Miguel es, habitualmente, optimista. Es del Madrid –y esto, desde luego, ayuda–; sabe lo que es tener suerte –ya saben, que si Sergio Ramos marca en el ‘93, que si Juanfran la estrella contra el palo–; y, además, sólo sabe de victorias. Este año, sin embargo, no las tiene todas consigo. “Como hemos llegado agonizando… no sé. Si perdemos, me corto la coleta”. O lo que es lo mismo, deja de viajar con su R4 desde Totana (Murcia) a todas las finales de Champions de los blancos. Ya van cinco con la de este año y, en fin, cada vez se le hace más tedioso. “Pero es que el coche es talismán”. Y, claro, cómo no iba a cumplir con la tradición si gracias al R4 ganaron la Copa de Europa en Lisboa, y en Milán, y en Cardiff, y en Kiev… ¿y en París?
“Ojalá”, espera Miguel. Aunque los años y los kilómetros le van pesando. Pero, esta vez, va con su sobrino. “También Miguel”. Y quiere que “el chaval” vea ganar la Champions al Madrid, en directo, y contra el Liverpool. Su esfuerzo le ha costado. El Renault 4 está bien, “con todo nuevo”, pero tiene una edad. “Vamos buscando las carreteras nacionales e intentamos que no haya mucha cuesta arriba porque si no perdemos velocidad, nos quedamos a 40-50 kilómetros por hora. Tienes que ir a lo que el coche te marca, cuidando la mecánica...”. Así, los migueles llegaron a París este viernes, con un día de margen, por si acaso.
El plan no tiene fisuras. Murcia-París es un recorrido asequible en comparación con sus otras aventuras. Miguel ha hecho 20.000 kilómetros con diferentes acompañantes en el coche (su madre de más de 70 años, sus amigos...). Las etapas más cortas, a Lisboa y Milán; las más largas, a Cardiff y a Kiev. “Me da mucha pena. Ahora, cuando veo las imágenes de la guerra y mencionan los pueblos… Yo fui por esas carreteras, estuve en esas ciudades”, explica, parado en una estación de servicio, ya iniciado el viaje, tras recoger a su sobrino en Madrid.
El origen
La idea de viajar a todas las finales con el Renault 4 surgió en 2014. Miguel estaba en el bar con unos amigos, en Murcia y… “Dijimos: ‘Si conseguimos entradas, nos vamos a Lisboa en el coche’. Y así lo hicimos”, recuerda. Suyo es el coche, heredado de su tío Blas. “Antes de morirse me dijo que me lo iba a dejar a mí. Él era muy madridista, un fanático total. Y yo, bueno, también lo soy de toda la vida. Ya estuve en Ámsterdam cuando ganamos la Séptima, en París para la Octava y en Glasgow para la Novena. Eso sí, fui en avión”, cuenta.
Visto con perspectiva, Miguel recuerda aquella Champions de Lisboa como la más “emocionante” de todas. Y no es para menos. El Madrid llegó a aquella cita tras 12 años buscando la Décima –la Novena la ganó en 2002, con Casillas inaugurando su aura de ángel contra el Bayer Leverkusen–. Desde entonces, nada. Hasta que a Miguel se le ocurrió ir con su R4 hasta el Estadio Da Luz para ver a Sergio Ramos alzarse en Portugal y marcar en el minuto ‘93. Algo irrepetible. O eso parecía. Porque en 2016, volvieron a repetir en Milán, de nuevo contra el Atlético, y de nuevo con final feliz. “Ese viaje fue increíble. ¡Parecíamos los Rolling Stones! La gente nos pitaba cuando veía que éramos de Murcia, nos saludaban y se paraban para echarse fotos con el coche”, cuenta Miguel. Del partido, qué decir: Juanfran, con su penalti al palo, regaló la Undécima al eterno rival.
Cardiff, en cambio, le costó más. “Hicimos el recorrido –él y Pepe, su amigo– como Pulgarcito, tirando gotitas de aceite. Me explico. El coche perdía un poquito de aceite y teníamos que parar, mirar los niveles y echar para no tener problemas”. Aún así, Miguel consiguió llegar para ver el 1-4 a la Juventus con dos goles de Cristiano Ronaldo, otro de Asensio y un último de Casemiro. “La verdad, una de las gracias de esto es que casi nunca planeamos nada y todo sale bien. Sabemos que tenemos las entradas y ya está. El resto, en algunas ocasiones, lo hemos ido organizando a medida que hemos ido avanzando”.
Kiev, el más largo
Miguel podía haberse retirado tras el viaje a Cardiff (casi 4.000 kilómetros entre ida y vuelta). Pero decidió que el R4, el bendito “talismán”, iba a llegar a Kiev –quién iba a pensar que hoy, cuatro años más tarde, aquella sede de la Champions estaría completamente destruida y asediada por las tropas rusas–. Pues bien, allí quiso ir Miguel. En principio, solo. Hasta que su madre, Fina, se apuntó. Le dijo que no iba solo. A sus 70 años, con su camiseta del Madrid –y su leyenda de la ‘jefa’ a la espalda–, se unió a la expedición.
“A veces no podía ir ni a la iglesia de la esquina, a escasos 200 metros de su casa y, sin embargo, dijo que se venía a Kiev y se vino”, recuerda Miguel. “Le va la marcha”, apostilla. El caso es que llegaron a Ucrania en un viaje más complejo que cualquiera que hubieran hecho hasta la fecha. Tuvieron que recorrer Francia, Alemania, República Checa, Polonia y la propia Ucrania. “Fue complejo, porque no sabías cuándo te podía pasar algo, o se te podía fasticiar el coche”. El caso es que llegaron (más de 7.000 kilómetros entre ida y vuelta).
El resto es historia. El Madrid se impuso al Liverpool –mismo rival al que se enfrenta este año– con un gol de Benzema –siempre él– y dos de Gareth Bale (1-3) –el primero, con una impresionante chilena–. El R4, de nuevo, fue talismán. Y con Fina, su madre de 70 años en el estadio, viendo al Madrid ganar la Decimotercera nada más y nada menos.
Este año, Miguel ha vuelto a llegar a París. "Con dificultades, pero ya estamos aquí", escribe a este periodista. Su sobrino, muy fan de Casemiro, le ha dado impulso para una última aventura. La que puede cerrar el círculo –si pierden– o lo puede volver a poner todo en funcionamiento. Al fin y al cabo, esta es, quizás, la primera Champions a la que el Real Madrid no llega como favorito. Así lo explica su recorrido, al borde del abismo, edificado entre remontadas frente a PSG, Chelsea y Manchester City. Imponderables no contemplados, ni siquiera imaginados. Pero reales, palpables. Por eso, quizás, él cree. Y su sobrino. Cómo no. Con ellos va “el talismán” y cuentan con la flor de Ancelotti –el mismo tipo que estaba en Lisboa–. Hasta el final –ya saben– vamos Real. Pues eso. ¿Se repetirá la historia?
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