Imagine que un lunes va a trabajar y encuentra sentado en su sitio a alguien que no conoce. No solo le ocurre a usted, sino también al resto de sus empleados. La oficina, de pronto, está llena de presuntos extraños y como es lógico, no entiende nada. Perplejo, le pregunta a su sustituto qué hace allí. Y él le responde con la misma pregunta y añade: yo trabajo aquí, esta oficina es mía.
Así, en apenas unas horas, cuando creía que el día empezaba, usted se queda sin trabajo y sin el lugar donde lo desempeñaba. Es de su propiedad, efectivamente, pero eso no le servirá de nada. Resulta complicado creerse una historia así, hasta incluso en una película. Pero como ya habrá escuchado, la realidad siempre supera a la ficción.
Esta breve sinopsis que acaba de leer corresponde fielmente a la realidad que vive Isidoro P. desde hace dos años. Y es que pese a que la mayoría da por sentado que la okupación solo se produce en viviendas y edificios, lo cierto es que ahora los okupas también se han lanzando a por los negocios. Él y su familia, oriundos de Oviedo (Asturias) son un ejemplo, quién sabe, de muchos otros.
"Nuestro inquilino durante 40 años se jubiló un viernes y, al acudir el lunes al taller mecánico para ver cómo estaba todo, nos lo encontramos okupado por unos desconocidos reparando coches", cuenta, en una entrevista con EL ESPAÑOL, este afectado. Lo primero que hizo Isidoro fue llamar a la Policía Nacional, pero de poco sirvió. Cuando los agentes llegaron, según el atestado, al que ha tenido acceso este diario, compareció Manuel M.P., identificándose como el dueño del local por un acuerdo verbal y, para más inri, reconociendo no haber pagado nada por él.
Con alarma y seguro
Las autoridades no pudieron hacer mucho más. Los okupas se quedaban dentro, trabajando a coste cero, mientras que los legítimos dueños eran privados de su local y de todo su contenido. "Nos quedamos sin herramientas, cámara de pintar, elevadores... Y así, de esta manera tan sorprendente, nos arrebataron nuestro negocio. Eso sin contar que además teníamos la obligación de seguir pagando los gastos de luz, agua, comunidad, IBI...", relata Isidoro.
La peor, no obstante, estaba por llegar. Mientras estos asturianos buscaban por todos los cauces posibles cómo recuperar el negocio, los okupas no perdieron el tiempo. Hicieron creer a todos que eran los legítimos dueños del taller mecánico. Pusieron una alarma, contrataron un seguro de negocio (que nunca pagaron, por otro lado), se presentaron como los nuevos propietarios ante la comunidad de vecinos y los comercios de la zona...
"El colmo fue cuando presentaron la solicitud en el Ayuntamiento de Oviedo para hacerse con la licencia de actividad, para lo cual utilizaron los datos encontrados en la oficina del local. Falsificaron la firma de la propietaria del local y la del anterior inquilino (en el documento de cesión del local), que se acababa de jubilar, y también de un ingeniero, cuyo nombre y apellidos, según explica Isidoro P., sacaron de un informe que encontraron también en el taller.
En ese momento, Isidoro y su familia emprendieron una batalla judicial contra el okupa, M.M.P., por dos vías distintas, para recuperar su negocio. Una contienda en la que llevan dos años y que todavía no ha concluido. De momento, lo que sí han conseguido es ganar por la vía civil y recuperar el local. "Ante lo eterno del proceso penal, en paralelo iniciamos otro civil porque nos dijeron que era más rápido. Doble gasto y doble trastorno", confiesa este asturiano.
Ignorados
Lo cierto es que hasta que decidieron recurrir a la vía judicial, Isidoro y su familia solo encontraron obstáculos en el camino. Acudieron a innumerables instituciones, pero nadie les prestó ningún tipo de ayuda. Lo primero que hicieron fue interponer una denuncia ante la Inspección de Trabajo y Seguridad Social. Cuando acudió la Policía Nacional, en un primer momento, tomó declaración a dos chicos que dijeron estar en contrato de prácticas para una sociedad del okupa. "Como esa sociedad no existía presentamos la denuncia ante Inspección junto la certificación negativa del Registro Mercantil por tener a empleados trabajando para una empresa inexistente. Nunca se molestaron en comprobar nada", prosigue este afectado. También lo intentaron en la Agencia Tributaria porque estos criminales presuntamente facturaban a través de una sociedad inexistente. Pero el resultado fue el mismo.
Isidoro también acudió al Ayuntamiento de Oviedo para comunicar que el okupa había falsificado las firmas, tal y como han demostrado los afectados con una prueba pericial en sede judicial, para hacerse con la licencia de actividad. Su objetivo era que le abriesen un expediente informativo, previo al sancionador, pero tampoco sirvió de nada. El Consistorio siguió con la tramitación haciendo caso omiso a todas las advertencias de esta familia asturiana.
"Imagina que esto le pasa a una joyería, sería una ruina total. A eso súmale la pasividad de las instituciones públicas. Acudimos a todas las puertas imaginables y nadie hizo nada. Lo peor ha sido la frustración y la indignación que supone ver cómo todos miran para otro lado. Mi madre, con 86 años y problemas de salud, tuvo que recibir asistencia médica cuando fue a declarar al juzgado. Este señor, mientras tanto, tiene justicia gratuita y ha gozado del local más de dos años sin ningún tipo de gasto y pasa de un golpe al siguiente", sostiene Isidoro.
Estafa y falsedad documental
Durante este tiempo, los denunciantes han descubierto que la okupación de su taller es solo un grano de arena comparado con el montante de delitos que acumula Manuel M.P. En 2019, fue detenido por la Guardia Civil por un delito de estafa. Era el dueño de una academia, en Oviedo, que vendía titulaciones falsas, organizaba viajes de estudios que no contrataba y ofrecía productos financieros fraudulentos. Ahora, según detalla Isidoro, ha creado una empresa en Madrid que gestiona viajes escolares.
Al final, solo ha actuado la justicia, aunque todavía queda un último capítulo. La vista oral del juicio en el que el Fiscal acusará al okupa por falsedad documental en el expediente municipal que utilizó para aparentar ser el dueño del taller.