Cuatro olas de Covid y 4 víctimas: homenaje con un exceso de mortalidad de más 110.000 españoles
Hace un año nuestro país despedía uno de los meses de abril más letales. Comenzamos mayo con la esperanza de las vacunas pero sumando muertos. Conviene tenerlo presente para acabar con la pandemia.
1 mayo, 2021 10:58El 31 de enero de 2020, cuando muchas bocas españolas jamás habían sido cubiertas por una mascarilla, un desconocido Fernando Simón lanzó unas previsiones muy optimistas: “España no va a tener mucho más que algún caso diagnosticado”; “si hay transmisión local, será muy limitada y muy controlada”; “la epidemia tiene posibilidades de empezar a remitir”. Ni el coordinador de emergencias de alertas sanitarias, ni la OMS, ni nadie pudo prever lo que se nos venía encima. Entre esas optimistas previsiones y el día de hoy han pasado un año y tres meses, cuatro olas de incidencia y 78.216 muertos (dato oficial) por la crisis sanitaria de la Covid-19.
Las vacunas ya son una realidad y los hospitales no están colapsados como lo estaban hace un año, pero en España siguen muriendo un centenar de personas cada día por el virus que nos ha cambiado la vida (a peor, claro). Este mismo viernes han muerto 136 personas en España. Es como si el accidente del avión de Spanair de agosto de 2008 se repitiera cada día. A 30 de abril, las muertes atribuibles a la Covid son ya de 110.000, si se suma el exceso de mortalidad del primer año de pandemia hasta el 14 de febrero 2021 respecto al anterior, y los muertos oficiales por Covid desde entonces hasta la actualidad.
Cada número esconde una vida segada antes de tiempo y el dolor de una familia por un enemigo invisible que vaga entre nosotros y que aún lo hará durante un tiempo que solo se puede representar con un gran signo de interrogación. EL ESPAÑOL ha contactado con cuatro familias de personas fallecidas durante las cuatro distintas olas de coronavirus en España. Su relato es solo un pequeño extracto, pero sirve para representar el dolor que siguen sufriendo a diario miles de personas.
Primera ola: Eduardo (16.04.2020)
Hacía una década que Eduardo había recibido un riñón porque los suyos dejaron de funcionar. “La medicación que tomaba le dejaba sin defensas”, relata Mari Jose, su cuñada. “Cogió el Covid e ingresó el 14 de marzo, si no me equivoco”. Por aquellas fechas, España estrenaba su primer confinamiento domiciliario de la historia moderna y las previsiones de Simón ya habían demostrado fallar estrepitosamente. “Entró fenomenal pero a los dos días ya le empezó a afectar a los pulmones. La cosa fue a peor hasta el 16 de abril. Falleció ese día”.
Ha pasado más de un año desde que Eduardo, de 56 años, perdiera la vida por el coronavirus, pero su muerte todavía se llora en su casa. El hombre estaba casado y tenía una hija de 25 años. “Están fatal las dos, mi cuñada y mi sobrina. Y mi marido también. No lo han superado, para nada. Al menos ellas pudieron despedirse de él, que ha habido gente que ni eso”.
Eduardo trabajaba como conserje en el Centro Dotacional Integrado Arganzuela y era una persona “muy querida” por todos. “Sus compañeros, amigos y familia, todo el mundo le adoraba. Era una persona alegre, positiva, siempre dando ánimos. Siempre se dice esto de alguien que muere, pero es que Eduardo era especial. En cuanto le llamabas le tenías para lo que le quisieras”.
“Aquí en Vallecas le pusimos un árbol con unas telas para recordarle porque no pudimos ir al tanatorio ni nada. El otro día, que hizo un año de su muerte, le pusimos una plaquita en el árbol. Le seguimos recordando muchísimo”.
La semana que murió Eduardo también fallecieron en España 13.158 personas (en total, no solo por Covid), lo que supone un 27,55% más de decesos respecto a la misma semana del año anterior, según las cifras oficiales del INE.
Segunda ola: Ismael (06.09.2020)
“Era un padre ejemplar, ojalá sepamos ser así con nuestros hijos”. Estas fueron las palabras póstumas que le dedicaron Teresa, Ismael y Gonzalo Bellés a su padre, el coronel de la Guardia Civil Ismael Bellés. Este alto rango de la Benemérita falleció en la segunda ola, esa que nunca debía haber llegado, pero que llegó tras el verano de 2020.
El coronel Bellés pasó toda su vida con un tricornio en la cabeza, incluso llegó a estar destinado en el País Vasco a mediados de los ochenta. Malos tiempos para ser guardia civil en una tierra donde la banda terrorista ETA estaba en su máximo apogeo. Finalmente, no le mataron las balas ni las bombas, sino el coronavirus mucho después de su paso por el norte. Fue el 6 de septiembre de 2020.
“La presencia de Covid-19 le fue detectado a finales de julio a su ingreso en el Hospital Nuestra Señora de América mediante prueba PCR. A partir de ahí se le aplicó los protocolos y tratamientos habilitados para esta enfermedad”, explicó a este periódico su compañero el comandante Fernando Carrasco.
“Sólo nos queda dar las gracias por haber tenido una maravillosa vida con él y la gran ventaja de seguir recordándole, queriéndole y aprendiendo de él”, añadió su familia, que se mostró muy dolida por la pérdida del coronel cuando falleció.
La semana que murió Eduardo también fallecieron en España 7.906 personas, lo que supone un 17,43% más de decesos respecto a la misma semana del año anterior, según las cifras oficiales del INE.
Tercera ola: Antonio (28.01.2021)
Antonio tenía 85 años y se fue dejando tras él a una mujer, cinco hijos y 13 nietos. El Covid le atacó recién iniciado el año, tal y como relata Lola, su mujer: “El día 5 de Enero se empezó a encontrar mal. El día 7, tras una PCR positiva, ingresó en el Hospital Puerta de Hierro”.
Antonio ingresó en el hospital el día 8 de enero, cuando en Madrid nevó lo que no había nevado en décadas. Pasaron varias semanas en las que Antonio estuvo consciente y no perdió el contacto con su familia gracias al WhatsApp, pese a estar en una cama de la planta de neumología. Ni en sus últimos días perdió la alegría y la simpatía que le caracterizaban.“Fueron días muy angustiosos, por no poder estar con él, acompañándole y cuidándole”. El 28 de enero, finalmente, recibieron la trágica noticia.
Antonio era el nexo de unión de su familia y su pérdida hizo sentir a sus hijos (todos pasan de los 50 años) perdidos, con un vacío que nunca habían sentido. “No sabemos cómo contrajo el virus y tampoco hemos tenido mucha curiosidad por saberlo. Lo puedes coger prácticamente en cualquier lado. Él solo iba al estudio donde estaba un hijo suyo trabajando y volvía a casa. No salíamos a cenar ni nada. A los nietos los veíamos solo al aire libre. Entonces, no sabemos. No hemos vuelto la vista atrás, porque estamos seguros de que no hicimos cosas que no debíamos”.
Lola solo tiene buenas palabras para los sanitarios del hospital madrileño donde este arquitecto pasó sus últimos días. “Le han cuidado muy bien. Estamos agradecidísimos”. Asimismo, su mujer habla de todo esto sin que le tiemble la voz, por lo arropada que se siente por su familia. “Me siento afortunada, porque los cinco hijos y mis hermanas, me acompañan en todo momento. Todos tenemos un vacío inmenso, lo único que me consuela, es que tuvimos un matrimonio, muy, muy feliz...””.
La semana que murió Antonio también fallecieron en España 11.824 personas (en total, no solo por Covid), lo que supone un 27,49% más de decesos respecto a la misma semana del año anterior, según las cifras oficiales del INE.
Cuarta ola: Enrique (20.02.2021)
“No sé cómo cogió el virus”, narra Arturo, hijo de Enrique. “Un lunes de enero me llamó mi abuela diciéndome que mi padre tenía síntomas. El miércoles le hicieron una PCR y el resultado se lo dieron el sábado. El miércoles de la semana siguiente se lo llevan al hospital de Arganda porque no podía respirar y, al día siguiente, al Isabel Zendal. El viernes 26 de enero entró en la UCI y de allí ya no salió”.
El abogado Enrique Miranda murió el 20 de febrero con 62 años. “Estaba operado del corazón pero estaba bien, estaba sano. No era una persona enferma” explica Arturo, que, a diferencia del anterior relato, sí que tiene quejas de cómo se gestionó el ingreso de su padre. “Hubo un diagnóstico tardío. Hubo lentitud por parte de las administraciones y yo creo que eso tiene parte de culpa de que mi padre ya no esté”.
Enrique falleció en febrero, hace apenas dos meses, en lo que podríamos denominar la cuarta ola. En ese momento, la situación hospitalaria no era excesivamente preocupante ni había una incidencia acumulada que no permitiera un ingreso rápido.
Además, “hubo una cosa que me llamó mucho la atención del Isabel Zendal. Ninguna de las personas que estaba ahí, ni intensivistas, ni médicos, ni enfermeros, ni nadie, tenía más de 30 años. Lo que me dio más rabia de todo esto es que fue tratado por gente con muy poquita experiencia. Sé que es una pandemia mundial y que es muy difícil, e igual con gente con más experiencia tampoco hubiera salido, pero mi padre cayó en picado. Desde que ingresó hasta que murió, no dejó de empeorar. No hubo ni un destello de decir: ‘Este hombre sale adelante’. Los sanitarios eran muy amables, muy dispuestos y con unas UCIs super equipadas, pero les veía a todos super jovencitos”.
Enrique era el abogado de los pobres. “Hacía de todo para gente con pocos recursos. Le gustaba ayudar a la gente”. De hecho, lo último que hizo antes de ingresar fue preocuparse por una cliente con la que había tenido contacto. “una clienta suya se contagió con él. Lo último que hizo antes de que le llevaran a la UCI fue llamar a la Guardia Civil del pueblo donde vivía esa mujer, porque no le cogía el teléfono. Pues a la mujer se la encontraron muerta en su casa”.
La ausencia de Enrique deja en situación de desamparo a su madre. Por suerte, a la mujer le queda un nieto. “Mi abuela a raíz del duelo ha perdido la cabeza. Tiene un deterioro cognitivo importante. El rol que le tocaría a mi padre, cuidar de mi abuela, me toca ahora a mí”.
Este relato también rompe el tópico de que todo son palabras bonitas hacia una persona cuando muere. Arturo no se muerde la lengua: “Mi padre era un tipo extremadamente culto, un grandísimo conversador y muy ingenioso, pero con un carácter terrible (risas). En las distancias largas era entrañable y muy majete. Yo creo que era una buena persona porque ayudó a muchísima gente. A muchos clientes no les cobraba si no podían pagar. Luego ya de cerca sí que era un poco cabroncete. Bueno, cada uno tiene su personalidad. Era una persona difícil en algunos aspectos”.
La semana que murió Enrique también fallecieron en España 9.209 personas (en total, no solo por Covid), lo que supone un 22,22% más de decesos respecto a la misma semana del año anterior, según las cifras oficiales del INE.