Los De Lope, la familia que ha hecho de La Alcarria la 'Provenza española': atrae a miles de turistas
Juan José De Lope padre introdujo el cultivo masivo de la lavanda en la comarca de La Alcarria, una planta que es un reclamo turístico en Brihuega.
31 julio, 2021 00:56Noticias relacionadas
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“La Alcarria es un hermoso país al que a la gente no le da la gana ir”. Esta frase célebre la escribió el Nobel de literatura Camilo José Cela en 1948. Ya entonces, el escritor se había enamorado de los encantos de la citada comarca de Guadalajara que, a la postre, se está convirtiendo en una suerte de Provenza española. Sus vastos campos de lavanda recuerdan a los que históricamente ha tenido la región francesa durante el verano. Pero en España, La Alcarria es el territorio que se tiñe de morado con intensos olores florales gracias a Juan José De Lope padre, el primer agricultor que introdujo el cultivo masivo de lavanda en la región. Un hecho que ha provocado que en los últimos años se dé un boom turístico en el que, cada fin de semana de julio, hasta 40.000 turistas se concentran sólo en el municipio de Brihuega.
Esto supone una auténtica inyección económica para una localidad que sólo cuenta con 2.378 personas censadas, según el INE. “En 2015, venían entre 6.000 y 8.000 personas a visitar Brihuega en todo julio. Pero a partir de 2018, con la popularización de las redes sociales, estalló un boom turístico que hizo que aumentaran. Y ya en 2020, el primer año de la pandemia de la Covid-19, el número de visitantes fue brutal porque se potenció mucho el turismo de interior. Llegamos a 100.000 turistas en ese mes y, este año, en 2021, es posible que hayamos doblado”, explica Juan José De Lope, un empresario agrícola con campos de lavanda que regenta, junto a su hermano y su padre, la destilería Alcarria Flora.
De hecho, gracias al padre de Juan José, La Alcarria se asemeja en buena medida a la Provenza francesa, “aunque queda mucho por alcanzar su nivel turístico”, dice su hijo. Pero vayamos poco a poco. De momento, lo que está claro es que Brihuega hace su agosto en julio, cuando la lavanda florece y tiñe de color morado cada rincón del municipio. “Por ejemplo, los puestos que se montan con todo tipo de souvenirs sobre la lavanda pueden facturar en este mes hasta 40.000 euros, que en beneficio neto pueden quedar en unos 25.000 euros. Es decir, lo que se gana puede sostener a una familia en un pueblo durante todo un año”, cuenta Juan José a EL ESPAÑOL mientras paseamos por las milenarias calles del pueblo.
Tanto él como Ana González, concejala del Partido Popular (PP) en Brihuega, acompañan a este diario en esta ruta en la que nos descubrirán no sólo las maravillas del pueblo en julio, sino durante el resto del año. “El turismo que atrae la floración de la lavanda en julio me parece muy positivo porque genera ingresos para los negocios del pueblo, pero pienso que no debemos conformarnos con eso. Brihuega es un pueblo con un gran patrimonio histórico y también tenemos que potenciar y atraer el turismo durante las otras épocas del año. Y más teniendo en cuenta que nos encontramos a una hora de Madrid”, esgrime la portavoz popular en el Consistorio. De hecho, ella misma fue la guía de Pablo Casado durante su visita, el pasado domingo, a los campos de lavanda brihuegos.
Esas mismas hectáreas de lavanda han sido visitadas por este diario durante la tarde de este miércoles, un día en el que la afluencia baja. “Aún así, podemos llegar, de media, a unos 5.000 visitantes durante cada día de entre semana”, puntualiza Juan José. Y, en este campo de lavanda —espliego para los lugareños—, observamos la cantidad de turistas que pasean entre los surcos de las plantas con el objetivo de hacerse su foto. Con sombreros, sombrillas, gorras… toda medida es poca para soportar el sol y los 34 grados que marca el termómetro. Pero eso da igual. La foto la quieren y punto. Un turismo que tiene muchas luces, pero alguna que otra sombra. “El exceso de turismo provoca que se nos estropeen nuestros cultivos de lavanda”, denuncia una agricultora a este diario.
Los De Lope, detrás de la flor
Pese al continuo aumento de hectáreas cultivadas en la comarca de La Alcarria desde la década de los 70, lo cierto es que esta planta de flor violeta ya tenía presencia salvaje en los campos guadalajareños. “Desde hace 200 ó 300 años, las calles de Brihuega se llenaban de espliego —lavanda— durante la procesión de la Virgen de la Peña, la patrona del pueblo”, explica la concejala Ana mientras observamos que ahora, en 2021, cada balcón de la localidad está decorado con la flor o con cintas violetas.
Pero, realmente, no fue hasta la década de los 70 cuando la lavanda empezó a cultivarse emulando los campos de la Provenza. El culpable de todo fue Álvaro Mayoral Letón, un maestro de Barriopedro, un municipio de La Alcarria, que viajaba cada verano al sur de Francia a trabajar la lavanda y a visitar a su familia. “Conoció allí la planta y como le encantó, se trajo unos esquejes. Yo le conocía de antes y me llamó para enseñarme las plantas. Me quedé impresionado, así que decidí comprarle 780 plantas a 10 pesetas cada una”, rememora Juan José De Lope Cepero (Cogollor, 1945), padre del empresario agrícola Juan José y primer agricultor que introdujo de manera masiva el cultivo de la lavanda en La Alcarria.
Y fue en ese momento cuando Juan José padre dio el primer paso para popularizar los cultivos de lavanda que ahora triunfan entre los turistas. Pero, en su caso, cultivaba el espliego para que en Cívica, una pedanía de Brihuega, se pudiese destilar para realizar todo tipo de esencias para perfumes, productos de limpieza, farmacia, alimentación de animales o, incluso, humana. Así fue como nació Alcarria Flora, “la destilería con mayor capacidad de destilación de España” regentada en la actualidad por Juan José hijo y su hermano Rubén. En otras palabras, la familia De Lope ha sido la causante de que los campos alcarreños se tiñan de morado los veranos.
“Aunque nuestra empresa siga produciendo y destilando lavanda para los distintos usos que tiene, yo aspiro a más. Este año, por ejemplo, abrí la tienda El Rincón de la Lavanda y esperaba facturar unos 15.000 ó 20.000 euros como mucho, pero sólo en julio llegaremos a facturar hasta 50.000 euros. Es decir, el negocio de la lavanda tiene mucho potencial. Por ello, quiero invertir dos millones de euros para abrir un centro de interpretación y museo de la lavanda. No sé si lo abriré en Brihuega o Sigüenza, pero quiero contribuir a potenciar el turismo en La Alcarria no sólo durante julio, sino también el resto del año. Creo que en la comarca —y no sólo en Brihuega—, debemos parecernos a la Provenza y ofrecer también toda la maravillosa gastronomía o cultura con la que contamos”, defiende Juan José hijo, un empresario que se reinventa para seguir creciendo.
Brihuega, más que lavanda
Y es que La Alcarria y Brihuega, en particular, a pesar de que cada fin de semana de julio abren las puertas a unos 40.000 turistas, tienen mucho más que ofrecer. Ya lo defendía Camilo José Cela en su obra Viaje a la Alcarria o el escritor y reportero, Manu Leguineche, quien decidió pasar los últimos años de su vida en Brihuega. “Tenemos que seguir potenciando el turismo en nuestro pueblo durante todas las épocas del año”, insiste la concejala Ana González.
—Ana, aparte de la lavanda, ¿qué más puede ofrecer Brihuega a los visitantes?
—Brihuega, que significa lugar amurallado, es un lugar que cuenta con muchísimo patrimonio histórico debido a su antigüedad. Por ello, se puede visitar en cualquier momento del año a ver los monumentos: tenemos las Cuevas Árabes, que datan del siglo X; el castillo de la Peña Bermeja; la Real Fábrica de Paños, del siglo XVIII; el Museo de Historia de Brihuega; el Museo de las Miniaturas; la plaza de toros; y, por supuesto, las iglesias de San Felipe, Santa María y San Miguel…
De hecho, la concejala del PP iba explicando a EL ESPAÑOL, con absoluta pasión, cada rincón de su pueblo poniendo en evidencia que Brihuega es mucho más que la lavanda. Por ejemplo, González guía a este diario a las Cuevas Árabes —cuyo acceso se cobra a 2 euros— y cuenta que se trata de “entramado de ocho kilómetros que circula por debajo del pueblo”. Con su compañía, de hecho, observamos que en esas cuevas, desde tiempos inmemoriales, se hacía vino u otros productos de la tierra alcarreña.
Además, Ana González opina que esta oferta cultural e histórica se puede acompañar, precisamente, de la oferta gastronómica que existe en esta comarca de Guadalajara de la que emanan buenas trufas; se elaboran buenos quesos; o se producen grandes otros productos como el aceite de oliva o la miel —mientras paseábamos por los campos de lavanda no dejábamos de escuchar el zumbido de las abejas recolectando el néctar de las flores de lavanda—. Es precisamente por esa idea, la de que La Alcarria ofrezca un turismo multidimensional para cualquier época del año, por la que Juan José De Lope sigue luchando cada día para engrandecer su tierra.
La cara B turística
Pese a ello, no es oro todo lo que reluce. Si bien es cierto que el turismo en Brihuega, particularmente en julio, genera importantes beneficios económicos por la enorme masa de turistas —principalmente proveniente de Madrid—, no es menos cierto que esto provoca varios perjuicios para la población brihuega.
“El pueblo no es capaz de absorber y gestionar la cantidad de turistas que viene cada fin de semana. Muchos de ellos, entran en parcelas privadas a hacerse las fotos con la lavanda dañando nuestros cultivos. Hay algunos agricultores que reciben un importante dinero desde el Ayuntamiento —gobernado por el PSOE— para sufragar los daños causados, pero a muchos no nos pagan nada y sufrimos las consecuencias”, denuncia a este diario una agricultora, que prefiere permanecer en el anonimato.
“Desde nuestro partido veríamos justo esto si se pagase a todos los agricultores por igual si se dañan sus campos por los turistas. Incluso propondría una medida exacta para el pago: que se pague cada cantidad en función del número de hectáreas de lavanda que tenga cada agricultor”, defiende Ana González, que reconoce también que algunos vecinos de Brihuega de avanzada edad salen menos en julio por miedo a contagiarse de Covid-19 por la multitud de turistas.
Al empresario Juan José, por su parte, también le preocupa algo del turismo sin control por los campos de la lavanda: “Un fin de semana se pueden juntar 5.000 personas en los campos. Imagínate que, por accidente, se forma un incendio cerca. Hasta 200 hectáreas podrían arder en cuestión de minutos por la cantidad de combustible que contiene la planta pudiendo provocar una tragedia con tantas personas dentro”. Por ello, sí que aboga por diversificar el turismo de lavanda por toda la comarca de La Alcarria, evitando la gran concentración que se produce en Brihuega.
Y es que, como se ha apuntado, cada fin de semana de julio, el municipio guadalajareño recibe a 40.000 turistas, que en general traen beneficios al pueblo, pero también algunas preocupaciones. “Por ello, me gustaría que los pueblos de la comarca de La Alcarria se unan para ofrecer el turismo de la lavanda, aunado con la oferta gastronómica, tal y como hacen en la Provenza francesa”, concluye Juan José. El motivo, la frase de Camilo José Cela, 63 años después de ser escrita, podría reeditarse en “La Alcarria es un hermoso país al que toda la gente quiere ir”.
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