Mari Carmen M. V. acudió a su puesto de trabajo este martes como cualquier otro día. La mujer de 46 años limpiaba las escaleras de la mancomunidad de vecinos del número 86 de la Avenida de la Constitución, en Torrejón de Ardoz (Madrid). Fue ahí donde Julián P. A., su exmarido, la sorprendió, en el rellano del cuarto piso. El hombre le asestó siete puñaladas mortales a la madre de sus hijos y después se entregó a la policía. Así se consumó este martes el cuarto crimen machista en lo que va de año.
Todo el que conocía a Mari Carmen destaca de ella lo buena que era. Buena, trabajadora, simpática, educada… todo son elogios hacia la última víctima de la violencia de género. “Ella era buenísima, una mujer normal y corriente. Pero ya sabes lo que pasa cuando dos personas se separan y siendo mujer, más todavía”, explica una vecina que la conocía bien y que prefiere permanecer anónima.
Mari Carmen es la última víctima, pero no es la única. Antes que ella, en lo que va de año en España, han muerto a mano de sus parejas o exparejas Conchi, Alicia y Flora. EL ESPAÑOL hace un repaso de las últimas tres víctimas en este reportaje, como ya lo hizo de Flora a principios de este año. Esta era la vida de las víctimas.
Ya había amenazas
Hacía ya tres años que Mari Carmen se había separado de Julián. La relación no terminó bien, según relatan los vecinos a este periódico. “Él era muy celoso”. El malogrado matrimonio tenía dos hijos varones, de 21 y 17 años. Cada uno vivía con uno de los progenitores.
Todos ellos vivían en un mismo bloque al sureste del municipio, a unos 30 minutos a pie del lugar del fatal suceso. Julián vivía con uno de sus hijos y con sus padres en el segundo piso. Mari Carmen tenía su casa en el cuarto piso y vivía con el otro hijo y un perro. La mujer fue de las primeras inquilinas. “Ella vivía aquí desde hace 22 años que se construyó el bloque”, recuerda la vecina del bajo, que la conocía bien, y conversa con este periódico junto al ascensor.
“El marido ya la había amenazado más de una vez, pero hasta que no ha llegado el día, no ha parado. Mira que le dije que se fuera, que vendiera la casa y se fuera con sus padres. Y mira… Ya no se puede hacer nada”, lamenta la mujer y le desea un largo tiempo en la sombra al presunto asesino. “Es un horror”.
“Es un horror así que, por favor, dejad el tema”, salta una chica joven que va a coger el ascensor y que es testigo de la conversación. Un hombre de mayor edad que la acompaña la increpa: “¡No te metas! Es lo primero que te han dicho. Joder, qué poca paciencia tienes. ¡Te callas y si no te quedas en casa!”. Ambos se meten en el ascensor y desaparecen sin dejar de discutir. La vecina explica entonces el porqué de la increpación: “Son familia del asesino”. Cree que el hombre es el hermano de Julián y la chica, su sobrina. Viven en el mismo bloque que la víctima.
Mari Carmen era natural de Torrejón, la ciudad que la vio nacer en junio de 1974. Llevaba años trabajando como limpiadora en diferentes sitios. En este último, en el lugar del suceso, llevaba cerca de un año. Ese tiempo le bastó para ganarse la simpatía de todo el bloque. Eso se debe a que Mari Carmen no se limitaba a limpiar las escaleras.
La mujer ayudaba a quien podía. De ello da buena fe una vecina del tercero con una grave discapacidad y que no puede evitar echarse a llorar cuando oye de boca de este periodista lo que ha ocurrido. “¿Mari Carmen? ¿De verdad?”. No da crédito. El suceso ha sido solo un piso por encima de su cabeza. La mujer cuenta con los ojos empañados que sobre las 10:15 ha llamado a Mari Carmen, con quien mantenía contacto porque le ayudaba en cosas puntuales. Pero esa llamada no ha tenido respuesta: la limpiadora de buen corazón llevaba media hora muerta.
Este asesinato ha dejado una gran conmoción en dos bloques de Torrejón: en el que trabajaba y en el que vivía. En el segundo, el presidente de la comunidad de vecinos ha colgado carteles en repulsa del crimen de su vecina. “Pon que era buena chica, eh. Porque lo era. Buena chica y buena madre”, pide la vecina del bajo.
Un patrón que se repite
“El hombre celoso es controlador y, por lo general, violento”, explica la psicóloga experta en malos tratos María Gomis. “La violencia es una escalada, no llega de golpe. Entonces las mujeres se van habituando a esos comportamientos, pensando que es algo transitorio y que va a cambiar”. Llama la atención que, en este caso, hace ya años que se disolvió el matrimonio, pero se ve que el presunto asesino nunca lo superó.
Esta psicóloga ya advirtió de los peligros que iba a suponer para la salud mental de las personas el confinamiento domiciliario impuesto por la crisis de la Covid-19. “Todos estamos tocados por el confinamiento. Hay quien tiene crisis de ansiedad y los maltratadores afloran rápidamente”, explicó Gomis a este periódico a mediados del año pasado. “Los respiros que se daban las mujeres maltratadas ya no lo tenían, estaban conviviendo 24 horas”.
Curiosamente, 2020 fue el año con menos mujeres asesinadas por sus parejas o exparejas desde que hay datos. Fueron 43 vidas segadas por la violencia machista. En 2019, fueron 55. Esta bajada pudo deberse precisamente al confinamiento.
“Puedo plantear, en clave de hipótesis, que el número de mujeres víctimas mortales de la violencia machista ha descendido porque, la violencia de género siempre va en escalada. La expresión más brutal es el asesinato y se suele producir cuando el maltratador siente que está perdiendo a la mujer. Este año, con el confinamiento, las víctimas no han podido huir de sus agresores. Y, por ello, a éstos les ha bastado con el maltrato físico o psicológico para mantener sometida y anulada a la mujer. De ahí que no hayan recurrido a matarlas. Por ello, quizá, la cifra ha bajado”, explicó a finales del año pasado Bárbara Zorrilla, psicóloga experta en violencia de género graduada en la Universidad Complutense de Madrid.
¿Significa esto que es posible que este año aumenten las víctimas respecto al 2020, el año Covid? Ya van cuatro víctimas mortales en 2021. La tercera, la anterior a Mari Carmen, fue Alicia.
Disparos de madrugada
Alicia P. era vecina de Majadahonda. La madrugada del 14 de enero, esta mujer recibió un disparo mortal, presuntamente, por parte de su marido, Jose. Ocurrió en el domicilio familiar, en el número 3 de la calle Oeste. El hombre después intentó quitarse la vida con el mismo arma con la que mató a su mujer. Y no lo consiguió.
Durante los hechos también resultó herida leve la hija mejor de ambos, llamada como su madre, que fue trasladada con un ataque de ansiedad al hospital Puerta de Hierro. Su madre fue la segunda víctima oficial de la violencia machista en la Comunidad de Madrid en lo que va de año, y la tercera de España.
Alicia y Jose llegaron a Majadahonda provenientes de Portugal, por lo menos, una década atrás, según relataron sus vecinos a este periódico al poco tiempo del suceso. Contaron que Alicia era una mujer encantadora y muy amable, que siempre siempre tenía una sonrisa dibujada en la cara. Él, en cambio, “si podía, no saludaba”, explicó una vecina que vive a unos metros del lugar del suceso.
El matrimonio tenía cinco hijos, cuatro chicas y un varón. De estos, solo la hija menor, Alicia, vivía con sus padres. La pareja se dedicaba a la chatarra y a menudo se oía el sonido metálico salir de su casa. Trataban ahí el material que recolectaban.
El hombre era muy machista y no permitía a la menor de sus hijas estudiar, según el relato de los vecinos. La joven, de 22 años, trabaja de cajera en un supermercado cercano a su vivienda y es una empleada ejemplar, según cuentan sus compañeras de trabajo. Asimismo, Alicia se las ingenió para estudiar la carrera enfermería mientras trabajaba y, aparentemente, en contra de la voluntad de su padre.
La situación en la casa iba a peor por días y esto minaba el ánimo de los convivientes. Pese a que no había denuncias previas por malos tratos, “la tensión iba en aumento” y Alicia cada día iba al trabajo con el semblante más serio. La situación tuvo este fatal desenlace.
Tras el suceso, padre e hija —asesino y víctima no mortal— estuvieron ingresados en el mismo hospital. Aunque la vida de Alicia no corría ningún peligro, pero su estado mental está muy minado después del grave shock que vivió.
Un cadáver en el río
Solo unas horas antes del presunto asesinato de Alicia —y 320 kilómetros al norte— tuvo lugar el de Conchi G. La mujer fue hallada muerta en su casa después de que la Ertzaintza recuperara el cadáver de su marido de las aguas de la Ría de Bilbao. Precisamente, los agentes se dirigían a comunicarle a la mujer el terrible hallazgo.
El cuerpo de Juanillo, como todos conocían al hombre de 57 años, fue hallado por unos viandantes flotando en el río en la mañana del 12 de febrero. La Ertzaintza recuperó el cadáver del hombre esa misma mañana. Tras identificar el cuerpo, ya por la tarde, se dirigieron al domicilio de Juanillo, a pocos metros de la ría.
Pero el día aguardaba otra sorpresa para esta localidad vasca. Lo que se encontraron fue a esta mujer de 56 años con varios hachazos en el tórax. Todo indica que el marido, llamado Juanillo por todos, la mató y después se suicidó.
Días atrás, Conchi confesó a una vecina que su marido no estaba bien, que sufría una depresión y que el alcohol que consumía no hacía sino seguir minando su ánimo. La mujer llegó a plantearse irse a vivir con su hija, según ha relatado una vecina a El Correo Vasco.
Conchi trabajaba como limpiadora en el colegio Amor Misericordioso. Todos allí la conocían, era como una profesora más. Fueron muchos los alumnos que se acercaron a llorar su muerte en la concentración celebrada en la plaza del Kasko dos días después de su muerte.
“Hemos estado con ella desde muy pequeños, porque entramos siendo bebés y salimos el año pasado. Ella estaba en la limpieza pero hacía de todo y era más que eso, como otra profesora más para nosotros. Ayudaba en todo, era como una amatxu para nosotros. Se involucraba en ayudar a las fiestas. Estamos todos en shock. La recordamos con mucho cariño y con pena”, declaró una alumna del colegio al citado medio regional.
En la concentración estaban sus hijos también, un hombre y una mujer, recibiendo el apoyo y el calor de este pueblo vasco en sus horas más oscuras. Hacía poco que el varón había convertido en abuelos a la malograda pareja.
María del Carmen M. V., de 46 años,es la cuarta mujer asesinada por su pareja o su expareja desde que comenzó el año. En España, en 2021, también han sido asesinadas Alicia P., de 52; Conchi G., de 56 y Flora, de 82. La serie 'La vida de las víctimas' contabilizó 53 mujeres asesinadas en 2017, 47 en 2018, 55 en 2019 y 43 en 2020.