El último vuelo de los Griesemann: volaban de Cádiz a Colonia 5 veces al año y eran expertos pilotos
Pasaban largas temporadas en su mansión de la Cala de los Alemanes, en Zahara de los Atunes, y despegaron de Jerez para regresar a Colonia.
6 septiembre, 2022 02:54Al sur de España viajaba 4 o 5 veces al año, y pasaba largas temporadas, Karl-Pieter Griesemann, el empresario alemán de 72 años y natural de Colonia (Alemania), que ha perdido la vida junto a su mujer, Juliane (68), su hija Lisa (27), y el novio de esta en un accidente aéreo. Por circunstancias desconocidas, aunque todo indica que hubo un fallo de presión, el aparato despegó en Jerez de la Frontera y cayó este domingo en aguas del mar Báltico, donde hasta el momento solo han aparecido restos y una balsa de combustible. No hay esperanzas de encontrarlos con vida. El matrimonio deja a dos hijos: Björn, de 46 años y Georg, de 41.
Antes de la tragedia, la rutina más placentera para Pieter Griesemann era salir de su casa en Colonia, coger un avión privado de su propiedad -que solía pilotar él mismo- aterrizar en Jerez de la Frontera y refugiarse en el impresionante chalé que poseía en la parte alta de Atlanterra, en Zahara de los Atunes.
Al pueblo siempre llegaba en una Mercedes Vito: era también de su propiedad y la tenía a su disposición en un garaje en el aeropuerto gaditano, donde aterrizaba huyendo del frío teutón. Con semejante logística, a su casa de la playa llegaba en menos de cinco horas.
[Un avión que despegó de Jerez de la Frontera se estrella frente a las costas de Letonia]
Griesemann se enamoró del color indescriptible del mar y de las vistas de la Playa de los Alemanes en los años 80. Adquirió el inmueble con vistas al Atlántico, de segunda mano, a un compatriota suyo. La casa pertenecía a uno de aquellos primeros alemanes que se refugiaron en un perdido pero privilegiado paraíso español. Eran tantos que acabaron por darle el nombre a la playa. Quien construyó la mansión era propietario de varias patentes de electroimanes, pero ya era tan mayor que apenas hacía uso de ella, y por eso se la vendió a Pieter.
Al empresario le enamoró tanto el lugar y la casa que no le cambió ni el nombre, que conservó su sabor español: Hoyo del Toro, situada arriba, en la montaña, con piscina y cancha de tenis.
En aquel Zahara de hace 40 años había muchos barcos de pesca y nada de turismo, a excepción de los chalés de Atlanterra, todos en manos de extranjeros. Por ello, Griesemann contrató como jardinero a Pedro, un lugareño. Pedro pronto alertó a su millonario jefe de diversos conatos de engaño, fruto de la picaresca... alemana. "A Pedro no le hacía caso cuando le advertía de que lo iban a engañar. Al poco tiempo, cuando le engañaron, y se dio cuenta de que Pedro le decía la verdad, confió plenamente en él".
En los más de 40 años que ha tenido como residencia el pueblecito de pescadores gaditano, "nunca aprendió español, vamos, que no hablaba nada" subraya un vecino de Zahara de los Atunes que le conocía bien. En Zahara solía pasar largas temporadas, toda vez que su hijo Björn, de 46 años, se había hecho cargo ya del emporio familiar: Griesemann Group.
Griesemann Group tiene hoy presencia en Alemania, Austria y Países Bajos, 12 oficinas en toda Europa y más de 1.600 empleados directos dedicados a desarrollo de proyectos de ingeniería, construcción de plantas integradas, refinerías y, últimamente, en el hidrógeno verde, aunque su negocio principal, según reza en su web es la planificación, construcción y mantenimiento de plantas industriales.
A este grupo empresarial pertenece también Quick Air Jet Charter GmbH, especializada en repatriaciones médicas, que a su vez pertenece a Griesemann Aviation Group. Es la empresa propietaria del avión en el que han perdido la vida tres miembros de la familia.
A Peter Griesemann le encantaba pilotar aviones y conducir. Todavía recuerdan en Zahara aquel vuelo al que invitó a Pedro, su jardinero, ya como hombre de confianza y amigo. Se lo llevó al aeropuerto de Jerez de la Frontera, lo montó en su avión privado y juntos sobrevolaron Barbate, su ensenada y Zahara de los Atunes hasta Tarifa, con un Pedro muerto de miedo y queriendo aterrizar nada más haber visto su casa desde las alturas.
La mujer de Griesemann, Juliane, también tenía la licencia de piloto, que renovaba, como su marido, cada vez que le tocaba. Ella y su hija Lisa, quien era la que pasaba casi todo el año España, eran muy amante de los caballos. Ambas acostumbraban a montar a caballo también en España y habían hecho amistad con españoles del entorno con las mismas aficiones. Ya asentados en Zahara, estrecharon fuertes lazos con el conde Plattenberg, también de Colonia y vecino de otro impresionante inmueble justo arriba de Hoyo del Toro. Solían hacer los viajes de ida y vuelta a Colonia, todos juntos, en aviones de la empresa de Griesemann.
Con los años, y quizá coincidiendo con la masificación turística, la familia cada vez iba menos al pueblo y a sus restaurantes. Ya no bajaba a comer ni frecuentaba establecimientos como 'Antonio', un histórico de la localidad. Todas las fuentes consultadas por EL ESPAÑOL advierten que Karl-Pieter "era buen tío", aunque "era muy alemán", algo que el propio Griesemann asumía con humor cuando advertía que los alemanes como él tenían "la cabeza cuadrada".
Amante del carnaval y de los buenos coches
Además de la Mercedes Vito, en su casa de Atlanterra guardaba vehículos de dos ruedas como una Harley Davidson. Al pueblo, con ella, bajaba poco. Si lo hacía, muy de vez en cuando, era con un Mercedes descapotable, que solía cambiar cada poco tiempo. En Zahara sabían que tenía "negocios fuertes, como refinerías". También, que le gustaba el buen vino y que era un forofo del carnaval... de Colonia.
Era el presidente del 'Blue Sparks Carnival Club' de la ciudad, la asociación cultural promotora del conocido carnaval alemán. Fue "un piloto apasionado durante décadas", según ha asegurado la entidad en el obituario que le ha dedicado en redes sociales.
El avión siniestrado era un Cessna 551 registrado en Austria. Fue Pedro quien los llevó al aeropuerto de Jerez el domingo a primera hora de la tarde. La ruta del aparato sería sobrevolar París y aterrizar en Colonia. Poco después del despegue ya había problemas de presión en la máquina, y la comunicación por radio se interrumpió inmediatamente.
El servicio de control de tráfico aéreo de España, ENAIRE, asevera que perdió contacto con la aeronave en el espacio aéreo sobre Toledo a las 14:55 hora local (12:55 GMT), una hora después de que despegara. Alertó a los controladores en Francia y se enviaron dos aviones de combate para monitorear el avión. También lo hicieron escuadrones de la Luftwaffe alemana.
Que se conozca el lugar y la hora exacta del accidente facilita la búsqueda. Las autoridades letonas se han hecho cargo de la gestión de la búsqueda, con el apoyo de los servicios de emergencia de Estonia y Lituania. La prensa letona ha recogido que el jefe del servicio de rescate marítimo, Peteris Subbota, ha explicado que la operación de búsqueda se lleva a cabo actualmente en un área de 36 kilómetros cuadrados, en un punto donde el mar tiene una profundidad de 60 metros.