Todo comenzó el fin de semana pasado. A las pocas horas de que en la web de EL ESPAÑOL se publicase "El tatuaje del ‘Prenda’, clave para la detención: así son los cinco violadores de San Fermín" -trabajo hecho codo con codo con Alejandro Requeijo- comencé a recibir a través de las redes sociales una lluvia de insultos, improperios y amenazas, algunas veladas y otras sin atadura alguna, de miembros de Biris Norte, la peña de izquierda radical que dice defender y animar al Sevilla FC.
La sorpresa llegó poco después, cuando José María Aguilar (@hoolSVQ), miembro destacado de los Biris y autor del libro Mi vida ultra, se puso en contacto conmigo a través de Twitter para decirme que interpondría una querella contra mí por -supuestamente- haberle relacionado a él con un caso de violación.
Cualquiera que leyera el texto podía comprender -salvo si el fanatismo ciega su raciocinio- que en ningún momento se le relacionaba a Aguilar con la violación de una chica de 18 años en Pamplona. Al contrario, tratamos de ponernos en contacto con él para que nos contara quiénes son dos de los cinco detenidos, los Biris José Ángel Prenda Martínez y Alfonso Jesús Cabezuelo Entrena.
A ambos los conoce, ya que forman parte de la misma peña y durante los días previos a la publicación del reportaje los defendió públicamente a través de sus tuits. Lo cierto es que hoy, dos semanas después de su detención, los cinco sevillanos siguen en prisión.
Durante toda esta semana no han cesado de insultarme y de amenazarme. Francisco Luna (@FranciscoLun16) escribió: “Me gustaría pillarte por banda en la calle para poder partirte las piernas subnormal, facha de mierda. A.C.A.B, Forza Biris”. Otro, (@manu_biriis), se acordaba de la mujer que me trajo al mundo con “Tu putísima madre”, mientras que Raúl (@RASAMA_) celebraba que hubiera "salido por patas". Otro tuitero (@jdeerre) contestaba a ese mismo tuit animando a ir “a por él”, actuar contra mí.
El miércoles pasado se acrecentó la campaña de Biris Norte contra este reportero. Tras pasar dos días en Sevilla, hasta donde me desplacé para contar desde cerca y con mayor detalle quiénes son los cinco jóvenes detenidos, los Biris no lo dudaron: su enemigo era yo. Eso sí, no consideraban necesario condenar la supuesta violación cometida por dos de los suyos.
Por la noche, además de múltiples amenazas, Javier Luna comenzó a subir imágenes con mi rostro, a escribir tuits con falsedades sobre mí y a amenazarme con difundir un comunicado contando quién -a su juicio, claro- soy. Esto, en realidad, es lo que menos me importa. Lo peor y más grave es que muchos seguidores de Luna decían en sus tuits que había que meterme una paliza o que se me había visto conduciendo un coche blanco por las calles de Sevilla, lo cual es cierto y resulta intranquilizador.
Este jueves también recibí llamadas amenazantes a mi teléfono particular. Lo hacían desde números ocultos. Desconozco cómo se han podido hacer con mi número personal. Lo cierto es que lo tienen. No sé cuántos ni quién, pero lo tienen. Hoy todavía me pregunto cómo puede ser que los colores de una camiseta de un club de fútbol se antepongan a la hora de juzgar lo que han hecho unos presuntos violadores.