No hubo una sino varias Ritas Barberá. Y una de ellas fue aquella joven de los años setenta que se movía como Pedro por su casa entre las redacciones, el Ayuntamiento y lo más granado de la alta sociedad valenciana de la época. La misma que en 1973 era nombrada Musa del Humor por el concurso literario Olimpiada del Humor y a la que el jefe de Policía Municipal, Manuel Jordán, hizo que le dedicaran un pasodoble compuesto por Jesús Muñoz Monterde.
Un pasodoble que se estrenó en el Salón de Cristal del Ayuntamiento de Valencia durante uno de los actos de la Olimpiada del Humor. Su autor volvió a recordar la historia del pasodoble en 2009, cuando la entonces alcaldesa valenciana fue homenajeada con otra pieza del director de la Banda Municipal, Pablo Sánchez Torrella.
Cuarenta años después, Rita devolvió el homenaje a quien fue el mecenas de aquel pasodoble de 1972. Y lo hizo encabezando la delegación oficial en el funeral de Jordán, el ‘superjefe’ de la Policía Municipal de Valencia, responsable de la introducción de medidas novedosas en el control del tráfico importadas desde EEUU y creador de la célebre Brigada 26, un destacamento especial conformado por una veintena de agentes dedicado a combatir con mano dura la delincuencia nocturna en la capital del Turia.
Las fotos de entonces la retratan como una chica ‘mona’, morena y con la falda a la altura de la rodilla. Ni más arriba ni más abajo en quien había sido capitana del equipo de balonmano femenino de su colegio. Consta, de muy joven, un novio formal. Pero ¿cómo era esa otra Rita veinteañera? “Una chica vital y simpática, muy guapa”, contesta Salvador Barber, autor de Rita Barberá. La dama de rojo de la España azul, publicada en 2009. El testimonio de Barber es determinante. No sólo ha biografiado a la que fue alcaldesa de Valencia durante casi un cuarto de siglo sino que también compartió labores periodísticas en aquella ciudad del Turia del tardofranquismo: “Nunca estuvimos en el mismo medio pero sí coincidimos. En aquella época existía un gran compañerismo en el gremio y todos nos echábamos las manos que podíamos”.
“Yo la recuerdo como una apasionada del periodismo. Era una buena periodista. Es cierto que durante un tiempo fue redactora de tribunales pero no te creas que entonces cubrir esa información tenía la misma importancia que ahora”, explica Barber cuando se le pregunta sobre los enrevesados giros del destino, como acabó siendo la joven Barberá, periodista de esa sección en medios como Radio Valencia-SER o Levante, acabase cuarenta y ocho horas antes de su muerte teniendo que prestar declaración ante el Tribunal Supremo por el Caso Taula.
Donde sí despuntó Barberá desde muy joven fue en la información municipal. Periodismo y política local valenciana, unidos de la mano. Para algunos, una pareja que había ‘mamado’ en casa. Al fin y al cabo, su padre, José Barberá Armelles, había compaginado ambas cosas. En los años setenta el padre de Rita Barberá contaba con una larga trayectoria periodística y había ejercido como concejal de Parques y Jardines del Consistorio valenciano, elegido por el tercio familiar. En su labor municipal destaca su enfrentamiento con intereses empresariales varios para evitar la desecación de la Albufera.
UN PADRE PERIODISTA Y CONCEJAL
La influencia de José Barberá Armelles en su hija Rita es algo que parece determinante. Y es que la carrera de la exalcaldesa de Valencia parece haber corrido de forma similar a la de su progenitor, aunque superándole por la mano en la cuestión municipal. Si la carrera periodística de Rita fue mucho más breve que la de su padre, ésta le ganó por la mano en la municipal. Pero ¿cuánto debió Rita Barberá a José Barberá?
“Tenían hasta el mismo carácter”, asegura Barber sobre padre e hija. En los años en que Rita comenzaba a despuntar en el oficio periodístico, José Barberá era, sobre todo, el presidente de la Asociación de la Prensa Valenciana. Una labor que se tomaba muy en serio, como atestigua un periodista valenciano, Vicente Talon: “Recuerdo que a principios de los años sesenta, cuando comencé a trabajar como enviado especial de El Correo de Bilbao, me envió una carta muy elogiosa en la que me indicaba que, siendo yo natural de Valencia, seguía con atención mis reportajes. Incluso llegó a invitarme a comer en alguna de mis visitas a la ciudad”.
Para entonces José Barberá, nacido en 1915, contaba con una larga trayectoria en el mundo periodístico que había comenzado –como en tantos otros, a un lado y a otro del arco político- de la mano de la militancia política en el carlismo. A mediados de los años treinta, durante la II República, Barberá padre comenzó a escribir en El Tradicionalista y llegó a ser corresponsal en Roma de El Siglo Futuro, el órgano oficioso de los carlistas durante el periodo republicano dirigido por Manuel Senante. El diario, cuya redacción se ubicaba en Madrid, reseñaba en su edición del 24 de mayo de 1935 una intervención de Barberá como delegado local de las Juventudes Tradicionalistas en Valencia.
El estallido de la Guerra Civil supuso el final de El Siglo Futuro al ser incautado por la Confederación Nacional del Trabajo (CNT), el poderoso sindicato anarquista. Tras el conflicto, Barberá tuvo un breve paso como director de El Correo Gallego que se cerró al ser llamado a filas para realizar el servicio militar. A su regreso a Valencia, Barberá pasó a dirigir el vespertino Jornada. También se hizo cargo de la Hoja del Lunes y del semanario Clima. Fue consejero nacional de Prensa y Premio de Periodismo Jaime Balmes. Y en calidad de presidente de la Asociación de la Prensa Valenciana hizo gestiones para rehabilitar a periodistas represaliados tras la Guerra Civil. En 1981 pasó a dirigir Levante hasta su jubilación en 1984. Casi una década antes su hija había sido periodista en el mismo periódico. Casualidades de la vida, la redacción de ese diario fue antes la del diario Avance, fundado por Manuel Aznar Acedo, padre de José María Aznar, durante la guerra.
BUSCANDO UNA PENSIÓN
“En la Valencia de aquellos años el apellido Barberá era conocido, eso es evidente. Rita se había codeado desde pequeña con el stablishment valenciano y su padre tenía influencia como presidente de los periodistas. Pero ya te digo que tenía madera. Si dejó el periodismo fue por una preocupación: la de buscar un trabajo que le garantizara una pensión de jubilación”, relata Barber. Curiosa preocupación por parte de la exalcaldesa, que por entonces no llegaba a los treinta años (había nacido en 1948) y ya mostraba inquietud por su futuro.
Esa inquietud fue la que llevó a Barberá a preparar a oposiciones. Al fin y al cabo, se había licenciado en Ciencias Económicas –entre otras carreras– y optó a un puesto en el ahora extinto Cuerpo de Economistas Sindicales, que consiguió. Durante la carrera fue alumna de Ernst Lluch, futuro ministro de Felipe González asesinado en 2000 por la banda terrorista ETA.
Sin embargo, sus intereses siguieron en el campo del periodismo y la política, aunque ya respaldados por una plaza funcionarial. De ahí que, entre unas cosas y otras, en 1976 pasara a ser jefa de prensa del Gobierno Civil de Valencia, donde la conoció, como ha relatado, un joven José Manuel García Margallo que daba sus primeros pasos en la política de la mano de José María Areilza y Pío Cabanillas.
Por aquel entonces Rita dio otro paso al afiliarse a la Alianza Popular (AP) de Los Siete Magníficos, donde obtuvo el carné número uno del partido en Valencia pese a que las relaciones con Manuel Fraga, según parece, no fueron muy buenas al principio. “Para la derecha valenciana de entonces Rita era una joya. Bien relacionada, con conocimientos y carácter. No había muchas mujeres en ese sector entonces”, recuerda Barber, que siguió los acontecimientos de la Transición en Valencia como periodista. Por el camino, Rita pasó a ser jefa de prensa de la Confederación Empresarial Valenciana hasta 1983, en que desembarcó en las Cortes Valencianas. Pero esa ya era otra Rita.
La misma Rita que falleció el pasado miércoles a primera hora de la mañana, aislada y repudiada incluso por compañeros del partido al que había contribuido a poner en pie, en una habitación del madrileño Hotel Villa Real. Un cinco estrellas situado a trescientos metros del Congreso de los Diputados en el que los equipos de emergencia intentaron reanimar a Barberá durante media hora. No pudo ser.
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