La tragedia de mi tatarabuelo, el masón republicano de Badajoz asesinado en 1936
Ángel Joven fue asesinado por un delito de masonería en 1936. Denunciado por sus amigos y absuelto tras su muerte, ahora sus descendientes reconstruyen la historia.
16 junio, 2024 00:52Este reportaje pertenece a la serie elaborada por los alumnos del Máster de Periodismo de EL ESPAÑOL y la Universidad Camilo José Cela, en su 1ª edición. Una investigación de semanas realizada para sus Trabajos de Fin de Máster.
Se llamaba Ángel Joven Nieto y era mi tatarabuelo. Nacido en Badajoz, aún en la vejez lucía un rostro afable, y su corto cabello canoso contrastaba con unas pobladas cejas negras. Aunque era mencionado en algunas noticias de periódicos locales, no quedan testimonios de su carácter. Sí de sus últimos días.
A la edad de 64 años, un 22 de noviembre de 1936, tras una vida dedicada a la política municipal, fue asesinado por las tropas franquistas que tomaron la ciudad. Según un libro publicado por el escritor extremeño Francisco Cebrián Andrino, Hemorragia Aguda, a Ángel lo "torturaron con el objetivo de que dijera las listas de masones de Badajoz".
Antes de su muerte -cuya causa aparece tachada en el Registro Civil con una gruesa mancha negra- presidió el partido Unión Republicana de la ciudad extremeña en 1934.
Además, fue Venerable Maestro de un importante triángulo masónico, delito por el que sería perseguido incluso tras su asesinato. Cuatro años después de su muerte, en el año 40, dos de sus compañeros masones lo denunciaron ante un tribunal específico de persecución política, pero ya era inútil.
Su paradero, según el boletín oficial que lo llamaba a declarar por "oposición al Movimiento Nacional", era "desconocido". Padre de cinco hijas, las fincas y el patrimonio del que era propietario quedaron confiscados durante tres años.
La historia de mi tatarabuelo Ángel había permanecido envuelta en un halo de misterio, de datos incompletos o tergiversados. Pero la suya es sólo un ejemplo de las muchas tragedias ocultas que acontecieron en aquel fatídico año de nuestra historia común. Este reportaje, cuya investigación ha contado con la ayuda de varias fuentes, familiares y amigos, puede servir como primer paso para reconstruirla.
La masacre
La Guerra Civil había comenzado en julio, hacía pocos días, a consecuencia de la sublevación militar contra el gobierno de la República presidido por Manuel Azaña. A mediados de agosto, el general Juan Yagüe, como parte del avance del bando sublevado, que se dirigía a Madrid, dirigió el ataque a la ciudad pacense y la represión posterior a la batalla.
La noche que va del 14 de agosto a la mañana del día 15 se conocería más tarde como la Masacre de Badajoz, dejando tras de sí una cifra aproximada de 3.800 víctimas. Así lo refleja el historiador Francisco Espinosa en su libro La columna de la muerte. Los detenidos eran llevados y encerrados en la antigua Plaza de Toros, donde hoy se ubica el Palacio de Congresos. Allí mataron a muchos.
El resto, fueron fusilados en el cementerio viejo de San Juan durante los meses posteriores. El cementerio aún existe, y en este último lugar se encontró el cuerpo sin vida de Ángel.
La justificación de aquella masacre, en boca del propio Yagüe, quedó recogida en un artículo del periodista estadounidense John T. Whitaker para el New York Herald: "Por supuesto que los matamos. ¿Qué esperaba usted? ¿Iba a llevar cuatro mil prisioneros rojos conmigo, teniendo mi columna que avanzar contrarreloj? ¿O iba a soltarlos en la retaguardia y dejar que Badajoz fuera roja otra vez?"
El día 15, tres periodistas internacionales entraron desde la frontera de Portugal para presenciar lo ocurrido. Son Mario Neves, del Diario de Lisboa, y dos franceses, Marcel Dany y Jacques Berthot. Ellos contarán al mundo la masacre.
Este fue parte del relato de Mario Neves, describiendo años más tarde lo que aquellos días había presenciado: "Intenté entonces aproximarme a la plaza de toros, donde ya se decía que había presos."
"Allí había (también) muchos cadáveres acumulados en distintas posiciones dramáticas que producían una gran impresión. Mientras, hice esfuerzos por entrar en la plaza, lo que conseguí , y me quedé hablando con los guardias. En aquel momento sólo había dos cadáveres en medio del ruedo. Pero en los periles distinguí a varios prisioneros. No quise hablar con ellos, pero allí estaban, esperando su momento final".
Una tragedia familiar
Ángel Joven Nieto había sido un rico propietario de fincas en su tierra natal. Nació en Badajoz en 1872. Al menos, esa es la fecha que resulta de su acta de defunción, archivada en el registro civil de la ciudad extremeña. Con letra manuscrita, se hace constancia de su muerte a la edad de 64 años.
Se inició en la política municipal a una edad temprana, como republicano de izquierdas. Llegó a presidir el partido Unión Republicana -escisión izquierdista del Partido Radical de Alejandro Lerroux- en la ciudad en 1934. Este hecho sería negado posteriormente por su familia para recuperar sus bienes.
Los motivos que rodearon a su muerte serían un tabú en las conversaciones de sobremesa durante más de cuarenta años. Parte de su historia, de su persecución política, la hallé recogida, aunque de manera fragmentada, en el Archivo General de la Guerra Civil de Salamanca.
Concretamente, en un expediente del Tribunal Especial para la Represión contra la Masonería y el Comunismo. Franco creó este tribunal en el año 40, y seguiría en activo hasta 1964. No es casual. En el juicio póstumo al que fue sometido figura un único delito: masonería.
Su asesinato se produjo en virtud de la aplicación del bando de guerra. Tras su detención, el hallazgo de documentación masónica de su autoría precipitó un destino funesto. Se le identificó como enemigo y se le torturó.
Entre otras pertenencias, la familia conservó un bastón de logia hallado recientemente por mi tío, Arturo Álvarez, en una antigua casa de la histórica calle Prim, donde vivió Ángel. A él lo habían enviado a la antigua plaza de toros.
A Ángel lo retuvieron dos meses antes de acabar con su vida, el 22 de noviembre de 1936. Se desconocen los detalles de lo que ocurrió aquel día. Es plausible que acabase siendo una víctima más de los fusilamientos, pero según Arturo, el testimonio heredado de un amigo de la familia, Luís Pla, afirmaba que Ángel había muerto a causa de las torturas a las que se le había sometido.
Esta es la versión de su muerte que, como se ha señalado en la introducción, comparten los investigadores.
Su cuerpo fue encontrado en el cementerio viejo. Su mujer Eugenia y sus cinco hijas -Alicia, Ángela, Mercedes, Josefa y Eugenia-, vivirían a partir de entonces una parte de su vida de luto, con sus bienes en herencia confiscados durante tres años y sin poder mencionar lo ocurrido por miedo a ser denostadas.
Además, para ahondar en el oscurantismo de su asesinato, la causa de su muerte está deliberadamente tapada en el Registro Civil.
El triángulo Renovación
Arturo Álvarez es catedrático en la Universidad de Cádiz, nacido también en Badajoz. Sólo él, descendiente directo, como yo, de nuestro protagonista, se había atrevido a ir más allá de los rumores. A investigar.
Pero fue al citarnos en Badajoz, el lugar de los hechos, cuando logramos avanzar. En un libro titulado La Masonería en Extremadura, publicado en 1989 por el escritor Pedro Víctor Fernández, descubrimos que figuraba el nombre de mi tatarabuelo.
Apareció junto con el de sus compañeros masones. El triángulo -expresión mínima de un grupo masónico, por su reducido número de miembros- se hacía llamar Renovación.
Además, se mencionaba un hecho inquietante: según había declarado el propio Ángel, la logia hacía sus reuniones en la capilla de Lorenzo Elder, un pastor evangélico protestante irlandés que también se identificaba como masón. Su nombre simbólico era "Clemenceau".
Aquella declaración de mi tatarabuelo, como comprobé días más tarde en Salamanca, venía recogida en el expediente de la logia. En Salamanca se almacenaban todos los archivos del Tribunal para la Represión de la Masonería desde 1940.
Lorenzo Elder fue detenido y posteriormente liberado, huyendo a Inglaterra. Poco rastro más hay sobre él. Había vivido junto a su familia en una gran casa de la calle Arco Agüero. En el sótano de aquella casa se ubicó la capilla donde hacían sus reuniones. Hoy el edificio se ha dividido en dos bloques, y uno de ellos es un pequeño hotel. Su anciano propietario conserva, a modo de jarrón, un obús caído en esa misma calle durante la guerra.
A diferencia del amigo protestante de Miguel de Unamuno, aparecido en la célebre película Mientras Dure la Guerra, Lorenzo logró esquivar a la muerte. En realidad, de aquel reducido grupo masónico, sólo Ángel encontraría su final en aquellos días.
Otros nombres más relevantes del triángulo Renovación tenían también su propio expediente en el Archivo.
Son, por así decirlo, los personajes secundarios de esta historia.
Narciso Vázquez Lemus, compañero de Ángel, político y médico influyente de aquella Badajoz de la Segunda República, era entonces la figura más relevante de la masonería en Badajoz. También a nivel político.
Narciso Vázquez y sus descendientes dejaron una gran impronta en la historia de la ciudad. Según declararon ante el Tribunal los distintos miembros de Renovación, fue él quien los "seducía" de formar parte del grupo.
Para este reportaje se prestó sin dudarlo a colaborar un descendiente genealógico de Narciso, el investigador Emilio Vázquez.
"Casi todos en el Congreso eran masones"
Desde el inicio de la conversación, Emilio deja patente la vigencia que durante la Segunda República tuvo la masonería. Una práctica común, no exenta de secretismo, pero sin ningún tipo de relación directa con el marxismo. Sí con el republicanismo.
"Había un porcentaje altísimo de los diputados del Congreso de la última etapa que eran masones. Casi todos lo eran". Tanto es así que, de hecho, Diego Martínez Barrio, uno de los políticos más significativos de la época, aparece repetidamente mencionado en los expedientes del Archivo de Salamanca. Tuvo un papel activo y relevante en ese sentido.
“En lo político, el republicanismo que practica Narciso es el del federalismo, cercano a Luis Zorrilla o Pi y Margall. Él capitanea en Badajoz el fracaso de una rebelión republicana antimonárquica en 1882”.
Mucho tiempo después, en su vejez, Narciso presidiría la primera sesión constituyente de las Cortes de la Segunda República, en el que sería "el día más feliz de su vida". Narciso Vázquez, con el nombre simbólico Washington, había sido Gran Maestre de la logia Pax Augusta, la más importante de Badajoz. Después, en 1926, fundó el triángulo Renovación.
"Presidió el Ateneo de Badajoz, también el Casino, lugares de distinta función social que sin embargo reunían a la flor y nata de la cultura de la ciudad". No era religioso, pero sí tenía un cierto "sentido de la trascendencia". De modo que nunca lo tuvo muy claro.
De hecho, antes de su muerte por causas naturales, en 1932, había pedido a sus hijos que no le dedicaran una ceremonia religiosa. "Para no ponerlo en ridículo y mantener una coherencia intelectual". Su cuerpo descansa hoy en la parcela "de los protestantes" o no católicos del cementerio donde presuntamente mataron a Ángel.
Los denunciantes
En una ciudad pequeña como era Badajoz, las tragedias individuales nunca sucedían de manera aislada. Así, la historia de mi tatarabuelo se enlazaba con otras, siempre cercanas y con mayor o menor fortuna en su desenlace.
Revisando el expediente personal de Ángel en el archivo de Salamanca, se reveló ante mí el hecho más macabro: en unas breves notas manuscritas se decía que, en mayo de 1940, Ángel Joven había sido denunciado como masón por dos personas: Felisandro Díaz Quirós y Ricardo Carvajal.
Según la lista de miembros de Renovación, plasmada en el breve expediente dedicado al triángulo, ambos habían pertenecido a este grupo. No sólo eso: ambos fueron detenidos y absueltos. Sin embargo, también figuraba una palabra que podía dar sentido a todo. Dichas denuncias se produjeron en el contexto de una "retractación".
Para dar cuenta de la importancia de este dato, es necesario revisar el origen del Tribunal para la Represión de la Masonería. Su base jurídica consistía tan sólo en una ley, que además era complementada, a su vez, por otra, la de Responsabilidades Políticas.
La primera de ellas, la que servía como base jurídica, era la Ley del 1 de marzo de 1940 sobre la represión de la masonería y el comunismo. Esta norma estipulaba quiénes eran masones, comunistas y anarquistas. En el primer caso, era un agravante haber llegado a altos grados en la jerarquía masónica.
En estos casos se podía imponer una condena que iría entre los veinte a treinta años de prisión. Por otro lado, se daba la oportunidad de retractarse ante las autoridades. La colaboración con la autoridad a la hora de delatar a otros masones sería considerada como un atenuante, así como haber colaborado en el golpe del 18 de julio.
La denuncia serviría para conseguir información necesaria para llegar a logias y masones no conocidos por las fuerzas de seguridad.
En el expediente de Carvajal -de nombre simbólico Arístides- venía recogida una copia de su retractación completa, así como los distintos informes realizados por el fiscal valorando la credibilidad de sus declaraciones. En todo momento, Carvajal admite su afiliación al triángulo masónico, pero luego trata de exponer su nula participación en las reuniones del grupo.
Como empleado en la Diputación de Badajoz, el pago de la tasa para permanecer en el triángulo era, según Carvajal, un modo de satisfacer a un tal don Narciso Vázquez.
Pero, según los informes del fiscal, Carvajal mentía. El acusado habría ascendido en la graduación masónica al menos dos veces. Además, en el expediente se conserva un carnet de la Gran Logia Simbólica Regional del Mediodía expedido en Sevilla en 1926 y firmado por el Gran Maestre y futuro presidente del gobierno de la República Diego Martínez Barrio.
Finalmente, gracias a su retractación, es absuelto. En dicha retractación denuncia, entre otros, a Ángel, quien "asumió la jefatura de la asociación tras la muerte de Narciso". Al final de su declaración, Carvajal jura "lealtad al Caudillo y al Movimiento Nacional".
Del primer denunciante, Felisandro Díaz Quirós, no se conserva copia de su retractación.
La herencia de Ángel
Eugenia Sardiña Flores, viuda de Ángel, se ocupó desde su asesinato de recuperar la herencia y los bienes de Ángel para sus cinco hijas. Según la mencionada ley de Responsabilidades Políticas, quedaban "incursos en responsabilidad política y sujetos a las sanciones que se les impongan", las "personas individuales" que, entre otras causas, "pertenecieran o hubiesen pertenecido a la Masonería", con excepción de los que "hayan salido de la secta" antes del 18 de julio de 1936.
Además, respecto al plano político, la ley establecía lo siguiente: "Se tendrá en cuenta para agravar la responsabilidad del inculpado su consideración social, cultural, administrativa o política cuando por ella pueda ser estimado como elemento director o prestigioso en la vida nacional, provincial o local".
Así las cosas, desde enero de 1940, todos los esfuerzos de Eugenia irían dirigidos a desvincular a Ángel de la política y la masonería. Sólo tendrá éxito en el primer caso.
Según la documentación hallada por mi tío Arturo Álvarez, los bienes incautados fueron gestionados, de manera preventiva y desde el año 1937, por un administrador judicial. En los diferentes escritos, se termina haciendo inventario de la gestión judicial del patrimonio de Ángel para su devolución a la familia de Ángel.
Este documento está fechado en agosto de 1941. Para llegar a esto, se envían varias cartas de Eugenia en defensa de su marido fallecido y de la legitimidad de sus hijas, ante la sospecha de que no estaban bautizadas.
En el proceso cuenta con el testimonio de Don Manuel Medina Mata, canónigo de la catedral de Badajoz.
Según un informe, en la última quincena del mes de agosto de 1936, en "el lugar habilitado como prisión de los detenidos políticos" -no se especifica cuál-, Mata "oyó decir que Ángel Joven Nieto pidió la presencia" de "otro sacerdote" para su "absolución sacramental". Que "con tal motivo hizo también retractación de sus errores políticos y religiosos".
Antes de recuperar su herencia, y como paso previo, en abril de 1940 el Tribunal Regional de Responsabilidades Políticas emite un fallo parcialmente favorable para la familia de Ángel.
En su sentencia recoge todos los argumentos y "pruebas" que demuestran la desvinculación del fallecido respecto a la actividad política contraria al Movimiento. Para lograr esta conclusión, Eugenia había tenido que enviar varias cartas más.
Para mayor defensa, y según la sentencia, era "evidente" su desacuerdo con los partidos republicanos, dado que dos de sus "hijos políticos", es decir, yernos, habían sido perseguidos por "los rojos". El primero, Bartolomé Gutiérrez, acabó huyendo a Portugal. El segundo, Antonio Álvarez, fue asesinado por su adhesión manifiesta a los sublevados. Estos hechos suponían un importante atenuante.
Del delito de masonería, sin embargo, y dadas las pruebas que lo vincularon al triángulo Renovación, no se le eximió. La sentencia se dirime con el pago de una multa de 15.000 pesetas.
Del mismo modo, en dicho expediente se halla por fin el documento fiscal del Tribunal para la Represión que, en el año 1945, lo exime de su responsabilidad criminal por fallecimiento tras la presentación de su acta de defunción.
Reconstruir su memoria
La reconstrucción de la historia de mi tatarabuelo Ángel, de su memoria, no es tarea sencilla. En apariencia, existe suficiente documentación para hilvanar todos los hechos. Pero esta documentación aparece de manera fragmentada, incompleta y, a veces, contradictoria.
Las distintas versiones, compuestas de medias verdades e intereses políticos o personales, dificultan la búsqueda de la verdad. Este reportaje es, como se dice en la introducción, un primer paso para honrar la memoria de Ángel Joven Nieto, y quizá también la de quienes tuvieron que denunciar a otros para salvar su vida en un entorno de extrema hostilidad e injusticia.
En el ámbito familiar más inmediato, y durante años, la historia de Ángel apenas volvió a ser comentada. El dolor que producía en sus hijas la muerte de su padre a manos de los sublevados, así como la de su yerno Antonio Álvarez a manos de los republicanos, impidió su esclarecimiento.
La guerra no era un tema de conversación. Hoy, en el Centro Documental de la Memoria Histórica, al que pertenece el Archivo de Salamanca, se almacena una ingente cantidad de documentación y expedientes. Cada uno con nombres y apellidos.
Todas sus historias, como la de Ángel, representan el mosaico olvidado de la empañada memoria reciente de España. Y todas ellas, en opinión del periodista que escribe estas líneas, merecen ser rescatadas. Debería ser reconocido -y entendido por sus investigadores-, no como una revancha envenenada, sino como la última etapa de madurez del proceso de reconciliación que se inició con la Transición en el año 1978.