Los idus de marzo de Pablo Casado se adelantaron a febrero. El pasado martes 22 (22022022) será recordado en el mundo con pavor como el día en que se reeditó la anexión de los Sudetes pero, en España, como el día en que el principal partido del centroderecha despedazó sin piedad a su líder, escenificando un espectáculo de crueldad y traición como los que se ven pocos fuera de la política.
Apenas cinco días antes, sus colaboradores salieron en tromba a apuntalar a Pablo Casado. Fue horas después de que se revelase una supuesta trama de espionaje interna por la que el líder del PP y su defenestrado número dos, Teodoro García Egea, habrían ordenado sacar los también supuestos trapos sucios de su principal activo político, Isabel Díaz Ayuso.
Las declaraciones de apoyo a Casado se multiplicaron en una aciaga tarde para el PP, para tan solo cinco días después, mutar de la forma más flagrante e impudorosa en peticiones de dimisión y de Congreso Extraordinario. Quienes el jueves y el viernes juraron lealtad a quien les había encumbrado, el martes negaron conocerle. Justificaron su cambio de postura en un servicio al partido y al país. Pero muerto el rey, no en pocos pareció que rendían pleitesía al que habría de venir detrás de él. A rey muerto, rey puesto.
En medio de la vertiginosa sucesión de los acontecimientos, sin embargo, hubo quienes llenaron de sentido la palabra lealtad y se mantuvieron firmes al lado de su jefe y amigo. No cedieron ante el linchamiento de la turba, los editoriales punzantes y el cambio de dirección que se avecinaba de forma irremediable, aun a costa de perder el puesto y el salario. Se hundieron con el barco y con su capitán.
Algunos de ellos eran recién llegados al partido, como el periodista Pablo Montesinos, vicesecretario de Comunicación del PP: no solo apoyó y mostró públicamente su gratitud a Casado, sino que se fue literalmente detrás de él después de la última intervención del líder ‘popular’ en el hemiciclo del Congreso el miércoles, en medio del aplauso fariseo de quienes le forzaron a marcharse. María Pelayo, jefa de prensa de Casado, también permaneció a su lado en las horas más negras de la tarde del martes; solos, en la misma habitación de Génova, mientras el mundo a su alrededor se desmoronaba a una velocidad indigerible.
Pero Montesinos y Pelayo fueron la excepción. Donde no hubo excepciones fue en el núcleo duro de Casado. Quienes lo forman, más que compañeros de andanzas políticas, son sus amigos. Lo fueron al principio y lo fueron al final. Proceden del círculo de las Nuevas Generaciones (NNGG) del PP en el distrito de Moncloa (Madrid) a principios de los 2000. Ellos conocieron a Casado cuando no era nadie y han sido testigos, a lo largo de más de 20 años, de su ascenso y caída.
Núcleo duro
La mayoría de integrantes de ese núcleo duro aparecen retratados en una imagen tomada en una fiesta en la casa de los padres de uno de ellos, a la que ha tenido acceso este periódico. Data de 2005. En ella, se ve en el centro a Pablo Casado rodeado de los que en febrero de 2022 han sido de sus últimos leales.
En la imagen aparecen, en primer plano y de izquierda a derecha, María Fuster, exvicepresidenta de las juventudes del PP europeo (YEPP); Loreto Sordo, concejala del PP en el Ayuntamiento de Madrid y presidenta de los Distritos de Moncloa-Aravaca y Usera; Ana Camins, secretaria General del PP de Madrid y senadora; el propio Pablo Casado; Nacho Díez Bernal, director de Estudios y Análisis de la Secretaría General de Presidencia de la Junta de Andalucía; Diego Sanjuanbenito, jefe de gabinete de Casado y diputado en la Asamblea de Madrid; Paula Gómez de la Bárcena, directora de la Fundación Inspiring Girls y célebre por la llamada de atención en la Convención del PP de septiembre de 2021 ante la falta de representantes femeninas; y Ángel Alonso, primer teniente de alcalde en el Ayuntamiento de Majadahonda.
En segundo plano, también de izquierda a derecha, están Gonzalo Melián, economista y arquitecto en el sector privado; Gonzalo Ortiz Lázaro, exdirector general de Inmigración de la Comunidad de Madrid, exasesor de Esperanza Aguirre y actual jefe del área de Salud y Servicios Públicos de Accenture en Andalucía; Anita Leivrik North, del Partido Conservador de Noruega; un acompañante sin relación con el grupo que asistió a la fiesta; Gaizka, de las NNGG de Gipuzkoa; e Iñigo Arcauz, asesor del PP en el Parlamento Europeo y exconcejal del PP en el Ayuntamiento de San Sebastián.
En la imagen falta una integrante fundamental de aquel grupo de amigos que, por una coincidencia o una fatal premonición, no asistió a aquella fiesta: se trata de Isabel Díaz Ayuso. Tampoco aparece en la foto otro de los más cercanos a Pablo Casado, miembro de la pandilla y amigo desde entonces del saliente presidente ‘popular’ que el miércoles, al igual que Montesinos, también bajó las escaleras del Congreso tras sus pasos. Es Antonio González Terol, actual vicesecretario de Política Territorial, diputado y una figura clave en la carrera política de Casado.
Quienes salen en la foto no han hecho una carrera de peso o han tenido cargos de relevancia pública dentro del PP. No le debían nada a Casado. Aun así, en estos días, o se han mantenido en silencio, rechazando sumarse al cómodo linchaminto contra el líder caído, o le han mostrado públicamente su apoyo desde sus tribunas de segunda fila.
“No hay ni principios, ni valores, ni amigos”, dice a EL ESPAÑOL una de las componentes de aquel grupo, que prefiere guardar su anonimato. “Lo que hemos visto era totalmente innecesario, porque se podrá estar de acuerdo o no con lo que se ha hecho, pero estas no son las formas. Solo seremos conscientes de la envergadura y el daño que se ha hecho al partido cuando pase un tiempo y seamos capaces de digerir todo esto”, añade.
Distrito Moncloa
La amiga de Casado cuenta que el grupo se conoció en la sede del PP de Moncloa. Confluyeron como jóvenes universitarios con las mismas inquietudes políticas, pero allí nació, sobre todo, una pandilla de amigos. Algunos, entre ellos el propio Casado, González Terol o Melián, de Palencia, Murcia y Gran Canaria, respectivamente; habían llegado a Madrid como estudiantes de fuera de la capital y residían en colegios mayores. Encontraron en la sede ‘popular’ del distrito madrileño un refugio y un grupo con el que trabajaban y compartían ideales, pero también salidas a bares y discotecas por la zona de Argüelles y Ciudad Universitaria.
“Para alguien que venía de fuera y no tenía una casa donde volver a cenar, aquel grupo se convirtió en su familia. Nos encontrábamos en la sede por las tardes después de clase. Nos lo tomábamos muy en serio, trabajábamos duro. Luego, siempre salíamos a cenar. Ellos no tenían que volver a su habitación del colegio mayor y nosotros no íbamos a casa de nuestros padres. Así funcionaba, estábamos muy unidos”, relata la miembro del grupo.
González Terol y Casado impulsaron en Moncloa la formación de aquellos ‘cachorros’ del PP. No se limitaron a aprender los argumentarios del partido, sino que ampliaron sus aptitudes en telegenia, retórica, hablar en medios… Aquello fue una revolución respecto al resto de distritos de la capital, donde los miembros de NNGG se limitaban a asistir a tres escuelas al año.
“Pablo y Antonio [González Terol] querían que supiéramos desenvolvernos en la vida y enfrentarnos a situaciones difíciles, más allá de conocer muchos contenidos”, recuerda otro de los que salen en la foto. Y pone, como ejemplo, uno de los ejercicios a los que se sometían: “Nos subíamos solos a una silla y el resto nos lanzaba preguntas incómodas, acusaciones y todo tipo de ataques, que fueran verdad o no, nosotros teníamos que responder aguantando la presión”.
Desde Moncloa, el grupo de jóvenes también se hermanó con el PP de Gipuzkoa, razón que explica que dos integrantes de esa demarcación aparezcan en la foto. Los ‘cachorros’ de Moncloa pasaban dos semanas al año con sus coetáneos vascos echando una mano en la provincia, una de las más duras históricamente para el PP. “Les ayudábamos a rellenar las listas para que se pudieran presentar a todos los municipios, en todas las elecciones que tuvieron lugar aquellos años”, dice otra de las integrantes de aquel equipo en conversación con este periódico.
Los meses transcurrieron rápido en medio de una actividad frenética. De aquella asociación política que sus miembros definen más bien como “un club social” saldría el próximo presidente de NNGG en Madrid.
Encuentro con Ayuso
Los amigos de Casado le recuerdan en ese entorno como “alguien que no destacaba” ni que tenía una especial ambición. “Llegó por casualidad”, dicen. El líder ‘popular’ se fue una temporada a Suiza donde hizo prácticas para el Banco Santander. En ese momento, por contra, González Terol tenía un perfil más ambicioso de cara a una futura carrera política.
Sin embargo, el empeño de Casado en el área de Comunicación del distrito, le abrió las puertas para conocer a Alfredo Prada y luego a Esperanza Aguirre. Ambos le empujaron hacia arriba. En 2003, Prada fue nombrado por Aguirre vicepresidente segundo y consejero de Justicia e Interior de la Comunidad de Madrid. El consejero fichó a Casado como asesor parlamentario, cargo que este compaginó con sus estudios de Derecho en la Universidad Complutense.
Luego, en 2005, vendría el salto a la presidencia de NNGG de Madrid, un hecho que se produjo, no por una candidatura fuerte, sino porque Casado representaba un líder de consenso. En aquellos años en Madrid, el PP estaba fuertemente dividido entre los distritos de la capital de Salamanca y Moncloa encabezados por Borja Sarasola y González Terol, contra el otro 50% que representaban los pueblos del extrarradio de la ciudad.
“Llevábamos muchos años con una fuerte división entre los partidarios de los dos bloques. Éramos los ‘niños bien’ de la capital contra los de las urbanizaciones y los pueblos de la Sierra. Pablo era un tipo poco conflictivo, muy de consenso y salió como alternativa para casar a esas dos mitades enfrentadas. Fue el pegamento para unir a esas dos partes”, asegura, por su parte, uno de los integrantes del grupo.
Casado se presentó al Congreso de NNGG en Móstoles y fue coronado líder de la sección juvenil de los ‘populares’ madrileños, enfrentándose a González Terol con quien luego recuperaría la amistad, hasta hoy. Al mismo tiempo, Casado siguió vinculado a Moncloa. Fue en aquel tiempo cuando conoció también a una joven Isabel Díaz Ayuso. La actual presidenta regional formaba parte de NNGG de Chamberí y era estudiante de Periodismo.
En actos del PP en la Comunidad, coincidió con Casado, el cual le pidió que se uniera al grupo de Moncloa para que le ayudase con la revista que editaban el el distrito, El Nueve, mueve. Ayuso, que en esos momentos hacía prácticas en la cadena Cope, siguió a Casado, con quien forjó una intensa amistad, al igual que con el resto. “Tenían una relación excepcional y siempre la han tenido. Hasta ahora”, señala una amiga de ambos.
Como presidente de NNGG de Madrid, Casado designó a Gonzalo Ortiz (otro de los que aparece en la foto) como su secretario general. Ortiz se fue de Erasmus y su cargo pasó a ocuparlo Ana Camins (también en la foto). Al mismo tiempo, Díaz Ayuso fue nombrada secretaria de Comunicación del área juvenil del PP madrileño.
Los últimos días
Pablo Casado ha vivido, en la última semana, los peores días de su carrera política. Integrantes de su círculo íntimo, miembros inseparables de aquella pandilla de NNGG de Moncloa, también amigos de Ayuso, han intercambiado mensajes de WhatsApp con él e incluso han tenido breves conversaciones telefónicas desde el pasado jueves. Describen al que antaño fuera su compañero en sus años universitarios sumido en una "profunda tristeza" y en estado de ‘shock’.
“No entiende la que se ha liado, aún no lo asimila. Se cree en posesión de la verdad absoluta. Ha dejado el partido en manos de Teo [García Egea] y ha pecado de ingenuidad. Cuando ha querido tomar las riendas, ya era demasiado tarde. Él se enteró del asunto del espionaje en un punto de no retorno y se siente traicionado por Isa [Díaz Ayuso], porque ha intentado por todos los medios aclarar el asunto internamente y que le diera explicaciones, pero no ha obtenido respuesta”, dice una de sus más cercanas amigas del grupo, que se trata con ambos.
Desde el círculo más íntimo de Casado explican que, ante sus intentos de hablar con Ayuso, esta siempre le respondió que quienes tenían que probar la acusación por la presunta corrupción en la adjudicación del contrato en el que su hermano estaba de por medio, era Génova, no ella.
Por otro lado, comentan que Ayuso nunca ha ambicionado la Dirección Nacional del partido. “No ambiciona nada a corto y medio plazo. Ella es así, no hace planes de futuro. Lo pasó muy mal en la primera campaña por la exposición de su familia, porque ella es muy familiar. Y que se involucre de nuevo a su familia jugando con el pan de su hermano le ha afectado mucho”, explica la amiga sobre la guerra interna.
Para ellos, y en la línea de la respuesta institucional del partido, no ha habido ninguna guerra, sino una falta de entendimiento que ha desembocado en una fuerte decepción en Casado. “[Pablo Casado] se acuerda de que ambos [junto a Ayuso] han montado esto juntos, que él la trajo primero a Moncloa, que se la recomendó a [Cristina] Cifuentes, que apostó por ella con todo y no sabe qué ha hecho para merecer esto. No entiende cómo Isa ha llegado a este punto, y el dolor es doble, porque le afecta en lo personal y lo profesional”, continúa la persona del entorno de ambos.
En este sentido, para la integrantee del grupo de Moncloa, tanto Casado como Ayuso son dos personas “cero conflictivas” y “cero rencorosas”. “Me da mucha pena porque estoy en medio de una amistad de 20 años muy bonita, compartiendo momentos muy difíciles. Lo han pagado ellos pero lo han orquestado los entornos de ambos”, dice, señalando veladamente, por una parte, a Miguel Ángel Rodríguez y, por otra, a Teodoro García Egea. “Me choca que no se sentaran para que no llegara la sangre al río, han tenido que ser los entornos”, insiste.
Reservándose su postura ante el rumbo que tiene que tomar el partido, los últimos leales a Casado rompen una lanza por el que hasta ahora ha sido su líder y que siempre ha sido su amigo: “Si nos aislamos de todo el ruido que hay en estos momentos, es justo decir que Pablo Casado ha logrado cohesionar un partido que estaba hecho trizas. Todos estaban contra todos y él abrió una tercera vía. Ha tenido más aciertos que errores. La brecha con Isabel Díaz Ayuso es una brecha inmensa, pero si se cura, el enfermo está bien. Antes, el enfermo sangraba por todos lados”. La política, sin embargo, es cínica y no entiende de grises. Tampoco disculpa errores.