La vida solitaria de Noelia de Mingo con su madre antes de volver a apuñalar: sus vecinos huían
La doctora, de 48 años, vivía en El Molar (Madrid) con su madre desde 2017, cuando salió de un psiquiátrico por matar a tres personas en 2003.
21 septiembre, 2021 02:58Noticias relacionadas
Un día antes de apuñalar a una cajera y a la dueña de un supermercado en su pueblo, El Molar (Madrid), la doctora Noelia de Mingo, de 48 años, se tomó un café con su hermano en el mesón propiedad de su familia en la plaza del ayuntamiento. Al juzgar por su actitud, quienes la vieron no imaginaron que, unas horas después, alrededor de las 12 de la mañana de este lunes, De Mingo saldría de casa de su madre, situada en el piso superior del mismo mesón y, cuchillo en mano, recorrería los 270 metros que la separaban del supermercado Unide para ejecutar un ataque de estas características. No lo podían imaginar, pero temían que, en algún momento, algo sucediese.
La razón es que De Mingo, 18 años antes y de una forma similar, terminó con la vida de tres compañeros de trabajo a puñaladas en la antigua clínica de La Concepción de Madrid, la actual Fundación Jiménez Díaz, e hirió a seis más. Era el 3 de abril de 2003. Por aquellos hechos fue juzgada en 2006 y absuelta de los cargos de triple homicidio y homicidio en grado de tentativa, tras comprobarse que padecía esquizofrenia paranoide crónica.
Así, fue condenada a 25 años de internamiento en un psiquiátrico. De Mingo pasó 11 años en el hospital psiquiátrico penitenciario de Fontcalent, en Alicante. En octubre de 2017 quedó en libertad, después de que varios informes aconsejaran que podía hacer vida normal, siempre tutelada por su madre, entonces de 79 años, y con seguimiento por parte de un médico psiquiatra.
La decisión hizo saltar las alarmas del abogado defensor de las familias de las víctimas, Carlos Sardinero. “No podemos asumir el riesgo de que lo vuelva a hacer”, aseguró en aquel momento. Además, la asociación El Defensor del Paciente señaló también en 2017 que la salida de De Mingo entrañaba una “enorme peligrosidad”.
"Pelos de punta"
A pesar de todo, De Mingo regresó a su pueblo, de donde era oriunda, y se quedó a vivir con su madre Consuelo. Apenas salía a la calle. Su madre trataba de impedírselo para cumplir a rajatabla con las condiciones de la tutela. Cuando lo hacía, paseaban juntas. Ambas asistían regularmente a misa y viajaban a menudo a Madrid en autobús para el seguimiento médico.
También compraban en el supermercado donde se ha producido el ataque, aunque De Mingo no se relacionaba con las dos mujeres agredidas, más allá de como lo haría una clienta más. La encargada estaba casada con un pariente suyo. Pero la agresora no tenía ningún móvil para perpetrar el ataque, más allá de la irrupción de un nuevo brote psicótico como el que ya sufrió en 2003 y la llevó entonces al ataque múltiple.
Pese a que casi siempre salía con su madre, Carlos, un vecino, asegura a este periódico haber visto a la doctora sola cogiendo el autobús en varias ocasiones. “En todos estos años no ha causado ningún incidente pero, cuando la veía, me cambiaba inmediatamente de acera”, dice el hombre a EL ESPAÑOL. “Se te ponen los pelos de punta”, continúa, hablando de cuando se cruzaba con ella. No podía evitar pensar en sus antecedentes. Por su parte, la estanquera señala que De Mingo también iba sola a su establecimiento a comprar el abono de transportes, dando a entender que la madre no siempre la podía vigilar.
Otros residentes explican a este periódico que la doctora llevaba una vida solitaria y apenas se relacionaba. Alguna vez se la veía tomando café en el mesón de su familia, como el día antes de la agresión. Normalmente se juntaba con su hermano o con algún otro amigo. Pero tenía muy pocos. Uno de ellos explica que De Mingo, bajo los efectos de la medicación, se comportaba como una persona normal, aunque sí que destaca que tenía la “mirada ida”.
La familia de De Mingo, además de regentar el mesón, es propietaria de un hotel en la entrada del pueblo. “Siempre han tenido dinero y son muy religiosos”, cuenta Marisol, otra vecina. En su opinión, “nunca deberían haberla soltado”. Gran parte del pueblo sabía lo que había hecho y la miraban con recelo.
“¡Auxilio, ayudadme!”
Los hechos que sobresaltaron la tranquila vida de esta localidad a 40 kilómetros al norte de Madrid y que no llega a los 9.000 habitantes tuvieron lugar a media mañana del lunes. Según pudo conocer este periódico, la madre de la agresora se habría dirigido sola al ambulatorio, momento que De Mingo aprovechó para salir de su casa con un cuchillo de grandes dimensiones, de unos 20 centímetros.
Varios testigos oculares relataron a EL ESPAÑOL haberla visto caminando con decisión por la avenida España, con el arma en la mano. “La hemos visto, ¡pero quién la para!”, dijo Carlos. Tras salir de su casa, De Mingo recorrió en línea recta los 270 metros de la misma avenida que separan la vivienda del supermercado. Antes de entrar en él, habría escondido el cuchillo entre la ropa. Pilar, otra vecina que se encontraba dentro de la tienda, la vio pasar por detrás suyo en uno de los pasillos. Lo siguiente que escuchó fueron los estremecedores gritos de “¡Auxilio!” y “¡Ayudadme!”.
Eran los chillidos de Virginia, una de las cajeras del turno de mañana, que apenas llevaba un mes en su puesto, según varios vecinos. La mujer de 46 años recibió una puñalada en la parte lateral del torso. Según el entorno cercano de la víctima, la herida le alcanzó el pulmón, el bazo y el riñón, aunque solo fue intervenida de forma superficial. Tras ser atacada, cayó al suelo, momento en que la encargada de la tienda vio venir a la agresora hacia ella. La mujer, de 53 años, trató de defenderse y recibió cortes y puñaladas leves en el brazo.
Con la cajera en el suelo, la encargada se dirigió por sus propios medios a la Farmacia El Molar, justo enfrente del establecimiento. Allí, dos farmacéuticas la atendieron y bajaron la persiana para evitar que De Mingo pudiera perseguirla y entrar. Entre tanto, la agresora salió a la calle, donde varios vecinos la increparon y trataron de acorralarla, mientras llamaban a la policía. De Mingo hizo ademán de volver a su casa por la misma avenida por la que había venido pero, el dueño del estanco -en la misma calle- le hizo retroceder.
Fue entonces cuando se presentó en el lugar una patrulla de la Policía Local. Los dos agentes bajaron del vehículo con porras extensibles, a pesar de que varios testigos les gritaron que sacasen la pistola. De Mingo fue acorralada en una pared aledaña al supermercado mientras “iba con el cuchillo en ristre”, según explicó uno de los presentes, Ricardo, que presenció toda la escena desde su balcón.
En ese momento, sin gritar ni pronunciar una sola palabra, a pesar de la tensión de la escena, la agresora trató de abalanzarse sobre uno de los policías blandiendo el cuchillo en el aire. Tras retroceder, el agente volvió a presionarla hacia la pared mientras que el otro se le aproximó por detrás. Pocos segundos después, consiguieron desarmarla y reducirla.
Posteriormente llegaron a la escena del ataque los servicios de emergencias, los cuales evacuaron a ambas heridas. Apenas unas horas después de lo sucedido, el supermercado continuaba con su actividad habitual aunque en el ambiente se percibían los nervios a flor de piel. Entre los trabajadores se encontraba un reponedor que era sobrino de una de las agredidas.
De Mingo pasó posteriormente a custodia de la Guardia Civil, que la trasladó a sus dependencias de San Agustín de Guadalix. La investigación se encuentra bajo secreto de sumario.