Adrián entró en la Clínica Q Diagnóstica de Valladolid caminando de la mano de su padre. El niño tenía entonces solo 16 meses e iba a hacerse una resonancia magnética. Era diciembre de 2012 y la vida del pequeño Adrián y sus padres estaba a punto de dar un vuelco terrible. Entró andando y “salió en coma”, explica su madre, Ana María Pelaz, en conversación telefónica con EL ESPAÑOL. Los anestésicos que le inoculó el médico para la prueba le causaron parálisis cerebral y una discapacidad del 90%.
Ahora, ocho años después, la Audiencia Provincial de Madrid ha ratificado la Sentencia del Juzgado de Primera Instancia nº 91, por la que se condena a la compañía de seguros del médico anestesista al pago de 600.000 euros de indemnización.
Los dos tribunales (el de primera instancia y la Audiencia Provincial) consideran probada la negligencia médica que mantiene a Adrián, que hoy tiene nueve años, en una silla de ruedas, sin apenas motricidad y sin poder hablar.
Alergia al sedante
Adrián nació en agosto de 2011. Su vida fue como la de cualquier otro niño durante su primer año de vida. Lo que desencadenó la tragedia fue que el médico le inoculara Propofol para sedarle en la resonancia magnética. El fármaco contiene lecitina de huevo, a la que Adrián es alérgico. Eso desencadenó la tragedia.
“Cuando salió del coma yo le agarré y ni siquiera sujetaba la cabeza. Como un bebé recién nacido. Ni se mantenía sentado”, explica su madre, que lleva desde entonces peleando en los tribunales para que ese error se pague debidamente.
“Yo me empeñé en denunciar primero por la vía penal para conseguir inhabilitar al médico. Estuvimos dos años por esa vía. Justo reformaron el código penal y despenalizaron algunas imprudencias médicas”. El caso terminó archivado. Pero la familia no había dicho su última palabra y, en 2015, empezaron por la vía civil.
“Ha sido un proceso muy largo, pero siempre ha sido dinámico. Nosotros contratamos unos peritos para que hicieran sus informes médicos sobre la situación de Adrián. Yo llevaba a Adrían a diferentes consultas de médicos especialistas para que me dieran ideas o para que vieran si podían hacer algo más por él”. La solidaridad de la comunidad médica dejó a Ana María pasmada. “A lo largo del camino se han ido sumando médicos que solidariamente, como testigos, me han apoyado en mi idea de que sí fue una imprudencia lo que había pasado”.
Eso es lo que esta madre vallisoletana recalca de estos años de lucha: “Tampoco te voy a decir que ha sido bonito, porque es un camino que no me habría gustado seguir nunca, pero sí que me ha hecho ver cosas. Que hay gente que se une a ti aunque le lleve tiempo e incluso estar en contra de sus compañeros”.
Síndrome de Angelman
La parte condenada, la Agrupación Mutual Aseguradora (AMA), representa al médico que provocó que Adrián sufra “parálisis cerebral infantil tipo tetraparesia mixta; microcefalia adquirida; antecedente de parada cardiorrespiratoria; atrofia cerebral y alteraciones de la deglución”, según la propia sentencia.
Pero esta no es la única enfermedad que sufre Adrián. El niño tiene Síndrome de Angelman, una enfermedad poco común que causa retraso en el desarrollo, problemas de habla y equilibrio, discapacidad intelectual y, a veces, convulsiones.
“No es como el Síndrome de Down que te das cuenta de que el niño lo tiene según nace”, explica Ana María. “Los niños con síndrome de Angelman nacen con normalidad. Con dos o tres años se les empieza a notar ciertos rasgos del espectro autista. Pero vamos, hay niños con el mismo síndrome de Adrián que van al colegio con normalidad y juegan con las tablets y hacen puzzles. No tienen comunicación verbal pero son niños con una inteligencia casi normal”.
La sentencia explica que la enfermedad se la detectaron a Adrián en octubre de 2014 y que “no es en absoluto el causante del daño neurológico del menor, pues sólo explicaría la microcefalia y las dificultades de habla”. Actualmente, Adrián sufre un grado de discapacidad del 90%. Todo ello, poco tiene que ver con el síndrome que sufre.
“Adrián ahora va en una sillita de ruedas. Sujeta la cabeza de aquella manera. No se mantiene sentado tampoco. Por supuesto, no camina. Nosotros le estimulamos mucho para que coja cosas, pero le cuesta mucho. Te podría decir que ahora mismo es como un bebé de cuatro meses”. Es el único hijo de Ana María y José Manuel, dos policías nacionales que se conocieron —y enamoraron— en sus años de servicio en Madrid.
—¿Siempre quisisteis hijos?
—Más yo —confiesa Ana María-. Yo lo tenía muy claro. Pensaba: ‘Yo dentro de unos años me vuelvo a Valladolid y voy a tener un hijo. Aunque lo tenga sola’.
—¿Habéis pensado en tener más?
—Pues mira, cuando te mueves tanto por hospitales de niños, empiezas a ver otras cosas: cáncer en niños, otro tipo de síndromes, niños autistas… Y luego, yo soy policía y en el trabajo veo niños delincuentes con 18 años. Entonces yo pienso, ¿y si tengo otro hijo? Había gente que me decía que debía tenerlo para que Adrián tuviese un hermano. Pero es que como tenga un segundo hijo con otro problema o que se me hace delincuente, pues ya me quita la vida.
El proyecto de vida que Ana María y José Manuel se vio trastocado por una simple inyección. Ahora el matrimonio sigue peleando para que, además de la indemnización que han cobrado, se les paguen los intereses que el juez desestimó: otros 638.000 euros. Esta cuestión ya está en manos del Tribunal Supremo.
“Esto nunca piensas que te va a pasar a ti. Son cosas que ves en la tele, pero que piensas que nunca te van a tocar. Los primeros años los pasas en hospitales y te abandonas. De repente te ves metida en un agujero y piensas: ‘¿Esto va a ser así el resto de mi vida?’. Luego el tiempo te adapta a tus nuevas circunstancias. Aprendes a ser feliz con lo nuevo que tienes”.
Gracias al Defensor del Paciente en Castilla y León, la familia contactó con el abogado Santiago Díez, que ha hecho que este barco tocado —pero no hundido— haya llegado a buen puerto.
“Nosotros trabajamos los dos, al niño nunca le ha faltado de nada. Aunque es cierto que te da mucha tranquilidad por si a nosotros nos pasa algo. Si me pasa a mí algo, ¿quién se va a hacer cargo el niño? Adrián conlleva sus gatos y su tiempo. Entonces estamos más tranquilos al saber que tenemos ese dinero por si nos pasara algo”.
Pero la mayor satisfacción para Ana María es la del buen ganador, el que ha peleado remando contra la marea pero ha salido victorioso: “Cuando empecé me dijeron: ‘Los médicos se defienden entre ellos’, ‘no vas a conseguir nada’, ‘¿quién te va a apoyar a ti?’. Y yo dije: ‘Lo voy a conseguir’. ¡Y es que tenía razón!”