El misterio del cementerio de atún del Mediterráneo: el drama de los pescadores que suben el cadáver
Pierden miles de euros al pescar lo que los atuneros descartan. Piden que se haga algo, pero la administración hace oídos sordos.
25 julio, 2021 01:47Noticias relacionadas
En esta batalla de David contra Goliat, el débil asume todos los problemas y encima pierde tiempo y dinero. “Todos los años no pasa igual y ya estamos hartos”, explica Felip Solbes, un marinero alicantino que ha levantado la voz contra la industria atunera. Cuando el pasado día 2 de junio su barco se paró en seco, como si la red se hubiera enrocado, sabía que la jornada se había ido a pique por culpa de los atunes. Desde hace varios veranos, la situación se repite: pequeños pescadores encuentran en las aguas de Baleares decenas de estos grandes peces que forman un cementerio a centenares de metros bajo la superficie.
“Estábamos pescando gamba y cigala en la zona de la isla de Tagomago y la sonda marcaba una profundidad de 480 metros. De repente, noté que el barco se paraba. Cuando empezamos a izar la red, la maquinilla se puso a temblar y ya sabía el motivo”, explica el capitán del Nou Almuixó, que capturó por error ocho atunes gigantes muertos.
“Uno de ellos pesaba 300 kilos y los siete restantes, unos 200 cada uno”, recuerda el pescador, que denuncia el doble problema que esto le supone. “Por un lado, perdimos 4.000 euros de gamba y cigala capturada más la maquinilla y las redes rotas, porque no están preparadas para cargar con dos toneladas de atún; y por el otro, qué hacer con ellos”, señala Felip, que atiende a EL ESPAÑOL por teléfono desde su barco, ese mismo barco que el pasado día 9 de julio capturó otros tres atunes en proceso de descomposición en aguas de Formentera.
A Juan Ramón le sucedió algo parecido hace tres semanas. Cuando subieron las redes, se encontraron con casi 20 atunes podridos. “Me tocó romper la red porque la maquinilla no podía tirarlo hacia arriba. Y todo el pescado de la jornada ya no valía, porque había pillado todo el olor a podrido”, explica nada más arribar a puerto este marinero de Santa Pola. Cuenta que después de una larguísima jornada de trabajo, aquel día regresó entre lágrimas a casa tras haber perdido más de 4.000 euros entre gasoil, pescado y nóminas.
Son sólo dos casos que han querido denunciar, pero cada año hay decenas que provocan miles de euros en pérdidas a los pescadores. Algunos marineros reconocen en privado que hasta hace un par de años les pagaban 1.500 o 2.000 euros para compensar los destrozos y la pérdida de la jornada. “Ahora ya les da igual, porque son los putos amos del Mediterráneo”.
“Es un problema grave, porque no hay derecho a que las barcas de arrastre recojan eso y tengan que asumir las pérdidas y decidir qué hacer con descartes que no son suyos”, explica Virginia Marí, inspectora de pesca del Consell de Ibiza durante décadas, ex alcaldesa de Ibiza y actual diputada en el Parlament balear.
Oídos sordos
Normalmente, los marineros optan por hacer de tripas corazón, asumir los costes y devolver los atunes al mar porque, si llegan al puerto con esas capturas, “encima” son “los malos por cogerlos y encargarse de ellos”. Pero pescadores con muchos años en el oficio están “cansados”. Por eso Felip optó por complicarse la vida y denunciar el “desastre” que, desde su punto de vista, está provocando la pesca con cerco del atún rojo en el Mediterráneo occidental.
Primero llamó a la Armada Española, que tiene al patrullero Alborán vigilando la campaña de los atuneros, para preguntarles qué podía hacer. Una, dos, tres y hasta cuatro veces lo intentó, pero no recibió respuesta. “No es normal pedir comunicación con un patrullero y que no te contesten”, subraya Felip, que no cejó en su empeño y llamó a Salvamento Marítimo, que sí respondió, aunque de poco le sirvió al capitán del Nou Almuixó. “Les pedí la presencia de un inspector a bordo para que diera fe de lo ocurrido, porque así podría justificar y reclamar posteriormente los daños que sufrió el barco”, pero la entidad pública descartó intervenir porque la nave no estaba en riesgo y la situación excedía de sus competencias.
Finalmente, Felip optó por contactar con una inspectora de pesca, que le aconsejó deshacerse de los atunes y evitar el problema que se iba a encontrar si los llevaba al puerto. El capitán del Nou Almuixó se negó si no había una orden por escrito y puso rumbo a Ibiza con los ocho atunes en su barco mientras los inspectores tanto del Consell de Ibiza como del Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación “se pasaban la pelota”. “Si el armador del barco que ha cogido el atún no lo comunica, no se puede hacer nada”, señala Marí, que explica cómo continuó el proceso con los atunes que capturó Felip y que acabaron en la zona de los Freus, entre Ibiza y Formentera.
“Al final, los inspectores del Consell de Ibiza redactaron un acta que se ha enviado a Palma a la dirección general de Pesca y Medio Marino, que depende de la Conselleria de Agricultura, Pesca y Alimentación del Govern balear. De ahí, debería pasar a Madrid, para que quede constancia, a la Secretaría General de Pesca del Ministerio y, finalmente, a la Agencia Europea de Control de la Pesca (AECP) y a la Comisión Internacional para la Conservación del Atún Atlántico (ICCAT). Esto es un tema de Europa y llegar a Europa desde aquí es muy difícil”, detalla Marí, que lleva años batallando por solucionar este problema y tratando de dar voz al sector pesquero “porque nadie habla de él”.
“Llevamos muchos años así y nadie ha conseguido pararlo. Hay mucha gente involucrada y esto mueve millones de euros”, insiste Felip Solbes. Él tiene muy claro que esos atunes enterrados a centenares de metros de profundidad proceden de los descartes de la gran armada que cada temporada captura en el Mediterráneo el atún rojo que después envían a la Península y Francia y, de ahí, al mercado japonés, donde es uno de los productos más demandados.
“Empiezan a finales de mayo y en una semana han pescado todo el cupo, así que lo que les sobra, lo tiran. En la zona de Tagomago habrá toneladas”, señala el capitán del Nou Almuixó, que indica que estos buques descartan las piezas que capturan sin vida o que se les mueren en las jaulas. “Ellos necesitan el cupo vivo, porque luego los tienen en unas jaulas donde engordan aún más antes de venderlos a Japón”, asegura Solbes. “Desconozco por qué hacen esos descartes. No sé si es porque los suben muertos, porque se les mueren o por su calidad, porque algunos de los cadáveres encontrados llevaba marcas, como si les hubieran testado la grasa”, subraya Marí.
Juan Ramón, que trabajó varios años para una de esas grandes empresas, insiste: “Llenan las jaulas por si acaso se les mueren, así que tienen miles. Y como los necesitan vivos y todo lo pescado ya les cuenta como cuota, tiran los cadáveres”, explica este marinero de Santa Pola, que considera que la industria atunera “tiene todo el Mediterráneo lleno de atún para ellos. Como el que tiene una granja y decide que hoy mata un cerdo o un pollo”.
Casi toda la cuota española de pesca del atún está en manos de dos grandes factorías que incluso compran parte de los derechos correspondientes a Francia e Italia. “El atún es de ellos y no puede tocarlo nadie más”, subraya Juan Ramón. Grandes buques pescan a cerco las piezas de centenares de kilos y contratan a embarcaciones de arrastre para remolcar esas capturas dentro de unas jaulas. De este modo, los atunes llegan vivos hasta las granjas de la costa levantina donde se engordan para su posterior venta. Como el negocio es tan provechoso, muchos buques de arrastre y palangreros aparcan por unos días su labor habitual para trabajar subcontratados temporalmente por la industria atunera a razón de unos 1.500 euros por jornada.
La pregunta que queda en el aire es cómo podrían hacer estos descartes sin que pase nada y sin que los inspectores que llevan a bordo levanten la voz. “No se entiende cómo lo hacen teniendo en cuenta que hay un inspector o un controlador a bordo, que debe vigilar cuántos se pescan”, indica Marí. “Son empresas muy grandes, con mucho potencial, y este negocio mueve miles de millones. Los inspectores hacen oídos sordos y es casi imposible demostrar un descarte salvo que se esté allí”, añade Felip Solbes. Juan Ramón va más allá: “En la parte de debajo de la jaula tienen un agujero, así que es tan sencillo como mandar a un buzo a abrirlo y sacar los descartes”.
“Hace años, la campaña duraba mes y medio y se recorría el Mediterráneo en busca de las mejores piezas. Ahora, como están sólo ellos, es como una fiesta porque tienen el atún amontonado”, asegura Juan Ramón, que denuncia las graves consecuencias que esta situación tiene para el ecosistema marino. “Ellos mismos se están cargando el ciclo del atún. Antes los atunes entraban desde el Atlántico por el Estrecho de Gibraltar y al final del verano salían otra vez de vuelta. Ahora ya no salen, se quedan en el Mediterráneo junto a los atunes que han capturado. Por fuera de los viveros que tienen en Cartagena y Tarragona hay más atunes que dentro”, explica.
Una de las grandes empresas atuneras negó a EL ESPAÑOL “de forma inequívoca” que ninguno de sus barcos o sus proveedores tenga que ver con descartes de atún rojo e insistió en que “la actividad de todos los barcos de pesca y de transporte se encuentra registrada en los archivos de la Secretaría General de Pesca, y específicamente la posición en que cada barco ha desarrollado su actividad”. Por eso, emplazó a quienes encuentren atunes muertos a que comuniquen las coordenadas “para verificar qué barcos han desarrollado su actividad en tales puntos, y exigirles las correspondientes responsabilidades, en caso de acreditarse que procedan de un descarte”.
Esta empresa recuerda que ha desarrollado un protocolo para mejorar el bienestar animal y reducir la mortalidad de ejemplares, uno de los resultados de un manejo inadecuado, que además provoca un incremento en el nivel de estrés y lesiones, lo que merma la calidad del producto. “Este protocolo va ser presentado a la administración pública para que considere la oportunidad de implantarlo como norma para toda la flota a nivel nacional y a nivel de Mediterráneo”, añaden.
Otras fuentes cercanas a la industria atunera negaron que haya descartes “porque es un pescado gestionado bajo cuotas, con estrictas medidas de control y porque, además, sería económicamente inviable”. Asimismo, insisten en que las causas pueden ser “múltiples”, desde descartes de otras flotas que no tienen cuotas asignadas hasta muertes naturales ya que, recuerdan, la población de atunes se ha recuperado espectacularmente y hay una cantidad enorme en el Mediterráneo.
De hecho, una de las posibles soluciones a esta situación sería ampliar la cuota de pesca del atún. “Opino que se debería abrir la cuota”, señala Marí, “porque hay mucho atún, ya que se ha recuperado de una manera tremenda”. La diputada popular subraya que esta especie es “un devorador que se come todo lo que se pone por delante” y perjudica por otra vía a los pequeños pescadores. “Se está comiendo todo nuestro pescado”, denuncia Juan Ramón.
Otra de las opciones es abrir la pesca del atún a los pequeños marineros. “Siempre se había hecho pesca del atún con barcas pequeñas, con apenas 10 o 12 metros. Es lo más natural y sostenible, pero Europa lo prohibió”, explica Marí, que impulsó que se volviera a autorizar y quiere batallar por aumentar la cuota de este arte. “Es el atún que nos llega a nosotros, porque el otro va a la Península o a Francia.
Estas barcas pescan en función de la demanda porque no pueden almacenarlo, sólo pueden llevarlo al mercado, así que es una pesca realmente selectiva”, señala. Algunos de los pescadores que se dedicaban al atún con estas pequeñas barcas cambiaron de labor, pero están dispuestos a volver. “Con los 20 atunes que cogimos el otro día, hubiésemos comido diez barcas”, concluye Juan Ramón mientras descarga las capturas del día. Hoy ha habido suerte y ningún atún podrido le ha arruinado la jornada.