Sábado. 8 y 40 de la mañana. La Policía Local de Pola de Siero (Asturias) recibe un extraño aviso. “Hace días que no vemos a nuestra vecina Eva, a ver si le ha pasado algo”, le dicen los vecinos de la urbanización de La Fresneda al Cuerpo Armado. Es cuando los agentes se personan en la casa de la mujer de 68 años. Y, al percatarse de que le ha podido pasar algo, entran. Y ahí está: sola, sentada en el suelo y deshidratada. Hay que socorrerla y cómo no, avisar a su familia. Y estalla la sorpresa: Eva no existe. Se llama Blanca Otero Álvarez y lleva desaparecida 25 años. “No entendemos qué pudo pasarle por la cabeza a mi hermana para irse de León y desaparecer de esa manera”, cuenta José Luis, su hermano, que atiende con amabilidad a EL ESPAÑOL.
“Éramos una familia unida y de un día para otro, se fue…”, reflexiona el hombre en conversación telefónica con este diario desde su querida Galicia. Pero, ¿por qué se fue? “Ahora sólo pienso que fue un calentón, que hubo discusiones con mi padre; con mi madre; conmigo… por lo que sea, y se marchó”, continúa. Y es que la historia de esta extraña desaparición ha tenido en vilo a los Otero Álvarez desde 1995. Eva —realmente Blanca— siempre fue feliz con los suyos “hasta que un día marchó”. Y se le perdió la pista.
Hasta este sábado, día en el que la Policía Local halló a una mujer, en su domicilio, “consciente, sentada en el suelo, sin poder moverse, presentando un cuadro de deshidratación aguda y desorientada”, según explican fuentes del Ayuntamiento. Pero también se dio cuenta de que no era su vecina desaparecida Eva, sino que es Blanca Otero, nacida en la ciudad de Quitilipi (provincia de El Chaco, Argentina) en 1952. Misma persona. Otra identidad.
Pese a ello, sus dos hermanos, José Luis y René, celebran haberla encontrado tras tantos años de búsqueda, tras tantas pistas falsas. Se llegó a pensar, incluso, que había muerto. “Estamos contentos y deseando que se recupere, ya que la encontraron en un mal estado de salud. En su día pasó lo que pasó y ahora, pues borrón y cuenta nueva. Ahora habrá que ayudar a mi hermana en lo que se pueda”, explica José Luis, quien, cada día, espera las noticias que le pueda dar su hermano René desde la UCI del Hospital Universitario Central de Asturias (HUCA), donde fue trasladada Blanca tras su hallazgo. Allí está a su lado, después de un cuarto de siglo.
La vida de Blanca
Pero la historia de esta familia comienza muchos años atrás, en una pequeña localidad de Castilla y León. Los padres de Blanca, José Luis y René Otero son oriundos de un municipio leonés llamado Saelices de Sabero. Allí se conocieron, se enamoraron y se casaron. Pero, “por circunstancias de la vida”, emprendieron un largo viaje. Se fueron a hacer las Américas. Así, María Luisa Álvarez —que aún vive— y su esposo se establecieron en Argentina. Y formaron una familia.
“Nacimos allí los tres hermanos, pero mis padres son de León. Por lo que vinimos a España, de vuelta, en 1973, así que ya soy más gallego que argentino”, desvela José Luis a este medio. Y al volver a casa, a Saelices de Sabera, cada uno tomó su camino, pero siempre bajo esa estrecha “unión” que tuvieron los cinco. Hasta que Blanca se fue.
“Yo llevo desde el año 1973 en Galicia. Vine con casi 20 años”, cuenta. Blanca, que por entonces tenía 21 años, se estableció con sus padres en la pequeña localidad leonesa y comenzó a buscar trabajo. Era maestra, se dedicaba a la enseñanza en Argentina, pero parecer ser que no fue fácil para la profesional trabajar en un colegio español. La dictadura de Franco daba sus últimos coletazos y la situación laboral condujo a Blanca a otro sector: el ferroviario.
Así que “comenzó a trabajar en Renfe y ahí… de un día para otro, no supimos más de ella”, recuerda José Luis como si fuera ayer. Y es que Blanca, al conseguir trabajo, se emancipó y se fue a vivir sola a la capital de León, pero cada semana viajaba a Saelices de Sabero a ver a su padres. “Era muy cariñosa con mis padres, muy niñera, muy familiar”, la describía su otro hermano, René, en el diario El Norte de Castilla. Tanto él como José Luis nunca dejaron de intentar esclarecer qué pasó con su hermana.
Y desapareció...
“De un día para otro, ella estaba trabajando y desapareció. Dejó la ropa, dejó todo. No llevó nada”, recuerda José Luis compungido. Blanca tenía entonces 43 años. Fue cuando, en 1997 y pasados dos años de su desaparición, María Luisa —la madre— denunció los hechos. Antes no lo había hecho porque el padre no lo había querido. Las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado comenzaron a buscar a Blanca.
Poco después, se dieron los primeros brotes verdes. Desde Asturias, la Policía informó a los Otero Álvarez que habían hallado a Blanca en Gijón. “Nos dijeron que la encontraron y le preguntaron si quería establecer contacto con nosotros y dijo que no. Y, claro, era una persona mayor, que estaba bien de la cabeza, por lo que no la podían obligar a nada. Fue una decisión propia de ella”, explica José Luis. Pero ya era una pista. La familia de Blanca quería encontrarla y sabía a dónde ir.
Fue cuando su madre, María Luisa, junto a un hermano suyo, viajaron hasta la ciudad asturiana para ver dónde vivía Blanca, pero no la encontraron. “Cuando Blanca se enteró que habían estado allí, dejó su piso y se volvió a ir”. Comenzaría un periodo negro, en el que no habría ninguna nueva relacionada con la mujer, que ya entonces superaba los 45 años.
Una carta y una foto
En 2005, diez años después de la desaparición de la mujer y un año antes del fallecimiento del padre de los Otero Álvarez, Blanca reapareció. Lo hizo en forma de carta, acompañada de una foto —su última foto, hasta este sábado—. En la misiva “le pidió a mi padre que la perdonara, que ya se pondría en contacto conmigo —porque mi hermana y yo nos llevábamos fenomenal—, pero nunca dio señales de vida”, recuerda José Luis.
René Otero, el otro hermano, contaba en El Norte de Castilla que en esa carta “nos pedía que no la buscáramos más, que la dejáramos tranquila, que nos iba a escribir y volvería”, algo que nunca hizo. De hecho, desde entonces parecía que a Blanca se la hubiese tragado la tierra.
“La Policía esperaba que renovase el DNI, el carné de conducir, pero nunca renovó nada…”, explica José Luis. Pero Blanca ya no era Blanca, sino Eva y se ocultaba en el corazón de la Asturias minera, en Pola de Siero.
La ‘Dama del Camello’
Ocho años después, en 2013, saltaron todas las alarmas. Marga Sanín, una experta en realizar retratos robots, realizó uno para poner cara a la Dama del Camello, una mujer sin identidad aparecida en 2001 en la playa del Camello, en Santander (Cantabria). El cadáver de esta mujer, pese al trabajo realizado desde entonces por la Policía Científica, nunca ha sido identificado.
Pero el retrato robot —con el que se ilustra este reportaje— hacía pensar que podría ser Blanca. Había esperanza. Aunque hubiese fallecido, el calvario de la búsqueda de la familia Otero habría terminado. “Mi hermano vio el retrato robot y entonces avisó a la Policía” y, desde entonces, sin confirmarse, la familia Otero pensaba que era ella. Los rasgos eran demasiado parecidos.
Mientras tanto, Blanca seguía viva y ajena a esto. “Se dedicaba a cuidar niños, mascotas y hacer labores de limpieza”, explica a El ESPAÑOL un vecino de la urbanización de La Fresneda que la conoce desde hace años como Eva. Ángela, la farmacéutica de este enclave perteneciente a Pola de Siero, apoya esta tesis: “Sí la recuerdo. Sé que cuidaba niños y no hablaba mucho. También que tenía dificultad para andar”. Y así vivía Blanca-Eva, presumiblemente, durante tantos años. Hasta que la salud le falló.
El rescate
Eva, como era conocida en La Fresneda, llevaba días sin aparecer. Sus vecinos, extrañados, decidieron comunicárselo a la Policía. “Una vez en el lugar, el inmueble estaba cerrado con llave desde el interior, lo que indicaba que la moradora se encontraba en la vivienda, presumiblemente con algún trastorno o enfermedad física grave que le impedía abrir la puerta. Los agentes procedieron a forzar una de las ventanas para acceder al interior, y permitir la entrada de personal facultativo”, cuentan a este medio fuentes del Ayuntamiento.
Fue cuando encontraron a Eva, “sin poder moverse y con un cuadro de deshidratación aguda”. La trasladaron al HUCA y se dieron cuenta de quién era en realidad, la desparecida Blanca. “Mi hermana apareció el sábado, pero fue el lunes cuando nos enteramos, porque mi hermano vive en Asturias y fue a verla. Desde entonces, está con ella”, asegura esperanzado José Luis, tras 25 años sin ver a su hermana. Ahora Blanca tiene “pronóstico reservado” y lucha por su vida en la UCI.
René Otero está con ella y la madre, que ya tiene 90 años y vive en una residencia de Gijón, de momento, no ha sido informada del hallazgo. “Mi madre está en una residencia de ancianos y habrá que ponerla en manos de psicólogos o de personas especialistas para que le cuenten que apareció su hija; dónde está y cómo está. Hay que preparar a la gente. No le podemos decir ‘mira, apareció tu hija’”, concluye José Luis.
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