Salir a comer o cenar a un restaurante, normalmente, tiene una parte dolorosa: la de pagar la cuenta. Cuando a la mesa de turno llega la invitación a la boda, como popularmente se le llama a la factura en muchas partes de España, las caras largas y las miradas cruzadas, como si estuviese a punto de desatarse un tiroteo en el lejano Oeste americano, se suceden entre los comensales. Muchos, sin atreverse a hacerlo nunca, han pensado alguna vez en hacerse un simpa, como se le denomina a irse de un restaurante sin pagar. Sin embargo, hay un hombre en Zaragoza que se ha especializado en el innoble arte de largarse de un lugar sin abandonar la cuenta. De hecho, ha perfeccionado tantísimo su técnica durante tantos años que podría montarse una academia para instruir a futuros caraduras.
Podríamos poner de ejemplo cualquiera de los muchos locales de restauración que pueblan las calles de la ciudad cesaraugustana. Frecuentados por foráneos y turistas, suelen especializarse en vermús, cañas y menús del día a unos 12 euros el tenedor.
Pongamos que es un día normal, un martes común, y tú, como camarero o encargado de un local, ves entrar a un señor de unos 50 años, con aspecto ligeramente descuidado pero sin salirse de lo habitual, que lleva una cazadora de cuero marrón. Sin cruzar más que las pocas palabras de cortesía y bienvenida, le sientas en una mesa para uno.
Tras tomarle nota, le empiezas a sacar los platos que te pide. Todo va bien, sin ninguna novedad extraña, hasta que llega la hora de pagar. Cuando le traes la cuenta para que te abone los servicios prestados, el tipo de la cazadora se niega a pagarte con un rotundo “no tengo dinero. No te pienso pagar”. Esta situación puede parecer la escena de una sitcom española, pero en Zaragoza hay un hombre de 47 años que lleva haciéndolo desde, al menos, los últimos seis.
Detenido más de 30 veces
Antonio Miguel Grimal Marco es el gran maestre de los simpas españoles. Según la Policía Nacional de Zaragoza, este sujeto habría sido detenido una treintena de veces por irse sin pagar de restaurantes y bares tras cenar o comer en ellos. Por el momento, eso sí, sus fechorías se han acabado, pues el domingo 13 de marzo, la Audiencia Provincial de Zaragoza decidió enviarlo a prisión tras acumular la friolera de nueve detenciones en marzo por irse sin abonar la factura de diferentes locales.
La última gran fechoría de Antonio sucedió en la plaza Emperador Carlos de la capital maña. Era la hora de la cena del domingo 13 de marzo, cuando nuestro protagonista entró en un restaurante de la franquicia La Tagliatella.
“Parecía un señor normal. No había nada extraño en él”, asegura a esta cabecera Beatriz, la encargada del negocio. Según relata, Antonio entró en el local y se sentó en una mesa para uno. Cuando se vio cómodo, pidió para cenar dos de las especialidades del restaurante: pasta y rissoto. “Ah, y una botella de vino. Y gaseosa. Y postre”, sigue relatando la hostelera.
Cuando Antonio terminó de cenar, la camarera que se encargaba de atenderlo fue a por la cuenta, momento que el susodicho aprovechó para recoger sus bártulos y, con toda la tranquilidad del mundo, salir por la puerta. Lo que él no sabía es que, fuera del restaurante, se encontraba otro de los encargados del local. “De hecho, no sabía que era compañero y le pidió un cigarro”.
Al darse cuenta de que era uno de los comensales del turno de la noche, le preguntó si había pagado, a lo que le respondió que no, que no tenía cartera, que se la había dejado en casa. “Mi compañero se quedó un poco descolocado, porque, claro, nadie sale a cenar sin cartera. Aun así, le puso facilidades para pagar”.
Ante la excusa de la cartera, el trabajador le dio varias opciones, entre ellas hacerle un Bizum a alguno de los miembros de La Tagliatella o, incluso, dejar su DNI en el local y acercarse a pagar en otro momento; pero eso no entraba en los planes de Antonio, quien, directo y conciso, aprovechó para soltarle la verdad al camarero: “Le dijo que no tenía dinero y que ni podía pagar ni quería hacerlo”, asegura Beatriz al otro lado de la línea telefónica.
"¿Otra vez tú?"
Tras conseguir que Antonio volviera a entrar en el local, los trabajadores llamaron al 091. Él no se puso nervioso al pensar que se tenía que enfrentar a las autoridades, sino que se despanzurró en una silla y esperó tranquilamente a que llegaran los agentes. “Menudo percal cuando llegaron”, continúa relatando la encargada. “Cuando los policías vieron quién era, lo saludaron como si fuera un amigo. ‘¿Otra vez tú?’, le dijeron”. Tras escuchar las explicaciones de ambas partes, que eran idénticas, los agentes se llevaron detenido a Antonio Miguel, quien dejaba casi 60 euros de deuda en el restaurante.
A los pocos días, Beatriz y su compañero fueron a denunciar la situación, consiguiendo que el juez impusiera una orden de alojamiento a Antonio Miguel, quien no podrá acercarse al local en los próximos seis meses.
Aunque hacerse un simpa puede parecer un acto baladí, irse sin pagar de un restaurante se considera un delito de estafa leve si el importe adeudado es menor a cuatrocientos euros, pasando a ser grave si los supera.
De hecho, la acumulación de este tipo de delitos casi lleva a Antonio a pisar la cárcel en el año 2017, cuando fue absuelto in extremis de la prisión por acumular hasta cinco simpas de hasta 140 euros cada uno (esta cuenta vino de un hotel del que se fue sin pagar después de pegarse un homenaje junto a tres amigos). La doctrina del Tribunal Supremo que impide a un acusado entrar en prisión por acumulación de delitos leves le salvó de la cárcel, saliendo de los juzgados con una sentencia en firme que le obligaba a abonar las cuentas adeudadas.
Pero ¿quién es este hombre de aspecto pícaro y sangre fría –en una entrevista concedida a un medio local, otro hostelero víctima de sus actividades afirmó que, mientras llegaba la Policía al local, le pidió una caña “para echar el rato”– que se dedica a comer y cenar a la carta sin pagar ni los profiteroles?
Su perfil
Este buscón maño, a pesar de haber vivido la mayor parte de su vida en Zaragoza, nació en Barcelona en 1975. Siendo todavía muy joven, se instaló en la ciudad del Ebro, donde empezó a estudiar en el CEIP Las Fuentes, ubicado en el barrio con el mismo nombre.
Después de completar sus estudios, empezó su vida laboral, que culminó como primer oficial industrial en la empresa de refrigeración e instalaciones Aislamientos Moncayo S.A., que bajó la persiana en marzo de 2013.
Aunque no hay ninguna información que afirme hasta cuándo estuvo trabajando Antonio como primer oficial, en sus redes sociales asegura que ya no se encuentra en el mercado laboral, sino que es pensionista. Con 47 años.
De hecho, su vida se sucede con aparente tranquilidad, pues viaja con cierta frecuencia hasta Almería, donde asegura públicamente tener buenos amigos. También tiene un hijo de unos 20 años con su exmujer, con la que asegura no tener relación.
Antonio Miguel es un tipo sencillo que asegura ser “buen amigo de mis amigos”, que disfruta del flamenco –su grupo favorito es Camela– y que comparte en sus cuatro perfiles de Facebook vídeos de la que parece ser su gran ídolo: Melisa Domínguez, líder del grupo neonazi Hogar Social Madrid.
Además de cenar a la carta, a nuestro protagonista le gustan mucho las mujeres y presumir de ellas. De hecho, en sus múltiples cuentas públicas, sube fotografías, alguna de ella explícita, de sus constantes conquistas sentimentales. Aun así, él no es solo fachada, sino también un hombre al que le duele que se le acerquen mujeres por el interés. Como él mismo publicó en su muro, está harto de tener que aguantar “a mujeres interesadas que quieren mi dinero”.
Este periódico ha conseguido el teléfono de Antonio Miguel, con quien ha intentado contactar en tres ocasiones, sin embargo, la compañía asegura que ese número ya no se encuentra disponible. Puede ser que lo hayan suspendido por falta de pago.
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