A unos 1.500 metros de profundidad, en la nueva zona de búsqueda donde se había centrado el buque Ángeles Alvariño en los últimos días, se ha dado el hallazgo: el LIROPUS 2000 ha subido a superficie dos botellas de buceo, de pequeño tamaño, que podían pertenecer a Tomás Gimeno. Aunque ocurrió hace unos días, ha salido a la luz este jueves. Tras comprobar el número de serie con una factura hallada en uno de los rastreos realizados en el domicilio de Tomás (se cuentan seis) hay poca duda: las botellas son de él, y las utilizó la noche del 27 de abril, fatídico día en el que acabó con la vida de su hija Olivia y, aún sin localizar, presumiblemente también con la de Anna.
Las botellas han supuesto una explosión de opiniones. También de titulares. En una batida tremendamente complicada, sin duda, el hallazgo es importante. Es una muestra más de la brillante actuación de todos los tripulantes del Ángeles Alvariño. Lo han vuelto a hacer. En la inmensidad del océano han encontrado la aguja, mucho más difícil que hallarla en un pajar. Pero podría no ser suficiente. Para hablar de suicidio con certeza hace falta más. Hace falta el cuerpo. Hace falta encontrar a Tomás.
“La posibilidad de que se haya suicidado está, pero no nos la dan las botellas”. Para hablar del océano nos apoyamos, una vez más, en Fernando G. Echegoyen, marino, perito náutico y una de las máximas autoridades de la materia en nuestro país. “La aparición de esas dos botellas, en mi opinión, lo único que causa es confusión. Todo el mundo está dando por hecho que se suicidó por este hallazgo. No implica eso directamente”.
Se habla de la posibilidad de que Tomás Gimeno inhalara, de forma letal, oxígeno de la botella antes de lastrarse y dejarse vencer en el mar. Tiene nombre, suicidio con la denominada muerte dulce. No podemos terminar. Echegoyen es más rápido: “Es imposible. No con esas botellas. La muerte dulce es inhalación de oxígeno puro, esas botellas no son de oxígeno, son de aire comprimido”. Sin debate, atendemos a su explicación.
“La prensa habla de botellas de oxígeno. Ese es el principal error. Se han hallado botellas de aire comprimido para bucear, pero para hacer buceos muy cortitos”. Echegoyen explica con más detalle: ”A ti, por ejemplo, se te engancha algo en la hélice, o se te engancha el ancla al fondo del mar, y coges una de estas botellas que, en el argot de los buzos, reciben el nombre de ‘biberones’, y buceas dos o tres minutos con ellos. No sirven para otra cosa nada más que para eso. Las botellas de aire comprimido no producen el efecto de muerte dulce. Es aire comprimido, no es oxígeno”.
Experto como pocos en siniestros náuticos, en naufragios y en hallazgos, analiza junto a EL ESPAÑOL lo que sí que trae consigo la aparición de estas botellas. “A mí lo que me dice realmente es que el tipo navegó hasta allí y no se tiró dónde están las niñas. Él tiró a las criaturas en otro punto, hizo todos los movimientos que se han arrojado con el sumario (comprar un cargador de móvil, comprar tabaco, cargar el móvil) y siguió navegando con su barco. Es algo que yo llevo diciendo desde el minuto uno. Que en caso de tirarse, Tomás no se tiró dónde estaban las niñas y el barco no derivó, sino que navegó hasta allí. Las botellas han aparecido a bastante distancia de dónde se halló a Olivia”.
Clave para localizarle
Tras dos días atracado por una nueva avería, este mismo jueves ha vuelto a encender motores el Ángeles Alvariño. El martes tuvo que regresar por un temporal. Una hélice rota convirtió su vuelta en parada técnica. Han sido unas horas de “descanso” obligatorio. La nueva batida arranca con más optimismo que la inicial. Después de que el buque navegara durante ocho días consecutivos (día y noche) para encontrar cualquier rastro de Tomás, ahora al menos hay algo. Hay indicios nuevos de los que tirar.
Para Echegoyen sí importan las botellas mirando en otra dirección. “El hallazgo de estas botellas sí que puede ser clave, en cambio, si Tomás se ha arrojado al mar, como punto de localización”. Estas, según analiza el experto, delimitan aún más el área de búsqueda. No es poca cosa: “Si se lanzó ahí, sí que le pueden encontrar”. La hazaña continúa. No hay tregua. El buque del Instituto Español de Oceanografía realizó sus labores de búsqueda en un punto más alejado de la costa, entre Añaza y Radazul, punto de geolocalización del móvil de Tomás Gimeno en la madrugada del 27 al 28 de abril. Ahora se acota más. El nuevo hallazgo del Ángeles Alvariño puede ser clave para localizarle si se ha arrojado al mar aunque no sea determinante para esclarecer su muerte.
“Su muerte pudo ser de otra manera, no digo que no, no digo que esté vivo, pero Tomás no pudo usar la muerte dulce con esas botellas. Si tú te tiras al mar lastrado con un cinturón de plomo, o con un peso, cuando has llegado a los 50 metros de profundidad (que llegas en seguida), estás muerto. La presión aplasta la caja torácica. Eso se llama una implosión”, continúa el Echegoyen, “es como cuando el submarino ARA San Juan o el submarino indonesio del que he hablado muchas veces, apareció en el fondo aplastado por la presión. Cuando llegas a las 50 metros, a no ser que seas un profesional de la apnea (con la caja torácica muy desarrollada), te revientan los pulmones. Es lo que le ha podido pasar si se tiró. Lo de las botellas, por más que pienso no le veo mucho sentido a tirarse con ‘los biberones’”.
Los expertos trabajan, de nuevo, sin descanso y a contrarreloj para intentar encontrar a Tomás. La clave sigue estando en el cinturón con el que podría haberse lastrado. Vuelve a ser determinante. Igual que lo fue el ancla para encontrar a Olivia. Localizadas las botellas, el Ángeles Alvariño navega sin tregua para que este dé eco en el sonar y que el robot submarino pueda actuar.
Homenaje a las pequeñas
La desaparición de Anna y Olivia -junto a su padre Tomás Gimeno- el pasado 27 de abril encogió el corazón de todos los españoles. También los de fuera, tras dictarse orden internacional. Beatriz Zimmerman siempre se refugió en su entorno más cercano, pero ha estado arropada por miles de personas –anónimas y públicas- que no han dejado de compartir la foto de Anna y Olivia en redes sociales, y de mandarle fuerza y energía a esa madre, coraje, que busca sin descanso –sigue buscando- y que siempre creyó en el reencuentro. Una fuerza que convirtió en motor y que la ha ayudado a seguir adelante.
Mostró su agradecimiento en una carta y no ha dejado de hacerlo en los casi dos meses que está durando la agonía.
La propia Beatriz anunció a través de su portavoz que la próxima semana se llevaría a cabo la misa funeral de la pequeña Olivia, una despedida que “deseaba fuera pública, y a la que pudiera acudir quien así lo deseara”.
Debido a la alta incidencia de Covid en Tenerife, a partir de este próximo sábado 26 de junio entrará en vigor el nivel de alerta 3, con las restricciones que ello conlleva y, por tanto, se aplazará el acto.
“Lamentamos transmitir a todos que debemos aplazar la misa funeral de Olivia hasta que las medidas para frenar la Covid aconsejen poder celebrar la despedida de Olivia sin ningún riesgo para la salud de quienes quieran compartir con Beatriz y familia ese duro momento. Era la forma de mostrar el agradecimiento de Beatriz a toda la sociedad que día a día muestra el dolor y la solidaridad ante la un hecho incalificable, al igual que a los medios de comunicación por el respeto, discreción y profesionalidad que han demostrado para mantener informada a la opinión pública”, ha trasladado Joaquin Amills, portavoz de la familia y presidente de SOS Desaparecidos. La Covid aún manda.