“Tendríamos que estar muy orgullosos de que un vicepresidente y una ministra, sean del partido que sean, hayan elegido nuestro pueblo para tomarse unas vacaciones. Pero algunos los reciben con amenazas. ¿Y qué han conseguido? Echarlos. Sólo eso. Me da vergüenza”.
María Fernandes se muestra indignada al teléfono. Es propietaria del restaurante Casa María, el único que hay en Felgueras (Asturias), una pequeña aldea de apenas una veintena de vecinos perteneciente a Lena y ubicada a los pies del parque natural Las Ubiñas-La Mesa. La localidad está enclavada en un valle a 30 kilómetros al sur de Oviedo.
María, junto a su marido, gestiona su restaurante desde hace 18 años. Además de comidas y cenas, ofrecen alojamiento rural. Este pasado sábado dio de comer a dos ministros, Pablo Iglesias e Irene Montero.
Les llevó pote (cocido tradicional asturiano) a la casa en la que habían decidido pasar sus vacaciones con sus tres hijos. La pareja había llegado el día anterior, viernes. El inmueble se lo había prestado Enrique Santiago, secretario general del Partido Comunista de España.
El vicepresidente y su pareja, ministra de Igualdad, llamaron a Casa María la mañana del sábado. Pidieron que les llevaran la comida a la casa, que está a unos 100 metros del restaurante.
“Querían evitar jaleos, creo yo -dice la propietaria del restorán-. Desde el día anterior ya se hablaba de que habían venido a Felgueras, las redes sociales echaban humo. Pienso que prefirieron evitarse jaleos, por eso no comieron en nuestro local. Nosotros les llevamos la comida, pagaron y punto”.
Al día siguiente, domingo, El Comercio publicaba una pequeña crónica -cuatro párrafos- contando la llegada de la pareja a Felgueras. Entre los pocos detalles que contaba el redactor estaba el del pedido de comida a Casa María.
El día anterior a la citada publicación ya habían aparecido pintadas amenazantes en carreteras -"Coletas, rata"- y varios usuarios de Twitter ofrecían la localización de la casa en la que se hospedaba la familia. Uno de ellos, @_soledad_R@, animaba a “pasar a saludar” al vicepresidente segundo del Gobierno y ministro de Derechos Sociales y Agenda 2030.
Este lunes, fuentes de Podemos confirmaron la vuelta a Madrid de la familia Iglesias Montero por amenazas, insultos y presencia de personas "de extrema derecha" en los alrededores de la vivienda.
Boicot al restaurante
Pero no sólo la pareja de ministros se vio señalada. También Casa María. Tras saberse que el restaurante les había prestado servicio se vio envuelto en un campaña en redes sociales para boicotearlo.
María Fernandes y su marido decidieron publicar una nota informativa en el perfil de Facebook de su negocio a las pocas horas de la marcha de los ministros. “Ante determinados comentarios ofensivos vertidos sobre nuestro restaurante, relacionados con la estancia de un político y su familia en nuestro pueblo, nos gustaría aclarar que (...) sigue estando abierto para absolutamente todo el mundo y que nuestra casa se desvincula totalmente de cualquier inclinación ideológica, siendo el respeto y la educación lo único que prima entre nosotros”.
EL ESPAÑOL se puso en contacto con la propietaria del negocio la tarde de este lunes. María Fernándes dijo que ella y su familia estaban abochornados tras recibir críticas por dar de comer a los dos dirigentes de Podemos y miembros del Ejecutivo de coalición.
“No dábamos crédito a lo que estaba pasando. Nos parecía increíble. Se está perdiendo el norte con tanta radicalidad. ¿Pero cómo no iba a prestarles servicio por ser de Podemos o del Gobierno? ¿Pero estamus locos o qué?”, sostenía María Fernandes.
Vuelta a Galapagar
Enrique Santiago, secretario general del Partido Comunista de España, comentó a El Comercio que Iglesias y Montero buscaban "tranquilidad". "Han vivido una situación de mucha presión durante los últimos cuatro meses en su vivienda [de Galapagar, Madrid]", dijo, en referencia a las frecuentes protestas que se han venido organizando en los alrededores del chalet de la pareja.
La familia volvió pronto a Madrid. A mitad de tarde de este lunes se podía escuchar ya a los tres hijos de Iglesias y Montero jugando en el jardín. El resto era silencio. Ni rastro de exaltados. La calle ya no estaba cortada, aunque las vallas permanecían apoyadas en el exterior del recinto -posiblemente, a la espera de que se tengan que volver a tomar medidas-. No obstante, junto a la entrada, una garita de vigilancia se encargaba de asegurar que se mantenga esa paz a la que habían regresado antes de tiempo.
Ha sido precisamente por sus hijos -todos, menores de edad- por los que Iglesias y Montero han decidido volver a su residencia personal mucho antes de lo previsto. Para que sus tres hijos no tuvieran que sufrir las consecuencias del incesante escrache al que les estaban sometiendo una vez más. Un acoso que tiene lugar desde hace años, pero que se ha visto especialmente acrecentado desde que comenzó la crisis del coronavirus.
Jarabe democrático
Jarabe democrático o amenazas fascistas. Así definen los escraches desde Podemos en función de si sus dirigentes los alientan o los padecen. Desde que ostentan el Gobierno de España en coalición con el PSOE, los dirigentes de Podemos han pasado de victimarios a víctimas. Y las contradicciones en su discurso se han vuelto evidentes.
Tras la cancelación de las vacaciones de Iglesias y Montero, la cúpula de Podemos salió en tromba a denunciar el "acoso de la extrema derecha". El ministro y líder de IU, Alberto Garzón, tildó de "inadmisible" el "acoso de la extrema derecha" a la pareja y sus tres hijos tras conocerse que pasaban unos días de descanso en Asturias.
Por su parte, el secretario general del PCE y portavoz adjunto de Unidas Podemos, Enrique Santiago, también aludió en redes a ese "acoso" que han padecido Iglesias y Montero por parte de una "extrema derecha" que "supura odio".
Los escraches -nacidos en Argentina para señalar a los protagonistas de la represión militar- llegaron a España de la mano de la izquierda radical, amparados bajo lemas como que "la democracia está en las calles". Entonces, el propio Iglesias defendía que las personas salieran a la calle a increpar a dirigentes políticos a sus casas. De este modo, se vivían episodios de acoso que rozaban los límites de lo tolerable en una democracia.
Quizá el más paradigmático, por las similitudes que guarda con este último caso, es el de Soraya Sáenz de Santamaría. El 5 de abril de 2013, alrededor de 200 personas cercaron la casa de la entonces vicepresidenta del Gobierno. La concentración, impulsada por la Plataforma de Afectados por la Hipoteca, decir tener como objetivo señalarla como "cómplice de la dictadura financiera", después de que el Partido Popular mostrara su rechazo a la iniciativa legislativa para introducir la dación en pago retroactiva en la ley hipotecaria.
En la vivienda se encontraba la propia Sáenz de Santamaría, su marido, su hijo de 16 meses de edad y su madre, que estaba dando la merienda al pequeño cuando la vicepresidenta llegó a casa. Entre los manifestantes estaban Jorge Verstrynge -profesor de la Universidad Complutense y uno de los ideólogos de Podemos.