El crimen cometido por Tomás Gimeno mantuvo en vilo a España durante semanas. Hasta que se confirmó lo peor: el presunto parricida asesinó a sus dos hijas, Anna (año y medio) y Olivia (6 años), y las arrojó a las profundidades marinas cercanas a las Islas Canarias. Fue el buque oceanográfico Ángeles Alvariño quien confirmó esta circunstancia tras el hallazgo del cadáver de la mayor de las hermanas en el interior de una bolsa de deporte. Pese a ello, hasta el momento no se han podido encontrar los cuerpos de la otra menor asesinada ni de su padre. Ahora, Joaquín Amills, portavoz de Beatriz Zimmermann, la madre de las niñas canarias, ha vuelto a hablar y ha desvelado algunos detalles que ejemplifican la “maldad” del homicida.
“Lo tenía perfectamente planeado. Precisamente dejó a sus hijas un momento para ir al puerto y comprobar que el barco funcionaba y todo estaba listo conforme a lo previsto. Después recogió a las niñas, fue a su casa a las 19:30 y allí las mató. Pero antes, hizo que la pequeña Olivia grabara un audio encargando a su madre recoger unos cuadros. Tomás Gimeno envió a Beatriz un último recuerdo. Una maldad propia de un ser depravado. En ese momento asesinó a sus dos hijas”, ha explicado Amills en una entrevista concedida al diario Almería Hoy.
En este sentido, Amills ha detallado que Gimeno era un “sujeto narcisista, de comportamiento tramposo” y que “siempre celebraba sus triunfos avergonzando al perdedor”. Ejemplo de ello es que “hace tres años se le rompió el embrague de un coche, pero en lugar de arreglarlo —que podía hacerlo porque tenía dinero de sobra—, urdió un plan para, por esa minucia, engañar a la compañía de seguros. Lo consiguió y no perdía ocasión para contarlo jactándose de su hazaña. Nunca quería ni podía admitir perder”, explica el también fundador de la Asociación SOS Desaparecidos.
Y, desgraciadamente, Gimeno tampoco podía admitir su ruptura con Beatriz. Por ello, le dio donde más le duele a la madre: sus hijas. “Para él, las niñas eran de su propiedad. El 27 de junio aún decía que iban a estar bien atendidas. Mentía. Al encontrar el cuerpo de Olivia supimos con seguridad que había planeado hasta el último detalle del crimen esperando que las condiciones del mar fueran propicias para su propósito”, esgrime Amills.
Por ejemplo, aquel “27 de junio, Tomás pidió llevar a Anna a dar una vuelta y recoger a Olivia en clase de alemán. Cuando lo hizo, entregó a la directora de la academia, que era su novia entonces, un sobre con 6.000 euros y una carta con el encargo de que no lo abriera hasta las 24:00. Sin embargo, lo abrió a las 17:00. El escrito era una despedida, pero la mujer no hizo nada. Mientras tanto, Tomás dejó a Olivia en clase de tenis y a Anna en casa de los abuelos paternos”, añade.
“Su objetivo consistía en castigar a su exmujer haciéndole sufrir con la desaparición de sus hijas. Beatriz es, sin embargo, completamente distinta. Ella quería respetar el derecho del padre a ver a sus hijas, aunque no existiera un régimen de visitas estipulado”, lamenta el portavoz de la madre de las niñas canarias.
40 menores desaparecidos
Joaquín Amills, fundador de SOS Desaparecidos, de hecho, ha aprovechado la entrevista en el citado medio andaluz para revelar algunos datos estremecedores de España relacionados con los padres que “utilizan a sus hijos para hacer sufrir a su cónyuge”. Para él, “no son enfermos mentales y no presentan ningún remordimiento por lo que hacen”, explica.
Tras ello, Amills ha revelado un dato preocupante: “En España hay ahora mismo 40 menores desaparecidos por sustracción parental, es decir, porque se los ha llevado uno de los dos progenitores. En este momento no sabemos si están vivos o muertos. También hay alrededor de 300 que fueron con su padre o madre a otro país, generalmente del este de Europa, y no han regresado. Si el menor se ha ubicado allí, nunca será devuelto. En esas situaciones son frecuentes los chantajes de permitir un contacto de un cuarto de hora por videoconferencia a cambio de dinero. Es una lacra muy extendida, por desgracia, en todo el mundo. Hace falta entender los derechos de los hijos, y que no son propiedad de nadie”.
Algo que, sin duda, no entendió Gimeno porque “consideraba a las niñas de su propiedad”. Por ello empleó la “violencia vicaria”, que “es la que ejerce uno de los cónyuges sobre los hijos de ambos para castigar al otro miembro de la pareja. Una fórmula de chantaje emocional intolerable. Un niño no debe ser usado jamás como instrumento de venganza”. Y, por esto urdió, premeditadamente, el plan de asesinar a sus propias hijas.
“Metió a las niñas en unas bolsas que cargó en el coche junto a los pesos que utilizó como lastres. Demostró una vez más la frialdad con que había planeado hasta el último detalle al coger el perro para dejarlo en casa de sus padres, a los que también entregó las tarjetas bancarias con los números pin, así como la documentación del auto que les había transferido un día antes”, dice el portavoz de Beatriz, madre de las niñas asesinadas.
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