A principios del siglo pasado, José Sos Borrás tan solo era el hijo de un cultivador de arroz más en Algemesí (Valencia). O, mejor dicho, eso era lo que creían quienes le conocían. En parte, tenían razón. Sí, era el hijo de un agricultor de cereal, pero desconocían, probablemente, que este valenciano levantaría en pocos años todo un imperio del arroz de la nada: SOS

Empezó en 1902, como otros muchos, vendiendo este grano en un molino de su pueblo natal en pequeños cucuruchos de papel. Hasta que diez años después se le ocurrió algo sencillo y rompedor, aunque esto último suene disparatado en la actualidad. Envasar su producto por kilos en un saquito de tela y estampar en él su apellido y la imagen de dos falleras, una de pie y otra inclinada preparando una paella.

Fue el primero en hacerlo. No solo en el sector, sino en el mercado de la alimentación de la época. Ya no era un arroz cualquiera, era Arroz SOS. Eso hizo que, años más tarde, con el ímpetu por la publicidad, la instalación de la fábrica y la expansión de la marca, su grano se convirtiese en el más famoso dentro y fuera de nuestras fronteras. El arroz valenciano se hizo universal. Y José Sos también.

Lo que no estaba en los planes de este pionero, en cambio, era todo lo que ocurrió después de que dejase paso a sus descendientes en la empresa familiar. Y es que las generaciones posteriores de esta saga empresarial se han visto envueltas en los últimos años en todo tipo de guerras y episodios turbios. Una marca con más de un siglo de historia, ensombrecida por intereses y traiciones de sus propios dueños, que terminó con muchos de ellos sentados en el banquillo; y, tras una investigación de seis años, condenados a prisión por un sinfín de delitos a principios de este año. 

La guerra civil 

En los treinta, cuando José decidió jubilarse y dejar a sus hijos al frente de la empresa, el trabajo estaba prácticamente hecho. Al menos, en lo que a marca y a originalidad se refería. Sos Borrás vio rápido la importancia que iba a alcanzar la publicidad en el mundo de los negocios. De hecho, cuentan que fue uno de los primeros anunciantes en radio, nada más inaugurarse las primeras emisoras. A lo que acompañaron notas de prensa y carteles en los tranvías de Barcelona, pero también en los campos de fútbol, donde llamó la atención de los tenderos para que poco después pusieran a la venta el arroz Sos en sus colmados. 

Imagen impresa de los primeros sacos de arroz SOS. SOS

Con la segunda generación, el legado de innovación del fundador no cayó en saco roto. En esa época, los hijos de Sos Borrás se centraron en la expansión de la casa algemesinense, querían ir más allá de la zona del levante. Para ello, participaron en 1934 en la Feria de Muestras de Barcelona. Allí instalaron una barraca típica valenciana con decenas de muestras de SOS y también convocaron un concurso con premios para adivinar cuántos granos de arroz contenía un frasco de cristal. El marketing de la época. Lo cierto es que funcionó y este cereal valenciano con nombre propio comenzó a distribuirse por todo el territorio nacional. 

Un año más tarde, editaron y distribuyeron su primer recetario. Aunque poco después, con la Guerra Civil, todo se paró en seco. La fábrica de SOS fue incautada por el Gobierno de la República. Sin embargo, hay quienes afirman que la empresa estuvo dirigida por la familia desde la clandestinidad en aquellos años oscuros. Recuperados los mandos, los hijos de José Sos siguieron aumentando la facturación de la empresa y llevaron a cabo el cambio de envase. Uno más económico pero que mantuviese las mismas condiciones de frescura. Así nació el paquete de papel con sus tres colores: blanco, rojo y azul. Y que continúa siendo el formato que hoy está presente en millones de hogares de todo el mundo. 

La tercera generación

Cinco variedades de los arroces SOS.

En la década de los sesenta, la empresa aterrizó en Televisión Española. SOS comenzó con publicidad siendo de las primeras marcas de arroz que utilizaban este medio de comunicación. Lo que les catapultó definitivamente como la firma de arroz más reconocida entre el consumidor. Después, llegó toda la variedad de sus productos: desde los especiales (caldosos y melosos, o para ensalada) hasta los de la categoría de salud (integrales y enriquecidos con cereales). Sin embargo, la apuesta por la marca de José Sos y todo lo que aportaron sus hijos después no fue suficiente para que la tercera generación siguiese en solitario al frente de la empresa arrocera. 

Los obstáculos eran numerosos. El primero, el gran número de herederos que conformaban el consejo de administración, en total diez. Y con ello, la dificultad en la toma de decisiones. El segundo, los cambios en el sector. A finales de los ochenta, SOS había quedado relegada a un segundo plano frente a Herba, la mayor arrocera del país entonces y que con los años había ganado terreno gracias a su incorporación en el grupo de alimentación Ebro Foods. Los Sos estaban solos y por pura supervivencia, a pesar de toda una batalla entre primos y hermanos por vender o no, terminaron eligiendo la primera opción. 

El nieto del fundador de la arrocera valenciana, Vicente Sos.

Los diez accionistas de Hijos de Sos Borrás S. A. vendían la empresa por 4.000 millones de pesetas a Maderas Arana (también pujaron por ella los Ruiz-Mateos), propiedad de los hermanos Salazar, una familia de raíces vizcaínas que tras amasar su fortuna en México en el sector de este cereal, soñaba con poder formar una gran corporación alimentaria en España.

La tercera generación de la arrocera, no obstante, solo acepta la venta en 1992 a cambio de conservar un 10 por 100 del capital. De este modo, varios miembros de la familia entraron a formar parte de lo que a partir de entonces se denominaría como Grupo SOS. El nieto de José Sos, Vicente Sos y su sobrino, Eduardo Sos Castells, tenían dos puestos en el consejo. Además, este último sería el director de Compras y director general de Arroz SOS Sevilla, y su primo, Vicente Sos Girbés, responsable del negocio de arroz en Estados Unidos.  

Los Salazar y el desfalco

Los empresarios Jesús y Jaime Salazar.

El tiempo demostraría que la venta sería casi el fin de lo que la familia arrocera había construido durante 100 años. Lejos de ser su salvavidas, los hermanos Salazar se encargarían de desfalcar a la empresa y dejarla prácticamente en la ruina. 

Tras la muerte del patriarca, Jesús Salazar del Río, en 2006, dos de sus hijos —de los catorce que tuvo—, Jesús y Jaime asumieron la presidencia y vicepresidencia del grupo, donde su hermana, María Encarnación, también contaba con un puesto como consejera. El fundador de la corporación era austero y honrado en los negocios, cuentan a este diario fuentes del sector. Sus hijos, en cambio, terminaron por ser todo lo contrario, unos manirrotos. 

Tras la compra de la arrocera, Maderas Arana pasó a denominarse Sos Arana. Y desde entonces, no paró de crecer y realizar adquisiciones. En 1994 compra Bernabé Biosca Tinisie; en 1997, Arrocera del Trópico; en 2000 adquiere el Grupo SIPA, la portuguesa Bogal y Cuétara (en 2001 se fusionan y nace SOS Cuétara); en 2002, Koipe; en 2003 entra en ACYCO Aceitunas y conservas; en 2004 compra American Rice; en 2005, Minerva; en 2006, la marca de arroz Lassie del Grupo Sara Lee y la marca italiana Friol.

De golpe y plumazo, en un margen de diez años, estos hermanos se hicieron con el control en España de la industria galletera, arrocera y del aceite, que hasta entonces había estado en manos de italianos. Una compra por la que fueron felicitados por el propio emérito Juan Carlos I, y que entonces definió como una victoria patriótica. ¿Cuál era el problema? Todo era mentira. 

El mayor escándalo 

Foto de mayo de 2008 de Jesús Salazar, en una conferencia en Houston (EEUU) cuando aún era presidente de SOS Cuétara. EFE

"El objetivo era crear una gran corporación agroalimentaria como Danone. Habían gozado de todo el respaldo financiero de Caja Madrid y el visto bueno del Gobierno, pero llegaron a tal nivel de endeudamiento, que tuvieron que empezar a vender todo para saldar deudas y al final se arruinaron", cuenta Javier Moreno, catedrático de Historia Económica de la Universidad de Valladolid.

La cuestión, sin embargo, no quedó ahí. Y es que para mantener el control de la empresa, ya sin un solo euro, estos dos hermanos llegaron a asegurar al consejo de administración que un empresario libio, relacionado con Muamar el Gadafi, salvaría al grupo tras su salida a la bolsa. La realidad, sin embargo, fue bien distinta. En 2009, los hermanos Salazar saquearon a la empresa comprando acciones de SOS Cuétara por 204 millones y desviaron el dinero desde la cuenta de la compañía a sociedades controladas por los acusados en paraísos fiscales, protagonizando uno de los mayores escándalos empresariales en la historia de España. 

Jesús y Jaime fueron despojados de sus puestos en el órgano de administración y fue la propia SOS Cuétara quien interpuso una querella contra sus dos exdirectivos en la Audiencia Nacional por blanqueo de capitales, estafa, delito societario y alzamiento de bienes. Lo peor, no obstante, era la situación financiera que habían dejado los dos hermanos en el grupo agroalimentario. En ese momento de zozobra, tal vez pensando en el legado que un día le dejó su abuelo, Vicente Sos asumió la presidencia del consejo de administración y quiso, 20 años después de venderla, recuperar la empresa. 

El problema estaba en el precio, 170 millones de euros. Vicente Sos y su sobrino Eduardo Sos, consejero en la compañía, buscaron financiación con la intención de presentar una oferta para volver a tener el control de la arrocera de su abuelo, pero no lo consiguieron y fue finalmente Ebro Foods quien finalmente la compró, haciéndose con el control de todo el sector arrocero. 

Juicio

A los hermanos Salazar, por otro lado, sus tejemanejes y testaferros en paraísos fiscales para quedarse con todo el dinero les costó una petición de 30 años de prisión y 240 millones de responsabilidad civil por parte de la Fiscalía de la Audiencia Nacional, en 2009. El juez impuso una fianza histórica de 360 millones de euros y dejó a SOS en una delicada situación: tuvo que hacer provisiones por valor de 475 millones, aprobó un ERE y tuvo que acabar desprendiéndose de la línea de negocio dedicada al arroz, que la familia Sos intentó recuperar sin éxito. 

Once años después, el pasado febrero, Jesús y Jaime llegaron a un acuerdo con la Fiscalía y la empresa de alimentación Deoleo (antigua SOS Cuétara) para evitar el juicio del que fue denominado como caso SOS. Los dos hermanos aceptaban 21 y 10 meses de prisión, respectivamente, y apenas 3.000 euros en concepto de responsabilidad civil, por todos los delitos cometidos. 

"Resucitarán, no sé cómo pero siempre lo hacen. Ya lo hicieron en México antes de volver a España", dicen sobre los Salazar fuentes del sector empresarial. De los Sos, en cambio, pocos se acuerdan. Ya no forman parte del grupo, ni lo pretenden. El arroz para ellos ya solo es historia, eso sí, de la familia. 

Antiguo paquete de arroz SOS.

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