Loles Vázquez, con cresta, en primer plano, en un concierto de las Vulpes en 1983

Loles Vázquez, con cresta, en primer plano, en un concierto de las Vulpes en 1983 Efe

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Las Vulpes 40 años después de la censura por cantar "zorras": "Nos insultaban y nos pegaron los seguratas"

Loles Vázquez, fundadora del grupo, apoya la canción de Eurovisión y lamenta que aún haya mujeres que consideren la palabra zorra una ofensa.

11 mayo, 2024 02:46

Decía algún pensador viejo y amargado que la juventud se cura con los años. Y con sanación o no, la verdad es que la carrera de Loles Vázquez (Bilbao, 1965) ha dado muchas vueltas, más de las que caben en una sola vida. Formó un grupo punk sólo para chicas en la adolescencia, estudió en Deusto, fue una empresaria dedicada al negocio turístico, intentó resucitar la banda a los 40, se metió a enfermera y ahora acaba de aprobar unas oposiciones para trabajar de peón forestal. Quién le iba a decir a la chica con cresta, leggins y tacones asesinos que montó un escándalo nacional por cantar que le gustaba “ser una zorra” que iba a terminar aburguesada, dependiendo de la burocracia administrativa para cuidar los montes. 

Son tantos giros de guión que conviene empezar por el principio. Por “ese Bilbao gris” de la reconversión industrial que transitaba entre la decadencia y “el problema de ETA”. Así lo llama ella. Loles era la pequeña de nueve hermanos -cuatro de un padre y otros cinco de otro- y la hija de un sindicalista, que vivía “en un barrio obrero” de esa ciudad golpeada por “un paro fortísimo”. Su madre colaboraba con las primeras asociaciones de mujeres que se dedicaban a atender a las víctimas de la violencia de género en una época en la que ese problema “no existía”. Y cuando tocaba, se encerraba en iglesias junto a sus hijos para pedir que sacaran a su marido de la cárcel por haber organizado alguna huelga. 

Ocurre como con el realismo mágico en ciertos lugares remotos de Latinoamérica, el contexto ya era lo suficientemente underground. En ese ambiente, sus hermanos Niko y Bernar ya habían montado un grupo punk llamado MCD, o lo que es lo mismo, Me Cago en Dios. Y Loles, que había crecido escuchando guitarras desafinadas y punteos chirriantes, decidió que quería hacer lo mismo. 

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Con 15 cogió a su hermana Lupe, que ya había dejado los estudios, y montó un grupo que se llamaría Vulpes, que en latín se traduce como “zorras”. Loles, a la guitarra, sería “Anarkoma Zorrita”; y Loles, a la batería, “Pigüy Zorrita”. Vestían con “mallas rotas, medias de rejilla, corsés y tacones de aguja, algo que a las feministas no les gustaba. Ellas pensaban que eso era ofensivo y que para reivindicar la igualdad había que ir con camiseta y cosas así”. Empezaban los ochenta y con ellos las drogas, a las que Lupe fue arrastrando a Loles. Todo formaba parte de una “válvula de escape para salir de esos años del caos”. 

Nunca aspiraron a tocar bien. De hecho, había que hacerlo mal. Pero si querían formar una banda, necesitaban al menos una cantante y una bajista. Pasaron varias chicas, aunque al final se quedaron Mamen Rodrigo, “Evelyn Zorrita”, y Begoña Astigarraga, “Ruth Zorrita”. Tocaron sus primeros temas, llegaron los primeros bolos y en 1983 Loles compuso ‘Me gusta ser una zorra’, una adaptación del ‘I wanna be your dog’ (Quiero ser tu perro) de The Stooges, la banda de Iggy Pop. El periodista musical Carlos Tena vio en ellas algo irreverente y en un momento en el que podían llegar a la tele grupos así de antisistema sacó a las Vulpes en su programa, 'Caja de Ritmos'.

Las cuatro integrantes del grupo en el Bilbao de los 80

Las cuatro integrantes del grupo en el Bilbao de los 80

“¡Vulpes, vaya casta! Incluso tuvieron problemas con la comunidad moralista del Gran Consejo Videoinformativo”, decía el presentador, un hombre que simulaba haber llegado del futuro, antes de dar paso al grupo. Loles y las demás cantaban en TVE a la hora de la comida aquello de “me gusta ser una zorra” y no pasó nada. Pero días más tarde el ABC publicó un editorial en el que afirmaba que “la canción degrada a la sociedad española, subleva al padre de familia, indigna al ciudadano responsable, quebranta la intimidad del hogar, lesiona lo establecido en la Constitución y traspasa los límites de lo tolerable”. El asunto terminó en la Fiscalía, que pidió cinco años de cárcel y diez de inhabilitación contra el presentador y director del programa. 

Loles recuerda ir a declarar afirmando que “la canción tenía una letra familiar", que la habían compuesto "todos los integrantes de la casa", bajo recomendación de su padre y su madre. El caso fue finalmente archivado, aunque Carlos Tena tuvo que dimitir y el programa quedó fuera de la parrilla. “Fue un ataque puramente político. Acababan de llegar los socialistas al poder y la prensa y los partidos conservadores utilizaron la canción como un instrumento para atacar lo que representaban TVE y los servicios públicos”, juzga hoy Loles Vázquez. 

Para ellas, que tenían entre 17 y 21 años, podía haber sido un impulso a su carrera. Y aunque pasaron del anonimato a protagonistas de un escándalo de dimensión nacional -el sueño de cualquier punk-, supuso más bien el principio del fin de su carrera. “Al grupo lo hundió, la gente venía a los conciertos pensando que íbamos a enseñar las tetas y esas cosas. Recuerdo una vez en Burgos, con chicos que estaban allí haciendo el servicio militar, que empezaron a gritarnos ‘putas, zorras’. A nosotras nos daba igual, ya nos sabíamos defender, pero les tuvimos que decir a nuestros novios que dejaran de venir a vernos porque los conciertos siempre terminaban a leches”. 

Su público empezó a ser mucho más masculino que femenino, aunque por motivos que ellas no hubieran preferido. “Dimos otro concierto con un grupo que se llamaba la Droga de Satán y su cantante también estaba haciendo la mili. Le pidió permiso al capitán para venir y éste le dijo que sólo se lo daba si le llevaba unas bragas nuestras”. 

- ¿Y?

- ¿Que quería unas bragas? Pues sí, majo, llévatelas.

Loles Vázquez, con dos amigos, en una foto de la época

Loles Vázquez, con dos amigos, en una foto de la época

Botellas y alambre de espino

“Veníamos del franquismo, de una educación católica, y pensábamos que el sexo no era nada malo, que no tenía que ser un tabú. Si es que teníamos canciones mucho más bestias, Rocío Jurado era más atrevida que nosotras. Pero era la palabrita, la palabra zorra”, suspira Loles. “Y cuando nos poníamos a hablar con tipos de otros grupos y aparecían sus parejas, la pregunta siempre era: ‘¿qué, te quieres follar a mi novio?’”. El ambiente se hizo irrespirable: “otra vez en Benavente llegó un autobús con gente de extrema derecha para boicotear el concierto”.

Pero la industria tampoco quería desaprovechar un fenómeno de este tipo. Las Vulpes eran muy jóvenes, provocadoras, con un caché todavía bajo y aseguraban agitación en un momento de especial efervescencia musical. Las contrataron para una gira, aunque dicen que las engañaron, que a veces cobraban menos de lo acordado y en otras ocasiones, nada. Cuentan que las ponían a tocar con grupos tan bizarros que dejaron de ser ellas y que la discográfica le añadió las letras SS con la tipografía nazi al cartel de Vulpes para elevar el escándalo. En el Madrid de los primeros años de la Movida, lo peor ocurrió en la mítica Sala Rock-Ola.

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“Ese día había un llenazo y los de la sala habían contratado a su propio personal de seguridad. Durante el concierto nos pusieron una valla con alambre de espinos por delante y aunque nos tiraron botellas, pues bueno, no había ido mal, estábamos acostumbradas. Cuando terminamos, yo estaba en el camerino recogiendo mis cosas y me avisan de que están pegando a mis compañeras. Pensé que sería el clásico idiota, pero eran los seguratas del local, que le estaban arrancando un collar de perro a una de ellas. Y lo típico: ‘esto por putas, por zorras’. Fuimos a denunciarlo a la comisaría de Prosperidad [el barrio en el que estaba la sala] y nos los encontramos allí, con los policías. Así eran esos años”.

Las Vulpes, en concierto

Las Vulpes, en concierto

El final del camino

Tenían que grabar su primer álbum, pero 15 días antes de entrar al estudio el grupo se disolvió. “Después todas fuimos madres. Begoña fue la primera en quedarse embarazada, se puso a estudiar Periodismo y tiró por ahí hasta que se jubiló. Yo monté una empresa de animación que trabajaba para cadenas hoteleras en el Algarve y en Huelva. Mientras que Mamen fue la única que siguió con la música, ahora tiene un grupo, aunque se sacó unas oposiciones para Correos y trabaja de eso”. Lupe, la otra integrante del grupo, no consiguió salir de la espiral de las drogas y en 1993 murió de un disparo en la cabeza en Menorca, donde se había trasladado con su novio para trapichear con cocaína en la isla.

Loles Vázquez en un concierto de homenaje en 2013

Loles Vázquez en un concierto de homenaje en 2013

Las tres restantes sólo se volvieron a juntar en 2003, 10 años después de la muerte de Lupe, para dar una serie de conciertos en su honor. En 2005 editaron el disco ‘Me gusta ser’, aquel que había quedado pendiente dos décadas antes, y en 2012 se publicó 'Barbarella 83' que se había grabado previamente en directo. Pero el experimento nunca llegó a funcionar. “La cantante ya sólo quería tocar el bajo y todo estaba mucho más estudiado, ya no era tan fresco”, reconoce Loles. Porque, claro, no es lo mismo la vida con 18 que con 40. Mamen y Begoña también han sido contactadas para este reportaje, pero existen diferencias entre ellas y no han querido participar. 

- ¿Por qué al final la historia de las Vulpes es sólo la historia de Loles? 

- Porque para ellas fue su historia durante un año, cuando nos llama Carlos Tena la cantante llevaba seis meses y la bajista, 15 días. Las Vulpes nacieron en mi familia, éramos mi hermana y yo.

Dice que se tuvo que reinventar de nuevo cuando nació su segundo hijo y se puso a estudiar para auxiliar de enfermería. Y que ahora que está de vuelta de todo y vive con su pareja en Mondragón le ha dado por hacer las oposiciones a peón forestal en el Ayuntamiento e irse “por ahí a los montes, con la desbrozadora”. Pero precisamente porque las Vulpes eran su “familia” es a ella a quien preguntan por la dichosa palabra que marcó sus vidas.

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Zorra de postal

Loles en la actualidad, con su hermano Niko

Loles en la actualidad, con su hermano Niko Cedida

“Eurovisión lo han revivido hace unos años como una fiesta del movimiento LGTBI. No es mi mundo, yo no tengo nada que ver con ello, pero lo que apoyo y siempre apoyaré es que no haya censura hacia las mujeres. Nebulossa lo ha tirado por ese rollo glam que tienen, pero si todavía no entendemos que una mujer de cincuenta y tantos años puede vestir como le da la gana o que es normal que hable de sexo, mal vamos. Es triste que la palabra zorra pueda seguir ofendiendo”, piensa Loles. 

Y lo es todavía más, según ella, que esas críticas vengan de un sector femenino. “Se han agarrado a que en los casos de violencia de género a muchas mujeres les siguen llamando zorras, como si eso fuera lo que más duele en un episodio de maltrato. Yo he educado a mi hijo de forma que no vea la palabra zorra como un insulto. Él lleva camisetas con el lema ‘me gusta ser una zorra’ y no entiende que eso pueda ser algo denigrante para la mujer”. 

Lo de las Vulpes fue un grito joven de rebeldía, kale borroka gramatical. Y, pese a todo, tiempo después aquel tema también terminaría convirtiéndose en himno de culto, como lo es ya la canción de Eurovisión. Ahora Loles tiene casi los mismos años que Mary Bas, la cantante de Nebulossa, y aunque el festival no vaya con ella también sigue viéndose como una “zorra a la que todo le da igual”. A estas alturas, si cabe "más zorra todavía".