual manera”, indica el gestor de la cooperativa.
Todo tiene buena pinta, pero este agricultor no es optimista del todo. “Cada campaña es un mundo. Creo que no afectará de forma negativa a la venta del melón, pero es mucho decir. Esta situación puede dar situaciones inesperadas, desesperadas y de cualquier manera”.
“La sensación es que estamos moviendo más o menos, comercializando los mismos kilos de otros años. El volumen no ha bajado”, agrega.
Quizás el secreto, como el de la mítica empresa pizzera, esté en la masa. En su caso, el prestigio y, sobre todo, el conocimiento heredado durante generaciones. “La fama de Villaconejos se ha creado a través de nuestros abuelos y nuestros padres. Tenemos un gran conocimiento de esa fruta y una muy buena agricultura y agricultores de Villaconejos que saben criar un buen melón. Eso es habilidad”, aduce Agudo.
“La fama no se mantiene si no se trabaja un buen producto. La fama hay que acompañarla con calidad, mantener una tradición y un orgullo de pertenecer a Villaconejos como zona productora de un buen melón. Nuestros padres llegaron a ser famosos en el mundo entero”... y, sobre todo, símbolo del verano para todo un país. Un año más.