En el pequeño cuarto de estar de Alicia Hornos hay una televisión, un par de butacas y prácticamente todo lo demás son fotos de su familia. Ahí, sobre la mesilla, aparecen en un retrato de estudio sus tres hijos. Es antiguo. Sobre la pared, los dos hermanos mayores posan ya adultos en una boda. Sobre todos pasan los años, incluso sobre su nieto, que luce en una recién nacido, y en otra más actual, con tres años. Todos crecen, se casan, etcétera. Todos menos Rocío, que parece atrapada en el tiempo. Siempre sonriendo, siempre joven con, como mucho, los 19 años que tenía cuando la mataron.
Alicia (70 años) es la madre de Rocío Wanninkhof, la adolescente que fue asesinada en La Cala de Mijas, Málaga, el 9 de octubre de 1999 y se desató el que se convirtió en el primer caso mediático de España en el siglo XXI. Hace apenas un par de años, todo volvió a saltar a la palestra de la actualidad por el 20 aniversario de todo aquello. Ahora, lo hace de nuevo porque Netflix estrenará un documental este 2021 sobre su asesinato y el de Sonia Carabantes, que tienen un nexo en común: Tony King, el ciudadano británico que mató a ambas.
Cabría pensar que, de algo tan lejano, ya está todo contado. Pero el Caso Wanninkhof guarda recovecos nuevos y Alicia Hornos acepta mostrar por primera vez y en exclusiva para EL ESPAÑOL la última carta que Tony King le ha enviado a su casa de Arroyo del Ojanco, en Jaén, desde la prisión de máxima seguridad de Herrera de la Mancha, en Ciudad Real. King fue condenado en 2006 y pasa el tiempo prácticamente aislado, viendo el sol apenas un par de horas al día. Su libertad llegará en 2033.
La misiva es paranoica y desordenada. En sus 68 folios, King detalla de manera escabrosa el asesinato, con dibujos demasiado explícitos para que los vea la madre de la protagonista, y asegura que fue víctima de una conspiración por parte de los jueces y que es un chivo expiatorio de Dolores Vázquez, la mujer que fue encarcelada en un primer momento y que fue puesta en libertad cuando se demostró la verdadera autoría del británico. A pesar de la extensión y los detalles, todo se puede resumir, en realidad, en cuatro palabras: “I’m not Rocíos murderer”. No soy el asesino de Rocío. Él apunta a que fue la propia Vázquez la que cometió todo.
El relato que King detalla en la carta es, a todas luces, mentira. Ya fue condenado por la Audiencia Provincial de Málaga y la sentencia fue ratificada por el Supremo. Sin embargo, guarda relevancia porque, a pesar de todo, Alicia Hornos le cree. La versión del asesino de su hija ha conseguido calar en su cabeza. “Yo sigo creyendo que Tony King es inocente. Y mi abogado (Marcos García Montes) también lo cree. Mi familia dice que deje el tema ya, no quieren saber nada, no quieren remover. Yo quiero que el caso se reabra para que se sepa la verdad”, explica Alicia.
Esta es la historia de una madre que perdió a su hija demasiado pronto; de una mujer, Dolores Vázquez, que pagó con la cárcel un juicio lleno de irregularidades debido a la presión mediática; y de un asesino, Tony King, que ha logrado sembrar dudas en la madre de la niña a la que mató. “¿Y si no fue él y lo está pagando un hombre inocente?”, se pregunta Alicia.
Imposible olvidar
El 9 de octubre de 1999, cuando Rocío sólo gastaba 19 años, salió de casa de su novio en La Cala de Mijas. Era por la tarde y se iba a la suya para ducharse y arreglarse. El plan era, después, volver a reencontrarse con él y juntos ir a la feria de Fuengirola. Pero, tras salir de su vivienda, Rocío nunca llegó a la de su novio. Fue la propia Alicia la que, buscándola preocupada al día siguiente, encontró las deportivas de su hija, un pañuelo y manchas de sangre.
El cadáver de Rocío tardó más de tres semanas en aparecer, en un terreno detrás del restaurante El Rodeito, entre Marbella y San Pedro de Alcántara. Tenía al menos nueve puñaladas y estaba en muy mal estado. Había sido rociada con un líquido inflamable y quemada. Eso impidió a los forenses saber si fue violada, aunque sí aparecieron manchas de semen que resultaron ser de King.
Tras el asesinato, las sospechas se cercaron sobre su círculo cercano y, después de tantear a varios, la Guardia Civil detuvo a Dolores Vázquez el 7 de septiembre del 2000. El hecho de que fuera lesbiana -mantenía una relación con Alicia Hornos que había acabado mal-, y su masculinidad y frialdad aparentes, aumentaron la presión mediática y se acabó celebrando un juicio plagado de irregularidades que hoy ha pasado a los anales por eso, por tratarse de un error muy grave.
Vázquez finalmente fue condenada y pasó 17 meses en prisión hasta que, en 2003, el ADN encontrado en la escena de otro crimen, el de Sonia Carabantes, que tenía 17 años y también había sido violada y apuñalada, coincidió con una colilla encontrada en la escena del de Rocío Wanninkhof. Era el ADN de Tony King. Sin embargo, el jurado declaró, por siete votos a favor y dos en contra, que King no actuó solo y que tuvo ayuda de cómplices. De eso se aprovecha ahora.
Alicia Hornos recibe a este diario más de dos décadas después del asesinato de su hija, en esa salita plagada de fotografías y presidida por un retrato gigante de la joven Wanninkhof bajo la leyenda “Rocío, te queremos”. Los últimos dos años no han sido fáciles para ella. En las pasadas Navidades de 2019 murió a causa de una esclerosis múltiple el padre de Rocío, con quien Alicia siempre siguió manteniendo una relación de amistad. Y durante 2020, a pesar del coronavirus, ella ha estado luchando contra un cáncer de ganglios.
Por eso, Alicia no va a salir en el documental de Netflix que se estrenará este 2021. Porque mientras se rodaba, ella peleaba contra la quimio y no quería figurar sin pelo. Aunque reconoce que se le han ido las fuerzas por todos lados, nunca va a dejar de intentar esclarecer lo que de verdad le pasó a su hija. Desde siempre, antes incluso de las cartas de Tony King, ella ha estado convencida de que Dolores Vázquez había tenido algo que ver en el asunto. Repite, como un mantra, ese “él no actuó solo”. Da igual lo que le digan los demás. Y ahora que relee la última carta, se reafirma en ello.
Qué dice la carta
La carta que Alicia Hornos enseña a este diario está firmada el 25 de diciembre de 2008, pero ella cuenta que le llegó hace cuatro o cinco años. Nunca la había mostrado a la prensa y, aunque no lleva el remitente de Tony King, asegura que reconoce su letra. No es la primera misiva que le manda y en todas dice lo mismo, que él no fue. Además, una vez analizado el contenido de la misiva, los detalles y las certezas sobre el asesinato sí demuestran que se trata de alguien que estuvo en el momento del crimen y en el posterior juicio.
En la primera de las 68 páginas se ve que es un escrito dirigido al Tribunal Europeo de Derechos Humanos, sito en Estrasburgo, aunque él lo ubica en Bruselas. A partir de ahí, se dedica a intentar desmontar su implicación en el asesinato de Sonia Carabantes, de la que habla en unas páginas escasas, y de Rocío Wanninkhof, sobre la que versa el grueso de la misiva. Habla de “un círculo de conspiración a los niveles más altos en Málaga, que permite que los criminales más inteligentes pasen desapercibidos”. “Estas negligencias ponen a la gente de la provincia de Málaga en riesgo. Especialmente a las mujeres y niñas, que desaparecen todo el rato y son asesinadas”, dice.
No hay que olvidar que, antes de actuar en España, Tony King ya pasó por la cárcel en su Reino Unido natal por estrangular a cinco mujeres y por un asalto a mano armada. Le llamaban el estrangulador de Holloway. Tras cumplir condena, se instaló en España. Aquellos que le conocieron siempre le tildaron de un psicópata sexual al que se le fue la cabeza tras la impotencia que le generaron los esteroides y que se comportaba de manera violenta cuando se emborrachaba. De su modus operandi, el mismo que usó con Carabantes y Wanninkhof, destacaba el ensañamiento innecesario con las víctimas.
En la misiva, tras su sorprendente preocupación por el bienestar de las mujeres en Málaga, empieza a rebatir punto por punto todo aquello que acabó con él condenado. A pesar de que confesó, ahora dice que fue forzado. “Dime como quieres que confiese y confesaré lo que tú me digas”, asegura que le dijo a la Guardia Civil cuando le interrogaron. “Si lo que he dicho no es lo que quieres que diga, dímelo y lo cambio”, añade.
También arremete contra las pruebas de ADN, que dice que son falsas y manipuladas. El resto del tiempo, intenta implicar a Dolores Vázquez. En la carta se aprovecha de la duda que se sembró en torno a la mujer para intentar culparla a ella. “Así es cómo y dónde Dolores Vázquez tiró una colilla con mi saliva y mi ADN para incriminarme. Quería un chivo expiatorio en caso de que ella se convirtiera en sospechosa”, asegura.
Siempre según el relato de King, Rocío se encontró con Vázquez en la calle y, tras una pelea, vio a dos hombres bajar por la colina. Aunque intentó escapar, los hombres la atraparon y la exnovia de Alicia Hornos le asestó una puñalada en el pecho. La metieron en un coche de un tercero y, ahí, Vázquez se ensañó con ella apuñalándola múltiples veces en la espalda. Después, la llevaron a un camino de tierra, la tiraron e intentaron borrar las pruebas.
Toda esta historia viene acompañada de esquemas y dibujos escabrosos en los que no escatima en detalles. Dibuja cómo se le da a Rocío la primera puñalada, cómo la arrastran hasta el coche, como ahí la siguen apuñalando y cómo la tiran en el camino de tierra. Dibuja hasta los charcos de sangre, con rotulador negro. Los personajes de su historia, algunos gritan, otros ríen. Es el retrato de un auténtico psicópata y Alicia Hornos mira los dibujos y se le humedecen los ojos.
Uno de los aspectos más llamativos es que, a pesar de que cuenta con todo lujo de detalle lo que pasó, en ningún momento explica su papel en todo ello. Habla de “un hombre con los ojos azules y que fuma”, que es él, en tercera persona. Se representa, así, como un mero espectador que sabe cuándo la apuñalan, que va en el coche y está presente en todo el proceso sin intervenir ni identificarse como uno de los protagonistas de los dibujos.
“Ya que estaba ahí, ¿por qué no dice nombres y apellidos? Qué hijo de puta”, espeta Alicia Hornos.
La inocente Dolores
Aunque Dolores Vázquez es la más mencionada en la carta, Tony King también despacha contra el que fue su abogado, Adrián Broncano, y contra el periodista español David Rojo. El periodista se presentó, al poco de que King fuera detenido, en la cárcel de Alhaurín de la Torre, haciéndose pasar por el abogado del británico. Rojo le recomendó escribir dos cartas de arrepentimiento para las familias de Wanninkhof y Carabantes, venderlas al diario británico The Sun y, con ese dinero, pagarse un abogado.
En la carta que ahora analiza EL ESPAÑOL, King viene a decir que, en realidad, no tiene nada de lo que arrepentirse. “(Rojo) me coaccionó para que escribiera lo que él quería bajo el disfraz de que yo estaba protegido por el secreto profesional y nadie podía publicarlas”, asegura. “No sólo escribí esas cartas, sino que además le dije todo lo relacionado con mi pasado y cada defecto en mi familia, para que me protegiera”.
Y sobre su abogado asegura que se trata de “un verdadero maestro de la manipulación”. “Consiguió que escribiera las cosas que él quería, haciendo que dejara fuera de mis testimonios a Dolores Vázquez para que, cuando llegara el juicio, ella fuera sorprendida y no estuviera preparada”, asegura. En su cabeza, todos son culpables menos él.
Sin embargo, tal y como cabe esperar, la inocente Dolores Vázquez es la que más escaldada sale de la misiva. Contra ella dirige sus palabras y King se aprovecha de las dudas que se sembraron en torno a su figura para ahondar en ello. EL ESPAÑOL localizó a Vázquez en Betanzos (A Coruña) el pasado 2019 tras un autoexilio a Inglaterra, donde tenía lazos familiares. Si bien su inocencia fue sobradamente probada, aún sigue cargando con la culpa de haber sido sospechosa.
Desde su puesta en libertad, Vázquez ha estado echando un pulso a la justicia para resarcir de alguna forma lo que le pasó, no sólo por el tiempo en la cárcel, sino también por el estigma que la ha acompañado desde entonces. Por ello, pide cuatro millones de euros de indemnización. En 2008 el Ministerio de Justicia reconoció el error y le ofreció 120.000 euros, una cifra muy lejana a lo que pedía. Recurrió a la Audiencia Nacional y al Tribunal Supremo. Ambos dijeron que no.
Cuando la causa llegó al Constitucional, ni siquiera se admitió a trámite porque para ello era necesario que el delito no hubiera existido siquiera. Esto cambió poco después del portazo a Dolores y su abogado le recomendó ir a Estrasburgo. Según el Diario Sur, la respuesta de ella fue que seguro que, cuando su causa llegara, la Unión Europa ya se habría disuelto. Había perdido toda la esperanza.
Ahora gasta la mayoría del tiempo sola. Esos 519 días que pasó en la cárcel por un crimen que nunca cometió, siguen pesando sobre ella. Es la condena de una inocente, porque hay quien sigue pensando que fue la responsable de todo. Entre ellos, su antigua novia y madre de Rocío, a la que llegó a considerar de su familia.