La muerte de Samuel Luiz Muñiz a causa de una brutal paliza recibida en la madrugada del pasado sábado en A Coruña ha conmocionado a todo un país: los agresores recorrieron 250 metros pegándole y le proponaron puñetazos y patadas durante 15 minutos, al grito de "maricón". Por ello, la Policía ha detenido a tres jóvenes, vecinos de A Coruña, de entre 20 y 25 años.
Samuel, hijo de un brasileño y una española, llegó a España cuando tenía tan solo un año. Su familia se instaló en Culleredo, un ayuntamiento del área metropolitana de A Coruña, aunque a día de hoy vivían en Meicende, en el municipio vecino de Arteixo. Trabajaba como auxiliar de enfermería en una institución benéfica y lo compaginaba con sus estudios para ser protésico dental, un sueño que ya no podrá cumplir.
De su padre, Maxsoud Luiz, el joven heredó también su fe evangélica: durante años acudieron habitualmente a la Congregación Cristiana en España de A Coruña, donde también tocaba la flauta.
Samuel era gay, aunque nunca había hablado del tema con su padre. En una aparición en televisión, "Max" aseguró que tan solo lo habían abordado en una ocasión y que el propio Samuel no había querido continuar con la conversación. "Lo que uno es o deja de ser es cosa de cada uno, hay un tiempo para hablar las cosas y ahora no es el momento", le dijo.
El trabajo
Samuel comenzó a formarse como técnico auxiliar de enfermería con 18 años en el Centro Público Integrado de Formación Profesional (CIFP) Ánxel Casal, donde también conoció a Lina Suárez, una de sus mejores amigas y la chica que estaba con él de fiesta la noche en que murió.
Una vez completada su formación, el joven empezó a trabajar en el centro de mayores gestionado por la Real Institución Benéfico Social Padre Rubinos, que también trabaja en áreas como la inclusión social o la educación infantil. Allí continuó durante los últimos cuatro años. Su amiga Lina también se le sumó en los últimos meses.
"Los residentes lo querían mucho, los trataba muy bien y les hacía reír", confesaba en una de sus intervenciones televisivas la amiga de Samuel. También lo corrobora el presidente de la Fundación Padre Rubinos, Eduardo Aceña, quien destaca que las personas mayores con las que trabajaba "lo querían por el buen trato que les brindaba y la alegría que les transmitía". Debido al delicado de salud de algunos de ellos prefirieron no contarles lo ocurrido cuando preguntaron por él.
Esta circunstancia no ha impedido que residentes y compañeros de trabajo hayan salido este lunes a recordar al auxiliar de enfermería que siempre tenía una sonrisa para ellos, incluso tras un año tan difícil para las residencias de mayores a causa de la pandemia provocada por la Covid-19.
En medio de este contexto tan complicado, Samuel también se había lanzado a cumplir un sueño: estaba estudiando para convertirse en protésico dental, una actividad que compaginaba con su dedicación completa en Padre Rubinos.
Precisamente el año de trabajo tan complicado hizo que Samuel saliese de fiesta el primer día que el fue posible, coincidiendo con la reapertura del ocio nocturno. Al día siguiente repitió la experiencia, pero en esta ocasión fue la última después de que un grupo de jóvenes le propinase una paliza de muerte.
La persona
En lo que coinciden tanto compañeros de trabajo como amigos y familia es en que Samuel era un buen chico. En una intervención televisiva, su padre destacó que era "maravilloso", que "nunca había dado problemas" y que era "querido por todos".
"Mi hijo era cariñoso y amigo de sus amigos; nunca en su vida se metió en peleas o llegó borracho a casa, ni tomaba drogas", relataba Maxsoud Luiz, quien pidió que, para mantener vivo el espíritu bondadoso de Samuel, quien "siempre ayudó a la gente", todo aquel que asistiese a la concentración en su memoria en la coruñesa plaza de María Pita llevase alimentos para donárselos a Cruz Roja.
En una carta publicada en varios medios, sus amigos más cercanos -Lina, Sandra, Cristina, Andrea, Alexia, Sofía, Leo, Melissa, Vanesa y Stiven- también insisten en que Samuel "jamás se metió en un problema" y nunca le vieron faltarle al respeto a nadie. "Siempre se portó bien con todo el mundo y siempre estaba cuando lo necesitabas, en las buenas y en las malas".
El joven era de esas personas que llegan a tu vida "como un huracán cargado de energía", ofreciendo "alegría y apoyo" y convirtiéndose en "un compañero tanto de buenos recuerdos y tardes de risas como de noches largas y días grises".
"Era esa persona que, si te tenía que decir las cosas, lo hacía sin rodeos: te hacía ver tus errores y a la vez te ayudan con ellos y te aceptaba tal y como eras", detallaban.
A Samuel le encantaba viajar, cuidarse, salir de fiesta y estar con sus amigos, pero no lo podrá volver a hacer. Su muerte deja un inmenso vacío en las vidas de sus seres queridos y en la residencia en la que trabajaba, mientras que un país entero se ha sumado al grito de "justicia" para él.