La vida de Mònica Bernabé tras 8 años en Afganistán: "Si yo estaba hundida, imagínate un refugiado"
La periodista publica ‘Crónica de un fracaso. Afganistán, la retirada’, un libro en el que relata sus vivencias y la vuelta de los talibanes al poder.
12 octubre, 2023 03:19Existe un aforismo recurrente que dice aquello de “la vida es eso que pasa mientras…”, y aquí los comentarios supuestamente ingeniosos completan con lo que venga al caso. La frase se le atribuye a John Lennon y concluye con “mientras tú estás ocupado haciendo otros planes”. Mònica Bernabé (Barcelona, 1972), periodista, escribe lo siguiente: “Había malgastado en Afganistán los años en los que podría haber sido madre. En Roma [ciudad en la que vivía en ese momento] tenía pocas amistades y, en mi estado depresivo, me era imposible encontrar pareja. Encima no ganaba lo suficiente para mantenerme. Me sentía sola, incomprendida, y creía que mi vida no tenía ningún sentido”.
Vivió ocho años en Kabul publicando crónicas en el diario 'El Mundo', ganó el Premio internacional de Periodismo Julio Anguita Parrado, el Cirilo Rodríguez a la mejor corresponsal, fundó una ONG para ayudar a las mujeres de Afganistán, contribuyó a que una treintena de traductores afganos que trabajaron para el Ejército español fueran acogidos en nuestro país como refugiados y, sin embargo… Y, sin embargo, su implicación fue tan grande que al volver pocas cosas tenían sentido. Como esos soldados americanos que regresaban sonados de Vietnam.
Relata sus vivencias y mucho más en ‘Crónica de un fracaso. Afganistán, la retirada’ (Debate), que acaba de salir publicado. Escrito en primera persona, para la periodista el estilo no es más que una trampa con la que acercar a la gente lo que pasa en un país que se convirtió en obsesión. El ensayo es una segunda parte de ‘Afganistán, crónica de una ficción’ (Debate, 2012), en el que contaba todavía desde el terreno cómo el supuesto progreso del país tras la intervención estadounidense de 2001 no era más que una ilusión óptica. Bernabé, ahora afincada en Barcelona, donde trabaja como reportera para el diario catalán ‘Ara’, tuvo estrés postraumático. Pero ha seguido regresando puntualmente a Afganistán para contar su evolución. Y cuando los talibanes regresaron al poder en verano de 2021, todo el mundo volvió a recurrir a ella.
P- La última vez que estuviste allí fue hace seis meses. ¿Qué país te encontraste?
R- Pues me encontré un país aislado internacionalmente en el que los talibanes tienen la sartén totalmente por el mango. Un país más hundido en la pobreza de lo que ya estaba y en el que las mujeres han sido apartadas casi totalmente de la vida pública. Las niñas no pueden estudiar a partir de los 12 años y las mujeres no pueden ir a la universidad. Cuando hablaba con la gente y terminaba las entrevistas todo el mundo, sin excepción, me pedía ayuda para salir de Afganistán. Por tanto, encontré un país totalmente olvidado a nivel internacional y en manos de un régimen fundamentalista.
P- Cuentas en uno de los capítulos del libro que cuando las niñas llegan a un determinado curso sólo quieren repetir para no tener que abandonar el colegio, porque el futuro que les espera fuera es casarse y tener hijos, sin contar con su voluntad.
R- Sí, me explicaba una profesora que en sexto de primaria intentan suspender los exámenes para que no las expulsen de las escuelas, porque la educación secundaria está prohibida para ellas. Actualmente pueden encontrar trabajo, pero las encuentras siempre en trabajos no cualificados como limpiadoras o poca cosa más. Y si ya antes de la llegada de los talibanes al poder las casaban muy jóvenes o incluso cuando eran niñas, pues ahora esa situación machista está aumentando todavía más.
P- Los talibanes llegaron al poder hace dos años, con el país hecho una ruina. ¿Su gestión ha sido tan catastrófica como se esperaba o realmente ha cambiado poco?
R- Es que más allá de su gestión, el gobierno afgano se mantenía en buena parte por la ayuda internacional, y ahora esa ayuda ha desaparecido. Además, por otro lado, se ha establecido un bloqueo financiero, con lo que hacer transferencias bancarias a Afganistán es muy difícil, por lo que el comercio ha sido estrangulado. Los países occidentales evacuaron las embajadas y sólo Japón ha vuelto a abrir, con toda la impunidad que eso supone. Y, por último, estamos hablando de un régimen fundamentalista islámico que hace lo que le da la real gana y que tiene más fuerza que nunca, porque todas las armas que tenía la Policía y el ejército afgano se las han quedado los talibanes.
La ayuda internacional
La entrevista se realizó poco antes del brutal ataque de Hamás sobre Israel, que provocó un debate en la Unión Europea sobre el apoyo económico al pueblo palestino. El lunes el comisario europeo de Ampliación, Oliver Varhelyi, anunció que la UE suspendería de forma inmediata las ayudas a los palestinos, aunque horas más tarde el Ejecutivo europeo enmendó a su propio comisario y anunció que no habría ninguna modificación por el momento. La siguiente pregunta versa sobre Afganistán, pero tendría una fácil traslación a lo que ocurre en Gaza.
P- Por tanto, ¿cerrar el grifo de la ayuda internacional es útil para estrangular a un régimen o lo que estás provocando es condenar a la población?
R- No sé cuál sería la solución, porque si reconoces un régimen fundamentalista islámico, le estás dando alas; y si no lo haces, pues estás sumiendo a la gente en una situación de pobreza total como en la que están ahora. Y la gente con una cierta formación, la poca clase intelectual que quedaba, ha huido o intenta huir del país.
P- En ese sentido, ¿cuál ha sido el papel de la Unión Europea en la acogida de refugiados? Tras la guerra en Siria, en 2015 se produjo una gran crisis migratoria. Lógicamente, la primera nacionalidad de quienes huían de su país eran sirios, pero después estaban los afganos, que no estaban oficialmente en guerra.
R- La Unión Europea ha actuado con un cinismo total y me da mucha rabia porque se les llena la boca hablando de derechos humanos, de democracia y de libertad y todo este rollo, cuando en Afganistán han hecho justamente lo contrario. En 2015 los refugiados afganos huían de un país totalmente inestable, donde los atentados eran constantes. Y, en cambio, aquí les cerrábamos las puertas. En 2016 la UE, que era uno de los principales donantes, firmó un acuerdo con el Gobierno de Afganistán por el cual si el país quería seguir recibiendo ayudas tenía que aceptar la repatriación forzosa de al menos 80.000 afganos que vivían en Europa. Eso ocurría mientras la UE había evacuado de Afganistán a la mayoría de su personal extranjero a causa de la situación de inseguridad.
[El líder de los talibanes ordena la aplicación estricta de la ley de la sharia en Afganistán]
La evacuación española
En agosto de 2021, el Gobierno español organizó un importante operativo en la base aérea de Torrejón de Ardoz (Madrid) para recibir a cerca de 2.000 afganos -posteriormente se sumaron otros cientos-, que después serían reubicados en otros países de la UE. Al acto, que tuvo una gran cobertura mediática, acudieron la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, y el del Consejo, Charles Michel, que agradecieron a Pedro Sánchez la “humanidad y el gran sentido de solidaridad” que había mostrado España.
P- La evacuación organizada por el Gobierno de Pedro Sánchez, ¿fue un gesto mediático, como ocurrió en su momento con la acogida de los rescatados por el barco Aquarius, o esa política ha tenido algún tipo de continuidad?
R- Yo creo que se ha quedado en un gesto. En primer lugar, no solamente fue España, sino un montón de países los que participaron en esa evacuación, liderada por Estados Unidos, en la que básicamente evacuaron a afganos y afganas que habían tenido algún tipo de vinculación con las tropas internacionales y cuya vida corría peligro. La mayoría de esas tropas se retiraron a finales de 2014, los talibanes a partir de entonces no han hecho más que ganar territorio en Afganistán y nos acordamos sólo dos semanas antes de la retirada total de las tropas de que hay que sacar gente de Afganistán. La UE pone muchos tuits con las cosas que hacen, pero todo es de cara a la galería.
P- Pero, ¿y el Gobierno español, en concreto?
R- Creo que hay que reconocer la evacuación que se hizo, sacaron a más de 2.000 personas, es decir, salvaron la vida a más de 2.000 personas. Además, era una operación que no era fácil porque los talibanes entonces ya controlaban todo el país. Y después, pues los afganos han sido tratados como refugiados de cualquier país. Durante un tiempo recibes ayudas y luego te quedas tirado y te tienes que buscar la vida. En ese sentido creo que hay una cierta diferencia con los ucranianos, con los que todo el mundo teníamos muy presente que los teníamos que ayudar.
La vida tras el trabajo
Las páginas del libro que acaba de publicar se centran en las historias que la reportera ha recopilado a lo largo de los años en el país centroasiático. Pero en él se cuelan también experiencias personales que ayudan a entender la crudeza de lo que ocurre dentro y fuera, para quienes logran salir de allí.
P- Cuentas que después de regresar de allí te parecía que pocas cosas tenían importancia, que sólo era grave lo que ocurría en Afganistán y que no entendías nuestras preocupaciones cotidianas. Hablas de secuelas psicológicas muy graves.
R- Sí, me pidieron escribir el libro en primera persona y eso implicaba explicar todo lo que me había pasado a mí después. Tuve mis dudas, pero bueno, ahí está, espero no arrepentirme. No quiero que la gente piense: “ay, pobrecita, todo lo que ha pasado”. No, lo que me gustaría visibilizar es que no es oro todo lo que reluce. Porque yo cuando regresé de Afganistán era una súper periodista, súper admirada, súper premiada y todo lo más, cuando en realidad yo no llegaba a final de mes y arrastraba unas importantes secuelas psicológicas que nadie pensó que podía tener alguien que ha estado ocho años en un país en conflicto, cosa que también llama bastante la atención. Y ésta es mi segunda motivación: Afganistán no es mi país, por suerte nunca me pasó nada y no he dejado allí una familia. ¿Te puedes imaginar entonces por lo que pasa un refugiado que tiene que dejar atrás todo esto y adaptarse a una nueva cultura, encontrar un trabajo y buscarse la vida con todo lo que arrastra? El tema de la salud mental continúa estigmatizado en España, pues imagínate con estas personas, que se sentirán mucho más incomprendidas que yo en esos momentos.
P- Y llegas a un punto en el que no puedes más, en el que ya no sabes qué hacer…
R- Llegué a estar muy mal, pero siempre me mantuve en silencio. Muy poca gente sabía que yo sufría una depresión y además me convertí en una perfecta actriz, porque conseguía aparentar externamente estar bien. Creo que sería importante hablar más de estos temas para que la gente supiera qué hacer cuando te encuentras a una persona en esta situación. Yo tuve pensamientos suicidas y ahora cuando escucho que alguien se ha suicidado se me ponen los pelos de punta porque lo vivo como un fracaso de nuestra sociedad. Desde mi punto de vista, creo que cuando alguien lo hace es porque no ha encontrado esa ayuda.
P- Si estamos hablando aquí de esto también es por intentar que sirva de algo, no por buscarle el lado morboso. Tú que has pasado por ello, ¿cómo crees que se ayuda a una persona que tiene en la cabeza suicidarse?
R- Yo creo que es muy importante sentirte acompañada. En ese momento yo estaba hundida y tenía la sensación constante de que era un peñazo, que aburría a la gente y que no podía explicar lo que me estaba pasando porque la gente diría: ‘vaya palo estar con esta tía’. No quieres ver a nadie, pero creo que es fundamental sentir compañía y ofrecer ese acompañamiento. Después, yo era muy reticente a ir al psiquiatra, pero sin esa ayuda tampoco podría haber salido. Y, por último, aunque no tuviera ninguna gana, a mí me ayudó mucho hacer deporte.
P- Esto es algo transversal a muchas profesiones, pero, ¿la precariedad del periodismo tuvo algo que ver?
R- La depresión me vino por muchas razones, básicamente porque pasé ocho años en Afganistán, pero tampoco ayudó estar en una situación de precariedad. Durante todos los años que viví en Afganistán fui periodista freelance, trabajaba para el diario 'El Mundo', y mientras estuve allí el periódico me trató muy bien. Ellos me promocionaron como periodista y sin ellos la gente no hubiera conocido mi trabajo. Pero la situación cambió cuando me fui de Afganistán y me trasladé a Italia siguiendo como freelance para el mismo periódico. En Afganistán me pagaban francamente bien, pero después las tarifas se redujeron un 70% y no llegaba a final de mes con esas condiciones. Esto ocurrió desde 2015 a 2017, pero puedo dar fe que la situación sigue siendo igual en todos los medios de comunicación, y como sociedad deberíamos reflexionar sobre qué supone eso. Si tú pagas una miseria a los periodistas, es imposible que hagan una información de calidad; y si no tienes una información de calidad, la sociedad va a ser muy fácilmente manipulable. Yo creo que todos los medios tendrían que hacer públicas sus tarifas y que la gente, a partir de ahí, pueda valorar si la información que está dando ese medio es de calidad o no.
P- Han llegado muchas denuncias de este tipo desde lugares de conflicto, pero no ocurre sólo allí. Tú dices que te fue mejor en un país como Afganistán que en Europa.
R- Sí, me hace mucha gracia cuando a veces leo informaciones sobre los riders, lo que cobran los repartidores y todo esto. Y yo pienso: ‘pero si puede haber periodistas escribiendo esto que sean freelance y estén como ellos’.
P- Ahora que has pasado ese momento de crisis tan profunda, ¿te sigue dando un poco de rabia cuando ves que hay asuntos aparentemente triviales o que no van a ninguna parte con mucho más eco mediático que otros en los que existe un sufrimiento para un determinado sector de la población?
R- Pues sí, me sigue dando rabia. Pero no sólo porque pasen cosas en otras partes del mundo, sino porque hay dramas que ocurren en nuestro país y llevamos meses hablando de estrategias políticas, que si tal partido está negociando con tal otro… Creo que muchas veces los medios de comunicación nos hemos convertido en altavoces de las autoridades.
Dos días después de realizar esta entrevista, se produjo un terremoto en la ciudad de Herat, al oeste de Afganistán, en el que murieron cerca de 2.500 personas y al menos otras 2.000 resultaron heridas. La noticia no tuvo apenas trascendencia tras el ataque de Hamás a Israel y la posterior respuesta del ejército israelí.