Imagine que un día empieza a tener una tos extraña y se pone el termómetro y sale en la pantallita una cifra superior a los 37ºC. O, incluso, que prueba la comida y no le sabe a nada. Bien, tiene algunos de los síntomas de la Covid-19. Por ello, con responsabilidad, decide llamar desde casa a su centro de Atención Primaria para que le asesoren y le digan qué hacer. Pero se encuentra una desagradable sorpresa: es imposible contactar con él. Es lo que le está pasando a muchos de los seis millones y medio de ciudadanos que viven en la Comunidad de Madrid, porque los 430 centros de salud madrileños tienen colapsadas sus llamadas entrantes y no lo cogen. EL ESPAÑOL ha llamado a 50 y ha comprobado que sólo nueve lo cogen a la primera, ocho a la segunda y otros 33 ni siquiera contestan, tras dos llamadas.
El problema es que estos 430 centros de Atención Primaria son la clave para frenar la transmisión de la Covid-19. ¿Por qué? Porque el cometido que tienen es el de detectar, con la mayor brevedad posible, los casos sospechosos de coronavirus y tramitar las pruebas que determinen si una persona es positivo o no. De hecho, esa rapidez en la detección de la enfermedad es vital para cortar los nuevos contagios de Sars-CoV-2, ya que obligan a confinar al paciente positivo. Pero el colapso en las llamadas a los centros de salud ralentiza todo este proceso, ocasionando nuevos rebrotes. Es decir, el fallo en la Atención Primaria hace que la cadena para frenar al virus se caiga.
El modus operandi que sigue cualquier paciente en la Comunidad de Madrid, como los que llaman al Centro de Salud Francia, en Fuenlabrada —dos intentos de llamada, sin respuesta—, es el mismo. Al verse con síntomas —ya sean relacionados con el Sars-CoV-2 o de otra enfermedad—, llama a su centro de salud y salta un contestador que le dice, dulcemente: “Bienvenido al servicio autonómico de petición de citas. Ya está disponible la consulta telefónica para la Atención Primaria. Si tiene tos, fiebre u otros síntomas relacionados con coronavirus pulse el 9 para contactar con su centro de salud”. Y es lo que hace este periódico… pulsar el 9, una y otra vez, para cada uno de los 50 ambulatorios consultados. Pero lo que acontece después es sorprendente.
Una voz robótica y masculina, con música de fondo, le pide paciencia: “En estos momentos estamos atendiendo otras llamadas, por favor, no se retire, en breve su llamada será atendida. Gracias”. Pero miente, porque sus dudas nunca serán satisfechas con brevedad. En 33 ocasiones no han atendido a este medio, tras dos llamadas. En otras, como en el Centro de Salud Lavapiés, situado en el número 41 de la Calle Embajadores, le atenderán, pero a la quinta llamada y tras más 5 minutos y medio de espera, de media. Es el centro que más ha tardado de la capital.
Pero, de hecho, si uno es vecino del extrarradio la espera puede ser aún mayor. Este diario ha tenido que esperar 15 minutos para que la telefonista del Centro de Salud Aranjuez, un municipio al sur de la Comunidad de Madrid, le atendiese. Pero fue en la segunda llamada. En la primera, pasaron casi 10 minutos y nunca contestaron. Tiempo perdido. Y las urgencias relacionadas con la Covid-19 se tienen que atender con brevedad.
Los rebrotes, sin frenos
Por eso insistimos, imagine, nuevamente, que usted tiene coronavirus y no lo sabe. Por ello llama a su centro de salud, el de Embajadores, por ejemplo —tres llamadas, cero respuestas—, pero no le hacen caso. Usted, como tiene dudas, puede que siga saliendo a la calle a hacer sus quehaceres y obligaciones. Un caldo de cultivo perfecto para los nuevos rebrotes.
Y es que, sólo este martes, España ha contabilizado 2.731 nuevos contagiados, con Madrid liderando el ranking con 698, según los datos del Ministerio de Sanidad. La segunda ola de la pandemia está en marcha y sin frenos, porque muchas de las llamadas de los madrileños a los centros de Atención Primaria no llegan ni a contestarse.
Pero el Sars CoV-2 no es el único agente que genera dolencias en la población de Madrid. Una paciente del Centro de Salud Infante Don Luis De Borbón, en Boadilla del Monte —un municipio al oeste de la capital—, ha explicado a este diario que ha llamado ocho veces por una dolencia urgente. “Creo que es un cólico nefrítico y he estado llamando toda la mañana para que me diesen una cita telefónica para mañana”, se sincera a EL ESPAÑOL la mujer, aquejada de su dolor.
Este periódico, de hecho, ha comprobado la tardanza en la atención a los pacientes madrileños en cada una de las llamadas a espacios sanitarios como el Centro de de Salud Las Cortes, el Centro de Salud Alameda —ambos en Madrid— o al Centro de Salud Las Veredillas, en Torrejón de Ardoz, un municipio al este de Madrid.
De media, son tres minutos de espera, que concluyen en que se cuelga el teléfono. Habrá que intentarlo una vez más. Y otra. Y otra. Y si no hay respuesta del centro de Atención Primaria, el potencial positivo puede salir a la calle y generar nuevas infecciones.
Por suerte, uno de los 50 centros consultados lo coge a la primera. Es el Centro de Salud de Arganzuela, situado en el número 3 de la calle Benito Martín Lozano. Son las 11:03 de la mañana. Salta un contestador que le dice a este diario —paciente madrileño, en este caso— que indique qué ocurre y que dé el número de teléfono. “Hola, buenas, tengo algunos síntomas relacionados con la Covid-19 y llamaba para preguntarles qué debo hacer. Mi número es el 6XX XXX XXX”, explica este diario.
Al cierre de este reportaje, EL ESPAÑOL aún no ha recibido una llamada de vuelta del citado centro de Atención Primaria. Si estos reporteros fuesen positivos, podrían ser transmisores del coronavirus. La cadena de transmisión se rompe y el virus sigue propagándose, acrecentado la segunda ola de la Covid-19, la enfermedad que ya ha dejado 29.152 fallecidos en España, según los datos oficiales, y más de 51.000 fallecidos según algunos estudios, como el de Inverence, una empresa internacional de Big Data.
No todos los centros están activos
Por si fuera poco, otra de las sorpresas con las que se ha encontrado este diario es que algunos centros de Atención Primaria —que por regla están abiertos desde las 8 ó 9 hasta las 20 ó 21—, no están disponibles siquiera. Es el caso del Centro de Salud de Perales de Tajuña, un municipio al este de la Comunidad de Madrid. A pesar de que en Google aparece que están 24 horas disponibles, al llamar e indicar que uno tiene síntomas de coronavirus salta un mensaje automático que indica que de “Lunes a Viernes el horario es de de 9 a 16 horas —sábados de 8 a 20 horas—”. Este diario ha llamado tarde. Son las 17:06. También pasa en el Centro de Salud de Campo Real, un pueblo al sureste de la capital.
Una vez más, la Atención Primaria no responde y es la piedra angular para frenar la pandemia. De ahí que los expertos estén advirtiendo del nuevo “colapso” en la Sanidad de Madrid frente a la Covid-19, al no reforzar la cobertura de los centros de salud.
“Es impensable que la principal puerta de entrada al Sistema Sanitario Público funcione al ralentí, que haya más de una veintena de centros de salud o consultorios locales cerrados o con limitación de horario o que los refuerzos en zonas con alta concentración de usuarios (localidades de la Sierra de Madrid, por ejemplo) no se hayan efectuado. O ponemos la Atención Primaria a funcionar o vamos a tener un grave problema cuando se produzca un rebrote de la Covid-19”, ya se quejaba el Sindicato de Enfermería SATSE Madrid, a finales del pasado julio.
Visitamos los centros de salud
Pero EL ESPAÑOL no sólo ha llamado a 50 centros —hasta ocho veces a algunos de ellos—, también ha acudido a dos, para ver si, con suerte, presentándonos allí hacían más caso a estos reporteros. Al llegar, gel hidroalcohólico en las manos, toma de temperatura y el motivo por el que se quiere acceder. Estos son los pasos que ha de seguir uno nada más pasar las puertas de cualquier centro de salud. Y es que, desde que pisa la entrada, un guardia de seguridad o una auxiliar de enfermería se encargan de asegurarse de que el individuo tenga una razón justificada para pasar al interior. Y si no es así, se queda fuera.
Es sabido por todos que, con motivo de la pandemia, las medidas de seguridad se han reforzado enormemente en los espacios públicos. Y en consecuencia, los centros de Atención Primaria instauraron la obligación de obtener una cita previa vía llamada telefónica antes de poder acceder a cualquiera de ellos.
En primer lugar, hay que saber que los motivos por los que se puede acceder a los ambulatorios son diversos, y van desde una cita médica corriente, hasta la recogida de recipientes para llevar a cabo algún tipo de análisis. Todos ellos —en teoría— con el antecedente de la llamada pertinente. O varias, en la mayoría de los casos.
En el Centro de Salud Segovia, ubicado en la calle con el nombre de la misma ciudad —distrito Centro—, dos mujeres esperan en la entrada para ser atendidas. Una de ellas tiene cita previa “por obligación”, ya que es extranjera y para poder extraer cualquier medicamento debe acudir al centro de Atención Primaria para recoger el volante —los residentes españoles lo reciben directamente en sus tarjetas tras la llamada telefónica—. La otra, sin embargo, ha venido a solicitar precisamente la tarjeta sanitaria y ha decidido acercarse a probar suerte y ver si la atendían.
En el mismo lugar, una tercera mujer sale con un carrito de bebé. “Tuve que llamar a Urgencias en dos ocasiones porque mi hijo no se encontraba bien y estábamos preocupados”, explica. Y cuando se le pregunta acerca del tiempo de espera que la tuvieron al teléfono comenta que alcanzó “una hora” hasta que pudo recibir una respuesta y le dieron una cita, días después, para acudir al área de pediatría.
Un ambiente más calmado
Unas calles más abajo, en el Centro de Salud Linneo —distrito Imperial—. el ambiente es más tranquilo y son muy pocos los pacientes entrando y saliendo. Al preguntarles si están contentos con este servicio, coinciden: les gusta que haya menos personas esperando en la puerta de las consultas, pero generalmente “tienes que llamar varias veces” hasta que recibes una respuesta. Algo que ya ha comprobado este diario.
Entre ellos, un hombre sale con varios papeles en las manos. “Todo está fatal”, indica antes de explicar los motivos de su visita. “Mi mujer fue operada de cataratas, le ha dado una subida de tensión y casi no ve de un ojo”, prosigue, hablando frente a las puertas del ambulatorio.
Según parece, este anciano de 82 años ha podido presentarse en el centro de salud tras rechazar, en varias ocasiones, las indicaciones que les hacían de acudir a las Urgencias de algún hospital. “Hemos tenido que llamar tres veces y hasta que no nos hemos puesto serios, no nos han permitido pedir cita con un especialista”, indica en tono severo.
Tanto él como su mujer se negaban a acudir a las Urgencias de un hospital principal, por miedo a poder llegar a contagiarse por la Covid-19. Y no han cesado sus intentos hasta que han conseguido que les escucharan. “He venido yo porque ella no puede salir”, indica y añade que, aunque sea de esta forma, “al menos pueden verla sin correr riesgos innecesarios”.
Tras esta experiencia, en definitiva, lo que se ha podido apreciar es que la Atención Primaria está fallando. Sea por falta de medios, de personal o de capacidad, las llamadas no se atienden correctamente y esto provoca interferencias tanto en la trazabilidad de los pacientes contagiados, como en el seguimiento de otros afectados por distintas dolencias. Si esto es un problema real o no se sabrá a lo largo de las últimas semanas, cuando el número de contagios aumente a causa de la vuelta a las ciudades.