La vida de un currante no cambia casi nunca de la noche a la mañana. Da igual casi lo que te pase: se basa en trabajar, trabajar y volver a levantarte para trabajar. Incluso cuando eres el ganador de un concurso como Masterchef, tras convencer a Pepe, Samantha y Jordi, tienes que seguir echándole horas a los negocios, a pesar de que tu vida haya dado un giro de 180 grados. Arnau París, último vencedor del concurso, lo sabe bien. "Antes vendía grifos y ahora los utilizo", dice. Para que luego digan que un 'pellizquito' te soluciona la vida.
Arnau puede ser calificado con muchos adejtivos. Dicharachero, simpático o extrovertido, podrían decir aquellos a quienes les cae bien. Otros, no pensarán lo mismo. Sin embargo, hay dos en los que es imposible tener discusión: currante y avispado.
En el concurso, París ha destacado por varias cosas. A destacar: ostenta 8 apellidos catalanes, era comercial de fontanería –usaba su majestuosa labia para convencer al jurado– y tenía una black list –lista negra–, en la que tenía apuntados los nombres de los compañeros a los que eliminaría en el siguiente programa. 'El Rey del foso' se apodó, por esas batallas para librarse de la eliminación que le llevaron a ganar.
Pero una vez fuera, Arnau vuelve a ser un currante. Contesta a la entrevista mientras va en la carretera. "Si se corta, avisa, que puede que no lleve cobertura". Se dirige hacia su nuevo proyecto: Molí de la Vansa, un proyecto culinario en la localidad de Boada (Lleida). Viene de aprender unos días en la cocina de Jordi Cruz, uno de los miembros del jurado del famoso programa.
De aquí para allá. Su vida ha cambiado, claro. "Ha cambiado radicalmente en lo principal. He aparcado ser comercial de vender grifos y me he centrado en la gastronomía".
No obstante, al final, el trabajo es trabajo. Esfuerzo y constancia, vaya. "Las cosas son la actitud y las ganas que le pongas. No hay una más dura que otra. Esta nueva etapa la afronto con nervios, con miedo, con un 'ay qué pasará', pero a la vez con muchas ganas, con mucha actitud y lo estoy disfrutando. Es un proyecto ambicioso, divertido y eso compensa cualquier otra cosa".
Muchas, muchas horas
Si algo ha cambiado la vida de Arnau es la cocina. Está centrado en su poryecto Molí de la Vansa. No obstante, tiene claro que en octubre comienza el máster en cocina en el Basque Culinary Center. "El premio grande", lo llama él.
Los estudios comenzarán a robarle mucho tiempo a partir del mes de octubre, por lo que no se adentrará en más proyectos. "Tendremos que estar de lunes a viernes allí y es imposible estar en dos sitios a la vez. Tienes que hacer trabajos y demás... A mí el Basque me hace mucha ilusión, quiero aprovecharlo bien. Si eso es compatible con proyectos que salgan, pues encantado", comenta al otro lado del teléfono, en conversación con EL ESPAÑOL.
"De hecho, me planteo seguir dando cenas los sábados en la Masia", apostilla. "Lo bueno de este mundo es que es muy cambiante y no cierro las puertas a nadie porque te salen oportunidades a menudo. Estoy abierto al mundo".
El tiempo que tendrá que dedicar a su nuevo oficio —a mantenerlo y a seguir aprendiendo—, deberá restárselo a otros quehaceres. Por ejemplo, estar con familia y amigos. Algunos ya le han advertido que no cambie.
—Te dicen mucho eso de que no cambies. Lo entiendo, porque es fácil. La vida que tengo ahora requiere mucha energía, tengo que hacer encaje de bolillos para verlos, pero es que no tengo más tiempo para verlos. Me preocupo mucho por lo que dice la gente que me quiere. Si me lo dice un tío de redes me da igual, pero si me lo dice mi padre, tomo cartas en el asunto. Uno tiene que estar con los pies en el suelo, pero luego tienes una realidad y hay que vivirla.
Arnau París no se encuadra en lo que definiríamos como una persona tranquila. Eso no. Sí le gustan los momentos de tranquilidad, en los que disfruta de los amigos y de la familia. Eso sí. Incluso, por qué no decirlo, momentos de soledad y naturaleza que le permitan "desconectar un poco". "Pero soy una persona muy activa", dice. "Me gusta esta balanza de estar con gente, hacer cosas… Puedo hacer muchas cosas, pero necesito momentos 'zen' de estar con los míos, con mis amigos y desconectar un poco".
La cocina es difícil de compatibilizar con esos momentos de relax, claro está, ya sea alta, baja o mediana. Arnau es consciente y sabe que le queda un arduo camino por delante, sobre todo porque aquí la renovación es continua. "Me queda todo por aprender. Soy un amateur. Hace seis meses estaba haciendo macarrones y conejo al horno, como quien dice. No soy ni consciente de lo que voy a hacer".
Por el momento, el máster en el Basque Culinary. Ahora está trabajando mucho el tema de la repostería. Sobre todo con el chocolate, un ingrediente que no le gustaba demasiado de pequeño y con el que ahora parece que se lleva mejor.
Todos solemos tener un espejo en el que mirarnos a la hora de mejorar. El de Arnau es claro. "Evidentemente tenemos a Carlos Maldonado, el único Masterchef que tiene una estrella Michelin. Dio un cambio de vida brutal", arguye.
Y, en el futuro, ya se verá qué pasa. "De momento me planteo hacer las prácticas fuera de España. El intercambio cultural siempre es positivo. Yo estoy abierto al mundo. Como si hay que abrir en Madrid, Bilbao o Singapur".
8 apellidos catalanes
La final de Masterchef enfrentó a dos aspirantes catalanes. El vencedor, como no podía ser de otra manera, es catalán, de Lleida. Arnau, de 32 años, tiene 8 apellidos catalanes. Arnau París Masip Tarrès Olivet Abelló Marçà Olivet. No lo puede negar. Su acento le delata.
Por este motivo, en Twitter hubo quien se dedicó a emitir mensajes de odio.
—¿Cómo ves esa catalonofobia que hay a veces en las redes?
—Lo de llevar 8 apellidos catalanes no lo he elegido yo, ¿no? Los apellidos te vienen dados. En redes hay no sólo catalanofobia, sino fobia en general y es normal. Te escondes detrás del anonimato y el insulto es gratuito y es fácil. Al principio, cuando ves comentarios te extraña. Pero luego dices: es una persona que está en su casa aburrida y pobre. Suficiente tendrá, que se tiene que desahogar de esa forma. No puedes entrar en eso. Al final es rebajarte a un nivel donde te van a ganar por experienciar. A un hater no le va a costar nada, porque se dedica a eso. Al final me quedo con lo positivo.
—¿Crees que estos discursos están relacionados con los mensajes emitidos por algunos cargos políticos?
—Yo creo que el odio, independientemente de si es político, racial, sexual o lo que quieras, es algo nefasto. Al final es odio por odio, no genera nada. Es un sentimiento o una emoción que yo no tengo. La gente que la tiene me da mucha tristeza y pena. Eso es una putada. Cuando apartas a una personas porque es lo que sea, es empobrecer la sociedad y no aceptar las distintas realidades que tenemos.
Covid y hostelería
Arnau se dirige a su nuevo negocio. Relacionado con la hostelería, sí, insistimos. Sin embargo, quizás no sea el mejor momento de apostar por este sector, ¿no? La crisis del coronavirus ha afectado sobre todo a estos negocios, que tienen que hacer frente a cambios casi constantes en sus normativas.
—Una apuesta arriesgada.
—Al final no es solo la hostelería lo que está mal, es toda la economía. Yo lo arranco en pleno Covid y te vas adaptando. Puede parecer un tópico, pero con estas sacudidas tan bestias hay nuevas oportunidades. Y no es que surjan y ya está, es que hay que adaptarse. La hostelería ya lo hizo en 2007. Delivery, Take Aways, formatos más pequeños, chefs que se desplazan a las casas… Al final es buscar el encaje con lo que se puede hacer.
Sin embargo, en cada Comunidad Autónoma española hay normas diferentes para los hosteleros. Isabel Díaz Ayuso ha sido reconocida en más de una ocasión por los miembros del sector. En Cantabria, por ejemplo, la pelea ha sido ardua con Miguel Ángel Revilla y su gobierno por las normas para frenar la Covid-19. Cada comunidad con su modelo y un agrado dispar.
—El modelo catalán, el madrileño, el andaluz... ¿Cuál cree que ha sido el más acertado?
—Me tienes que decir primero cuál es el modelo de cada uno. El de ahora y el de cada momento. Me da igual lo que hagan los demás, me tengo que preocupar por lo que tengo que hacer y lo que puedo hacer. Vas un poco sobre la marcha. No me puedo enfadar por lo que puedan hacer los de Valencia, porque yo tengo esto. La información es verdad –a nivel español y mundial– que ha sido un poco imperfecta, con mucho mareo, pero, al final, ¿qué puedo hacer hoy? ¿Esto? Pues me adapto y ya está con lo que se pueda hacer.
—¿Y piensa que se ha hecho bien?
—¿Sabes qué pasa? Que yo no soy epidemiólogo. Todos somos buenos en algo. Entonces, quien pone las normas lo hace por el bien de todos. Me gustaría ir a 200 por la autopista y tengo que ir a 120. Al final hay que adaptarse a lo que hay. Hay vidas en juego y no podemos hacer el tonto en ese aspecto, cuando nos la estamos jugando tanto.
La 'Black List', Messi y el Lleida
Fue uno de los momentos del programa. Arnau tenía una lista negra en la que apuntaba el nombre de sus compañeros, de aquellos a los que quería echar cada semana. Por turnos, uno por uno. Como buen estratega, sabía que tenía que quitarse del medio a los que le hacían sombra, por tener características similares a él.
Esa 'Black list' ha quedado en el pasado. "En la vida real intento no cargarme a nadie y de momento lo he conseguido", bromea Arnau. Aunque reconoce que en el mundo empresarial es imposible mantenerse careciendo de estrategia.
—Hablas de estrategia empresarial y quedas muy bien, pero si hablas de la personal parece que eres un Lannister que se quiere cargar a media familia. La estrategia es querer llegar a un sitio y saber cómo hacerlo. Eso no tiene por qué ser malo, mientras no le hagas daño a nadie. Yo lo veo así. Yo tengo mis proyectos, tengo mis sueños y trabajo sobre eso. Eso no deja de ser una estrategia. La Black List tenía el punto televisivo.
Y sí, la estrategia le ha servido y mucho durante el programa. Tanto, que llegó a cocinar junto al chef Dabiz Muñoz en la final.
—Lo comparó a jugar con Messi. ¿Cómo fue esa experiencia?
—Al final es… Es como si juegas una pachanga con tu equipo de fútbol. Es un sueño, es algo que de alguna forma idolatras. Le sigues por redes, haces sus recetas y un día te juntas con él y te pones a hacer cosas, que a los dos nos gusta. Es algo mágico.
—¿Se sintió un poco como Nasser Al-Khelaïfi, presidente del Paris Saint Germain, al juntar a Messi, Mbappé y Neymar en un equipo?
—No sé si su sueño sería jugar con Messi, Neymar y Mbappé. Una cosa es juntarlos y otra cosa es jugar con ellos. Yo cociné con Dabiz Muñoz.
—Sería entonces Mbappé...
—Me sentí muy bien, fue una oportunidad de llevar una ilusión al extremo…
—Tampoco sé si es usted del Barça y estoy aquí haciendo fuego del árbol caído…
—No, soy poco futbolero, pero soy del Lleida. Tengo un amigo que me lo dijo claro: cada uno tiene que ser del equipo de donde es. Entiendo que tú eres de Jerez, ¿no? Pues ahí lo tienes.
Una vez llevado este sueño al extremo, Arnau reconoce que tampoco le hace especial ilusión cocinar para alguien famoso. "Me lo preguntan mucho", comenta. Es alguien familiar, no tiene preferencias parece.
—¿A quién le gustaría tener en la cena?
—A mí me da igual. Me da lo mismo que venga en chancletas o en traje. Quiero que vengan por la experiencia y que yo le pueda transmitir mis experiencias. Me preguntáis por políticos y famosos. Yo soy feliz dándole de comer a cualquiera del pueblo. Hay mucha gente. Desde los jueces del programa a mis compañeros. Que vuelva Dabiz Muñoz o que venga Messi si quiere. Pero lo que más me gusta es que vengan mis amigos de toda la vida o la familia, que es la gente que siempre está. Al final, que venga un día alguien muy famoso es cojonudo, pero hay que poner de relevo a toda esa gente que ha estado con nosotros.
—¿Y a quién no daría de comer?
—Uf, me cuesta mucho esto…
—¿El 'Rey del Foso', con su famosa ‘Black List’, no tiene nadie en la diana?
—A lo mejor debería sentarme con él porque tengo una idea equivocada de mi persona. Quizás le tuviera que decir: siéntate conmigo y vamos a hablar. No se me viene nadie a la cabeza ahora mismo. Nadie a quien diga pam, a esa persona no la puedo ni ver.
—¿Ni siquiera a un político? Con estos es más fácil...
—Qué va, eh. A mí no me han hecho nada, a mí como Arnau. La política es política. Y luego están las personas. A mí los títulos me van bastante grandes. Tú puedes ser director, presidente y tal. Pero detrás del título qué hay. Hoy está el título y mañana no. ¿Cómo eres? ¿Quién eres? Para mí lo importante es la calidad humana.
La visibilidad y el apoyo mediático no le faltan. Tampoco los contactos. Mucho menos carece de talento y carisma. Y es un currante: el trabajo no se negocia. Además, ostenta los 100.000 euros en metálico del premio de Masterchef. Eso, cuenta "te da la tranquilidad de afrontar el cambio con la tranquilidad de que tienes las facturas pagadas".
La nueva vida de Arnau está encarrilada. De aquí a una nueva final aún le resta bastante. "Yo estoy aquí en Molí de la Vansa y hace tiempo que vengo diseñando un proyecto de gastronomía muy relacionado con la naturaleza, porque creo que es un vínculo que cada vez estamos rompiendo más. Cada día estamos más alejados de ella y necesitamos reencontrarnos con esto", sentencia.