Es nieto de los fundadores de KAS, se hizo millonario cuando nadie tenía internet en casa y se arruinó completamente en Silicon Valley. Eneko Knörr es, ahora, uno de los emprendedores e inversores más reconocidos en el sector español y no, no tiene nada que ver con los alemanes que crearon los caldos.

“Si me hubieran pagado cada vez que alguien me ha dicho: 'Oye, tienes algo que ver con las sopas; sería millonario'”, reconoce entre risas Eneko Knörr. Con ese apellido es lógico pero, si se fijan, hay una diéresis de diferencia. Aunque la casta emprendedora de este vitoriano sí tiene que ver con otra de las marcas más relevantes de España: KAS, naranja o limón; que siempre hay que elegir. La K es de Knörr, familia cervecera que producía ‘El As’ y que, según cuenta el propio Eneko, supo aprovechar el zumo de naranja de la abuela para comercializarlo en 1956. No sólo fueron un referente, sino que Pepsi tuvo que comprar la empresa para llegar al gran público “porque no eran capaces de distribuir con una red implantada ya en el territorio, así que primero invirtieron en KAS y, después, acabaron comprándola”. Palabra de Knörr.

Eneko cuenta con cierto orgullo que nunca ha trabajado por cuenta ajena, aunque hay una excepción: “Cuando me compraron mi primera empresa estuve obligado por contrato a trabajar durante seis meses allí”, recuerda. “Fue la primera y última vez que he estado contratado por alguien”. Si han leído ‘Padre rico, padre pobre’, el superventas de Kiyosaki, es muy probable que piensen que el señor Knörr, es decir, el padre de Eneko, también era un empresario que inculcó a su hijo la importancia de rentabilizar las ideas, firmar acuerdos provechosos e invertir con cabeza. Nada más lejos de la realidad. “Curiosamente mi padre no estaba metido en la empresa, mi padre era un lingüista y catedrático universitario. Pero yo soy emprendedor vocacional y desde pequeño sabía que quería crear algo”, reconoce el vitoriano.

Cualquiera puede pensar que es muy fácil ser emprendedor y empresario de éxito con una familia acomodada detrás, con una red de salvación que te sujete si caes al vacío. “Es un debate muy típico en el mundo emprendedor. Parece que un emprendedor tiene éxito porque tiene esa tranquilidad o que le han dejado el dinero y le han puesto los contactos encima de la mesa”, reclama Knörr. “En mi caso, no fue así. Mi familia no tenía ningún contacto con la tecnología, por ejemplo”, se revuelve. Aunque sí reconoce que no es lo mismo emprender “sabiendo que si fallas vuelves a casa de tu madre, estás ahí tranquilo”.

Su primera empresa

De hecho, su primera empresa sí fue un gran éxito. Se llamaba -y sigue llamándose-, Hostalia. Algo que ahora está muy extendido: una empresa para alojar webs. A principios de siglo, cuando prácticamente nadie tenía aún internet en casa, era una innovación que no muchos vieron claro. “Cuando empecé en Internet la gente me decía que nadie usaría Internet, que era una pérdida de tiempo, que sólo lo usaban los criminales”, recuerda. Le hicieron falta 3.000 euros “que me prestó mi madre y creo que después pedimos una línea de crédito”, cuenta. “Estuvimos a punto de dejarlo pero entonces nació la publicidad en Google y supimos aprovecharlo. “Recuerdo como si fuera ayer el día en el que, de la noche a la mañana, pasamos de no tener clientes a tener la bandeja de pedidos llena”. Ding ding ding. Y siete años después la vendieron por 6 millones de euros.

Ahora Knörr es un inversor en ideas. En el mundo emprendedor se les llama ‘Business Angels’. Dan el primer impulso de financiación a personas con ideas que ellos consideran innovadoras. Y ahí se ha movido siempre la inquietud del vitoriano: en la innovación. En algunas ocasiones le ha ido bien y en otras no tan bien. Pero una de ellas le fue estrepitosamente mal.

“Después de vender la empresa hice un viaje a Silicon Valley que me cambió la vida”, cuenta. “Fui a un congreso de web y pensé: '¡Qué estoy haciendo en Bilbao!'. Me acuerdo de llamar a mi mujer e intentar convencerla porque pensaba que todo pasaba allí”. Seis meses después la familia se había trasladado a San Francisco.

Eneko Knörr posa para El Español.

Eneko Knörr posa para El Español. Gustavo Valiente

Fracaso

Pero el sueño americano no siempre se cumple por muy fuerte que lo desees. Knörr vió una oportunidad en los videojuegos móviles y se lanzó, pero acabó de nuevo en Bilbao completamente arruinado y con su vida personal gravemente afectada. “Fracasamos”, reconoce sin ambages. Fue probablemente el momento más duro de la carrera de este emprendedor, como la de cualquiera a la que le sucediera algo parecido. Asegura que se le hizo muy duro tener que volver a su tierra “con la 'L' de looser en la frente, como decían en Estados Unidos”. Seguro que han escuchado que fracasar te enseña muchas cosas, pues Knörr prefiere aprenderlas triunfando: “El que dice que fracasar es bueno, es que no ha fracasado nunca. Porque es muy duro y en España, más. En Estados Unidos cierras la empresa y no pasa nada. En España cierras y te persigue la Seguridad Social, las deudas…”.

Le duele decirlo, pero para Knörr, España no es un país para emprender por los “ya te lo dije y por lo poco que se entiende a los empresarios. En el imaginario colectivo el empresario es una persona que explota a la gente para ganar dinero y lucrarse. Si le preguntas a 100 personas por la calle, 80 te van a decir que el empresario es un explotador. Nadie está pensando que el empresario ha creado 100 puestos de trabajo, ha tenido una idea, ha puesto pasta y ha terminado contratando a 100 tíos. Y si le va mal y tiene que cerrar, después de estar dando de comer a 100 familias, resulta que se va a arruinar y nadie le va a ayudar. Entonces, yo creo que la mentalidad de no entender a los empresarios es lo peor para el país, porque no, no hay un apoyo”.

El discurso es coherente cuando se le pregunta por la reducción de la jornada laboral a 37 horas y media semanales que propone la vicepresidenta del gobierno, Yolanda Díaz. “Creo que obligar al empresario a reducir la jornada es, en realidad, obligar a pagar más a la gente”, reflexiona. “Los números de un empresario dan para lo que dan, o sea, si te obligan a bajar las horas, estás pagando de más a alguien y es posible, pues que no te den los números y tengas que cerrar y toda esa gente a la calle”. Pero la visión del futuro de Knörr sí pasa por trabajadores con menos carga laboral y posiblemente trabajando menos gracias a la tecnología: “Si hemos pensado que en los últimos 25 años el mundo ha ido muy rápido con internet, el móvil y todo lo demás; los próximos cinco o diez años va a cambiar todo muchísimo más rápido”, augura.

“Excel, por ejemplo, fue una revolución”, recuerda. “Parecía que iban a desaparecer todos los contables del mundo. Pero no. Igual antes una empresa necesitaba 20 contables y ahora sólo necesita a uno con Excel. Pero el mundo tampoco se va la porra, sino que la persona es más productiva con más herramientas”, reflexiona. Así, es posible que la gente pueda trabajar menos, conciliar más, y que no haga falta una jornada de estas 40 horas”, visualiza el vitoriano.

Precisamente esta semana, Elon Musk, el dueño de Tesla, aseguraba que empezarán a vender sus taxis autónomos en 2026. Por ahí va la alternativa que pone Knörr: “Si no hacen falta millones de taxistas, millones de conductores de camiones y transportistas, pues esa gente probablemente pierda sus puestos de trabajo”, augura. “Yo creo que todavía falta tiempo para eso, pero la alternativa para esos trabajadores probablemente acabe siendo la de reciclarse”.

Un golpe de suerte

Cuando Knörr volvió totalmente arruinado de Silicon Valley en 2016 un golpe de buena suerte le devolvió lo que la mala le había quitado. Jon Uriarte, que ahora es presidente del Athletic Club de Bilbao, acababa de vender su empresa en la que Eneko había invertido años atrás: “El primer cheque se lo había puesto yo encima de la mesa. Y justo en ese momento me llamó para firmar los papeles de la venta. Gracias a eso volví a recuperarme”. Knörr entendió la gran ventaja de confiar en pequeños emprendedores que, como él, tenían ideas que podían acabar siendo rentables. “Invierto mucho cuando el emprendedor aún no tiene ni siquiera producto. Creo que enriquece invertir en la idea. Ahí es el emprendedor el que te tiene que convencer. También existe la oportunidad de ganar más. De hecho la probabilidad es muy alta. Por ejemplo, en Ticketbis -la empresa de Uriarte- invertí en un Power Point que es un riesgo altísimo, pero multiplique lo invertido por 40”.

Eneko Knörr.

Eneko Knörr. EL ESPAÑOL Gonzalo Valiente

Ahora mismo, el vitoriano tiene su capital invertido en aproximadamente 30 startups. “Unas 10 han cerrado ya, otro tercio es altamente probable que lo haga muy pronto y las últimas 10 creo que van a ser las que me den la rentabilidad realmente”, calcula.

IA aplicada a la sanidad

Internet, la telefonía móvil y, ahora: cripto. El vitoriano intenta desmontar inmediatamente la imagen generalizada de que el ecosistema cripto es el caldo de cultivo perfecto para la delincuencia. “Yo creo que mi madre, por ejemplo, dormiría más tranquila si no me dedicara a cripto”, bromea. “Cripto es una revolución, es un dinero que no depende de estados ni de bancos, es totalmente independiente”, defiende.

“Nosotros aquí vivimos muy tranquilos con el euro que bueno, ahí se deprecia por la inflación pero en principio nadie te va a quitar el dinero de tu banco. Pero hay países donde hay una inflación del 100% y la gente necesita una moneda para escapar de su moneda local”, argumenta. “Cuando empecé a utilizar internet en el 95 todo el mundo me decía también que era para delincuentes y probablemente los primeros usuarios convencidos de los móviles fueran narcotraficantes. Pero eso no quiere decir que todo cripto sea sólo útil para criminales”, finaliza. Su último proyecto, de hecho, pasa por una moneda estable digital, parecida al Euro digital que ya está probando el Banco Central Europeo.

Pero si confían en la visión emprendedora del vitoriano y quieren invertir su capital, él lo hará por la inteligencia artificial aplicada a la medicina. “Confío muchísimo en que la inteligencia artificial realmente va a cambiar la forma en la que trabajamos. Pero también es que se ve claramente que la inteligencia artificial va a ser revolucionaria en la medicina”, prevé. “Yo creo que va hacer que tengamos curas que eran impensables, como para el cáncer o el alzheimer, mucho más rápido de lo que pensamos”, cierra Knörr.