Para entrar en casa de Fernando Sánchez Dragó (Madrid, 1936) hay que quitarse las zapatillas. Si los libros no se comieran las paredes del salón a modo de enredadera, la habitación tendría algo de templo japonés. Su hijo Akela, de tres años, ya está de vacaciones y pone banda sonora a esta entrevista. El castillo que construye con sus juguetes se va haciendo cada vez más grande y, cuando se desmorona, traza la metáfora perfecta de lo que dice su padre: “Europa es un castillo de naipes que ha empezado a derrumbarse”.
Dragó escribe a contraespaña en medio de un fuego cruzado, disparando titulares a un lado y al otro. Ciñéndose a la “legalidad vigente” considera que Rajoy debe ocupar La Moncloa, aunque a él le gusta más Rivera. Prefiere un prócer, un presidente independiente, pero “España no tiene un De Gaulle”.
Cada vez más afrancesado, afronta esta conversación sobre el país “que más sinvergüenzas tiene por metro cuadrado junto a Italia y Argentina”. Un país que tiene fresco porque acaba de reeditar su Historia mágica de España (Planeta, 2016). ¿Crisis? “Aquí nadie trabaja”, lamenta para después apostar en broma por cerrar los bares o imponer un toque de queda. Si llega a saber que venía el fotógrafo, se hubiera afeitado. Lleva una camiseta roja que avisa de que la conversación será anárquica: “No sigo el guión”.
Paréntesis obligado antes de charlar acerca de España. ¿Qué ha sentido al ver las imágenes de Niza?
Este atentado es la enésima batalla de una guerra que empezó hace tiempo. Subrayo guerra. Por tanto, hay que actuar como se actúa en una de ellas, sin respetar todas las reglas de la paz.
¿Eso qué significa?
Los países europeos tienen derecho a declarar el Estado de guerra. Debemos poner fin, para empezar, a las aguas territoriales. Convendría enviar nuestra flota para que hunda las embarcaciones ilegales en su punto de origen, antes de partir y de que se suban quienes no tienen la culpa. Sólo así se podrá poner fin a la trata de esclavos.
No le gusta la reacción de los Gobiernos europeos, entre ellos el nuestro.
Su buenismo es ridículo y grotesco. Así no se vence una guerra. La única forma de derrotar un Kalashnikov es otro Kalashnikov. Si no tomamos medidas drásticas, el fascismo invadirá Europa en la peor de sus formas.
Retomemos. Una vez dijo: “Lamento profundamente haber nacido español”. Tiene su gracia hoy que hablamos de España.
Aquella frase se la dije a Jesús Quintero y corrió como un reguero de pólvora. Me persigue. Tiene un contexto: salí encabronado de escribir ‘Muertes paralelas’, donde narré la muerte de mi padre, asesinado en la Guerra Civil. Fue un libro agrio y muy duro.
Pero, ¿por qué lamenta haber nacido en España?
Es un país sin hacer, una especie de traje mal hecho. Un lugar tribal, habitado por bárbaros y salvajes. Aquello de que África empieza en los Pirineos podría ir a misa. Villanueva de arriba y Villanueva de abajo. Junto a Rusia, es el país que más guerras ha sufrido. España se declina en plural y eso es indicativo. Nunca se dice las Italias o las Inglaterras, pero sí las Españas. Además, cuando los políticos hablan de unidad no dicen toda la verdad.
¿A qué se refiere?
La ‘unidad’ de este país no fue concebida desde abajo, sino a partir de matrimonios. Isabel se casó con Fernando y ya está. Pero eso estuvo a punto de irse al garete. Ella murió sin dejar heredero masculino. Y él se desplazó con Germana de Foix –su segunda esposa– a un pabellón de caza cerca de Medina del Campo para tratar de preñarla. Le dieron un afrodisiaco: potaje frío de testículos de toro, lo que luego describieron los cronistas de la Corte como causa principal de su muerte. Todo aquello es imagen y origen de las tentativas secesionistas que sufre España. Incluso el Cid, paradigma del caballero español, se pasó la vida guerreando a sueldo de los reinos de Taifas.
¿Y dónde le gustaría haber nacido?
Acabo de atravesar en barco el canal de la Borgoña, más francés imposible. Cuando uno escribe sus memorias –acaba de reanudarlas– se da cuenta de que el jardín de los senderos que se bifurcan y lo que uno pudo haber hecho es más importante que lo que sucedió. Mi abuelo era francés. Mi madre se planteó pedir para mí la nacionalidad y así sacarme de la cárcel durante el franquismo, pero al final no lo hizo. Meditabundo, en la proa del barco, me he preguntado estos días: “¿Por qué no me harían francés?”.
¿Por qué Francia?
Son amables, visten bien, son educados y tranquilos. No han destrozado su país. En cuanto a la literatura, allí habría vendido el doble y sería infinitamente más rico. También tendría más repercusión. En España, a cualquier disidente, como es mi caso, tratan de cortarle el cuello, aunque luego le rindan honores funerarios. En nuestro país vecino se respeta mucho más la diferencia y no me habría visto tanto en medio de un fuego cruzado.
Pero a usted le encanta estar en medio de ese fuego cruzado.
Bueno, bueno… –se ríe–.
Decía Ruano que es fundamental granjearse enemigos.
Es verdad. En Oriente dicen que todo día que no te echas un enemigo es un día perdido. Uno demuestra que tiene personalidad y que es fiel a sí mismo cuando se granjea oponentes. Pero un matiz: me gustan los adversarios, y no los enemigos. Los primeros van de cara y son nobles, los segundos, no. Por cierto, me estoy frotando las manos con lo del brexit.
¿Cómo?
La Unión Europea es como España, un traje mal hecho que se va a ir al diablo. Lo profeticé: cuando entramos en Europa, envié un telegrama al ministro de Justicia. Ningún país puede integrarse en una entidad superior si no es por medio de un referéndum. Mira lo que ha pasado.
¿El ‘brexit’ desatará una ola de populismo en otros países?
No te quepa la menor duda. Es el inicio de un efecto dominó. Le Pen, ahora, es la política que más votos tiene en Francia para acceder a la presidencia. También estamos viendo las consecuencias en Austria, Finlandia, Italia o Hungría. En España, curiosamente, no hay un partido euroescéptico. Pero llegará conforme se acreciente el problema de los refugiados. La gente ya no puede más. No por maldad, sino porque no cabemos.
¿Y qué hacemos entonces? ¿Prohibirles la entrada?
Un país debe tener carácter y personalidad, unos vectores, usos y costumbres, fiestas e idiosincrasia. Ahora se está produciendo lo que en Francia se denomina “la gran sustitución”. Houellebecq lo ha descrito a la perfección. Estamos ante un desastre de envergadura. Habrá noches de cuchillos largos. El fascismo llegó a Europa al abrigo de lo que ahora ocurre. La UE es un castillo de naipes que se desmorona.
Pero, ¿cómo lidiar ese mantenimiento de la identidad de un país cuando la gente huye del suyo por miedo a la muerte?
Sé que esto no es políticamente correcto, pero hay que cerrar las puertas de Europa. Te pongo un ejemplo: estamos en un salón holgado y espacioso. Has llegado tú, periodista de El Español. Si en lugar de hacerlo solo vienes con cincuenta colegas, tendré que cerrar la puerta y prohibir la entrada a los siguientes. Además, las culturas no se mezclan, son como el agua y el aceite.
¿Cuál considera el origen de la crisis de refugiados?
No seamos cínicos. Todo esto que pasa ahora procede de la primavera árabe, una fría estrategia elaborada por Obama, bobo solemne y uno de los peores presidentes de Estados Unidos, y las democracias occidentales. Se inventaron aquello de llevar la democracia al Islam, sabiendo que es imposible porque ni siquiera han alcanzado la Revolución francesa. Esto sólo benefició al ISIS, que sabiamente manejó la situación. En Egipto ahora hay un faraón, en Libia triunfa el tribalismo desaforado… Gadafi era un hijo de puta, pero si utilizamos aquella frase tan típica, podríamos decir: era nuestro hijo de puta. Era una de las piezas que contribuía al equilibrio. Y lo mismo sucedía con Assad. Ahora, la gente sufre las consecuencias del cinismo de los gobernantes sin tener la culpa.
Entonces, ¿no hay solución?
No, o por lo menos no llegará hasta que impere el nuevo orden mundial, que tendrá tres patas: China, el Islam y Rusia, un país con valores, potencia y sentido de la Historia. Son quienes han frenado al ISIS. La OTAN y Europa no han hecho nada. Cada vez me siento más de Putin, lo que tampoco va a contribuir a mi popularidad. Se le demoniza en España, pero en su país tiene el 83% de los apoyos.
Cambiemos de tercio. ¿Qué ha faltado para formar Gobierno? ¿El potaje de testículo de toro que mató a Fernando el Católico o, por el contrario, sosiego?
Volvemos otra vez al tribalismo ibérico. ¿Por qué tienen que estar enfrentados PP, PSOE y Ciudadanos? Ser político es formar parte de una empresa común, donde tendría que haber acuerdos y cooperación. Sánchez se empeña en decir no a Rajoy, cuando su deber es gobernar, como el de todos, para eso se les vota. Nuestros políticos son reyezuelos tribales.
¿A quién le alquilaría La Moncloa durante los próximos cuatro años?
Estoy encantado de que no haya Gobierno. No ha pasado nada por no tenerlo. Según el CIS, a los españoles les importa un comino. Si no hay nadie en Moncloa, tú seguirás escribiendo reportajes, yo mis memorias, y el zapatero de ahí enfrente remendará zapatos. Lo mejor que tiene este periodo es que no han legislado. Me gustaría un gobierno que deslegislara. Ya somos mayores de edad históricamente hablando. Los políticos no son necesarios. Gobernemos España como una empresa, de la forma más sensata posible y olvidando las ideologías.
¿Las ideologías han muerto?
Totalmente. La izquierda y la derecha ya no existen. Dicen que la democracia es plural… ¡Mentira! PP, PSOE y Ciudadanos son socialdemócratas. ¡Si hasta Podemos es socialdemócrata! Hemos llegado al monolitismo. Y también casi al comunismo sin asaltar el palacio de invierno. La presión fiscal es altísima.
Pero, ¿quién tiene que ser el presidente?
Ciñéndonos a la legalidad vigente, Rajoy. Esto no quiere decir que yo lo pondría como tal. Dentro de lo que cabe me gusta Rivera. Me parece sensato y bienintencionado. Pero tampoco cambiarán mucho las cosas si él es presidente en lugar de Rajoy.
¿Le gusta la idea de un presidente independiente?
Sí. Soy víctima del síndrome De Gaulle. Pasé del Partido Comunista a ser gaullista. Lo mejor que nos podría pasar es encontrar una persona con autoridad y gran personalidad. Ha llegado el momento de buscar un prócer, un primus inter pares que no represente una ideología concreta, pero el nivel de España es tan deplorable… No tenemos un De Gaulle.
Diga un nombre.
No se me ocurre. Lo lógico sería encontrar un filósofo, aunque si diéramos con un Platón o un Aristóteles no querría ser jefe de Gobierno. No les interesaría. La autoridad es lo contrario del autoritarismo. Quien no tiene autoridad se agarra al totalitarismo. Si me quedo tres horas rebanándome los sesos, quizá me venga alguien a la cabeza… Esto es como lo de Sodoma y Gomorra: fue imposible encontrar diez justos.
¿Cuál sería su Gobierno ideal ajustado a los escaños fruto del 26 de junio?
El de la gran coalición. El país necesita reformas. Y en eso estamos de acuerdo desde VOX hasta Podemos. La Constitución se ha quedado obsoleta. El problema principal de España es el Estado de las autonomías. Tienen que desaparecer, pero no se me ocurre cómo. Una opción sería un golpe militar, pero eso ni debe ni puede suceder. Ya no hay ejército, se han convertido en hermanitas de la caridad.
¿Por qué su aversión al Estado de las autonomías?
La Historia de España no puede contarse de diecisiete formas distintas. Las lenguas y la educación tampoco. No es una cuestión ideológica, sino de sentido común. Quede claro que no me opongo a las singularidades, eso es otra cosa. Cuanta más variedad, más rica será la comunicación entre el novio y la novia, la literatura y la tertulia del Gijón. Al final, el problema es que en España no se trabaja. La pereza es uno de sus tres pecados capitales, junto a la envidia y la iracundia.
¿Cómo que no se trabaja?
Cerramos los lunes y nos vamos de finde el viernes. Se trabaja de martes a jueves. Dicen que hay crisis, pero los bares siempre están llenos. Hay más cafeterías en la calle Atocha que en toda Noruega. Y el español medio se pega en ellas varias horas al día. Para que España salga realmente de la crisis deberíamos cerrar los bares o imponer un toque de queda –bromea a carcajadas–.
¿La victoria del PP es más consecuencia del trabajo o del miedo a la ruptura del sistema?
No puedo hablar del trabajo porque no tengo ni idea de campañas, lo último que haría en mi vida sería ir a un mitin. Es verdad que el PP tiene sentido común y que no va a poner todo patas arriba. Eso a la gente le gusta porque tiende a ser conservadora; sobre todo a determinada edad. Podemos, al contrario, da miedo aunque cambie de peluquín. Echenique habla de medidas implacables y limpiar las malas hierbas. Eso es lenguaje estalinista. El afán de poder que caracteriza a la izquierda es monstruoso. Son el cinismo absoluto, quieren la poltrona y se aliarán con Satanás si es preciso.
¿La corrupción ha salido gratis a tenor de lo visto en las urnas?
¡Claro! ¿Pero cómo no va a salir gratis en el país que más sinvergüenzas tiene por metro cuadrado junto a Italia y Argentina? En España, el pícaro es el modelo a seguir. En otro país, esto significa ser un delincuente. ¿Cómo van a penalizar la corrupción los corruptos? Que la novela picaresca se inventara aquí no es una casualidad.
¿A Rivera le aconsejaría entrar en el Gobierno, vetar a Rajoy o apoyarle y quedarse fuera?
Le diría que se fuese al Caribe y que dejara la política, que es peligrosa y aburrida. Menudo coñazo. De verdad, se lo diría por su bien.
Si tuviera que fingir que la política le interesa para aconsejar a Rivera, ¿qué le diría?
Prefiero que entre en el Gobierno, sería un buen contrapeso al PP.
Algunos achacaron la caída de escaños de Ciudadanos a que “el centro no tiene espacio en España”. ¿Usted qué cree?
Más que nada, les perjudicó la ley electoral. Sí que tiene espacio porque en España, y en toda Europa, predomina la socialdemocracia. Y el centro podría encajar ahí.
¿Pedro Sánchez es la crónica de una muerte anunciada?
A base de politiqueo puede sobrevivir cierto tiempo, pero creo que es un cadáver político.
De joven, ¿usted hubiera votado a Pablo Iglesias?
Por supuesto. Lo que dice él ahora es lo que decíamos nosotros cuando estaba Franco. Pero ya no hay dictadura ni tengo dieciocho años. En torno al 2001, Mercedes Salisachs me dijo: “Lo que propone el PP es aquello con lo que soñábamos cuando nos oponíamos al franquismo”. Me quedé perplejo. Era verdad. ¿Qué diferencia hay entre PP y PSOE? Casi ninguna. Que se pongan de acuerdo.
Hablemos de los 'Ayuntamientos del cambio'. ¿Qué le parece su gestión? Usted vive en Madrid.
No he notado gran diferencia. Hace poco tuve un encuentro con Carmena. Estuvo simpatiquísima. Me envió toda la documentación existente acerca de la plaza Juan Pujol, el tipo que permitió el asesinato de mi padre.
¿Cómo va ese tema?
Ahora es un comisionado el que se ocupa de la aplicación de la Memoria Histórica. Dentro está mi amigo Andrés Trapiello. Según tengo entendido, hay 35 casos claros de nombres a cambiar. Uno de ellos la plaza Juan Pujol. Encima de la mesa hay dos propuestas: darle su nombre anterior, El Rastrillo, u honrar a un cantante de rock que no recuerdo. Yo propuse darle el nombre de mi padre, Fernando Sánchez Monreal, aunque reconozco que quizá no tenga entidad. Lo asesinaron muy joven y no le dio tiempo a ser el gran periodista español, a lo que estaba destinado.
La gestión de estos Ayuntamientos era una prueba de fuego para Podemos en las elecciones generales porque es la muestra de su desembarco en las instituciones. ¿Está contento?
Me cuentan que hay gente descontenta, pero yo no lo percibo. Llevo una vida ajena a la ciudad. No entro en los bares, no venden nada que consuma.
Cayetana Álvarez de Toledo dijo en el último acto de Libres e Iguales: “Es más fácil romper la Constitución que defenderla”. ¿Está de acuerdo?
Sí. También es más fácil cagarse en España que gritarle un viva.
¿Qué cambiaría de la Constitución?
No lo sé, ni la he leído ni la voté en su día. Leo a Tolstoi y a Cernuda, pero las constituciones no me interesan lo más mínimo. La única que hace falta es la del sentido común.
Hablemos de nacionalismo. ¿Se queda con la conllevancia de la que hablaba Ortega o con el Estatuto como solución al problema que mencionó Azaña?
Ortega, sin duda. La conllevancia es sentido común. Lo otro es legislación.
¿Por qué está siendo tan difícil conllevarse?
Por tribalismo. Aquí todo el mundo odia al vecino. No me fío de alguien que hable mal de los demás. Criticaré cosas, pero no personas. Las ideas no son respetables, hay algunas abominables.
¿Monarquía o república?
Me da igual, depende del rey que te toque. Felipe me cae bien, es simpático y razonable.
¿Y su padre?
Lo clavó Federico Jiménez Losantos: campechano primero. ¿Que le gustaba mucho follar? Bueno, yo si fuera rey también lo haría.
¿Qué me dice de los toros?
La aparición de tanto antitaurino está suscitando una reacción por parte de los no taurinos de buena voluntad que piden que se dé libertad para asistir o no a las plazas. Esto lo hemos visto con la muerte de Víctor Barrio. Los sanfermines, por ejemplo, son un aldabonazo de lo español en el mundo. Es posible que los toros desaparezcan dentro de 200 años, pero entrañan la singularidad española.
¿Por qué?
Imagina que voy al jefe del Gobierno de otro país y le digo: “Vamos a montar un espectáculo en el que un hombre acorazado y a caballo alancea un toro. Luego sale otro vestido de nena que danza ante el morlaco con un capote y se lo carga”. Pensaría que me he vuelto loco. Pero aquí es normal. Los toros son un arquetipo y los arquetipos no hay quien los extirpe porque mueven a los pueblos.
Mañana es 18 de julio. Se cumplen ochenta años de la sublevación de 1936. ¿Seguimos viviendo en una España de vencedores y vencidos?
Hoy, 17 de julio, se cumplen ochenta años del día que le costó la vida a mi padre. Se sublevó la guarnición de Melilla y él se fue de Madrid en busca de la noticia hasta que lo encarcelaron y lo mataron. Los vencedores y los vencidos no se acabarán nunca. Todo lo que condujo a la República y a la guerra está presente, sólo que no hay matones en los sindicatos ni levantiscos en el ejército.
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