Alejandro Fortea es uno de los cientos de vecinos o trabajadores de la zona que deben vivir en aurocaravanas para poder subsistir en la región.

Alejandro Fortea es uno de los cientos de vecinos o trabajadores de la zona que deben vivir en aurocaravanas para poder subsistir en la región. Imagen cedida

Reportajes

"Tengo que vivir en una furgo": la plaga de turistas en el Pirineo echa a Álex y a sus vecinos de sus pisos

Autobuses a las pozas, ríos como playas, estampidas de vacas, falta de vivienda, ataques de mastines: la avalancha de visitantes desata una ola de turismofobia entre la gente del Pirineo aragonés.

18 agosto, 2024 02:39

"Llevo tres meses viviendo en una autocaravana porque me tiraron del piso de Benasque donde estaba para alquilarlo durante las vacaciones", asevera Alejandro Fortea. "Pagaba por él 600 euros, de modo que tenía que compartirlo con un compañero. Pero, aún así, a los dueños no les parecía suficiente. Llegaron a la conclusión de que sacaban mucho más con los turistas. Luego me subí a Cerler (una población cercana, situada a pie de pista de esquí) y estuve pagando 450 euros por un piso de 17 metros cuadrados. Pero también de allí tuve que irme porque lo vendieron", lamenta este valenciano de 28 años.

"Busqué una tercera alternativa y encontré un apartamento por 500 euros. Aquello ya se me iba de las manos porque mi sueldo como técnico de mantenimiento de las pistas es de 1.400. Quítale un tercio a tu salario por el alojamiento y réstale también lo que cuesta mantenerte en una zona donde todo es más caro, incluida la comida. ¿Qué te queda? Nada".

Fortea se encuentra en una de las campas que hay junto a la travesía principal de Benasque, uno de los destinos predilectos y más concurridos del Pirineo aragonés, además de uno de los de más alta alcurnia. Prácticamente todos los vehículos estacionados junto al suyo en la vertiente sur del aparcamiento son de trabajadores que viven en autocaravanas. A este diario, no obstante, le tomó dos días encontrar a alguno dispuesto a dar la cara. Tenían miedo de las posibles represalias.

Detalle de una furgoneta en mitad del Pirineo.

Detalle de una furgoneta en mitad del Pirineo. Cedida.

"Tú no sabes lo que es esto. No me extrañaría que alguien viniera por aquí si hablo mal de los de aquí y me rajara las cuatro ruedas", asegura a EL ESPAÑOL el dueño de la furgoneta vecina a la de Alejandro. Otro de los inquilinos fijos de esa zona del aparcamiento se queja también de la policía. "No voy a ponérselo tan fácil", comenta. "Yo, si quieres, te cuento lo que quieras, pero no me apetece mucho señalarme porque ya de por sí tenemos problemas con la Guardia Civil, que viene a buscarnos la vuelta con esto y con lo otro".

En tan sólo unas horas, encontramos cerca de una docena de trabajadores viviendo en autocaravanas, y únicamente en el tramo de la Alta Ribagorza que conecta Castejón de Sos y Benasque. Y en invierno hay muchos más. Acostumbran a concentrarse en el sector más apartado del estacionamiento de las pistas de Cerler. En otras zonas del Pirineo, como Tena o Aran, hay más de un centenar. La economía de los valles ha puesto la mayoría de sus huevos en la cesta del turismo y eso ha creado problemas de alojamiento, no sólo para los trabajadores, sino para los propios empresarios que no encuentran mano de obra.

"Es que al final no te dejan otra opción. Yo me cansé de pagar por un techo a precio de turista", narra Alejandro. "Llevo dos años en el Alto Ésera. Nunca antes había vivido en una furgoneta. Pero, si te soy sincero, estoy mejor que en un apartamento. No creas que los pisos que ocupaba eran una maravilla. El de quinientos pavos no tenía ni horno. Sólo dos fogones y una nevera pequeña. Aquí tengo cuatro y un frigorífico más grande. Son alojamientos pensados para que vayan cuatro amigos un fin de semana y después se larguen. Carecen de comodidades. Así que me puse a hacer cuentas y entendí que esto me compensaba". Fue entonces cuando pagó 37.000 euros de la furgoneta financiada a dos años. "¿Sabes qué? Que si alguna vez tengo que venderla ya tengo la entrada para una casa".

Algunos empresarios incluso piden empleados con autocaravana. "Estamos buscando personal para nuestro restaurante", se lee en un anuncio de la zona. "Ofrecemos alojamiento en el valle del Vio, en pleno parque de Ordesa y Monteperdido, pero valoraremos disponer de vehículo camperizado". El fenómeno de la llamada 'ibicificación del Pirineo'" no es exactamente nuevo. Lo que sí lo es es la masificación de este año y la llegada en avalancha de miles de personas a rincones antes sólo hollados por los locales y por unos pocos visitantes ocasionales.

Ha habido recodos de río este verano literalmente ocupados por un ejército de bañistas con sus toallas. Algunas empresas sin base en la zona están fletando incluso autobuses a las pozas desde Cataluña. Como consecuencia de ello, ha ido a la par cobrando aliento una turismofobia visceral, y no sólo entre los locales, sino también entre los dueños de segundas residencias.

Así, por ejemplo, en la localidad oscense de Boltaña, trescientos domingueros ocuparon hace una semana una zona de baño conocida como la Gorga. Llegaron en autobuses, desplazaron a los habituales y provocaron la ira de los lugareños. Hay docenas de fotos en las redes que dan fe de que lo ocurrido frisa lo esperpéntico: una bañista instalada dentro del río con una mesa y un altavoz, barbacoas, perros sueltos, colchonetas en el agua y, en fin, una exhibición absoluta de falta de urbanidad.

Detalle de una zona del Pirineo masificada por el turismo.

Detalle de una zona del Pirineo masificada por el turismo. Ferrán Barber E. E.

Ríos ocupados por una masa a menudo completamente incívica de turistas pueden verse también en otras zonas del Pirineo como Puyarruego o Torla y, lo que es peor, incluso dentro del parque nacional de Ordesa, donde a menudo los recién llegados ignoran hasta las prohibiciones más elementales. De alguna forma, se han traído Benidorm al Pirineo: la toallita, la sombrilla, la Casera de verano y toneladas de protector solar. El principal reclamo del Pirineo era justamente la preservación de sus parajes y una tranquilidad que está en jaque por la presencia abrumadora de visitantes ocasionales.

"Los Ibones de Anayet se han convertido en lo que no deberían ser este tipo de parajes: gritos, tiendas de campaña, bañistas en el ibón, perros sueltos (algunos dándose un chapuzón, otro merodeando en torno al ganado...), basura por doquier y drones", podía leerse la semana pasada en las redes sociales. Se da la circunstancia de que Anayet y la Canal Roya fueron puestos en el mapa el pasado año a raíz del movimiento social que paró un proyecto de telecabina apadrinado por el anterior gobierno socialista.

"Es una completa ida de olla lo que está pasando y estamos hasta las narices", dice un vecino de Boltaña. "Además, han invadido el río en un momento del año en que baja tan poco caudal que está cubierto de verdín. Y en Torla están igual. Ni siquiera sabemos de dónde vienen esos autobuses o por qué están llegando. Creemos que las redes sociales han contribuido a que se produzca todo este boom. Eso y, tal vez, el calor. ¡En Ordesa se bañan incluso en los ibones, algo completamente prohibido! La invasión es de tal envergadura que se han registrado hasta ataques de vacas. A un turista se le llevó media cara un animal de una cornada".

"Porque esa es la otra…", continúa. "Esta gente carece de sentido común y del más mínimo conocimiento de cómo interactuar con la montaña y con sus inquilinos habituales. El otro día me di de bruces con un excursionista que estaba haciendo con chancletas una zona de clavijas que hay en Ordesa. Es completamente delirante todo. Claro, después resulta que se multiplican los rescates. Esta es la clase de turismo que no nos deja nada y que no queremos".

En efecto, las conductas negligentes y, a menudo, ilegales de los visitantes están provocando situaciones que han puesto en riesgo la vida de los propios turistas. Hace ahora tres años, un rebaño de vacas arremetió contra los clientes de un restaurante en el parque nacional de Ordesa. Las estampidas de hervíboros, así como los encontronazos con mastines, son cada vez más habituales debido, entre otras cosas, a que muchos de los turistas pasean con perros sueltos que inquietan al ganado y sus guardianes. Nadie les enseñó que, bajo ciertas circunstancias, no es muy aconsejable aproximarse a una vaca que cuida de un ternero o, menos aún, invadir el perímetro de seguridad de un rebaño custodiado por mastines.

Dos de los principales motivos que posiblemente explican que se extienda por el Pirineo esta nueva variante de la mancha humana son, por un lado, la costumbre de ciertos influencers de geolocalizar "pozas secretas" y, por otro, lo que suele conocerse como "turismo climático". La gente acude a las montañas durante las olas de calor esperando encontrar alivio cuando, en realidad, todo el Pirineo ha estado este mes de agosto en alerta roja por temperaturas altas. Cierto es que las noches son mucho más frescas por encima de los mil metros.

Detalle de uno de los anuncios que reclaman a sus potenciales empleadores disponer de vehículos camperizados.

Detalle de uno de los anuncios que reclaman a sus potenciales empleadores disponer de vehículos camperizados. Ferrán Barber

"En mi pueblo había una poza bastante tranquila a la que acudía la gente", se quejaba en X a finales de julio el zaragozano Álex Rodrigo, director de La Casa de Papel. "Desde hace varios años se ha viralizado entre los turistas hasta masificarse y convertirse en un vertedero. Ya nadie del pueblo la frecuenta. Antes, la convivencia era sostenible. El boca a boca hacía que viniese algún curioso, pero los influencers han roto la baraja. He perdido la cuenta de la gente que me ha preguntado por la poza y a la que le he dicho que no existe".

"Lo que está pasando es el resultado de una suma de factores", explica a este diario el divulgador medioambiental aragonés Paco Iturbe. "Uno de ellos es el cambio climático y el turismo térmico. No solo sube más gente buscando unas temperaturas menos tórridas. Es que antes, en algunas de esas pozas, el agua estaba tan helada que había que ser muy valiente para bañarse. Ahora cualquiera puede. Sobre lo que está saltando a la palestra este verano, hay que aclarar que los autobuses de bañistas son fletados por agencias situadas a cientos de kilómetros. En la mayoría de los casos, son visitas puntuales.

Llegan, usan el espacio y se van. Ni siquiera crean empleo. Pero esto es un capítulo más de un modelo de desarrollo turístico que considera el Pirineo un "parque de atracciones". Vas y te montas en una determinada "atracción" sin saber ni dónde estás y menos aún el valor que tiene. Y resulta que este modelo ha estado auspiciado por la administración. Forman parte del mismo las tirolinas, los toboganes y, por supuesto, las ampliaciones de estaciones de esquí".

"Es un terreno abonado para que todo se desmadre con nuevos actores", sostiene Iturbe. "Claro, ni hay vivienda para los trabajadores temporales ni para los habitantes de la zona porque todo está enfocado hacia los turistas. ¿Y qué sucede? Que los lugareños se tienen que ir y los trabajadores temporales tienen que alojarse en furgonetas. Las grandes empresas como Aramón [participada por Ibercaja y el Gobierno de Aragón] ya están exigiendo que la administración proporcione residencia a sus empleados".

"No deberíamos fliparnos tanto con lo de la masificación del turismo porque ya veremos cuánto turismo hay dentro de unos años", afirma un comerciante del valle de Benasque. "Estamos gozando ahora mismo de las millonadas que dio la UE tras lo de la crisis del Covid. Pero yo creo que es improbable que esta exuberancia turística nacional tan abonada por los subsidios pueda mantenerse a este ritmo. Casi 20 millones de españoles cobran ya del Estado alguna paga. El turismo no es lo mejor, sin duda, y sólo turismo no es suficiente. Pero no lo desdeñemos porque más tarde podríamos añorarlo. Es cierto que en Benasque tenemos el problema de la gentrificación, pero no más que en otras zonas turísticas de Europa".

"En cuanto a lo que está sucediendo en el Sobrarbe [la llegada desordenada de visitantes], es fácil hablar mal de tu cliente", afirma el empresario. "Lo difícil es regular y organizar el territorio procurando que tu fuente de ingresos, que es el turismo, sea tratada de forma profesional como lo que es: un gran recurso para estas comarcas de montaña. Muchas veces, el único recurso. Las excesivas restricciones al turismo en el Sobrarbe por el parque nacional han sido un desastre. Ya con la perspectiva que dan los años hemos visto cómo se despoblaba de autóctonos la comarca, se precarizaba el empleo y disminuían las expectativas de proyección para futuras generaciones. Menos prohibir y más ordenar y organizar de forma profesional".