España, el país que más respeta al colectivo LGTBI entre los grandes de la Unión Europea
En 2020 en la Comunidad de Madrid sólo se presentaron 40 denuncias por delitos de odio relacionados con la homofobia entre seis millones de habitantes.
12 septiembre, 2021 01:58Noticias relacionadas
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Por encima de Francia, de Alemania, de Italia y de Holanda. España supera a los grandes países en igualdad y respeto a la comunidad LGTBI. Así lo indica el principal ranking europeo del colectivo: la lista Rainbow, elaborada por la ILGA-Europe, la Asociación Internacional de Lesbianas, Gays, Bisexuales, Trans e Intersex de Europa. El índice nos sitúa en el séptimo puesto en “respeto de los derechos humanos y plena igualdad”, en línea con Portugal y sólo por detrás de países como Malta, Bélgica y Luxemburgo.
El ranking internacional mide seis categorías: igualdad y no discriminación, políticas familiares, crímenes y delitos de odio, reconocimiento legal del género e integridad física, espacio ocupado en la sociedad civil y políticas de asilo. El holgado puesto español confirma, al igual que los expertos, que España, cuarto país del mundo en el que se aprobó el matrimonio homosexual, juega en Primera en el mapa del arcoíris europeo.
En España, a la hora de buscar datos y estadísticas, los expertos acuden a las cifras aportadas por el Ministerio del Interior, que recoge desde el 2013 todos los delitos de odio conocidos. El informe anual de Evolución de estos delitos incluye 11 subtipos: de racismo a antigitanismo, pasando por la aporofobia y los cometidos contra gays y transexuales. Los datos oficiales indican que los que tienen que ver con orientación sexual o identidad de género son los terceros en el ranking total de delitos de odio en España, por detrás de los perpetrados por racismo y por ideología. El año pasado -un ejercicio lastrado por el confinamiento- se denunciaron 277 casos de odio contra personas LGTBI en toda España una cifra, en cualquier caso, muy similar al 2019, cuando fueron 278.
Por comunidades autónomas -siempre según el Ministerio-, en la Comunidad de Madrid, con 6,6 millones de habitantes, se registraron 40 casos y en Cataluña, con 7,5 millones de habitantes, 69. En cifras globales, la tercera comunidad con estas denuncias fue el País Vasco, con 45 denuncias. En términos porcentuales, Melilla se lleva la peor parte, con 7 denuncias con 85.000 habitantes.
Ahora bien, las cifras oficiales son sólo un pequeño reflejo de lo que ocurre en la calle. Lo confirman todos los expertos y el mismo Ministerio. Según la Encuesta sobre delitos de Odio de 2020, entre el 80% y el 90% de estos delitos nunca se denuncian. El dato no es baladí, y más en un momento en el que España tiene abierto en canal el debate sobre las agresiones a personas LGTBI.
Según ACRÓPOLI, Asociación LGTBI de la Comunidad de Madrid, se produce una agresión diaria por LGTBfobia en la región. La Asociación elabora un informe anual en coordinación con el Observatorio Madrileño contra la homofobia, transfobia y bifobia.
Comunidades como Cataluña, Galicia, Canarias y Andalucía cuentan también con sus propios observatorios. Realizan una tarea de divulgación, análisis de datos y recogida de información así como de denuncias e incidentes. El último informe del Observatorio de Madrid, de 2019, recalca, que “una gran parte de las agresiones no llega a conocerse nunca”. Ellos recogen lo que llaman incidentes -incluyendo, por ejemplo, casos de “curación de la homosexualidad”- tanto de contacto con afectados, como de otras instituciones y rastreo en prensa. En 2019 cifraron en 311 los incidentes “de diferente gravedad motivados por LGTBIfobia que dejaron 331 víctimas”.
Volviendo a los datos oficiales del Ministerio, esta semana, en medio del ya agitado y partidizado discurso, contaminado además por un delito simulado y dos manifestaciones contra la homofobia en la misma semana -una de ellas, la del sábado, con cerca de 5.000 asistentes aún después de conocerse el engaño de Malasaña-, los datos son complejos. El Ministerio del Interior ha asegurado, según sus propias tablas, que los delitos de odio -sin desagregarlos- han aumentado un 9,3% respecto a 2019 -por compararlo con un año sin confinamiento.
Pero, ¿por qué aumentan las denuncias? ¿no sería una incongruencia que España esté en el top del respeto y a la vez se hable de una subida de casos?
EL ESPAÑOL ha analizado la cuestión con cuatro expertos en la materia: Kerman Calvo, doctor en Sociología y coordinador de la Unidad de Diversidad Sexual y de Identidad de género de la Universidad de Salamanca; Susana Gisbert, fiscal delegada contra la Discriminación y los delitos de Odio de Valencia; José Ignacio Pichardo, doctor en Antropología y profesor de Antropología de Género en la Complutense y Josep Maria Armengol, director del primer master sobre Masculinidades que se va a impartir en España.
La primera pregunta es obligada: ¿Es España un país homófobo? Un adelanto: el aumento de denuncias y la buena posición de España en los ranking son la cara y la cruz de la misma moneda.
España: ¿país homófobo?
“España no es un país homófobo, todo lo contrario”, responde, con rotundidad, el doctor en Sociología Kerman Calvo. Y acude a estadísticas y encuestas al señalar que España, desde hace años, vive en un ambiente de “comprensión y aceptación sexual sin comparación en nuestro entorno”.
Ahora bien, es precisamente esta misma la razón por la que, nos explica el profesor, asistimos a un aumento de denuncias de delito de odio contra homosexuales, transexuales… “Cuando más se avanza en el respeto y la visibilización de los derechos, también se refuerza la resistencia”. Una resistencia que puede tornarse en violencia: “Las pocas personas, porque cada vez son menos, que se resisten al cambio social, lo hacen cada vez de una forma más radical o más militante”. Y así, cogiendo un símil religioso, señala que el que se resiste “lo hace de pensamiento y también de obra”.
Susana Gisbert, fiscal delegada contra la Discriminación y los Delitos de odio en Valencia, coincide en el diagnóstico. A la pregunta de si somos un país homófobo señala que “somos un país donde hay homófobos que hace poco se escondían, porque se habían replegado y no se consideraban políticamente correctos, pero ahora han encontrado un hueco para hacerse presentes”.
El profesor de la Universidad de Castilla-La Mancha Josep Maria Armengol, director del primer master sobre Masculinidades que se va a impartir en España, se fija precisamente en las últimas agresiones. “Mi respuesta es que España sigue siendo un país homófobo”, recordando que aunque “se ha avanzado mucho”, todavía falta mucho por hacer. Destaca que la mayoría de atacantes “son hombres heterosexuales”. Y por ello, se va a la etimología de ‘homofobia’: “Fobia significa miedo a”. Los hombres agresores, señala, “quieren marcar una diferencia entre ellos y nosotros”.
Las pocas personas, porque cada vez son menos, que se resisten al cambio social, lo hacen cada vez de una forma más radical o más militante
José Ignacio Pichardo es doctor en Antropología e insiste en que es “innegable que España es uno de los pies del mundo más respetuoso con los homosexuales”. Recuerda que “lo dicen todas las encuestas de opinión”. Pero, como el resto de expertos, habla de ese 20% de homofóbicos que pueden hacer mucho daño.
Apunta, como el profesor Armengol a una de las creencias que se consideran arraigadas -y en las que recuerdas habría que trabajar- en esa minoría: “Despreciar al gay te hace más macho”. Y como el resto, comparte la teoría de que a más protección de los derechos y más igualdad real, más denuncias van a salir a la luz.
Homófobos 'saliendo del armario'
¿Podríamos decir que el homófobo está 'saliendo del armario'? “Digamos que sí. Es como el animal que se queda cercado, que responde de una manera más agresiva. Se sienten acosados, que pierden los valores de un mundo en el que se sentían más a gusto”, señala el profesor Calvo.
A esta situación, hay que sumarle la redes sociales: “Son un vivero de gente que puede escupir su odio desde el anonimato, y además, puede decirlo y tener un montón de likes”, explica la fiscal. ¿Involución? “Estamos en un momento con peligro de involución, porque estamos pasando una crisis por la pandemia y sus consecuencia económicas, la situación está más crispada”, responde la fiscal especializada en Delitos de odio.
Apunta también a determinados discursos políticos: “Determinados discursos que pueden tener cabida en instituciones les hacen creer que no están solos”.
Por su parte, el profesor de Sociología Kerman Calvo resta peso a la influencia de los partidos: “Es una constante universal que haya violencia contra los gays. Gobierne quien gobierne”, señala. Y vuelve al momento que vive España: “Tenemos políticas muy avanzadas de Igualdad”, por eso, insiste, “no veo una conexión directa con que esté Vox y veamos un aumento de crímenes de odio”.
Alineados con los nórdicos
Así las cosas, los expertos coinciden en que las denuncias van a aumentar. Y que eso es y será, aunque parezca difícil de asimilar, una buena señal. Kerman Calvo nos lleva a los países nórdicos, líderes en la lucha contra la violencia de género, con la que todos los expertos harán paralelismos: “Si miramos las denuncias de agresiones sexuales a mujeres en los países nórdicos, veremos que las cifras son más abultadas”.
Lo explica: “A mayor conciencia, más investigación. Cuando más busquemos más vamos a encontrar”, señala. No significa que haya más casos, sino que se verán más. Y echa la mirada atrás: “No es que en los 70 no hubiera agresiones homófobas, no hay más que mirar el cine quinqui de los 80 con palizas a los gays, es que no se denunciaba ni había preocupación”.
Calvo cifra en un 20% el porcentaje de población homófoba, y sólo una parte mínima violenta. Pero claro, recuerda "tres te pueden partir la cara y sacar un ojo". Del mismo modo habla el profesor de Antropología José Ignacio Pichardo: “Yo trabajo en el ámbito educativo, antes el 80% de los jóvenes eran homófobos, ahora es una minoría, un 20%, pero una sola persona te puede hacer la vida imposible, o unos cuantos matarte, como a Samuel”.
Kerman Calvo apuesta por reforzar la severidad de las penas contra estos delitos, también por aprender a vivir con quienes no aceptan a los gays. "Siempre habrá un grupo poblacional que no lo ve. Te diría hasta que se tiene que respetar". Y se lo lleva a su terreno personal: "Yo no tengo nada en contra de quien no entienda que me haya casado con mi marido, pero lo que no puede ser es que estén dispuestos a boicotear mi boda".
Los expertos coinciden en que las denuncias van a aumentar y en que eso es y será, aunque parezca difícil de asimilar, una buena señal
Y precisamente habla de bodas para referirse a los altos niveles de respeto en España. “Fuimos uno de los primeros países del mundo en legalizar el matrimonio gay, y no fue un capricho político: se sabía la repercusión electoral”, concluye. Es decir, éramos respetuosos antes de la norma. ¿Por qué España lo es más que otros países vecinos? “Venimos de una historia de adaptación y respeto, también como Portugal, probablemente por nuestro mayor aperturismo al turismo… Francia, por ejemplo, es una sociedad más desigual a la que le costó más aprobar el matrimonio gay. Nosotros, sin embargo, podemos hablar cara a cara con los países escandinavos”.
Más denuncias, más violencia
“No es la primera vez que me pasa, pero sí es la primera vez que denuncio”. La frase lleva repitiéndose un tiempo en los juzgados de Valencia. “Muchos chicos [gays] me lo dicen”, explica Susana Gisbert, fiscal delegada contra la Discriminación y los Delitos de Odio de Valencia. “En un porcentaje muy alto”, explica, “muchos homosexuales tienen asumido que van a recibir insultos, que tienen que tragar y sólo denuncian cuando hay una gota que colma el vaso”, añade.
Son diferentes los comportamientos que la fiscal ve en el juzgado: “Los hay que llegan más empoderados o con timidez porque les han pegado o les han insultado”. El insulto más repetido, “maricón de mierda”. Pero, ¿cómo se comportan los agresores? “Muchos lo niegan y cuando ya se ven pillados, le quitan importancia”. Así las cosas, nos desgrana la fiscal, la mayoría de los juicios por delitos de odio se cierran con conformidad”.
El agresor reconoce el delito y se firma un acuerdo. Ahora bien, también explica la fiscal que aunque se cometen más delitos de odio por racismo, contra los gays suele ejercerse más violencia: “Algunos casos son sólo insultos por redes, pero muchos reciben palizas y golpes”. Entre los agresores, arrolladora mayoría de hombres, al igual que entre las víctimas. Y un dato. Si en general estos casos se denuncian poco todavía menos entre las lesbianas. “El hecho de denunciar puede sacar a la luz una situación que no quieres que se sepa”.
Aunque se cometen más delitos de odio por racismo, contra los gays suele ejercerse más violencia
Las dos caras de Malasaña
A más denuncias, ¿crece el miedo? “Si hablamos mucho de miedo y de inseguridad, habrá determinadas personas que se sientan más inseguras por la percepción de la realidad”, responde Kerman Calvo. De hecho, ya ocurre. “En España, con una tasa de criminalidad bajísima, hay determinados grupos que en las encuestas dicen sentirse inseguros”. Y aquí, dentro del colectivo LGTBI, se enfoca en “esas personas a quienes, por decirlo de alguna manera, más se les nota: trans, jóvenes que hacen más gala, parece que son dianas más claras”.
Otro tipo de miedo también influye en las denuncias: el temor a no ser creído: “Se denunciará más cuando se perciba que hacerlo no es una pérdida de tiempo. Como con las denuncias de violencia de género”, señala Kerman Calvo. Es fundamental, añade, “que la víctima no sienta que se la revictimiza”. Y por eso, como todos los expertos, lamenta el delito simulado denunciado en Malasaña esta semana, por el daño que hace al colectivo que sí sufre agresiones y no denuncia. Aun así, hace una reflexión, en la línea con el resto de expertos: “Estábamos preparados para creer que fuera verdad”.
La fiscal Susana Gisbert habla en la misma línea. Reconoce que hace daño que se simule un delito -no es denuncia falsa al no haberse acusado a nadie-, al igual que ocurre en las de violencia de género, porque se pone mucho el foco “en estas excepciones”. Aun así, invita a la reflexión: “Quizá en otro momento se hubiera dudado más de su testimonio, pero era la gota que colmaba el vaso y aunque al final la gota no fuera cierta, el vaso estaba ahí”.