El vistoso traje de camuflaje, el casco y las rudas botas militares las ha cambiado por la sencillez del hábito religioso, con su carcaterística capucha, escapulario y unas cómodas sandalias. Ya no empuña el fusil de asalto Daewoo K1 porque ahora va 'armado' con una cruz de Cristo. Y ha sustituido las labores de defensa para el Ejército de Tierra de Corea del Sur por las obligaciones de los Carmelitas Descalzos. "Para mí ha sido fácil adaptarme a la vida religiosa", asegura a EL ESPAÑOL el que antaño fue capitán de Infantería Jeong Ryeol y que ha sido relevado por fray Daniel Bae de la Cruz.
Esos son los dos nombres de una misma persona para la que ya no hay vuelta atrás al giro radical que ha dado a su vida. Este exmilitar, nacido en la Ciudad Metropolitina de Incheon (Corea del Sur), a las once de la mañana de este sábado, será ordenado sacerdote en la iglesia de Nuestra Señora del Carmen de la localidad murciana de Caravaca de la Cruz.
"Desde que era un niño quería ser militar", recuerda fray Daniel, a tan solo unas horas de enterrar su pasado en el Ejército de Tierra. "Mi carrera duró nueve años", puntualiza mientras muestra a este diario el vergel que atesora el Convento de Frailes Carmelitas Descalzos y la Hospedería Nuestra Señora del Carmen. Este espectacular complejo está enclavado en la turística localidad de Caravaca de la Cruz y sus muros rezuman historia desde 1587. "Es muy bonito", resume sobre su nueva 'base de operaciones'.
Aquel crío menudo al que le chiflaba que le regalasen pistolas de juguete y que antes que ver dibujos prefería sentarse delante de la tele a zamparse una película bélica, en su etapa adulta recibió "la llamada de Dios". A partir de ese momento, empezó a plantearse poner fin a su hoja de servicios militar donde el siguiente escalafón al que podía aspirar era el de mayor (comandante).
- Fray Daniel, ¿cómo tenía tan claro que quería ser militar siendo un niño?
-Dos de mis tíos servían en el Ejército y en mi familia tenemos muchísimos antepasados que han sido militares. Lo tenía claro desde los nueve años. Era algo que me gustaba mucho: jugar con las pistolas, las películas sobre la segunda Guerra Mundial... La verdad es que quería ingresar en la Marina, pero acabé en Tierra.
Tanto la infancia como la adolescencia de Jeong, nacido en marzo de 1975, estuvieron marcadas por dos constantes: la vocación militar y su fe. "En mi familia somos católicos". Un dato poco habitual en Corea del Sur donde esta religión la profesa una minoría de la población frente a las dos confesiones mayoritarias: la budista y la cristiana protestante.
- ¿Qué opinaban sus padres de su vocación militar?
- No les gustaba. Mi padre era ingeniero y arquitecto, cuando terminé mis estudios en el instituto no quiso que ingresara en el Ejército, él quería que estudiase en la universidad para tener un futuro mejor y me matriculé en una carrera de Electrónica.
A los 19 años, Jeong sintió en su interior la primera llamada que le hizo dar un golpe de timón a su vida: la del Ejército. "A los dos años dejé la universidad porque no me gustaba y me fui a la Academia Militar: allí estudié mucho y me sometí a una fuerte preparación física". Entre sesión y sesión preparatoria, Jeong maduró dejando atrás su adolescencia en uno de los ocho distritos de la Ciudad Metropolitina de Incheon, próxima a Seúl y marcada por la actividad de su puerto.
"En la Academia Militar escogí Infantería porque es un destacamento más duro, pero es menos complicado ascender de rango". El sacrificio de Jeong realizando maniobras en zonas de montaña, donde era capaz de descender de un helicóptero a través de una cuerda, su participación en despliegues con tanques, su destreza en el manejo de armas y de explosivos, sus tardes de estudio de materias variopintas que abarcaban hasta Historia, terminó por dar sus frutos y se convirtió en capitán.
- ¿Qué puede contarme de su etapa como capitán de Infantería?
- Nunca viví dos años en el mismo sitio. Me iban cambiando de destino por Corea del Sur. Tenía a más de un centenar de soldados a mis órdenes, pero sentía mucha soledad porque nadie quería hablar conmigo por la jerarquía. Los soldados me tenían respeto y si yo les hablaba, ellos me respondían, sin embargo, ellos nunca me hablaban a mí primero. No abrían su corazón. Fue un tiempo muy duro.
- ¿Cuál fue la misión más peligrosa que desarrolló?
- En los últimos años de mi carrera estuve destinado en la frontera con Corea del Norte. Ellos eran nuestros enemigos. Analizábamos su armamento. Siempre teníamos que estar vigilando. En alguna ocasión hubo fuego cruzado y a veces explotaban minas porque es una zona minada desde la guerra. Era muy peligroso porque algunos explosivos llevaban colocados cincuenta años y cuando llovía, se movía el terreno, entonces explotaban. Una vez un soldado pisó una mina.
- ¿Mató a alguien en alguna misión?
- Gracias a Dios, no.
- ¿De su periplo militar le quedó pendiente algo?
- Quise ir a Irak y no pude.
Durante su etapa como mando militar también instruyó a soldados y desempeñó tareas de logística. En la entrevista con este diario, mantenida en una sala con un ventanal por donde entra un haz de luz cuasi celestial, fray Daniel confiesa que en aquellos años supo qué era el amor. "En un curso de formación de capitán conocí a mi novia, era profesora, y su familia también era católica como la mía. Cuando dejé la relación, ella se quedó muy triste y yo también, pero no podíamos casarnos porque yo quería comenzar el camino del Señor".
- ¿Qué le pasó para dejar su carrera militar?
- En enero de 2005, estuve dos semanas haciendo maniobras con caballería y a la vuelta empecé a sentir una gran soledad interior. En todos esos años en el Ejército, siempre que podía me escapaba para asistir a misa y ese sentimiento de soledad no se me pasó, entonces comencé a preguntarme a diario en mi oficina: '¿Qué hago aquí?', '¿Quiero llegar a ser general?', 'Y luego, ¿qué?' En ese momento, opté por hablar con un capellán castrense para decirle que quería cambiar mi vida militar y él respondió que antes de decidir debía reflexionar con tranquilidad.
Este capitán de Infantería inició un largo periodo de meditación que duró tres años, hasta que el 31 de marzo de 2008 sintió la segunda llamada interior que le llevó a dar otro volantazo vital: "El sentimiento de soledad no cambiaba año tras año y dejé el Ejército parar regresar a Incheon, yo quería ser religioso".
Todavía no tenía claro qué orden escoger y optó por mantener una conversación con Mariano, un padre dominico, natural de Salamanca y destinado en Corea del Sur, que era amigo de su familia: "Deseaba trabajar con la gente, pero no quería ser cura, y le pregunté si podía ser dominico, pero me respondió: 'Espera, Dios te llamará'".
Travesía por Europa
La famosa llamada tardó dos años y se produjo durante una larga travesía que este exmilitar emprendió por Europa con un solo objetivo: conocer distintas órdenes religiosas con cuya misión sentirse identificado. "Viajé por Francia, Portugal, Alemania, Austria, Italia y España". El padre Mariano le aconsejó aprender castellano en la Universidad Pontificia de Salamanca y en la ciudad salmantina se plantó a la espera de encontrar su vocación religiosa.
"Aproveché para ir al centro de misioneros de Madrid porque pensé que por mi preparación militar podría participar en alguna misión religiosa en el extranjero, pero tampoco encontraba mi lugar: fue un tiempo oscuro porque era el año 2010 y todavía no había recibido la llamada de Dios", recuerda tirando de su escapulario para quitarle una arruga.
- ¿Cómo terminó en la orden de los Carmelitas Descalzos de la Provincia Ibérica de Santa Teresa de Jesús?
- Una amiga de mi padre conocía a las Carmelitas Descalzas de Burgos, ella sabía que yo estaba en España buscando una orden y me dijo que allí había dos monjas coreanas. Así que en julio de 2010 viajé de Salamanca a Burgos, pensé que estaría fuera un día y solo me llevé una mochila con pocas cosas. Cuando llegué estaban celebrando una ceremonia y conocí a Pedro Tomás Navajas, superior provincial de Burgos. Ese mismo día me mandó a un convento de Soria para empezar a formarme.
A partir de ese momento, comenzó a difuminarse Jeong Ryeol para dejar paso a su nuevo nombre de bautismo y su apellido religioso: Daniel Bae de la Cruz. "Me he formado durante diez años para completar mi camino", resume con un castellano fluido, fruto de su paso por Salamanca. "En noviembre hice mi profesión solemne para ser Carmelita para siempre y me enviaron a Caravaca de la Cruz". En esta localidad murciana, situada en la Comarca del Noroeste, le esperaba Fray Pascual, el prior de la orden, quien admite que el cambio de vida de este surcoreano ha sido "muy fuerte".
El prior invita a EL ESPAÑOL a conocer los rincones de este majestuoso monasterio del siglo XVI, jalonado de claustros, jardines y curiosidades, como la escultura de una virgen embarazada. Aquí, esta comunidad religiosa alterna su fe con su trabajo diario en la hospedería. "A veces estamos en la recepción, otras en la cocina, en el comedor montando mesas, limpiando...", enumera sobre las tareas que realiza fray Daniel, como el resto de los religiosos.
"Solo somos cinco y vivimos de nuestro trabajo porque los Carmelitas Descalzos somos mendicantes: llevamos parroquias, colegios, misiones y lo que haga falta para la sociedad". En el caso de Caravaca de la Cruz, gestionan un hotel rural, una actividad que abrió sus puertas en 2005 gracias a que el complejo pudo ser restaurado cuando la curia vendió unos terrenos anexos para levantar un bloque de pisos. La burbuja inmobiliaria salvó -y relanzó- un monasterio que se caía a trozos tras haber albergado desde un colegio a una cárcel durante la Guerra Civil.
Ahora, esta hospedería se ha convertido en un atractivo turístico más para una ciudad de 25.688 habitantes, que cuenta con las Fiestas de los Caballos del Vino, declaradas patrimonio de la humanidad por la Unesco, y que atesora rincones de ensueño como el Castillo Santuario de la Santísima Cruz. Precisamente, la fortificación fue lo primero y lo último que vio fray Daniel por culpa de la pandemia de la Covid.
Fray Daniel tuvo Covid
"A los pocos meses de llegar estalló el coronavirus y el pobre lo cogió: tuvimos un brote en el convento, un religioso se contagió cuidando a sus padres y fray Daniel pasó tres semanas encerrado en su habitación, con fiebre, dolores y bajo seguimiento médico", apunta el prior sobre la "fortaleza" física que demostró el hermano surcoreano recién llegado.
- ¿Cómo se ha adaptado fray Daniel a su nueva vida?
- Somos una orden internacional, estamos acostumbrados a recibir a carmelitas extranjeros y le hemos recibido con mucha alegría porque enriquece nuestra comunidad. Es muy atento, respetuoso, educado y doblemente servicial por cuestiones culturales y de formación: es de Corea del Sur y encima ha sido militar. Eso es algo que notan los turistas y nuestros feligreses.
Cuando Fray Daniel está en la recepción y llega algún turista, antes de preguntar lo habitual en estos casos, como qué hacer o qué visitar por Caravaca de la Cruz, lo primero que le interpelan -con cara de sorpresa- es por su país de procedencia. Este religioso surcoreano también desempeña tareas de atención espiritual a domicilio, se desplaza a casas de ancianos que son dependientes, y ayuda a los usuarios de la Residencia de las Hermanitas de los Desamparados de la Vera Cruz.
Aunque fray Daniel asegura a este diario que su labor como diácono es una de las tareas que más le motiva de todas las que desempeña, desde que se levanta a las seis y media de la madrugada, hasta que regresa a sus humildes aposentos a las diez de la noche: "Imparto la homilía, proclamo el envangelio y comento la palabra de Dios en la iglesia de Nuestra Señora del Carmen". La misma donde este sábado será ordenado sacerdote por Braulio Sáez García, obispo emérito auxiliar de Santa Cruz de la Sierra (Bolivia).
- Fray Daniel, ¿a lo largo de su noviciado y del postulantado ha tenido alguna duda sobre este cambio de vida?
- Bueno, en el camino siempre hay alguna crisis y oscuridad, es algo normal, somos hombres, no santos, tenemos cosas buenas y negativas. Pero nunca eché de menos el Ejército y no tuve dudas de que quería elegir a Dios.
- ¿La vida religiosa se parece en algo a la militar?
- Sí. Hay que ser obediente, puntual, y existe una jerarquía, el prior de la orden se parece al capitán, el provincial es como el general. También está estructurado el día con un horario y siempre hay algo que hacer, pero en los Carmelitas Descalzos todo es más sencillo que en el Ejército.