En algunos de los mejores cuentos de Raymond Carver, los personajes se la pasan huyendo no se sabe muy bien de qué. Lo mismo hace Nat, la joven traductora de Un amor, de Sara Mesa, embarcada en una huida constante. Nada de esto le es extraño a Arturo Valls (Valencia, 1975), el presentador querido por todos pero adorado por las abuelas de este país. No parece una mala cosecha a 25 años de carrera: fama, dinero y cierto reconocimiento en lo que hace.
Pero, igual que los protagonistas masculinos de Paul Thomas Anderson –y esto él, cinéfilo como es, lo sabrá bien–, ha invertido energía y ahorros en huir de posiciones a priori deseables. Por eso, como si una insatisfacción interior lo moviese, dejó ¡Ahora caigo! tras una década gobernando las tardes para lanzarse a la producción de cine, una industria donde ocho de cada diez películas pierden dinero.
Valls quería así “acabar con los prejuicios” que lo situaban como showman televisivo, dijo a Efe. Un Premio Ondas y tres Neox Fan Awards a mejor presentador de televisión algo tendrán que ver con la formación de esos prejuicios. No obstante, también explicaba en Vertele que fue “un programa que me dio muchas alegrías laborales, sobre todo a nivel de tranquilidad, porque en 2011 aún estaba muy presente la crisis de 2008”. Y, si el éxito no le cayó del cielo, también es de justicia matizar que a lo que Valls llama “tranquilidad” en realidad es un capital acumulado que le permite tener una empresa con un patrimonio neto total de 3,8 millones de euros según los últimos datos disponibles (2020) en Informa.
El reportero intrépido
Valls fue uno más entre los miles de estudiantes que se lanzaron al sueño del periodismo en los 90, una década donde la profesión gozaba aún de un elevado reconocimiento –en términos económicos y de prestigio–. Sin embargo, la abandonó pronto: lo que tardó en conseguir un puesto como reportero en Valencia Te Ve, un extinto canal local por entonces propiedad de Sánchez Carrascosa.
Dicen que una vez dentro es cuestión de tiempo que las cosas mejoren, y eso es exactamente lo que sucedió con el joven Valls. En 1998 daba el salto a la televisión nacional a manos de La Sexta y Caiga quien caiga. Seguía siendo joven -apenas 23 años- y reportero, pero ahora sumaba aquello que ha permanecido cuando la juventud se apagó y de reportero no le quedó ni la libreta: el sentido del humor.
Las ganas de comerse el mundo podían con la inexperiencia. O eso pensaba él, porque también se llevó un revés de esos que no te avisan en la carrera. Tal y como confesaba a Dani Mateo, al poco de llegar quisieron mandarlo de vuelta a Valencia: “Me dijeron que no funcionaba, que era un reportero de segunda en un programa de primera división. Lo recuerdo como el peor momento de mi vida, me temblaron las piernas”.
Al final, Valls aguantó hasta 2002 gracias a que Wyoming, siempre con un ojo privilegiado para discernir el talento y la mediocridad, dio la cara por él. Como reportero dejó momentos inolvidables, como aquella vez que Hugh Grant lo llamó ‘jodido gilipollas’ con todo merecimiento.
Huyendo de la figura del reportero impertinente que se ganaba a pulso los insultos de los entrevistados, esta vez fue Valls quien decidió abandonar “la primera división” de Caiga quien caiga. Fichó por la Federación de Organismos de Radio y Televisión Autonómicos (FORTA), una asociación de 12 entes públicos de radio y televisión de las comunidades autónomas para presentar programas como X Cuánto?, donde era maestro de retos, o Licencia para mirar, donde hacía monólogos.
De la conjunción de estos dos factores -presentador y humorista- nació el Arturo Valls estrella que conocemos hoy. A través de FORTA, Valls llegaba a las principales autonómicas de España, desde Telemadrid a Canal Nou. La vuelta a la televisión nacional, esta vez como fichaje de relumbrón, era cuestión de tiempo. Y, lo más importante, daba inicio a su imperio empresarial.
El productor intrépido
En 2003, Valls fundaba Pólvora Films SL, sociedad desde la que se ha dedicado principalmente a actividades de producción de cine. Inicialmente, fue concebida como un lugar donde invertir parte de sus crecientes ganancias televisivas: "Hay gente que se compra un coche, o zapatos o bolsos, en cuanto gana dinero, yo me compré un guion”, decía a Efe.
Pólvora Films, con domicilio social en Valencia tras moverlo de Madrid en 2020 y de la que es administrador único y accionista mayoritario, tiene un capital social de 1.503.012 euros y un patrimonio neto de 3.813.621 euros según datos de Informa (2020). Aunque la salud de la empresa es aparentemente buena (evolución estable, riesgo de cese medio-bajo, trayectoria y liquidez excelente, endeudamiento muy escaso -aunque no tener deudas no es algo necesariamente bueno-), el balance de resultados lleva años siendo negativo: -140.143 euros en 2018, -118.857 euros en 2019, -185.325 euros en 2020… Por tanto, la situación financiera es normal gracias al capital propio que aporta Valls y a sus ganancias de televisión, ya que como negocio no parece estar funcionando (su capacidad para generar beneficios es nula).
A través de la compañía, ha sido productor ejecutivo de Los del túnel (Pepón Montero, 2017), Tiempo después (José Luis Cuerda, 2018), en la que le dio un papel a su padre -privilegios de financiar una película-, y la serie Dos años y un día, que coproduce con Atresmedia y aún no tiene fecha de estreno. Lo de Tiempo después fue también un proyecto colectivo con amigos como Andreu Buenafuente, todos admiradores de Amanece, que no es poco (1989) y que quisieron brindarle la posibilidad de hacer una última película a Cuerda.
Las vías para sacar adelante un proyecto cinematográfico a menudo tienen más que ver con una odisea que con un negocio al uso. Por ello, en 2015 asoció Pólvora Films con Estela Films para levantar la financiación de Los del túnel. Esta fórmula ha sido repetida en siguientes producciones.
Además Valls -a través de su empresa- ha sido administrador solidario de Alguna parte AIE y Café para muy cafeteros AIE, creadas en 2020. Estas agrupaciones de interés económico “son sociedades que se crean con un fin y, cuando cumplen con ese objetivo, se deshacen”, explica a EL ESPAÑOL la consultora fiscal Laura García, quien apunta otra clave: “Se usan mucho para crear películas y negocios similares”.
De acuerdo con esta explicación, resulta coherente la ampliación de capital de un millón y medio de euros que experimentó Pólvora Films en 2019 a través de la AIE Café para muy cafeteros, que figura como una de las empresas productoras de Camera Café, la película, la última gran apuesta de Valls, dirigida por su amigo Ernesto Sevilla, y con la que espera conquistar la taquilla española a partir del 25 de marzo.
En términos económicos, sus películas de ficción no han recuperado en taquilla la inversión realizada. Según datos de IMDB, Los del túnel contó con un presupuesto estimado de 2.500.000 euros y tuvo una recaudación en salas (sumando nacionales e internacionales) de 1.385.270 dólares. Algo mejor le fue a Tiempo después, con presupuesto de 2.000.000 euros y recaudación en taquilla de 1.729.112 dólares.
No obstante, hay que matizar que los productos cinematográficos se amortizan a través de un sistema de ventanas de las cuales la exhibición en salas, si bien tradicionalmente ha sido la más importante, solo es el primer paso. Después llegan los contratos por pases televisivos, plataformas digitales, ventas físicas… de forma que es difícil saber la suerte real que correrá la inversión en una película hasta que no pasan varios años.
El actor intrépido
Que el cine es importante para Valls ha quedado demostrado. Por tanto, no es difícil adivinar cuál ha sido otro de los caminos que Valls ha recorrido para huir de ese presentador televisivo que también es él.
Como actor, Arturo Valls cuenta con 46 créditos en la base de datos IMDB. Empezó, paradojas de la vida, con un pequeño papel en El corazón del guerrero (Daniel Monzón, 1999) donde interpretaba a un periodista en concierto, profesión de la que huyó al meterse en el cine. Después hizo casi de todo, desde ponerse en la piel de Salvador Dalí hasta salir en Torrente 2: Misión en Marbella (Santiago Segura, 2001).
Sin embargo, lo que le cambió la vida como actor también fue la televisión: Valls ha aparecido en series como 7 vidas, Aída, Gominolas -su primer papel protagónico, junto a Fernando Tejero y Kira Miró-... pero, sobre todo, fue Jesús Quesada en 32 capítulos de Camera Café, su gran éxito popular.
Pero Valls, multifacético donde los haya, esconde otra habilidad más dentro de la industria cinematográfica: es actor de doblaje. Con un estilo característico, similar al de otros humoristas-dobladores como Florentino Fernández o José Mota, ha prestado su voz a estrellas estadounidenses como Hugh Jackman, Andy Samberg, Jerry Seinfeld, Chris Miller… y hasta a dibujos animados como Grosso ‘El Crack’ (Futbolín) y Gaviota (Bob Esponja).
¿Y ahora qué?
En la actualidad, Valls disfruta de una situación confortable y libre de la dictadura de las audiencias. Pero conociéndole, esto puede significar que en cualquier momento le pega otro volantazo a su carrera.
Como presentador sigue al frente de Mask Singer y Me resbala, dos de los principales activos de Antena 3. Su carrera como actor sigue consolidándose y, a sus papeles en comedias exitosas como Perdiendo el norte o Villaviciosa de al lado se une su próxima participación en Sin novedad, la nueva serie de HBO Max.
En Instagram, donde se muestra muy activo, es habitual verlo en compañía de amigos como Wyoming, David Trueba, Lorena Castell o Carlos Areces; montando en bici, cantando en karaokes o viajando; o haciendo actividades con sus hijos Martín y Mónica. A juzgar por eso -y aunque la experiencia y la propia naturaleza de las redes sociales inviten a no hacerlo-, su vida personal también está en un punto de equilibrio.
Por último, su faceta como empresario es la que más se tambalea. El Goya obtenido en la última ceremonia de los premios del cine español como productor del cortometraje Tótem Loba, una escalofriante historia sobre el machismo escrita y dirigida por Verónica Echegui, sin duda le reportará prestigio como consuelo a los malos resultados de pérdidas y ganancias de Pólvora Films. Y es que, de no ser por el colchón de capital que hay tras la empresa por los ingresos que le generan otras vías, hace tiempo que su historia como productor habría sufrido la misma suerte que los concursantes a quienes tantas veces lanzó por el precipicio de ¡Ahora caigo!.