La madrugada del 17 de enero Alberto salió temprano. Cogió su camión, lleno de paquetes de alfalfa, y puso rumbo a Salamanca desde Palencia, donde vivía desde hacía más de ocho años. A las 7.40 horas, en el kilómetro 152 de la autovía, vio humo en la carretera. Un transportista intentaba sofocar el incendio de su góndola, cargada con un viejo camión de Bomberos. Aparcó enfrente y cogió un extintor para asistir al compañero. Se le unió Pedro Santos, un camionero portugués que también pasaba por allí. A los pocos minutos, los tres eran arrollados por un cuarto camión.
“No me sorprende que fuera así, que muriera ayudando a los demás. Siempre estaba dispuesto para echar una mano en lo que fuera”, menciona Ana, amiga de la infancia y vecina, en conversación con EL ESPAÑOL. Se conocían desde la niñez en Cervera de Pisuerga, una villa al norte de la provincia de Palencia, y no habían perdido en contacto cuando él decidió marcharse. “Era muy querido por todos y estaba siempre presente”.
Alberto Martín de Mier (43 años) había vivido en el pueblo hasta 2012. Su madre, Mariví, había muerto un año antes tras no superar el cáncer, y él se casó en las mismas fechas con María Cebrián, su compañera hasta el final. Los dos decidieron mudarse al barrio de San Antonio, en Palencia. Ella era de por ahí, y por ahí tuvieron a su primer y único hijo, Nicolás, que ahora cuenta con siete años. Dejaban atrás su casa de toda la vida, a su padre, José María, y el taller de coches familiar donde Alberto desarrolló su amor por el motor. Volvían siempre que podían.
“Todos los fines de semana, y siempre durante las vacaciones. Además, tenía una vida muy activa, si había que preparar lo que fuera, en una carroza, en todo, siempre estaba dispuesto a ayudar”, señala Ana. En la misma tónica funcionaba el resto de la familia, tanto los que eran de Cervera como los que vinieron después, y todos eran conocidos y queridos por el pueblo. “Todo el mundo le quería porque era muy buena persona, simplemente, ejemplar”, lamenta.
Un viejo conocido
Llevaba catorce años trabajando para la misma empresa de transportes, donde resaltan la “puñalada” que ha supuesto su marcha. “Era uno más de la familia, él hacía y deshacía en la empresa, él se organizaba sus viajes [...] Se conocía a todos los ganaderos de Castilla y León”, mencionaba un portavoz de la compañía a El Norte de Castilla, que adelantó la noticia del accidente este lunes. Sabía de todos, y todos sabían de él.
También de sus compañeros camioneros, por lo que es probable que conociera al que le atropelló, M.A.H.C., de 45 años, natural de Cevico Navero, centrado en la explotación y transporte de cereales. No iba drogado ni dio positivo en el control de alcoholemia, por lo que la hipótesis que baraja la Guardia Civil es que, simplemente, el humo le impidiera ver a los tres transportistas apagar el fuego.
Su vehículo, por la derecha, impactó contra el lateral izquierdo del vehículo incendiado y, perdido el control, arrolló a los tres transportistas de la calzada, que salieron disparados varios metros hacia delante y murieron en el acto. El conductor se detuvo justo después, delante de la fila de tres camiones y en el mismo arcén, y llegaron los Bomberos y la Guardia Civil. Según testificó ante los agentes, en ningún momento había visto a los implicados hasta que ya fue tarde. Momentos después tuvo que ser asistido por su hermano, también camionero, debido a su visible estado de ansiedad. Ahora se enfrenta a un posible triple delito de homicidio involuntario.
Esa mañana, parece más por mala suerte que por imprudencia, su camión había acabado con las vidas de Pedro Santos, un portugués de 35 años que vivía en Golegã, A.N.A., de 56 y natural de Albacete, y de Alberto, el palentino ejemplar.
“Así que, cuando hagas el artículo, por favor, habla bien de Alberto. Se lo merecía”.