Las agresivas pintadas contra Fernando Simón, el marinero de agua dulce en Caspe, su sitio de veraneo
En el poblado de Pescadores cuenta con partidarios que lo defienden de forma acérrima y con detractores, que le dedicaron pintadas pidiendo su dimisión
2 agosto, 2020 03:14Noticias relacionadas
“Si le vais a dar hostias no te cuento nada”, advierte un vecino de Caspe cuando en EL ESPAÑOL le preguntamos por Fernando Simón. El epidemiólogo más famoso de España, que tiene en ese pequeño pueblo aragonés su refugio estival desde niño, tiene a los vecinos divididos. O le idolatran (los más), o le hacen pintadas pidiendo su dimisión. Su padre, el psiquiatra Antonio Simón, se hizo en los 60 una casa en el poblado de Pescadores, una urbanización anexa al pueblo a orillas del Mar de Aragón.
¿Cómo Mar de Aragón, si Aragón no tiene costa?
El Mar de Aragón es una de las principales atracciones turísticas de la comunidad y la seña de identidad de Caspe, junto a la factoría Adidas. El Mar de Aragón es uno de aquellos tantos embalses que inauguró Franco y le valió el apelativo de 'Paquito Pantanos'. La cinta se cortó en 1966 y todavía hoy es el mayor pantano del río Ebro. Recibe el nombre de Embalse de Mequinenza, el pueblo oscense donde se encuentra la presa. Y es “el sitio donde se pescan los sirulos más gordos de Europa, por eso viene tanto alemán a Caspe de vacaciones”, cuenta un vecino que toma café en el bar del Club Náutico.
Porque Caspe también tiene Club Náutico y Sociedad Deportiva de Pesca. Su aristocracia. Y a esa estirpe pertenecen los Simón. El poblado de Pescadores, también llamado El Dique, era la zona en la que la “gente bien” de Aragón se construía una casas. “Esto, cuando se hizo en los 60, era la parte de los ricos. Los que tenían dinero para hacerse una casa justo a orillas del pantano”, cuenta uno de los veraneantes habituales, que cada año acude a pescar sirulos.
Casa vacía y un catamarán
En la última rueda de prensa de Fernando Simón, el epidemiólogo se enfadó al ser preguntado por sus recientes vacaciones, durante las cuales fue visto sin mascarilla en una playa de Portugal, mientras España entera seguía en el alambre por el coronavirus. Y aunque esta vez fue avistado en costas lusas, las playas favoritas del director del CCAES están en tierra de secano. En el Mar de Aragón, el paraiso del sirulo.
Pero Fernando Simón no pesca. Él navega. Es una de sus pasiones desde su niñez, cuando llegó al pantano de Caspe. Marinero de agua dulce, cuenta con fervorosos partidarios en el pueblo. Uno de ellos, su vecino de enfrente, el que alquila los barcos para navegar por el embalse, que rechaza hablar del epidemiólogo bajo cualquier concepto y confiesa estar harto de que le pregunten por este tema.
El que más o el que menos ha visto veranear allí a Simón desde que era pequeño. Sin participar mucho de la vida social de Caspe: la actual alcaldesa no lo conoce y los vecinos del casco viejo como mucho “lo tienen visto” de alguna fiesta mayor. Este año, en cambio, no se le ha visto el pelo, como sí se lo vieron en Portugal. La casa familiar permanece totalmente vacía. Cada año la frecuenta el patriarca Antonio Simón y toda su prole, por turnos, que tampoco es tan grande. Este verano, en cambio, las persianas están bajadas y no hay rastro de vida dentro.
Un poblado desierto
Vacía, como casi todas las demás: la pandemia ha golpeado muy fuerte al turismo en el Mar de Aragón y concretamente a esta urbanización. “La mayoría de los turistas que vienen a pescar son extranjeros, franceses, ingleses, alemanes...”. Países todos que han recomendado a sus ciudadanos no viajar a Aragón ni a Cataluña. El poblado de Pescadores ya invita poco de por sí a transitar sus calles. Se trata de una urbanización de chalets, sin mucha más vida social que bajar al muelle a tomar algo al Club Náutico. En el resto de calles no hay bares, ni terrazas, ni nada de interés. Sólo chalets; la mayoría de ellos no tienen ni timbre; un dato ilustrativo de lo que se suele cocer en la zona: Pescadores está tan apartado de todo que es una rareza que venga alguien de paso a tocar el timbre.
Los que sí que viven estos días en El Dique curiosamente, son temporeros extranjeros que han venido a recoger melocotones, albaricoques y nectarinas a Aragón. Es uno de los perfiles más señalados, junto a los jóvenes que salen de fiesta, como propagadores del virus en esta segunda fase de la pandemia. Y es justo en la casa de encima del chalet de los Simones donde ahora se ubica cerca de una decena de temporeros, latinos en su mayoría, que no tienen ni idea de que en la puerta de al lado suele pasar los veranos Fernando Simón. La mayoría, de hecho, ni lo conoce.
“Yo al que conocí fue al padre, el doctor Simón, hace mucho tiempo. Conocerlo de verlo por aquí en la urbanización, tampoco de tener mucho trato. No era familia de relacionarse demasiado ni de implicarse mucho en actividades del pueblo. Siempre había muchos niños, que Antonio Simón tenía seis hijos, y luego los nietos, que todos esos hijos tuvieron los suyos”, cuenta uno de los pocos vecinos de la calle de la Carpa (la misma en la que se ubica el chalet de los Simón) que se ha plantado este año en El Dique.
En el pantano de Franco
Una casita blanca con una gran parcela de jardín, con césped, canasta y un catamarán aparcado en la parte trasera. Ese es el refugio de los Simones (como los conocen en el pueblo), una familia muy unida. Allí llegaron a finales de los 60, cuando Antonio Simón Ramiro, padre del epidemiólogo, llegó allí en calidad de uno de los primeros veraneantes. Franco mandó construir el pantano en el 64, lo inauguró en el 66 y la primeras casas del poblado de Pescadores se empezaron a levantar en 1969.
Los Simones podían, porque su situación era más que acomodada. La familia, de 8 miembros, residía en un amplio piso del Paseo Sagasta, en la zona más acaudalada de Zaragoza. El doctor Antonio Simón, hijo de veterinario y especialista en tratar depresiones, estuvo al frente de la clínica psiquiátrica provincial, el hospital Nuestra Señora del Pilar, que fue considerado un centro de carácter pionero. En dicha institución se formaron la mayoría de los psiquiatras y profesionales especializados en salud mental de los años 60 y 70.
Aunque la imagen de Fernando Simón ha quedado muy ligada al actual gobierno, convirtiéndose oncluso en una especie de icono pop para parte de la izquierda, vecinos de la zona puntualizan que “la familia, aparentemente, poco de izquierdas”. Los seis hermanos Simón estudiaron en colegios privados, segregados y del Opus Dei. Los cuatro chicos (Juan Antonio, Javier, Marcos y Fernando), en el Montearagón. Las dos chicas (María Victoria ‘Toya’ y Lourdes), en el Sansueña.
A Caspe empezaron a ir de vacaciones y allí se quedaron todos los veranos. Fernando conoció allí, en su niñez, a una de sus actuales incondicionales: la consejera de Salud del Gobierno de Aragón, Sira Repollés. Navegaron juntos, formaron parte de la misma colla, “se criaron en la misma piscina”, contaban vecinos de Simón a EL ESPAÑOL.
Ambos formaban parte de la misma aristocracia caspolina, que así se llama el gentilicio de Caspe. Fernando era el hijo del psiquiatra y Sira era la hija del alcalde, Florencio Repollés, que también fue presidente de la Diputación de Zaragoza. Fernando y Sira compartieron pasión por la medicina, estudiaron en la misma universidad y promoción y ahora ella lo alaba, le parafrasea y sale en su defensa públicamente cuando el epidemiólogo recibe ataques.
El incidente
Porque recibe muchos palos, de todas partes, y algunos llegan desde dentro del pueblo. Aunque la mayoría considera que Fernando “se ha comido el marrón del coronavirus”, no son pocos los que tuercen el gesto al hablar de él. Se quitan la bufanda de los localismos y atizan al director del CCAES por su gestión de la pandemia. “No lo digas muy alto que verás”, advierte un paisano a otro, en una de las terrazas de la plaza del Ayuntamiento de Caspe, cuando su compadre se viene arriba con las críticas.
Lo avisa porque ya se registró un incidente hace dos meses, del que se ha hecho cargo la policía y hay una investigación abierta. La primera semana de junio apareció una pintada en una de las paredes de Caspe, concretamente en el poblado de Pescadores, pidiendo la dimisión del epidemiólogo y arremetiendo contra el ejecutivo: “Gobierno asesino, Simón dimisión”, en letras naranjas, al lado del cartel explicativo del pantano.
La pintada no duró ni 24 horas. Fue la alcaldesa socialista de Caspe, Pilar Mustieles, la que mandó limpiar la pared de inmediato. Ella asegura no conocer a Simón personalmente, pero el grafiti se convirtió en una especie de cuestión de estado y se actuó con celeridad: "Condenamos totalmente este tipo de actos vandálicos en nuestra localidad, que no hacen más que costar dinero a las arcas públicas", criticó también la concejal de Bienestar Social de Caspe, Alicia Clavería. La policía borró de inmediato las frases e iniciaron una investigación que, todavía, no ha dado frutos. “Ha sido ese”, bromea de vez en cuando algún caspolino cuando se le pregunta sobre el caso, señalando a cualquier conocido que pasa por ahí.
“La gente enseguida le da una lectura política. El que es del partido que gobierna lo tiene en un pedestal haga lo que haga y el que no es de su cuerda se pone a hacer pintadas”, resume algunos de los poco clientes del bar del Club Náutico que bajan estos días al lago a tomar algo. El poblado de Pescadores está más vacío que nunca y Fernando Simón es un tema que se toca poco, no sea que surja una polémica.
Entretanto, ninguno de los Simones se está dejando ver estos días por la zona. Fernando se escapó a Portugal y el resto de la prole no aparecen por la zona. Aragón entera se ha convertido en un polvorín de coronavirus, los dos caspolinos más célebres (aunque Fernando lo sea sólo de adopción) están en la primera línea y el pueblo se divide entre los que lo aman… y los que hacen pintadas.