Helena, sorpresa.
Pasábamos por aquí y hemos dicho:
A ver Helena que se explica.
Somos ???? (Te llamaremos)
“A comérselo todo”.
Ese era el contenido del primer anónimo que recibió en su casa la bibliotecaria Helena Jubany, de 27 años, el 17 de septiembre de 2001. Una carta manuscrita acompañada de unas pastas y una botella de horchata, su bebida favorita. La joven desconfió y no probó el contenido del paquete.
Pocos días más tarde, el 9 de octubre, llegó a su casa un segundo envío de características similares. Esta vez la bebida era un zumo de melocotón de marca Granini. El mensaje, escrito por dos personas distintas, decía lo siguiente:
Helena, ante todo esperamos que te tomes esto con el mismo sentido del humor que nosotros.
A la tercera revelaremos el misterio. Muy seguro te echarás unas risas.
Nos gustaría mucho volver a coincidir en una excursión de la UES [Unió Excursionista de Sabadell].
Ya lo hablaremos!
Ahora vamos a ver si encontramos un lugar bueno, bonito y barato en Sabadell para perfeccionar el inglés.
Ah! Buen provecho, no nos hagas un feo, eh?!
En la tercera ya nos invitarás tú, no lo ponemos en duda. Besos.
Esta vez si probó la bebida y le sentó mal; acabó indispuesta y con malestar general. Por curiosidad llevó el líquido a un laboratorio para analizarlo. Allí le confirmaron que llevaba una elevada cantidad de un potente somnífero. Esa fue la segunda vez que la vida de Helena Jubany estuvo en riesgo.
La tercera fue la definitiva: la joven apareció muerta en un patio de luces, tras precipitarse desde una de las azoteas de la calle Calvet d’Estrella de Sabadell. Su cuerpo estaba desnudo, golpeado y lleno de quemaduras. Las pruebas toxicológicas de la autopsia revelaron después que llevaba en la sangre una concentración de somníferos letal, 35 veces más potente de lo aconsejable. Sucedió el 30 de noviembre de 2001.
¿Quién mató a Helena Jubany? Nunca se sabrá. Un macabro juego que acabó con el crimen sin resolver más mediático de la historia reciente de Cataluña (en pugna ahora con el de los dos jóvenes asesinados en el pantano de Susqueda, mucho más reciente). Un suceso que ha llegado al final de su recorrido este mismo mes. Un juzgado de Sabadell ordenó su reapertura el año pasado, tras haber recibido nuevas pruebas. Ahora, la Audiencia de Barcelona ha dado carpetazo definitivo al caso, ante la indignación de familiares y amigos.
Triángulo bizarro
Nunca se sabrá quién mató a Helena. Porque las tres personas implicadas desde el primer momento no lo dirán. La primera fue Montse Careta, la única encausada en esta historia. Era compañera de la víctima en la Unió Excursionista de Sabadell y propietaria del piso en el que murió Helena. Tras el crimen, fue detenida como presunta autoría de los hechos. Montse Careta se ahorcó en la cárcel de mujeres de Wad-Ras (Barcelona) antes de ir a juicio. Dejó una nota jurando que ella no era la culpable. Su familia, 20 años después, sigue reivindicando su inocencia.
La segunda persona implicada era Ana Echeguível, otra compañera del mismo club excursionista y muy próxima al entorno de Helena. A ella también la detuvieron tras el crimen, como presunta autora de los anónimos que había recibido la víctima. Pasó por prisión e incluso compartió celda con Montse. Finalmente, fue puesta en libertad sin cargos. Nunca se ha pronunciado públicamente al respecto.
La tercera persona se llama Santi Laiglesia, la pieza clave del engranaje. Un abogado criminalista sabadellense al que Helena conoció en el mismo club que a las otras dos chicas. Santi era la pareja sentimental de Montse Careta, la acusada que se suicidó. Entre los tres formaron una especie de triángulo de amor bizarro que puso en marcha el macabro juego que acabó con la muerte de Montse. Un triángulo del que Santi fue el único en salir impune. Aunque estuvo detenido, nunca fue encausado. El juez ahora lo ha llamado a declarar, pero las pruebas, 20 años después, han resultado insuficientes.
La mejor época
“Soy consciente de que esta época que estoy viviendo es la mejor de mi vida. Y no sólo esto; que lo será del resto de mi vida”. Lo escribía la joven Helena Jubany en el año 2001, tras mudarse de Mataró a Sabadell. Esta bibliotecaria y estudiante de periodismo nacida en 1974 se había mudado a la capital vallesana y se encontraba feliz e integrada en su nueva vida.
Gran parte del mérito venía de la UES (Unió Excursionista de Sabadell). Una asociación cultural en la que encontró cobijo y nuevas amistades. Concretamente las de Montse, Ana y Santi. Con ellos entabló una fuerte amistad que se fue enturbiando poco a poco tras verse inmersa en lo que en un principio parecía un extraño juego de rol. Los 4 mantenían una aparente relación de camaradería que derivó en el macabro crimen.
Sucedió en septiembre de 2001, cuando Helena recibió el primer misterioso envío de bebidas. La horchata que no probó. Paralelamente, Helena había padecido un problema en un chat de internet; una campaña de ciberacoso en la que un misterioso internauta se hacía pasar por ella para obtener información personal de sus contactos.
El segundo envío sí lo probó: una botella de zumo y unos bollos. No se lo acabó; la poca cantidad que bebió le sirvió para darse cuenta de que aquel zumo estaba en mal estado. Se lo corroboraron en un laboratorio de Sabadell, donde le comunicaron que el líquido llevaba una elevada dosis de benzodiazepinas, capaz de tumbar a un elefante.
A la tercera...
Cada uno de los anónimos estaba escrito en catalán y había dos caligrafías diferentes. Y aquel segundo anónimo recibido el 9 de octubre de 2001 concluía con una frase que, vista con la perspectiva del tiempo, se torna inquietante: “A la tercera ya nos invitarás tú, no lo ponemos en duda”.
Precisamente fue a la tercera cuando Helena encontró la muerte. La desaparición de la chica tuvo lugar el 30 de noviembre. Ella se había dirigido, aparentemente, a la biblioteca de Sabadell en la que trabajaba. Nunca se había ausentado sin motivo, mucho menos sin avisar. Pero aquella mañana no apareció por la biblioteca, lo que intranquilizó a su jefa. La llamó por teléfono a casa, pero nadie le contestó.
También puso en guardia a Joan Jubany, el padre de Helena, que había quedado con ella para comer al día siguiente. Pero su hija no acudió a la cita. Llamó a la biblioteca, donde le informaron que ese día no tenía turno. Joan fue a la casa de su hija, pero no encontró ni rastro de ella. Contactó con una amiga íntima de la chica, llamada Isabel, que tampoco la consiguió localizar. El 3 de diciembre, finalmente, Joan fue a comisaría e interpuso una denuncia por desaparición.
Caída al vacío
Un día antes de interponer esa denuncia, algo sucedió de madrugada en la calle Calvet d’Estrella de Sabadell, en el edificio donde vivía Montse Careta. Un vecino llamado Alfredo escuchó, en torno a las 4:45 de la mañana, un fuerte golpe en el patio de luces. Se despertó sobresaltado, pero se volvió a dormir. Al día siguiente miró al patio desde su balcón y se encontró con el dantesco hallazgo: en el suelo yacía el cadáver de una mujer desnuda y con evidentes signos de violencia. Era el cuerpo sin vida de Helena Jubany. Tenía numerosos golpes y quemaduras en diversas partes del cuerpo.
Iba indocumentada, por lo que la policía no pudo identificar a la víctima y la llevó a la morgue sabadellense. Las investigaciones iniciales no dejaron claro ni siquiera desde dónde se había caído Helena. En una de las azoteas apareció su ropa. En otra, restos de cabello y unas cerillas usadas. Aunque no había nadie más en la escena del crimen, la investigación descartó de inmediato la hipótesis del suicidio.
Tras la denuncia de Joan Jubany, se pudo identificar finalmente aquel cuerpo desnudo que yacía en la morgue desde el día anterior. La autopsia determinó que muchos de aquellos golpes que presentaba el cuerpo se habían producido durante la caída de Helena, que había chocado en su trayecto con varios tendederos. Había quemaduras en cráneo, pelvis y tronco.
El estudio post mortem también reveló otro dato inquietante: la víctima tenía en la sangre una cantidad de benzodiazepinas 35 veces más potente de lo aconsejable. Quedaba por tanto descartado que Helena hubiese subido a la azotea por su propio pie. Probablemente cuando cayó por el tragaluz, ya estaba en coma. Que no se había tirado: que la habían empujado.
La investigación
El motivo por el que querrían matar a Helena todavía se desconoce. El abogado de la familia habló en un primer momento de un supuesto juego de rol. También se barajó la posibilidad de los celos, dentro de aquel entorno de nuevas y misteriosas amistades que Helena había adquirido en la Unió Excursionista de Sabadell. En ese entorno se centraron las pesquisas.
Los primeros interrogatorios permitieron a la policía determinar que había una persona que tenía relación entre el lugar donde fue encontrado el cadáver y la propia Helena Jubany. Se trataba de Montserrat Careta, quien tenía domicilio en la misma calle Calvet d'Estrella, concretamente en el inmueble desde la terraza del cual fue presuntamente lanzada la víctima. Las investigaciones apuntaron a un triángulo donde estaban relacionados Montserrat Careta, Santi Laiglesia, abogado y pareja sentimental de Careta, y Ana Echaguivel. Todos conocían a Helena del grupo “Natura” de la UES.
También se señaló que los anónimos podrían haber sido escritos por Montserrat Careta y Ana Echaguivel. Ninguno de los imputados pudo justificar dónde estaba la noche de los hechos, y por qué no habían ido a trabajar la mañana del 3 de diciembre. Careta y Laiglesia participaron el día 2 de diciembre en una excursión de la UES, aunque no estaban inscritos previamente.
Tras las primeras pesquisas, Montse fue detenida como presunta autor del crimen. Ingresó en la prisión de Wad-Ras en febrero de 2002 y allí compartió celda con su amiga Ana, que finalmente salió en libertad. No así Montse; todas las pruebas apuntaban a ella. En mayo se ahorcó en los lavabos de prisión con una cuerda de nylon. Dejó una nota clamando su inocencia, que es algo que sigue reivindicando su familia.
Impune
El que nunca entró en prisión fue Santi Laiglesia. La justicia nunca pudo probar su participación en el caso. Aunque todas las sospechas pasaban por este abogado criminalista, pareja entonces de Montse, su nombre no constaba en ninguna de las 1.000 páginas del sumario como posible coautor del caso. Un caso que fue sobreseído en 2005. La única encausada se había suicidado. Fin de la historia.
Así parecía que se había cerrado el caso, pero una investigación del programa Crims de TV3 volvió a reavivarlo en 2017. Recopilando información sobre el caso, contactaron con David Medialdea, un agente de Policía Nacional de Sabadell que estuvo presente en la investigación original Él fue el que criticó la investigación ("se podía haber hecho mucho más") y el que señaló directamente, con nombres y apellidos, a Santi Laiglesia como posible autor del crimen.
Esto fue lo que llevó a la familia Jubany a pedir la reapertura del caso, hecho que se dio en 2020 por el Juzgado de Instrucción Número 2 de Sabadell. El crimen sin resolver más mediático de Cataluña volvía a la palestra. Parecía que, esta vez sí, se iba a encontrar un culpable. La familia Jubany, que nunca ha dejado la lucha e incluso convoca unos premios literarios anuales en memoria de Helena, apareció en la televisión catalana alegrándose por la reapertura. Igual que la familia de Montse Careta, que confiaban en que esta última etapa iba a poner de manifiesto finalmente la inocencia de Montse.
Pero nada más lejos de la realidad. La Audiencia de Barcelona ha dado carpetazo definitivo a la investigación. Revocó la apertura del caso al considerar que las pruebas aportadas tienen "escasa fiabilidad". También que las otras sospechas ya fueron investigadas y son "insuficientes" para señalar a los culpables.
La familia Jubany no ha hecho declaraciones tras la decisión de la audiencia. El caso prescribirá en 2025, pero este último golpe judicial parece definitivo. La muerte de Helena se cierra en falso, con innumerables interrogantes y ningún culpable. Tras la muerte de Helena, en 2002, el abogado de la familia ya se lo olía. Declaró: "Vete a saber si algún día sabremos la verdad de todo esto". La respuesta ha llegado casi 20 años más tarde: nunca se conocerá quién mató a Helena Jubany.