1 de septiembre de 1980. Tres hombres entran en la Caja de Ahorros de Pereiro de Aguiar, provincia de Ourense. A punta de pistola amenazan a los empleados, llenan una bolsa con 330.000 pesetas y salen del municipio en un coche robado. A las pocas horas son detenidos por la Guardia Civil, acusados de atraco y de pertenecer a Loita Armada Revolucionaria (LAR), grupo terrorista que buscaba una Galicia independiente y socialista. Desde entonces, los tiempos han cambiado. Ellos también.
Cuarenta años después, el de la pistola levanta el brazo y pide un café cortado. Es José Luis Nieto Pereira (Vigo, 61 años), nuevo portavoz de Podemos en Madrid, que ha superado los pronósticos y se ha impuesto al candidato preferido de Pablo Iglesias, líder del partido.
Nieto hace tiempo que colgó las armas y cambió la revolución por la democracia. También su terra galega por la capital, donde fue asesor del Ayuntamiento de Carmena y en la que reside desde hace más de 30 años. Allí, en una cafetería del centro, cerca de su puesto de trabajo en una ONG, se encuentra con EL ESPAÑOL, agarra su taza y empieza a hablar.
Sus últimas semanas han estado manchadas por aquella mañana de 1980 que le llevó a guardar varios años de prisión hasta el indulto de Felipe González. Lo mismo ocurre con Xosé Cid Cabido, uno de sus compañeros en el atraco, que logró rehacer su vida como escritor y político, ocupando un papel en la política gallega bajo las filas de Anova. Nieto lo conocía testimonialmente. "Pero no era mi amigo, yo era amigo de sus hermanas". El tercero, al que prefiere no recordar, nunca fue identificado.
Pero su historia, la de Nieto, empieza mucho antes, en un barrio obrero vigués de finales de los años 50. Hijo de un trabajador del Ayuntamiento y una ama de casa, su infancia se desarrolló entre himnos galleguistas, revueltas sindicales, banderas con estrellas rojas y fotos del Che. Y se forja una personalidad.
"El momento histórico era el que era. Éramos jóvenes y teníamos unas ideas que evidentemente que no se correspondían con la realidad. Éramos unos pardillos", resume sobre esos primeros años. La ideología la palpó en las calles desde pequeño, pero fue durante la universidad cuando empezó a darle forma, primero en A Coruña y luego en Santiago de Compostela.
Política y universidad
Al llegar a la capital gallega a finales de los años 70, ya como estudiante de Derecho, se enroló en las asociaciones de alumnos y entró en contacto con organizaciones comunistas. Empieza así una "doble enseñanza", como él mismo la llama: la universitaria y la política. Estudiar la carrera y formarse en los cuadros independentistas.
La primera parte era complicada. Su beca dependía de las buenas notas, y quien decidía una u otra calificación era Francisco Puy Muñoz, catedrático de Filosofía del Derecho, eminencia en la Universidad y, sobre todo, cuñado de Manuel Fraga Iribarne, exministro franquista y presidente de Alianza Popular (actual PP). Por el otro lado, el de la política, su mentor no podía ser más distinto.
Se trataba de Xosé Manuel Beiras, histórico líder del nacionalismo gallego y, por entonces, profesor en la Facultad de Económicas. Sus clases se llenaban de jóvenes que, como Nieto, buscaban en las aulas una pista sobre cómo llegar a la revolución y culminar sus ideales socialistas. Pero compaginar ambos universos no salió como esperaba.
"Derecho era muy complicado y no conseguía mantener las notas", confiesa Nieto. En lugar de dejar los panfletos optó por cambiar de aires, de carrera, y dedicarse a una que le permitiese compaginar los estudios con la actividad política. Recaló en Magisterio y al poco tiempo ya era maestro de EGB, una carrera que no tardaría en frenarse de golpe cuando decidió atracar un banco.
El atraco al banco
Mientras tanto, la rueda seguía girando. Es el año 1978. Franco había muerto hacía ya tres años, la UCD acaba de llegar al Gobierno, la Transición asomaba tímidamente y, como siempre, la capital estaba en el centro de todo. "Estábamos por Galicia y en contra del centralismo, que en ese momento se centraba en Madrid". Entonces ya se había dado cuenta de que la revolución no llegaría sola y, si lo hacía, no sería a través de la universidad.
Todo lo contrario, optó por enrolarse en Loita Armada Revolucionaria (LAR), un grupo terrorista independentista con muchos sueños pero poco dinero. Sus filas estaban colmadas de jóvenes nacionalistas que, como él, optaron por tomar las armas y culminar sus ideales. Lo hicieron a través de Txomin Iturbe, un conocido etarra que les suministró parte de su arsenal en Vitoria y les adiestró en la utilización de explosivos y tiro en Bayona, Francia. Pero lo único que ETA no podía darles era dinero.
El 1 de septiembre de 1980 se acercaron al número 55 de la entonces llamada calle del General Franco (Monforte de Lemos, Lugo), eligieron un coche al azar, lo forzaron, le hicieron un puente y condujeron hasta Pereiro de Aguiar, un pequeño municipio de la provincia de Ourense. A las 11.30 de la mañana llegaron a la sucursal de la Caja de Ahorros, Nieto sacó una pistola "en perfecto estado de funcionamiento" y, tras amenazar a los empleados, metió 330.000 pesetas en una bolsa. Nieto apuntaba, Cid Cabido recolectaba, y el tercero esperaba en el coche. En pocos minutos estaban en la carretera con el botín.
El plan salió bien, o al menos eso pensaban los implicados. Tras huir del banco dejaron el coche en un monte, entregaron la bolsa a Francisco José Atanes, un administrativo de 20 años también miembro de LAR, y abandonaron cualquier prueba que pudiera implicarles. Antes del día siguiente estaban detenidos, en prisión y condenados a varios años de cárcel por una operación, señala la sentencia, "concebida por los mismos en unión de un tercero no identificado".
Aunque no sabía los nombres de los terroristas, la Policía llevaba un tiempo tras los pasos de LAR y a los pocos días habían desmantelado buena parte de la organización. Los cargos eran inapelables: depósito de armas de guerra, robo y, sobre todo, formar parte de un "grupo disciplinado que ha escogido la violencia como medio de alcanzar el triunfo de sus aspiraciones independentistas y sociales". La fianza no fue una opción.
Entre los detenidos había varios que años más tarde volverían a ocupar páginas de prensa. Es el caso del propio Cid Cabido, reconvertido en escritor y político galleguista, Xosé Luís Méndez Ferrín, que llegó a presidir la Real Academia Galega entre 2010 y 2013, y Antom Arias Curto, fundador del grupo terrorista Exército Guerrilheiro do Povo Galego Ceive (EGPGC) y de Causa Galiza, partido político ilegalizado en 2015. La lista sigue hasta los 12 nombres. Todos menos Méndez Ferrín acabaron entre rejas. Es el año 1980.
Los años de cárcel
De su entrada recuerda la humedad. "Y el frío". Los pasillos estrechos, los catres desvencijados y, sobre todo, el trato de los funcionarios de prisiones. "Por fortuna eso ha cambiado, pero hay muchas otras cosas que siguen igual que antes", lamenta. Su pensamiento, al fin y al cabo, no ha cambiado tanto. Aunque la acusación pidió 40 años y medio, finalmente le cayeron ocho.
Así, Nieto fue cambiando de una cárcel a otra cada poco tiempo. "A Coruña, Vigo, León... hasta que acabé en Herrera de la Mancha (Ciudad Real)". Fue en esta prisión, una de las primeras de máxima seguridad de España, en la que le tocó vivir la madrugada del 23-F, y tuvo miedo. "Allí me di cuenta de que no habíamos leído bien la Transición".
De allí le sacaría Joaquín Ruiz-Giménez, exministro de Franco, cuyo hijo era un buen amigo de Nieto. En 1982, ya bajo la bandera del PSOE de Felipe González, se convirtió en Defensor del Pueblo. Una de sus primeras acciones: pedir el indulto para Nieto, Cid Cabido y Arias Curto, los últimos de LAR que quedaban entre rejas, el 9 de febrero de 1983. Pero, para cuando Nieto puso un pie en la calle, España había cambiado. Para él, quizás demasiado rápido.
América Latina
"Me sentía desubicado", señala sobre su salida de prisión. Los grupos que frecuentaba hacía tiempo que se habían esfumado, sus amigos ya tenían una vida encaminada y él no era más que un exconvicto sin casi experiencia laboral ni un sitio al que llamar casa. Tras un mes dando tumbos por Madrid, un grupo de curas obreros de Vallecas le consiguieron un billete a un campo de refugiados en Honduras. América Latina todavía respiraba revolución. Y allí se fue.
Es el año 1983 y la situación es complicada. Por un lado, el Frente Sandinista había implantado en Nicaragua el germen del marxismo; por el otro, Cuba seguía siendo un faro revolucionario contra los Estados Unidos. Y en medio estaba Nieto, un pendejo a sueldo de Cáritas, con un cuestionable historial político, dando clase a refugiados. Los rumores empezaron a circular.
"Me acusaron de ser un correo camuflado de la guerrilla dentro del campo de refugiados", recuerda, esquivando el tema con rapidez. Del embrollo le sacó José María Tojeira, sacerdote que años más tarde se convertiría en superior provincial de los Jesuitas. Finalmente, como era su plan inicial, viajó a encontrarse con los sandinistas en cuanto tuvo ocasión, y fue a Nicaragua en 1985 a trabajar de agricultor.
Allí respiró los aires de lo que quería en su Galicia natal, aquella revolución socialista que en Centroamérica había empezado Augusto Sandino, y de la cual heredaba su nombre. El sueño de Nieto era estar ahí, en medio del fregado contra la influencia norteamericana, quizá una reminiscencia de lo que Madrid representaba dentro de España, y aprender. La aventura no funcionó. La vida en el campo era demasiado dura para un estudiante, y tampoco encontró su sitio entre los sandinistas.
La última oportunidad se la dio a Guatemala, donde residió varios años trabajando como profesor, hasta que finalmente tiró la toalla. "Conocí a mi compañera y tuvimos nuestra hija en Madrid. Y aquí llevamos 30 años".
Izquierda Unida y Podemos
En su fuero interno llevaba años queriendo cambiar las cosas, siempre sin dar con la tecla adecuada, pero la llama terminó por apagarse cuando se hizo padre. Tras la aventura americana volvió a España, se licenció en Historia Moderna y Contemporánea y recaló donde terminaban todos los que habían visto frustrada su revolución.
Se unió a la Izquierda Unida de Julio Anguita tras las elecciones generales de 1996, el momento más dulce del partido, con 21 escaños. Al poco tiempo, Nieto ya era coordinador federal del Área de Paz y Solidaridad. También fundó una ONG en la que todavía trabaja a día de hoy, pero el nombre prefiere no compartirlo. "Bastantes problemas les he traído ya".
La felicidad no duró mucho. Durante los años siguientes, Izquierda Unida perdería relevancia y le acecharía el fantasma de la desaparición. Necesitaba un cambio. Y en eso llegó el 15M. Para el año 2014 ya estaba en Podemos. Un año después, tras las elecciones municipales de 2015, los morados le recompensarían por su fidelidad dándole un puesto en el Ayuntamiento de la Madrid de Manuela Carmena.
Le llamaron para ser asesor del Distrito de La Latina, coordinado por Esther Gómez. Pidió la excedencia en su ONG y, al poco tiempo, pasó a ser conocido como una especie de concejal en la sombra "porque era el que estaba a pie de obra todo el día", menciona. Al final, cosas de la izquierda, Ahora Madrid se dividiría entre los favorables a Carmena y los simpatizantes de Pablo Iglesias. Esther Gómez era de los primeros. Nieto, de los segundos.
Salió perdiendo y le echaron del distrito. "Fue nuestro primer divorcio político", acuña Nieto. Sufriría otro un año después, esta vez con Paco Pérez, concejal del distrito de Vallecas que lo fichó también como asesor. Al poco, Pérez también abandonó Podemos para irse con Carmena. "Decidí que ya era suficiente y pedí el reingreso en mi puesto de trabajo", indica Nieto.
Derrotar a Pablo Iglesias
Nieto, un completo desconocido para el gran público, volvió a los focos en noviembre de 2020, cuando decidió presentarse a liderar Podemos en el ámbito municipal madrileño. Con la candidatura, también volvió su pasado, su historial, y aquel atraco al banco en 1980 recogido por EL ESPAÑOL. Hace apenas unos días, el 8 de diciembre, ganó las primarias con un 63,17% de los votos, tomando el testido de Julio Rodríguez. También volvió la polémica.
"El candidato de Pablo [Iglesias] era Tito, que tiene más perfil y está más ligado a la dirección", revela una fuente del partido en la Comunidad de Madrid. En los mentideros de la política, "Tito" es como se conoce a Jacinto Morano, diputado en la Asamblea. A su lado, Nieto no era nadie. Aparentemente.
Todos le señalan como el candidato impuesto por Jesús Santos, coordinador autonómico de Podemos. La victoria de Nieto contra el candidato oficialista, al final, se convirtió en "una derrota para Pablo Iglesias". Más aún en una plaza como Madrid, donde el partido no tiene representación en el Ayuntamiento.
El elenco de LAR
La vuelta (o llegada) de Nieto a la primera línea política, como era de esperar, ha traído de vuelta los fantasmas del pasado no sólo para él, sino para todos aquellos de los que se ha rodeado. Es el caso de Esther Gómez, la concejala que le cesó la primera vez, o de Manuela Carmena, la alcaldesa bajo cuyo mando se desbarató el "Gobierno del cambio" en Madrid. También para sus compañeros de la banda terrorista LAR.
El primer nombre que surge con el paso del tiempo es el de Xosé Cid Cabido (Xunqueira de Ambía, 60 años), su compinche en el atraco a la caja de ahorros aquel 1 de septiembre de 1980. Sus pasos, al igual que los de Nieto, nunca llegaron a alejarse de la política, ni en la cárcel ni durante los años posteriores. En 1983, culminado el indulto de Felipe González que los sacó de prisión, sus caminos se separaron, pero la suerte les tenía preparado un destino común.
Con el tiempo, Cid Cabido se convertiría en portavoz de Anova-Irmandade Nacionalista en Vigo, partido nacionalista que se presentó con Podemos a las elecciones gallegas de 2016 y 2019, sin lograr representación. También en guionista de la Televisión Gallega, traductor y, sobre todo, escritor de renombre, con obras como Panificadora (1994) o Grupo Abeliano, traducida al español.
La relación de Nieto con Cid Cabido, ya de por sí escasa en los años 80 -"yo era amigo de sus hermanas"-, no se retomaría con el paso de los años, pero sí volverían a coincidir en ciertas ocasiones. Lo mismo ocurre con el resto de miembros de la banda, que hace tiempo que dejaron de soñar con la revolución. Todos menos Antom Arias Curto, que fundaría otras bandas terroristas y sería detenido en varias ocasiones, la última de ellas en 2015.
Uno que abrazó otra vía fue el pontevedrés Edelmiro Domínguez Dapena, quien depuso las armas como medio de acción y optó por presentarse a las elecciones para lograr su soñada Galicia socialista. Lo haría bajo la enseña del Frente Popular Galega (FPG), con el que concurriría a comicios, autonómicos y generales, entre 1997 y 2001. No sacó el escaño.
Tampoco le fue bien a su compañero Arturo Estévez Rodríguez, militante galleguista. Se reformaría en director de un centro de acogida en Vigo, una casa de menores que, casualmente, recibiría el nombre de LAR ("hogar" en gallego). El negocio sería clausurado en 2013 por maltratar a los niños. Él, en concreto, participó en dos episodios de "maltrato psíquico habitual y contra la integridad moral".
A quien le ha ido mejor que nadie es, precisamente, al que estaba al frente de todo. Es el caso de Xosé Luis Méndez Ferrín, escritor de renombre y fundador de la Unión do Povo Galego (UPG), partido integrado en el BNG y del que forma parte el único diputado galleguista del Congreso de los Diputados, Néstor Rego.
Méndez Ferrín, que era uno de los cabecillas del grupo terrorista, está considerado uno de los más importantes escritores de la literatura gallega contemporánea. Sus galones le valieron, a partir del año 2000, un sillón en la Real Academia Galega (RAG), de la que fue presidente desde enero de 2010 hasta su dimisión en febrero de 2013. Ahora, casi 40 años después del suceso de la caja de ahorros, los antiguos miembros de la banda se juntan esporádicamente a su alrededor, aunque nada tengan que ver ya los unos con los otros.
Sin embargo, sus nombres siempre estarán ligados no sólo por la historia, sino por las páginas de Méndez Ferrín. Así lo demuestra Amor de Artur, un libro de relatos que ha pasado desapercibido entre su vasta bibliografía. La obra fue escrita en 1982, cuando todavía ardía el fuego de la revolución. Ferrín había logrado la libertad condicional gracias a las presiones de círculos de escritores, pero algunos de sus compañeros seguían en prisión. En su dedicatoria, decidió inmortalizarles.
"A Edelmiro Domínguez Dapena,
Arturo Estévez,
Xosé Luis Nieto Pereira,
Xosé Cide Cabido,
Antón Arias Curto,
Francisco Atanez Gómez,
presos políticos de Galicia Ceibe,
A todos aquellos que continúan en la lucha".
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