Ana Iglesias (Madrid, 1995) se levanta temprano, hace ejercicio y atiende puntual a la cita con EL ESPAÑOL. Saluda efusivamente, prosigue con un protocolario qué tal y responde con la misma alegría con la que se ganó al público y a Pepe Rodríguez, Samantha y Jordi Cruz en MasterChef 8. No está en su mejor momento, pero, de primeras, no se le nota. Sólo cuando hablamos de salud mental se le adivina cierta fragilidad. Nadie lo hubiera pensado, pero así es. Ha pasado más de un año desde que se proclamara ganadora del programa culinario de TVE y su vida, en lo profesional, ha dado un vuelco.
Ella, realmente, jamás pensó que fuera a ser posible. Ni siquiera tuvo el atrevimiento de pensar que era la favorita. No, ella siempre creyó que Iván sería el rey y ella… bueno, sería segunda o tercera. Pero ganó. Cumplió su sueño, entró en el Basque Culinary Center y ganó 100.000 euros. De repente, se convirtió en una persona reconocible para los más de tres millones de espectadores que vieron la final de MasterChef.
Ella había estudiado Derecho y ADE (Administración y Dirección de Empresas); había creado su propia marca de joyería (Dosprimeras); iba camino de una vida estable como empresaria… Pero, por el camino, se topó con MasterChef. Y no se arrepiente. Tras pasar por Lanzarote este verano –y ver a Luna, su compañera en el programa de televisión–, irse con sus amigas a Cádiz y visitar Galicia con su familia, tiene muchos proyectos en su cabeza, pero también mucho que trabajar en lo mental.
— Hablando del verano. Ha estado muy reflexiva en su Instagram y diría que preocupada. Sólo con esta frase me lo puedo imaginar: “Hay días en que no pasa nada y sin embargo todo pesa”. Pero, cuénteme.
— Ahora mismo estoy pasando por un momento en el que no es mi mejor momento de tranquilidad. Me han dicho que tengo hipertiroidismo y a eso le afecta mucho tener ansiedad, taquicardias… y eso no te hace estar tranquilo al 100%. Así que estoy haciendo un esfuerzo por organizarme, por hacer deporte, por hacer cosas que me vengan bien… Y lo hablo en redes porque creo que es importante que la gente sepa que es algo normal y que le pasa a todo el mundo. Por eso lo comento y, a raíz de eso, hay gente que me dice que se siente identificada, o que me da las gracias… Actualmente, no estoy yendo al psicólogo, pero estoy buscando para ir a uno ahora con la ‘vuelta al cole’ para que me ayude a estar mejor. Ya digo, no me pasa nada importante, pero estoy alterada por dentro.
— ¿Demasiados cambios en poco tiempo?
— Hay que asimilarlo. Sabía que tenía que llegar en algún momento.
— En su Instagram también habla de la salud mental como lo más importante. ¿Lo es para usted?
— Sí, sí que lo es. Lo que he aprendido en este tiempo es que si no estás bien contigo mismo es imposible estar bien con los demás. Nada importa si no estás bien, ni los contratos, ni el abrir un restaurante. Todo eso está muy bien. Pero si no estoy bien, qué más me da eso. Al final, trabajamos para vivir y no vivimos para trabajar. Así que sí, lo considero lo más importante.
— ¿Se atreve a recomendar algo a la gente que sufra algún problema de salud mental?
— Que hablasen con alguien, ya pueda ser un amigo, un padre o un psicólogo. Pero que no se lo quedasen dentro. Dos cabezas piensan más que una y, cuando no estás perfecto, tiendes a pensar en lo peor, en todo lo malo… Si lo hablas, puedes verlo con más perspectiva y eso te puede servir para estar más tranquilo y bien.
Sus proyectos
De ahí que la nueva Ana, en este comienzo de ‘curso’, trate de vivir más tranquila. Lee (Tus zonas erróneas: guía para combatir las causas de la infelicidad, de Wayne Dyer), compagina trabajo con cine (One day, su última recomendación) y va paso a paso. La cocina, su sueño de ser chef, está ahí, pero no quiere forzarlo. Al fin y al cabo, meterse entre fogones siempre fue para ella un hobby. Aprendió en Youtube, buscando los vídeos de Martín Berasategui, o sintonizando Canal Cocina o MasterChef.
Ella ni siquiera se presentó al reality. Fue una amiga suya la que dio el paso. “Se puso malita del corazón y esos meses estuvimos haciéndole mucha compañía. Veíamos MasterChef y por eso ella decidió apuntarme”, cuenta. Por sorpresa, se vio inmersa en el casting y siguió adelante. Llegó, vio y venció.
—¿Cómo le ha cambiado la vida desde entonces? Pepe siempre dice aquello de que el programa les cambia la vida.
— A nivel profesional, por completo; a nivel familiar, nada. Ahora me puedo dedicar a temas de cocina y antes, no. Antes sólo era un hobby.
— ¿Qué retos tiene para este nuevo curso?
— Desde hace cinco años tengo una marca de joyas (Dosprimeras). Ahora, tras mi paso por MasterChef, quería unir el mundo de la moda con el de la cocina y hemos sacado una colección de cocina en nuestra página web donde vendemos este tipo de cosas: delantales, manteles, servilletas, trapos… Estoy en la línea de seguir con mi proyecto personal y unirlo con mi otra pasión, con la cocina.
— ¿Algo más estará tramando?
Bueno, estamos con la creación de los nuevos utensilios de cocina y en el taller donde hago las joyas, monté una cocina. Antes de verano, empecé a hacer entrevistas a personajes conocidos mientras cocinábamos. De momento, a dos. A la presentadora de televisión Nagore Robles y a Teresa Baca, periodista deportiva en LaSexta. Ahora volveré a arrancar a ver a quién puedo traer.
— ¿No le ha pedido a Pepe, Samantha y Jordi que le hagan un hueco?
— En su día a Jordi se lo dije, pero con tanto lío no he podido ir todavía a Barcelona. Pero en algún momento me encantaría.
— ¿Para cuándo su restaurante?
— Este verano ha dado para pensar mucho y me he planteado varias cosas, pero quiero hacerlo bien. De momento, no puedo desvelar nada.
Ana no quiere precipitarse. Repite, como un mantra, sus objetivos a corto plazo: “Quiero estar tranquila, llevar un orden, disfrutar y no agobiarme, que soy un agobio”, recalca. Su vida, en la base, sigue siendo la misma: disfruta junto a sus padres y sus dos hermanos; mantiene a su novio –al que media España conoció a través de MasterChef– y conserva su estilo.
Es reacia a las crestas y no se deja llevar por las tendencias. Admira a los cocineros punkis (Dabiz Muñoz y Carlos Maldonado), pero no se pondría unas rastas para hacerse notar. “Soy más de trencitas”, bromea. Lo importante, en definitiva, es lo que cada uno cocine. Eso lo tiene claro. Por eso, a sus platos nunca les falta –entre otras muchas cosas– tomate…
— Es usted muy ‘real food’. ¿Coincide con el movimiento de Carlos Ríos?
— A mí me gusta comer sano porque es la comida que disfruto, pero no sigo ningún movimiento. Esto es como a la gente que le gusta el dulce o el salado, pues a mí me gustan las verduras. Pero esto es un movimiento propio (bromea).
— Perdone que siga con el tema, pero este verano ha habido una pugna entre el gazpacho de Belén Esteban y el de Carlos Ríos. ¿Los ha probado? ¿Se queda con alguno?
— No me había enterado, pero, personalmente, soy muy de gazpacho.
— Lo que también le gustan son las hamburguesas. ¿Casa ser una Masterchef con la fast food? Hay otros exconcursantes que lo cultivan mucho (Aleix, ganador de la séptima edición, y Carlos Maldonado).
— A mí me parece genial que cada uno hago lo que considere y sea fiel a su estilo. Si a Aleix, por ejemplo, le gustan las hamburguesas, pues adelante. Y en el caso de Carlos, la verdad que lo ha hecho fenomenal. No se tiene que desprender de nada. Tiene su restaurante con estrella Michelin y luego sus hamburguesas, que seguro que no son ni fast food… Tienen que llevar un trabajo detrás (ríe).
— Para terminar: me recomienda algún lugar para comer en Madrid.
— Hay un restaurante que me encanta que se llama Belmondo. La comida está muy rica y el sitio es espectacular. Tiene un ambiente muy agradable y es precioso. Y luego, yo te diría que el Filandon, que supongo que la gente lo conoce. Son dos estilos completamente distintos. Belmondo sería para ir con amigos y Filandon para ir con los padres.