El día que Silverio Nieto se ordenó sacerdote, el 29 mayo de 1999, acudieron al acto tres de sus antiguas novias. Aunque aquella jornada él se abrazaba al celibato, ellas quisieron estar presentes.
El 5 de junio de 1999, una semana después, aquel cura ofició su primera misa. Fue en la basílica de la Concepción de Madrid. No se sabe si entre los feligreses de nuevo se encontraba algún antiguo amor, pero quienes sí escucharon la misa del nuevo párroco fueron el por entonces presidente del Congreso de los Diputados, Federico Trillo -vinculado al Opus Dei-, y el alcalde de Madrid en ese momento, José María Álvarez del Manzano, según cuentan a EL ESPAÑOL varios de los asistentes.
Esas dos escenas, la de su ordenamiento y la de su primera misa, retratan parte de la esencia biográfica de don Silverio, como se le conoce en las altas instancias eclesiásticas de Madrid, donde es miembro del equipo asesor jurídico de la Conferencia Episcopal Española.
Silverio Nieto tuvo una vocación tardía para el sacerdocio (se ordenó cura a los 51 años) y siempre fue un buen tejedor de relaciones con el poder político gracias, en gran medida, a su pasado como policía en los últimos años del Franquismo y luego, ya en democracia, como juez. En distintos círculos policiales se le conoce como 'el cura con pistola'.
Ahora, 21 años después de convertirse en sacerdote, el nombre de Silverio Nieto Núñez, nacido en Almendralejo (Badajoz) en 1947, aparece entre la documentación del procedimiento de la operación Kitchen. Se trata de la trama de espionaje presuntamente orquestada desde la cúpula del Ministerio del Interior para obtener, sin ningún tipo de autorización judicial, documentos comprometedores que estaban en poder del extesorero del Partido Popular, Luis Bárcenas -en prisión-, y de su esposa, Rosalía Iglesias.
La figura de Silverio Nieto se muestra como el nexo de unión entre varios de los principales protagonistas de la trama. Esa capacidad camaleónica que las fuentes consultadas le atribuyen al sacerdote para moverse entre las bambalinas del poder queda reflejada en la documentación a la que tiene acceso este periódico.
Tal y como consta en el escrito presentado el pasado 4 de septiembre por la Fiscalía Anticorrupción ante el juzgado que instruye la causa, Silverio Nieto Núñez reenvió entre finales de febrero y principios de marzo de 2020 dos mensajes a Enrique García Castaño, excomisario de la Policía Nacional ya jubilado y que aparece como investigado en la causa de la Kitchen.
El 9 de marzo de 2020, García Castaño declaró en sede judicial. El excomisario leyó dos mensajes recibidos de un número que tenía registrado con el nombre de ‘Silverio Nieto’. El cura se los rebotó tras recibirlos de Francisco Martínez Vázquez, secretario de Estado de Seguridad entre enero de 2013 y noviembre de 2016.
“Según me dice mi abogado -señala Francisco Martínez-, además de cuestiones formales, la defensa mañana exige entregar en el juzgado las actas notariales en las que constan los mensajes recibidos a lo largo de 2013 y 2014 con instrucciones muy claras y explícitas sobre los supuestos operativos policiales de las que trata todo esto (cuya legalidad siempre me pareció clarísima) y que necesariamente conllevarán la citación de Jorge [Fernández Díaz] y probablemente de Rajoy. Desde luego, nada más lejos de mi deseo”.
Silverio Nieto rebotó esos mensajes recibidos de Francisco Martínez Vázquez a García Castaño con el añadido de ‘Enviado copia a JF’. Es decir, el mensaje también le habría llegado a Jorge Fernández Díaz, lo que vendría a sostener la hipótesis de que el exministro estaría al tanto de la trama de espionaje de la que fueron víctimas Luis Bárcenas y su familia.
Un año antes, Martínez Vázquez, ex ‘número dos’ del ministerio del Interior durante la etapa de Jorge Fernández Díaz, había llevado ante notario una serie de mensajes de Whatsapp comprometedores para su superior directo.
En otros que la Policía le encontró en su móvil el año pasado, Fernández Martínez explica al presidente de la Audiencia Nacional, José Ramón Navarro: “Tú sabes que me han utilizado vilmente. Unos y otros. (…) Yo lo único que hice fue trabajar. Con un enorme coste personal y familiar. Y ahora esto (...) Mi grandísimo error en el ministerio fue ser leal a miserables como Jorge [Fernández Díaz], Rajoy o Cospedal”. En enero de 2020, Francisco Martínez recibió la noticia de su imputación formal en el caso Kitchen.
Dos meses después, Enrique García Castaño leyó ante el juez que instruye la causa, José de la Mata, el contenido de los dos mensajes que Francisco Martínez Vázquez le envió a Silverio Nieto y que éste, a su vez, le reenvió a él por ese tiempo.
La Fiscalía Anticorrupción ha pedido que se cite como investigado al ex ministro del Interior del PP, Jorge Fernández, a la ex ministra de Defensa y ex secretaria general del PP, María Dolores de Cospedal, y a su marido, Ignacio López del Hierro.
Pero el nombre que más curiosidad despierta en todo este entramado de presuntos delincuentes es el de Silverio Nieto Núñez, quien no está investigado pero que aparece en la trama como el cemento en toda obra.
¿Qué hace él, un cura que sigue dando misa en la calle Goya de Madrid, dentro de una trama de espionaje en la que se entremezclan policías presuntamente corruptos -los excomisarios José Manuel Villarejo o Enrique García Castaño- con varios exministros y hasta el mismo expresidente del Gobierno Mariano Rajoy?
Rascar en la historia de don Silverio bien podría propiciar el guión de un capítulo de una serie de Netflix.
La muerte de su madre
En Almendralejo, uno de los pueblos más prósperos de Extremadura, no muchos recuerdan al niño Silverio Nieto. Sus padres, que tuvieron una decena de hijos, emigraron a Madrid en los años 60 del siglo pasado. Hicieron vida en la capital.
Con 17 o 18 años, Silverio se hizo marino mercante. Recorrió medio mundo. Durante las travesías, que duraban meses, hacía los turnos de algunos compañeros. A cambio, éstos le pagaban con unas pesetas.
“Sabía que quería estudiar fuese como fuese. Ese pasaje de su vida Silverio me lo contó un día que vino aquí”, explica a EL ESPAÑOL Antonio Díaz, presidente del Centro de Iniciativas Turísticas (CIT) de Almendralejo, institución que nombró a Silverio Nieto ‘personaje del año’ al poco de que se ordenara sacerdote.
“Él mismo me confesó que el día que se hizo cura acudieron tres antiguas novias. La vocación le llegó tras la muerte de su madre. Siempre tuvo fuertes convicciones morales y religiosas, pero fue ahí cuando dio el paso. Es un hombre brillantísimo, educado y cercano”.
- ¿Entiende qué hace en mitad de quienes habrían orquestado esa trama de espionaje a Bárcenas?- pregunta el periodista.
- La verdad es que no.
Antes de ponerse los hábitos, Silverio no sólo fue marino mercante. También trabajó como radiotelegrafista. El 21 de agosto de 1972, según publicó el Boletín Oficial del Estado (BOE), el joven, de 25 años, ingresó en la Policía Nacional con una nota de 10,14. Consiguió el puesto 336 de entre las 568 plazas concedidas.
En aquella promoción ingresó también José Manuel Villarejo, conocido años más tarde como el comisario de las cloacas. Un año después de su acceso al cuerpo, don Silverio fue ascendido a subinspector de segunda.
Durante su paso por la Policía, que duró pocos años, Silverio estuvo destinado en la comisaría de Ventas y en Interpol. Como él mismo ha reconocido, ese tiempo le sirvió para conocer a Enrique García Castaño y a otros ex altos cargos policiales como el antiguo comisario Villarejo, ahora preso a la espera de un más que previsible juicio.
Lo que nadie de las personas con las que este periodista ha contactado logra poner inicio es a la relación del sacerdote con el exministro Jorge Fernández Díaz y con su antiguo ‘número dos’ en Interior, Francisco Martínez. A lo sumo, una fuente que conoce al párroco y a Fernández Díaz argumenta que la clave puede ser la “vinculación de ambos con el Opus Dei".
Lo que sí les une es su abrazo tardío a Dios. Fernández Díaz ha contado en público que, tras una vida distraída, tuvo una revelación en Las Vegas, hecho que le convirtió en un creyente ultraconservador. En diversos medios se ha señalado a Silverio Nieto como su confesor, aunque el propio sacerdote se lo negó a El País este pasado miércoles.
Tutor de Lesmes
Tras ordenarse sacerdote en mayo de 1999 colgó también la toga. El Real Decreto de 29 de diciembre de 2000 publicaba su situación administrativa de excedencia voluntaria en la carrera judicial. EL ESPAÑOL ha intentado durante toda la semana ponerse en contacto con Silverio Nieto, sin éxito.
Después de salirse del cuerpo, Silverio Nieto volvió a opositar. Esta vez, para ser juez. Aprobó. Su primer destino fue Cebreros, en Ávila. Tras varios destinos más, recaló como magistrado en la Sala de lo Contencioso del Tribunal Superior de Justicia de Madrid (TSJM).
De nuevo en la capital, Silverio Nieto conoció a un joven Carlos Lesmes, actual presidente del Tribunal Supremo y del Consejo General del Poder Judicial. Nieto fue su tutor durante el periodo de prácticas judiciales, contó El Confidencial en 2013.
Este cura es licenciado en Derecho por la Universidad Complutense de Madrid. También es doctor por la Universidad Pontificia Comillas de Salamanca en Derecho Civil (1992) y Derecho Canónico (1999). Desde 1997 da clases en Comillas en la asignatura de Derecho Eclesiástico del Estado. Es autor, entre otros títulos, de El modelo actual de cooperación entre el Estado y las confesiones religiosas.
Pese a todo, Silverio Nieto es un gran desconocido para la opinión pública española. Durante un tiempo sonó para ser elegido obispo castrense. Dentro de la Conferencia Episcopal está en horas bajas. En octubre de 2018 se le desginó para formar parte junto a un grupo de sacerdotes de la comisión antipederastia de la CEE.
Don Silverio es uno de los artífices de los protocolos para afrontar los abusos en el clero. Su gestión en el caso de los abusos sufridos por un joven en el colegio de Gaztelueta, del Opus Dei, en Leioa (Vizcaya) fue muy criticado por el padre del chico, Juan Catrecasas, que ejerció como diputado del PSOE en el Congreso durante la anterior legislatura.
El falso cura
La operación Kitchen ha arrojado luz sobre la figura de este sacerdote. Pero don Silverio no es el único cura que se ha cruzado en la vida de esta trama de espionaje a Luis Bárcenas.
El 23 de octubre de 2013, Enrique Olivares García secuestró a punta de pistola y disfrazado de cura a la mujer, al hijo y a la asistenta del extesorero del PP. Su misión, conseguir los documentos que comprometían a la cúpula del PP, resultó fallida. Al año siguiente se le condenó a 22 años de cárcel.
En el juicio, el acusado gritaba que voces dentro de su cabeza le daban órdenes. El tribunal concluyó que fingía, si bien la sentencia de la Audiencia Provincial de Madrid reconoce en Olivares un "trastorno de personalidad con rasgos paranoides, narcisistas y antisociales".
Pero Enrique Olivares ya nunca tirará de la manta. En 2018, estando preso en la cárcel de Cuenca, sufrió un ictus. Desde entonces apenas puede expresarse y, cuando lo hace, incurre en continuas incoherencias. Tras el infarto cerebral se le trasladó a una prisión de Madrid con más medios para el cumplimiento de pena de los enfermos crónicos.