Assumpta Serna: "La menopausia me costó un año de depresión y otro para salir de ella"
"A veces siento vergüenza de ser española y pienso que esto no hay quien lo enderece" / "Como actriz me siento desaprovechada en mi país pero muy aprovechada fuera" / "A mi marido le gusta cómo soy y me encuentra sexy con mis bragas cómodas de algodón".
12 noviembre, 2016 02:37Noticias relacionadas
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María Asunción Rodés Serna, Assumpta Serna para la leyenda (Barcelona, 1957), es una de nuestras actrices más profunda y verdaderamente internacionales. Y desde hace más tiempo. Empezó en el teatro, incidió en el despertar erótico del cine español, pero pronto esto se le quedó chico y empezó a ir y venir por el mundo. Profesora de interpretación además de intérprete, en esta entrevista vamos a acercarnos a una de sus facetas más interesantes y quizá menos conocidas hasta ahora: la de madrina de la asociación Ella y El Abanico, que esta misma semana acaba de clausurar su foro triunfal en Barcelona, animando a las mujeres a enfrentarse con beligerancia y buen humor a la menopausia. La vejez es el infierno femenino, decía La Rochefoucauld... Pues ese infierno puede esperar. Sentado.
Buenos días, señorita Grau. ¿O deberíamos decir buenas tardes? Esto de hacer una entrevista usted en Madrid, yo en Los Ángeles, donde estoy rodando ahora mismo... Pero es que claro, con tanto trajín internacional, si lo vamos dejando y dejando, usted no me entrevistaría nunca. Y tampoco están las cosas ahora mismo en el periodismo como para coger alegremente vuelos transatlánticos, ¿correcto? A todo eso usted se pregunta y me pregunta si yo soy una de las actrices españolas más desaprovechadas en su país y más aprovechadas fuera. Es verdad que yo levanté el vuelo enseguida. Todo empezó con una vocación de comunicar a la mayor gente posible sentimientos, ideas, sensaciones, valores que yo sentía y apreciaba.
Sí, me siento desaprovechada en mi país, pero llena de posibilidades, curiosamente, en otros países. Durante tres años, he hecho una serie de televisión europea que no se ha pasado en España por la cabezonería de las cadenas, pero que es una joya desde el punto de vista del guión y de la interpretación. Me refiero a la serie Borgia, que todavía está en Netflix, en EEUU.
La mía es una vida artística llena de deseos, muchos realizados. Un deseo mío era que no se me doblara cuando interpretaba un papel. Siempre pensé que los idiomas eran la puerta a mi segunda pasión, la de viajar y comunicar con personas de distintas lenguas. porque sabiendo francés (optativa en el colegio), hice una obra de teatro en el Odéon cuando era todavía el teatro de la Comédie Française, hablo también catalán (gracias a la cabezonería de mi madre sé escribirlo correctamente) y castellano (el que se hablaba entonces en el colegio en Cataluña), al que tuve que dedicarle muchas horas después para quitarme el acento catalán y poder trabajar en Madrid. El portugués lo aprendí trabajando porque en los finales de los 80 se hacían producciones francesas y españolas en Portugal. El inglés también lo aprendí trabajando y sobre todo por amor a mi marido, Scott Cleverdon, que es la mejor manera de aprender una lengua. Ahora me gustaría aprender dos más, el mandarín y el alemán, pero hay otras cosas que me apetece más hacer.
Como actriz me siento desaprovechada en mi país pero muy aprovechada fuera
Siento a veces vergüenza de ser española. No acabo de entender si es el sol generoso que nos hace más pillos o más perezosos, pero a veces pienso que esto no hay quien lo enderece. Y mira que se intentó con un código de buenas prácticas para el actor en el audiovisual (CBPAA). Deseo que la profesión de actor se convierta en una profesión respetada, para que podamos ejercerla con dignidad, calidad y seriedad, pero quizás este va a ser al final sólo un deseo, un deseo no realizado, quizás allí he puesto el listón demasiado alto. La política de la mediocridad existente en todo hace que las cosas funcionen mal y los pasos son muy lentos y yo me canso, y vuelvo a irme, a oxigenarme fuera.
Muchas veces pienso, sobre todo ahora, que estoy de vuelta trabajando en EEUU, que si hubiera sido francesa o americana o italiana, ahora tendría retrospectivas en mi país y en otros, que Unifrance me apoyaría, que los guionistas profesionales tendrían la idea de escribir guiones para mí, que si los mismos personajes que tanto me han dado los españoles, los hubiera hecho en EEUU, ya habría ganado un Óscar. Porque uno diría que con 20 premios internacionales, 115 películas y 50 series de TV en todo el mundo, que alguien de la región o el país en el que nací tendría que haberse interesado más por mi trabajo internacional. Pero no pierdo la esperanza. Todavía me quedan bastantes años más, a pleno tren, o al menos, eso espero. Quizás soy yo la que voy demasiado aprisa.
No sé muy bien, la verdad, las razones por las que desde 1993 (El maestro de esgrima) no me dan un personaje bonito en España. Tampoco sé por qué no repito con el mismo director, cosa rara... Tampoco sé por qué las cadenas no hacen películas con actores y actrices maduros, ahora que tenemos tanto para dar y contar. Tampoco sé por qué no se respeta la experiencia, como tampoco sé por qué los profesionales maduros no nos unimos y creamos algo definitivamente bueno. Habrá que esperar o provocarlo. Estoy en ello.
Por de pronto veo que lo que aquí llama más la atención es el hecho de ser la única actriz española que participó, y durante ocho episodios nada menos, en un culebrón norteamericano a lo grande como Falcon Crest. Es verdad que yo guardo gratos recuerdos de aquella experiencia. Mi pelo al aire, entonces rizado y largo, dentro de un Pontiac a todo gas, por Highland Avenue, llegando al set cada mañana a las cinco de la mañana, con el volumen de la radio americana a tope. Recuerdo a los dobles de luces, profesión hoy ya un poco perdida, exepto en grandes producciones, que me enseñaron a apreciar su trabajo, mis conversaciones con Jane Wyman, que inspiraba a todos con su profesionalidad llegando primero que todo el mundo y saliendo la última...
También me acuerdo de la fiesta que hicieron de aniversario de la serie cuando yo estaba allí, en un hotel en Beverly Hills, donde descubrí que algunos de los personajes eran iguales que las personas, como Lorenzo Lamas o Lynda Evans. Recuerdo también el inmenso trabajo para lograr un acento italiano en inglés, en medio de cambios de última hora con los guionistas, en un momento que mi inglés no era tan bueno.
Recuerdo que en Los Ángeles nadie sabía nada de España y por supuesto de Cataluña. Recuerdo cómo he hecho siempre de embajadora de Cataluña y de las peculiaridades de España, para romper clichés, para acrecentar el gusto por mi país. Me acuerdo de mis lágrimas cuando el mapa de España con Barcelona anunciaba los Juegos Olímpicos en primera plana de Los Angeles Times.
Volviendo a mis experiencias en el cine español, concretamente con L'orgia, de Francesc Bellmunt, me pregunta usted si alguna vez me he sentido incómoda haciendo escenas eróticas. Para nada. Es más, encuentro ridículo y totalmente fuera de lugar que un actor se sienta molesto. Para mí, es una manera de expresar algo que todos tenemos dentro. Creo que el cine ha logrado, en los 60 y 70 que la gente besara mejor, por ejemplo. Además, mi aspecto físico era agradable para el gusto de entonces y hasta los 45 años, mi cuerpo ha funcionado como un reloj y ha hecho lo que yo he querido: comer sin problema, adelgazarme para un personaje determinado haciendo más ejercicio... En L'orgia creo que conseguí lo que siempre he procurado en este tipo de escenas, que la gente mirara mis ojos.
Nunca me he sentido incómoda en las escenas eróticas. Sí es verdad que me tocó vivir una época de obsesión por desnudar a las actrices, igual que ahora la hay por desnudar a los actores... Cuestión de modas
Sí es cierto que me tocó vivir una época en que el cine español tenía una obsesión por desnudar a las actrices. Como el teatro inglés la tiene ahora en desnudar a los actores. Son modas, supongo. Yo no soy pudorosa, me parece que a partir de los veinte años se pasa mucho tiempo decidiendo según apetencias, también las sexuales, y me pregunto: ¿por qué no contarlo? ¿No es acaso el amor lo que debería llenar más nuestra vida? Cuanto más profundicemos los artistas en el amor y en el por qué de la atracción, mejores seremos.
Es verdad que ahora me sorprende cuando encuentro a un señor de 50 años y me dice que fui su mito erótico. O a una mujer que me dice que su marido me tenía como fetiche. Pues qué bien. El deseo es el motor del mundo. No concibo el mundo sin deseo.
Cambiando de tercio, o quizá no tanto, me dice que usted sintió el deseo de entrevistarme al ver mi nombre entre las madrinas, fundadoras y protectoras de Ella y El Abanico, la entidad creada por la catalana Montse Roura para ayudar a las mujeres a enfrentarse más y mejor al reto de la menopausia. ¿Que cómo fue? Pues simplemente Montse Roura me llamó un día y me pareció necesaria la información sobre este tema tan poco conocido por la mujer. Creí además que iba a aprender mucho y así ha sido. Me parece importante en la vida cuestionarse tabúes, y tal y como me lo explicó ella, pensé que podía ayudar a conocer muchas cosas a las que no les había prestado la suficiente atención. Por ejemplo, mi propia salud y lo que puedo esperar en el futuro de mi cuerpo. Creo que el conocimiento siempre es necesario y quizás la familia o los amigos no ejercen este papel de transmisores de un conocimiento interno, quizás porque no parece tener mucho sentido preocuparnos cuando uno está o piensa estar sano, o cuando somos más jóvenes y la decadencia del cuerpo la vemos lejos.
A mí la menopausia me llegó como un jarro de agua fría, me costó un año de depresión y otro año para salir de ella
Yo he tenido la suerte de tener un cuerpo agradecido, que respondía a lo que yo quería, hasta que un día, cuando tenía 39 años, dejó de hacerlo. Sucedió cuando por primera vez quise tener un hijo. Creo que las mujeres que hemos tenido una atracción-pasión-obsesión intensa por el trabajo, sea cual sea, y que hemos dedicado nuestras vidas a otras cosas que la de ser sólo madre, cuando llegamos a esa frontera después de los 35, empezamos a sentir el tic-tac del reloj que te anuncia que ya va siendo hora de que te pongas a la faena de tener un hijo, y a veces puede ser demasiado tarde.
Por otro lado, hay personas que no querrán tener hijos nunca, y que escogen afrontar la última etapa de la vida en soledad. Yo a veces les admiro, pero me extraña porque no es lo que me pasó a mí.
A mí la menopausia me llegó como un jarro de agua fría, a través de un fax en medio de la Patagonia, en medio de una exploración de la locura en una película donde el personaje no estaba en sus cabales, y esa noticia me desequilibró durante dos años, uno de depresión y uno de salida de la depresión. La sensación de que quieres tener un hijo y no vas a poder, la poca información que tuve, la poca ayuda de los médicos que visité, la vorágine de países en los que había vivido y trabajado, no me permitió encontrar quizás a las personas adecuadas y entonces no había Internet.
Hoy creo que es importante compartir los avances de médicos y personas que ayudan a las mujeres maduras a vivir mejor, a aceptarse como son o como les ha tocado ser.
Yo sigo teniendo confianza en mi cuerpo. A mí me gustaría seguir siendo sexy para mi marido como lo he sido desde ya hace 23 años. Y sé que a él le gusto como soy y me encuentra sexy con mis bragas cómodas de algodón
Montse Roura, como mujer, siente la misma responsabilidad en ayudar a otros por su mismo proceso vital generoso y entregado a una idea de compartir el amor por una misma, que da razón y sentido a su vida. Ella es una guía para muchas mujeres, porque casi todo lo que aprende de bueno en este tema lo comparte con las demás desde su página, con la alegría de la muchacha que tiene zapatos nuevos.
He aprendido de Montse muchas cosas, entre ellas, y la más reciente, a amar mi color de pelo gris, mis canas, mis arrugas y mi cuerpo más redondo, menos arisco, que necesita un poco más de cuidado y de cambio de punto de vista para volverte a encontrar bella, renacida, reinventada, contenta contigo misma.
Me invita usted a hablar de frente del sexo en la edad madura. Bueno, creo que cuando ya se ha hecho mucho el amor, empieza el amor maduro, el que necesita humor y ternura, transparencia y cariño. Ese es el amor que vengo necesitando. Otro problema aparece si no has tenido la suerte de encontrar personas que te hagan apreciar el amor o el sexo y que generen en ti un deseo sano y gozoso y has caído en el dolor y tienes que inventarte fetiches para sentirte diferente, morboso, secreto e interesante. Pero esto es otro tema.
Yo sigo teniendo confianza en mi cuerpo. A mí me gustaría seguir siendo sexy para mi marido como lo he sido desde ya hace 23 años. Y sé que a él le gusto como soy y me encuentra sexy con mis bragas cómodas de algodón. Y después de dejar atrás mi obsesión por la maternidad frustrada, que llegó a ofuscar la búsqueda del placer en el sexo, creo que para nosotros como pareja ha acabado siendo una liberación aceptar que no podíamos tener hijos.
La vida es un motor demasiado fascinante como para que lo malgastemos en sentirnos mal en la etapa que debería ser más plena, la de la madurez, añorando lo pasado y no queriendo saber lo que nos espera en el futuro. Es triste ver a mujeres que quieren parar el tiempo con cirugía o con dietas y gimnasios. El mantenerte en buena forma es maravilloso, el hacer una vida saludable también, pero la aceptación de uno, el saber quién eres como persona, es sinónimo de belleza interna y externa, de armonía. En cuanto al hombre que piensa que no tiene ninguna ventaja la mujer madura... es que simplemente no merece conocerla.
Para acabar me pide usted trucos, consejitos, recomendaciones... Bueno, yo creo que cada maestrillo tiene su librillo, pero ahí va el mío: dos duchas diarias, por la mañana, para sentirte guapa para los demás, y por la noche, para sentirte bella para ti misma y para los que quieres. Mantén el cuerpo hidratado, por dentro y por fuera, no te abandones pero tampoco te obsesiones.
No hay que tener ninguna vergüenza de buscar información y soluciones para problemas como la sequedad vaginal al hacer el amor; hay que buscar el placer y desterrar el dolor
Prefiere siempre el placer al dolor. No permitas que el dolor rija tu vida, si eso ocurre, para y escucha. Sé selectiva con las cosas que te dan placer y no permitas que entren en tu templo de belleza interna y externa los alimentos y ninguna cosa que, en exceso, te haga daño.
Si se tienen problemas en el momento de hacer el amor (sequedad vaginal, etc.) no hay ninguna vergüenza en informarse de los últimos avances. De hecho, en la página de Ella y El Abanico está todo muy clarito... Confía en las mujeres que tienen algo que aportar, como Montse Roura, y, sobre todo, confía en los hombres que se preocupan por hacer felices a las mujeres. Doctores, filósofos, escritores, actores, ingenieros, científicos... Hay tantos que he conocido que quieren saber y hacer feliz a la mujer. Dirige tus pasos hacia la luz y huye de la oscuridad.