De izquierda a derecha: Zapatero, Pedro Sánchez y Teresa Ribera en el mitin de Fuenlabrada. Debajo, las pulseras que se han repartido en el acto.

De izquierda a derecha: Zapatero, Pedro Sánchez y Teresa Ribera en el mitin de Fuenlabrada. Debajo, las pulseras que se han repartido en el acto. Efe / E. E.

Reportajes HITOS Y FLAUTAS

Begoña, como la Rebeca de Hitchcock: su ausencia llenaba el pabellón en el último mitin de Sánchez

Fuenlabrada era Manderley y Begoña, la mujer sobre la que todo el mundo habla, una heroína translúcida. Los militantes dicen que su persecución es a causa del "machismo" que quiere que las mujeres se queden en casa con la "pata quebrá". ¿Las cartas de recomendación? "Una gilipollez". 

7 junio, 2024 23:19

El último acto de campaña de Sánchez antes de las elecciones, en Fuenlabrada, ha recordado a Rebeca, la película de Hitchcock: Begoña Gómez hoy no estaba físicamente (el paseíto por Benalmádena se lo dio pero por el sur de Madrid no, por lo que sea), pero su presencia invisible lo copaba todo.

Todo remitía a ella secretamente. O sea: el Pabellón polideportivo Fernando Martín era Manderley (sin vegetación ni torreones góticos, por desgracia, pero con cinco mil personas) y Begoña, la mujer sobre la que todo el mundo habla, sobre la que todo el mundo murmura, sobre la que todo el mundo conspira. Sin embargo, igual que la omnipresente Rebeca no salía en ningún momento en la propia película a la que da nombre, Begoña no apareció pero fue mentada como una heroína translúcida, y su rubio pelo lacio se derramó como un manto simbólico sobre el edificio.

La tarde está tonta y caliente, como en esa canción de Estopa. También amarilla, plomiza y lluviosa, llena de presagios. 

Dentro del polideportivo hay algo mejor que vida: vidilla. Esto parece una fiesta encantadora y trasnochada, no cabe un alfiler: traen hasta una banda tributo que toca en directo y que a veces se siente ACDC y a veces Pereza o Cariño. Se respira un rollo afable, como de viejo rockero. Me dices que es una reunión de antiguos amigos de Miguel Ríos y me lo creo. Veo a un caballero anciano caminando lentamente: en una mano lleva el bastón, y, en la otra, una pancarta enganchada a un palo que también apoya contra el suelo y le sirve para auparse. A veces da diminutos saltitos al ritmo de la música. Esta verbena estaba diseñada en principio para reivindicar la candidatura de Teresa Ribera, pero al rato ya se ha notado que eso era lo de menos. La ausencia de una mujer fue más fuerte que la presencia de otra.

"Begoña una tía con dos cojones, una profesional, y han ido a por ella para hacerle daño a él, está claro”, dice Antonio, de 74 años

Begoña es nuestra Lady Di, nuestra Elena de Troya. En dos cafés más la vuelven una Rosa Parks. Para los asistentes al mitin, no es sólo que su inocencia esté fuera de toda duda, sino que tiene el prestigio de la víctima. “Es una tía con dos cojones, una profesional, y han ido a por ella para hacerle daño a él, está claro”, dice Antonio, de 74 años. Begoña, Begoña, Begoña: si dices su nombre tres veces delante del espejo, desaparece "la fachosfera" para siempre. 

Pulseritas de "free Bego"

El fandom lo dejó todo claro con su radical propuesta de marketing: pulseritas hechas a mano con el lema “Free Bego” (como si la primera dama estuviera a la sombra en Soto del Real zurciendo calcetines) o “Bego Love”. Pensábamos que no había nadie más cursi que una swiftie y ahora sabemos que sí que lo hay: un socialista mitinero y previsiblemente gay. Se confirma así el delirio sentimental en el que se ha convertido la presidencia del Gobierno: fruslerías, movidas epistolares, brazaletitos de la amistad, agendas chapadas y cinco días para pensar en el amor. España tiene visos de sitcom. Todo esto, mientras la ultraderecha con sus “hombres de negro” y su “motosierra”, como ha dicho hoy Sánchez, amenaza con cortarnos la cabeza. Quien no se divierte aquí es porque no quiere.

Andan por aquí Félix Bolaños y Fernando Grande-Marlaska. Ha venido también Javier Solana, histórico del felipismo, como un guiño desde el pasado. “Soy zurda, mucho, mucho”, me dice una señora muy maja con los ojos claros y el pelo rubio y aguado. Es Lucía y viene de Móstoles. Tiene 46 años. “Yo creo que lo primero que marca la persecución a Begoña es el machismo y la misoginia más bestia: para la ultraderecha y la derecha, las mujeres tendríamos que estar en casita con la pata quebrá, y lo siento mucho, pero las mujeres socialistas valemos mucho, muchísimo, y podemos estar donde queramos. Que seamos las mujeres de alguien da igual, porque somos profesionales, y podemos ejercer y ser lo que queramos ser”.

Las cartas, "una gilipollez"

Le pregunto que qué le parecen las cartas de recomendación que le gusta a Begoña emitir para la empresa pública. Se parte de risa. “Me parece una auténtica gilipollez. Cartas de recomendación de ese tipo se firman todos los días y en casi todas las administraciones públicas las empresas presentan, no cartas de recomendación, sino una carta contando que un proyecto ha funcionado en determinados sitios, y fin”.

Veo a un niño diminuto con una camiseta del PSOE de tamaño adulto: le han hecho un nudillo para que no le llegue a los pies, pero el efecto es raro. Le baila. Parece un pequeño y bello espantapájaros. Se aburre y corre por los pasillos, entre las sillas desmontables y las banderas LGTB, españolas y europeas.

"Vergüenza le tiene que dar al juez, es que no se les cae la cara, ¿ves?, ya ni se tapan", dice una militante llamada Ana 

Lobato pasa sin pena ni gloria. Avanza intentando interesarle a alguien, prácticamente enganchándose a un señor y cogiéndole la mano, forzando el saludo. No le dan mucha bola. Cuando Zapatero aparece, todo cambia. Va vestido con una camiseta negra y genera devoción: de un tiempo a esta parte, ha pasado a convertirse en una especie de chamán. El veterano pastorea mágicamente a la tribu. La peña le sonríe, le chocan las manos, le cuentan cosas al oído… hasta una chavala, armada con un palo selfie, le coloca la mejilla para que se la bese y él lo hace, pero medio flipando: esto fue extrañísimo.

Teresa Ribera tendrá muchos dones pero desde luego el baile no es lo suyo: entró al acto con una danza muy rara, un meneíto fatal, una coreografía delirante entre el footing y el baile de fin de curso. Movía los dedos índice hacia arriba, en plan “¡vamos allá!”. Las masas la aprecian pero la ven inofensiva. Y entonces, por fin, el chico más enamorado de la UE: Pedro Sánchez, vestido con su camisa vaquera de la suerte. El polideportivo se cae al grito de “¡presidente, presidente, presidente!”. No escucho ni un “guapo”: qué estrechita está la militancia en viernes tarde.

Eso sí: un señor corpulento y calvo de camiseta azul le engancha de la cara y casi le besa en los morros. En una de esas, le dio un abrazo largo a una mujer menudita, y luego ella se dio la vuelta y le hizo a sus amigas el gesto de victoria, como diciendo: “¿Lo habéis visto?”, cual simpatiquísima colegiala. Hoy estaba Sánchez muy chulito: “¿No os apetece daros el gustazo de ver a Feijóo y a Abascal perder las elecciones?”. La gente dice "sííííí", como niños aleccionados. Suelta una carcajada amplia, luminosa.

El cachondeo de Pedro

Sánchez luce sembrado y vacilón: "A veces pienso en ese hombre que ganó las elecciones y no fue presidente porque no quiso...". Y se parte de risa, maléfico y bello, irónico hasta que sangren. Insiste en su obsesión, porque en la repetición se distingue el ego: “Tengo unas ganas de coger la papeleta con la zurda y votar a Teresa… ¡tengo unas ganas de darme el gustazo de ganar a Feijóo y a Abascal!”. Y se relame, claro: sólo se relame quien se quiere mucho, porque esa es una forma de besarse a uno mismo.

El alcalde de Fuenlabrada hace un guiño silencioso a Begoña, en fin, como todos los demás seres vivos e inertes del pabellón: "Toda la solidaridad, Pedro, porque debe ser que vamos muy bien cuando te hacen estas cosas...". 

La consigna más grandilocuente es “Todas somos zurdas”: entonces miro a la primera fila, donde se sientan Sánchez y Zapatero y Lobato y Teresa Ribera y no puedo evitar sonreír y darle un buchito al agua para tragar esa amarga ironía. “Hay que votar el domingo en masa o la ultraderecha nos va a follar”, me dice una chica con el pelo rapado y tatuajes en los brazos que está sentada a mi lado. Zapatero dice que es "extraño" que haya una citación en campaña electoral. "Claro que es extraño, y decir 'extraño' es bien moderado y prudente. ¿Se puede rezar el día de reflexión?", dice, de risas. 

"Todo esto es muy rarito. Es un acoso injusto e indecente... y más que extraño, insólito e inaceptable. Y ya que hablamos del poder judicial, no se entiende que la derecha lleve 2000 días bloqueando el Consejo del Poder judicial. Eso sí que es no respetar la independencia del Poder Judicial. ¡Nosotros siempre la hemos respetado!". Y chimpún. 

La "vergüenza" del juez

Me dice Juan Carlos, de 65 años, que el acto le ha parecido "insuperable, ¿no?". "Hemos llenado el pabellón. Mira, lo de Begoña... es como todo. Es porque la derecha de este país, mediática y judicial, no va a permitir que el PSOE siga gobernando como gobernó Felipe González y Zapatero. Eso le va a fastidiar de por vida", chasquea el caballero. "Ellos vienen a meter mano al saco. Como en 2008, con los 70.000 millones con los que rescataron a la banca. ¡Calentitos se los llevaron! Y de eso no se habla, ¿no? ¿Mejor hablamos de cartas de recomendación o de no sé qué?". 

Juan Carlos recuerda que "en este país, la clase trabajadora ha podido acceder a la educación y a la sanidad gracias al socialismo, y los hijos de la clase trabajadora han podido ir a la universidad, ¡eso no ocurría hace 50 años, bonita...!". Pues también es verdad. 

Ana tiene 60 y dice que "vergüenza le tiene que dar al juez, es que no se les cae la cara, ¿ves?, ya ni se tapan, ni disimulan". El acto ha acabado y la peña empieza a diluirse, pero aún se echan un par de bailes con las últimas coplillas del grupo. Pedro se va, sonriente, quién sabe si en busca de su amor. Mira las paredes del pabellón y me recuerda a ese poema de Borges llamado El amenazado: seguro está pensando "esta habitación es irreal porque ella no la ha visto". Al final es lo de siempre: el nombre de una mujer le delata. Le duele una mujer en todo el cuerpo.