La irreconocible Ayuso en BUP y COU, según sus ‘compis’: palmeras, dudas políticas y carta a Felipe
Cuentan compañeros que fue en el colegio Éfeso donde ‘despertó’. Varios se sorprendieron al descubrir que había llegado a presidenta de Madrid.
16 mayo, 2021 02:08Noticias relacionadas
En la calle Túria número 7 de Madrid, un edificio blanco con pequeñas ventanas y un patio es todo lo que queda del que fuera el Colegio Éfeso. Ahora, a la entrada, se lee en un rótulo: “Instituto de Emprendimiento Avanzado”. Es una escuela de negocios. Pero hasta 2017, en sus aulas no estudiaban ejecutivos o aspirantes a serlo, sino chicos y chicas de clase media-alta entre los que se encontraba, allá a mediados de los noventa, la reelecta presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso.
De la presidenta se ha contado ya todo, o casi todo, pero poco se sabe de aquellos años, de segundo a tercero de BUP y COU, en las aulas del Éfeso. No son pocos los compañeros de promoción de Ayuso que, al ser contactados por EL ESPAÑOL para este reportaje, muestran su sorpresa: “¿En serio que Ayuso estudió en mi colegio?”, dice una. “Éramos muchas clases en aquel momento, varios grupos”, prosigue, sin apenas recuerdos de la que, posiblemente, sea su compañera más conocida.
Las fotos de aquellos años de adolescencia a las que ha tenido acceso este periódico muestran a una Ayuso completamente irreconocible: con un corte de pelo que recuerda, de forma inevitable, al de Pablo Iglesias sin coleta, después de que la aplastante victoria en Madrid de la ‘popular’ haya provocado la retirada del exlíder de Podemos de la política.
Aunque con el pelo corto, su expresión en aquellas fotos es la misma que la de hoy. Quizás menos sonriente. “Isabel era una chica muy maja, muy despierta. Creo recordar que hasta llegó a ser delegada de la clase”, explica un exalumno que fue compañero en el Éfeso de la actual presidenta en segundo y tercero de BUP.
Un colegio abierto
Ayuso llegó al Éfeso en segundo de BUP. Lo hizo procedente de otro colegio privado, el Blanca de Castilla, en Chamberí. En ese barrio es donde vivía junto a sus padres, en la calle Martínez Campos. “Era un piso grande”, recuerda un amigo de juventud a este periódico. En el Blanca de Castilla, conocido popularmente como el Damas Negras por el hábito de ese color que llevaban las monjas que lo regentaban, Ayuso pasó sus primeros años escolares. Estuvo ahí hasta primero de BUP, curso que repitió.
En aquellos cursos en el Blanca de Castilla, Ayuso ya apuntaba maneras. Según recuerda uno de sus profesores y exdirector del colegio, Manuel Diéguez, fue colaboradora de la revista trimestral de la escuela, llamada CBC, cuando estaba en EGB. De sus artículos, rememora Diéguez, ya se podía atisbar una preocupación por los asuntos sociales y públicos, que incluso la llevaron a escribir una carta a Felipe González, cuando este era presidente del Gobierno.
Con González todavía en la Moncloa, en 1994, la joven Ayuso que 27 años después enterraría al PSOE en la Comunidad de Madrid, cambiaría la disciplina religiosa del Blanca de Castilla por un entorno más plural y abierto como el del Éfeso. La fe, según ella misma ha reconocido, ya la había perdido a los nueve años. También cambiaría las bulliciosas calles de Chamberí por la tranquilidad de la colonia de El Viso, donde sigue habiendo centros educativos de este tipo, embajadas y chalets que ocupaban las clases pudientes de Madrid antes de que se pusieran de moda las urbanizaciones de las afueras.
En el Éfeso solo había secundaria (BUP y COU en la época de Ayuso) y algunos lo recuerdan como un lugar donde recalaban los alumnos bien que no lograban terminar sus estudios en otros colegios. “Más que un colegio parecía un reformatorio”, dice un anónimo. Pero las opiniones son dispares. Otro, de la promoción de Ayuso, asegura que “era el mejor colegio de la historia”.
Lo que sí que es cierto es que el Éfeso era un colegio caro, pero no era tampoco un centro de élite ni exclusivo, según relata otro de los compañeros de la quinta de Ayuso con quien ha hablado este periódico: “Era el típico colegio de la zona, un chalecito. No era muy estricto, ni religioso. Al ser pequeño, había más contacto que otros colegios con 1.000 alumnos. Era más acogedor, con más cercanía con los profesores, los cuales eran más agradables… En cuanto a los alumnos, había de todo. No era como El Pilar”, recuerda, en referencia a la clase social de los alumnos.
Este compañero no quiere dar su nombre, pero recuerda que la actual presidenta le llamaba, cariñosamente, con un mote “como en catalán”. Con ella iba a jugar a bolos a Parquesur y compartieron numerosas horas de clase de educación física en el Parque de Berlín, situado en la avenida de Concha Espina a unas pocas manzanas de donde estaba el colegio. “De ahí le viene su afición por correr”, asegura el exalumno, en contra de las especulaciones de que Ayuso, realmente, no practica este deporte, por su forma de correr en uno de los vídeos de la última campaña.
El kiosko de Khalil
Los amigos de Ayuso -Íñigo, David, María, Nicolai, Toño, Teresa, Jaime...- también pasaban todos los días sus ratos libres alrededor de un kiosko en el interior del colegio que vendía pipas y bollos. El producto que tenía más éxito, sin duda, y por varias opiniones recabadas, eran las palmeras. El responsable de este rincón de felicidad dentro del colegio era Khalil, un empleado de origen palestino que dedicó más de 30 de su vida a la escuela y a sus alumnos. Su hijo Taher, también exalumno del Éfeso, ha sido campeón del mundo de Jiu Jitsu.
Khalil, a quien los alumnos llamaban familiarmente “el moro”, era toda una institución en el Éfeso. Él ha sido testigo del paso de decenas de generaciones por sus aulas. Fue él quien, por ejemplo, se encargaba de hacer a mano las orlas de todas las promociones anteriores a 2002, año en que pasaron a hacerse de forma digital. Khalil recogía fotos de carnet de todos los alumnos y, de forma voluntaria, las pegaba en folios donde escribía todos los nombres.
También aparece retratado con todas las promociones en sus fotos de final de curso y se encargaba de montar las reuniones y fiestas. Cualquier exalumno del Éfeso lo recuerda, incluso décadas después. Las fotos junto a él de los antiguos estudiantes que pasaban a hacerle una visita por el colegio dan cuenta de ello. También Ayuso. Ambos se siguen en redes sociales.
Los antiguos compañeros de BUP y COU de Ayuso han seguido trayectorias muy dispares. Teresa, por ejemplo, ha sido alcaldesa socialista de Aldeanueva del Camino, en Extremadura, de 2015 a 2019. Jaime se ha dedicado a la enseñanza, a dar clases de refuerzo en una academia y sigue soltero, como Ayuso. Toño trabaja en Sevilla y es también un gran aficionado a correr y a los triatlones…
En 2017, todos los años de recuerdos y anécdotas de aquel pequeño colegio llegaron a su fin. Los malos resultados económicos en el balance obligaron a su promotor, un empresario de Segovia, a echar el cierre. Tras aquel año, solo una página en Facebook mantiene vivo el recuerdo de las horas felices que miles de alumnos, entre ellos, la actual presidenta de la Comunidad de Madrid, compartieron en el Éfeso.
La recuerdan como “alguien normal”, “alegre”, que no llamaba especialmente la atención ni tuvo una adolescencia más conflictiva que la de cualquier chica de su edad. “No era de las más populares, pero tampoco se apartaba. Era una más”, recuerda una amiga. Tampoco era una activista y sus inclinaciones políticas aún estaban por definir, así como el carácter y el carisma que la llevarían a la presidencia.
Del Éfeso a la presidencia
Ayuso siempre se ha jactado de mantener la amistad con sus antiguos compañeros de colegio. En numerosas ocasiones ha reconocido que ella, de pequeña, era una persona más bien insegura. Pero fue en las aulas del Éfeso donde su carácter comenzó a forjarse. Siempre tuvo que espabilarse. El entorno en su casa, por la relación con su padre, no era el más agradable. Así que, siempre que podía, pasaba el tiempo fuera de casa: ya fuese en los bolos, en el cine, saliendo a correr, a tomar algo....
Después de terminar COU estudió periodismo en la Complutense, donde se matriculó en 1997. De aquella época, un amigo periodista recuerda que tenía interés en la política pero que todavía no se decantaba. De hecho, tenía dudas entre si militar en el PSOE o en el PP. El ambiente agitado en la Facultad de Ciencias de la Información en tiempos de Aznar le hizo rechazar el activismo universitario de izquierdas, al que ella, ya desde entonces, identificó con lo que luego se convertiría en Podemos.
Se costeó ella misma los estudios en la universidad, repartiendo ejemplares de Diario 16 y con trabajos en agencias de comunicación. También pasó unos meses en Ecuador, en el 2000, colaborando con una agencia de marketing y de producción audiovisual. Pasó también una temporada de nueve meses en Irlanda, donde trabajó en una productora de radio. Regresó a Madrid y terminó la carrera en 2004. Con su primer sueldo de 600 euros, se independizó. En 2005 entró a militar en las Nuevas Generaciones del PP, en Chamberí, el barrio donde creció.
Después de tres años de colaboraciones precarias en diferentes medios de comunicación y agencias de marketing, entró de lleno a trabajar para el partido. Lo hizo a las órdenes de Esperanza Aguirre y, más tarde, de Cristina Cifuentes, en 2015, siempre a los mandos de las redes sociales y como responsable de comunicación.
En 2011 entró en la Asamblea de Madrid. En agosto de 2019 se convertiría en presidenta de la Comunidad. En 2021 repetiría, pero con todas las de la ley, con un apoyo abrumador. Era la chica “normal” que recuerdan sus compañeros del Éfeso. La que corría en el Parque de Berlín y merendaba las palmeras de Khalil.
“Cuando la vi en televisión me sonaba la voz y la cara pero no sabía de qué. Más tarde, removiendo recuerdos, caí que era Isabel, ¡la del cole! Le estoy muy agradecido porque mis padres han podido vacunarse entera en el Zendal”, concluye uno de sus excompañeros.