Jose Aybar, el 'señor' de las botellas de miniatura: tiene una colección de 45.000 única en el mundo
Whisky japonés, single malt, tequila, vodka, anís valenciano o vino de jerez son algunas de las botellas que se pueden ver en su casa.
20 septiembre, 2024 08:53Debajo de una montaña de palés, Jose Aybar rescata unas botellas de miniatura empolvadas y con las etiquetas agrietadas y ennegrecidas. “Estas son una joya”, revela. Mientras desliza un paño húmedo por el vidrio de la botella, observa, con las gafas colocadas en el precipicio de su nariz, el etiquetado de una de ellas. “Qué pena”, lamenta. A continuación, sumerge una botella de anís del mono en un cubo de plástico lleno de agua y jabón. “En un rato, estará como nueva”, expresa mientras continúa limpiando otras miniaturas.
A su alrededor, las vitrinas aguardan más de 45.000 botellas de miniatura: whisky japonés, single malt, tequila, vodka, anís valenciano o vino de jerez. “En el mundo del coleccionismo no hay límites”, cuenta Aybar desde su colección privada. El valenciano no solo es uno de los mayores coleccionistas de España, sino que sube al pódium en la escala global. “Mi botella favorita es la que no tengo. En el momento en el que la consigo, mi objetivo es buscar otra”, cuenta entre risas.
Hace más de 50 años, Aybar colocó la primera botella de su colección en una pequeña vitrina en casa de sus padres: “Mi madre me regaló mi primera botella. Era un anís Jaime I de la Destilería Terravil de Valencia”, cuenta. “Le encantaba regalarme miniaturas y colocarlas en mi habitación. Así empezó mi historia”, añade. Aunque en los últimos 15 años, la colección ha crecido exponencialmente, el camino también ha sufrido baches: “La infancia, la adolescencia, el servicio miliar, el matrimonio…”, detalla. Tras sufrir una enfermedad de corazón, Aybar apostó por la afición. “Los médicos internistas me decían que tenía que buscar algo que me apasionara y que fuera mío, especial. Me acordé de mis botellas.”, cuenta.
Vitrinas con historia
“Cuando empecé a coleccionar, pensaba que yo era el único loco que guardaba botellas. Luego ha resultado ser que somos muchísimos locos por el mundo”, desvela Aybar. Su primer contacto con la afición del coleccionismo llegó desde Perú a través de internet. “Él me puso en contacto con otro coleccionista de Madrid, Luis Campos. Rápidamente, buscamos una fecha para conocernos. Fue un encuentro precioso”, cuenta.
Detrás del cristal de una de las vitrinas destaca la fotografía de un hombre mayor con el pelo claro. “Él era uno de los mayores coleccionistas del mundo. Un buen amigo”, cuenta Aybar mientras señala el retrato. En otro de los rincones, cinco baldas de cristal aguantan una fila de coches antiguos de juguete. Al abrir el capó de uno de estos, asoma un tapón negro con el impuesto y el precinto. Dentro, también hay alcohol. Es una botella. “Estas me las regaló un compañero de Estados Unidos. Murió hace unos años de cáncer, pero su mujer y su hija siguieron enviándome los coches. Querían que yo heredara esta parte de su colección”, explica.
Esta afición, que se levanta visiblemente entre las diferentes paredes del sótano, cruza fronteras. Aybar ha participado en encuentros y eventos relacionados con el mundo del coleccionismo de botellas de miniatura en diferentes partes del mundo. “Otro de los propósitos era viajar y visitar a otros coleccionistas. He podido estar en las reuniones de Francia, México, Perú, Estados Unidos, China o Rusia”, cuenta el valenciano.
Coleccionismo marca España
En 2010, y tras la primera reunión con su compañero y amigo, Luis Campos nació el primer Club Español de Coleccionistas de Botellitas de Licor. “Decidimos dar un paso al frente y fundar el club”, añade. En su creación participaron 12 coleccionistas y la afluencia ha ido creciendo con los años. A finales de 2023, el club ya contaba con 136 socios, de los cuales 52 son de España, 23 de otros países europeos, 23 de América y 50 de Asia.
“Todos los años nos reunimos en una ciudad española. La primera reunión se celebró en Segovia, poco después de la fundación del club”, explica Aybar. Desde entonces, se ha repetido cada año, a excepción de 2020 que quedó suspendido por la pandemia del covid-19. “Valencia, Barcelona, Bilbao, Madrid, Sevilla, Santiago… Hemos viajado por todo el país”, añade.
En cada encuentro, los socios y curiosos participan en un intercambio de botellitas de licor, así como la adquisición de miniaturas que, ediciones limitadas, están preparadas en exclusiva para el club por importantes destilerías internacionales. En el encuentro de 2022, la miniatura escogida fue un single malt japonés de la destilería Chichibu, mientras que 2019, por ejemplo, las elegidas fueron unas mini cerámicas de la Puerta del Sol de Toledo que contenían limoncello y pacharán.
Un ojo especial
Entre los destilados de la colección de Aybar, unos rincones están más mimados que otros. Una de las salas está reservada única y exclusivamente al whisky, uno de los destilados preferidos del coleccionista. Glenrothes, Ardbeg o Yamazaki son solo algunas de las marcas que asoman entre las vitrinas. Aun así, Aybar guarda sus mejores palabras para Macallan: “Es la santísima trinidad del whisky. Sobre todo, por la historia, que podemos relacionar con España”, explica.
En 2023, Macallan adquirió el 50% del Grupo Estévez, propietarias de renombrados viñedos y bodegas de Valedespino, una de las casas de jerez con más historia que se remonta a 1246. Con esta colaboración se fusionó la tradición de la elaboración de los vinos de jerez con el aderezo de las barricas de roble, imprescindibles en la maduración del whisky escocés de una sola malta. Precisamente, el vino de jerez también tiene un hueco exclusivo entre las miles de botellas que guarda Aybar. “El vino de jerez es tradición e historia. Es uno de los destilados con más renombre en España y en el mundo”, añade.
Con visos al futuro
Aybar no puede evitar pensar en el futuro. “Me encantaría que, tanto mis hijos, como mi yerno, continuaran mi afición. Detrás de la locura, tienen que ver cultura, una forma de viajar y un valor que deben cuidar y, espero, que mantener”, cuenta. Tras una pausa y la mirada puesta en su alrededor, añade: “Me daría muchísima pena que esto acabara en la basura. Sería una lástima”.
“Mi gran ilusión es que quede documentada toda la colección a través de una página web. También me encantaría editar y publicar un libro sobre botellas valencianas”, explica el coleccionista.
Ha pasado más de una hora cuando Aybar vuelve al cubo lleno de espuma de jabón. Ahora, el agua está más turbia. Cuando sumerge los dedos, atiende con ilusión y curiosidad el resultado final. “Olé”, expresa. Vuelve a pasar un paño por el vidrio mientras que seca suavemente la etiqueta. Al terminar, se levanta y corre frente a la vitrina. “Ves, te lo dije. Como nueva”, dice mientras posa el pie de la botella en la estantería.