"Me llamo Lamiya. Fui esclava sexual y me vendieron cinco veces"
- El testimonio aterrador en primera persona de una joven iraquí, secuestrada a los 15 años. Ahora, con 18, vive en Alemania y acaba de recibir el Premio Sájarov.
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Me llamo Lamiya Aji Bashar. Cumplí dieciocho años el pasado 8 de septiembre. Cuando tenía quince fui capturada por el Estado Islámico. Me hicieron ser su esclava.
Ahora vivo en Alemania, pero antes lo hacía en Kocho, un pequeño pueblo situado al norte de Irak. Kocho no está lejos de la zona controlada por el Gobierno del Kurdistán iraquí. Mi pueblo era un pueblo pequeño donde vivían unas 1.800 personas. Era un lugar apacible. Vivíamos bien. Mi familia tenía una granja. En realidad, había muchas granjas en Kocho. La de mi familia era grande y también teníamos una huerta donde plantar frutas y verduras.
Mi pueblo estaba rodeado por otras aldeas árabes. Nuestro pueblo era yazidí. Kocho estaba un poco aislado de otras zonas yazidíes. Los yazidíes somos una minoría religiosa en Irak. Nuestra religión es una religión monoteísta que tiene unos 5.000 años de antigüedad.
En Kocho, la vida era muy simple. Yo iba a noveno en la escuela [el equivalente al 3º de la ESO en España]. Como en cualquier familia de granjeros, mi familia, mis padres y mis hermanos estaban muy ocupados cuidando de las ovejas de nuestra granja. Yo también echaba una mano después de la escuela. Éramos una familia muy grande. Mi padre estaba casado con dos mujeres. Yo tenía tres hermanas y tres hermanos. Nos gustaba la vida que llevábamos. Era una buena vida.
Un día, el Estado Islámico atacó la zona en la que se encontraba Kocho, la región de Sinyar. Era imposible escapar. En Kocho estábamos a unos 15 kilómetros al sur del pueblo yazidí más cercano. Cuando nos atacaron, mucha gente tuvo miedo. Algunos corrieron a las montañas cercanas para ponerse a salvo. Pero mucha gente del pueblo no pudo hacer eso.
Cuando alguien de Kocho lograba ir hasta uno de los pueblos árabes de alrededor, los habitantes de la localidad vecina nos decían que nos quedáramos en nuestras casas. Nos dijeron que pusiéramos una bandera blanca. Nos dijeron que haciendo eso no nos pasaría nada. Mucha gente pensó que aquello que decían era verdad y se quedaron en el pueblo.
MATARON A LOS HOMBRES Y SE LLEVARON A MUJERES Y NIÑOS
Pero estábamos asediados. Esta situación duró quince días, del 1 al 15 de agosto de 2015. Nos rodearon. Nos dijeron que nos dejarían libres. Pero no fue así. Nos reunieron a todos en un lugar público. Mataron a los hombres. Luego se llevaron a las mujeres y a los niños. No se llevaron a las mujeres más mayores. También las mataron.
Luego, al resto nos llevaron hasta Mosul en autobuses. El viaje fue aterrador. Estábamos aturdidos. Sabíamos que lo habíamos perdido todo y que con el Estado Islámico sólo nos pasaría algo malo. Nos vendieron. Nos golpearon. Nos violaron. Nuestra vida se convirtió en una vida de esclavos. También éramos esclavos sexuales.
Al llegar a Mosul me vendieron a varios hombres. Me llegaron a vender hasta en cinco ocasiones, siempre entre Mosul, en Irak, y el territorio sirio. Después de cada venta, sólo sabía que me pasaría algo malo. No se pueden imaginar lo que nos hicieron.
Uno de los hombres a los que fui vendida me forzó a realizar chalecos-bomba para los terroristas suicidas. Me forzaron a ayudarle. Hacerlo fue muy doloroso para mí. Porque pensaba que esas armas iban a matar a gente inocente, incluidos mujeres y niños.
FUI UNA ESCLAVA, TAMBIÉN ESCLAVA SEXUAL
En las casas en las que estuve fui una esclava. También fui una esclava sexual para esos hombres del EI. Unas veces estuve sola en una casa y otras veces con otras chicas y mujeres jóvenes. Éramos muchas. Ahora sé que muchas de ellas siguen estando prisioneras. Una pequeña fracción pudo escapar o ser liberada. Muchas murieron. Según la ONU, todavía hay unos 3.500 yazidíes presos en manos del Estado Islámico.
A pesar de estar viviendo todo esto, nunca perdí la fe en la humanidad. Yo podía ver estos crímenes, estas atrocidades contra mujeres y niños. Así que me dije que no debía perder la esperanza. Me dije que tenía que salir de allí para ayudar a la gente que lo necesitaba.
No podía soportar ser una esclava. Ser violada, torturada y golpeada me empujaba a escapar. Estaba decidida a escapar. Prefería morir a no fugarme. Traté de escapar cuatro veces. No tuve éxito hasta la quinta vez. En los otros cuatro intentos, me capturaron. Las dos primeras veces escapé estando en Siria. Fue dos meses después de que el Estado Islámico nos secuestrara. Tres meses después, volví a intentarlo. La cuarta vez ocurrió en Mosul. No recuerdo exactamente cuándo fue. Pero no funcionó.
La quinta y última vez, lo conseguí. Escapé de la casa de mis captores. Luego fui de casa en casa pidiendo ayuda, igual que hice las veces anteriores. Entonces, la gente a la que pedía ayuda me llevaba de nuevo donde estaban mis captores. Hubo una vez en la que escapé y me detuvieron en un control.
ME ESCAPÉ CON DOS AMIGAS PERO UNA MINA LAS MATÓ
A la quinta vez lo conseguí. Logré contactar con una familia en Hawija, no lejos de Mosul. Esta familia contactó con mi tío. Él estaba en una zona fuera del control del EI. Le dijeron a mi tío que podía irme con ellos, porque ellos también querían dejar la región controlada por el Estado Islámico. Contaban con la ayuda de unos traficantes de seres humanos. Sin embargo, mi tío tenía que pagar a cambio de que yo fuera con ellos 7.500 dólares [unos 7.190 euros].
Mi tío pagó y pude irme con esa familia. Fui con dos amigas. Pero las dos murieron. Cuando escapábamos, el pasado mes de marzo, nos perseguían miembros de las milicias del Estado Islámico. Una de mis amigas pisó una mina y explotó. Mi otra amiga también murió. Yo resulté gravemente herida en la cara.
En la explosión, perdí el ojo derecho. El ojo izquierdo pudo recuperarse gracias al tratamiento que me dieron en Irak, tras entrar en una zona controlada por los peshmerga, fuera del alcance del Estado Islámico. Me llevaron a un hospital. Ahora, gracias a la organización Luftbrücke Irak [una ONG alemana fundada en 2007 para ayudar a las víctimas de la guerra], estoy recuperando la piel de mi cara. Esa organización me trajo a Alemania. Aquí me estoy sometiendo a una terapia con láser. Este tratamiento ayuda al proceso de curación de mi rostro.
NUEVA VIDA EN ALEMANIA
En Alemania he podido empezar una nueva vida. Pero, dentro de mí, también estoy triste. Mientras el Estado Islámico exista habrá víctimas de la realidad que yo viví. Esto sólo puede ser triste. Cuando el Estado Islámico sea castigado, entonces tendremos algo de paz. Pero todavía no. También estoy muy triste por el atentado en Berlín del lunes. Mi corazón está con las víctimas. Nunca quise que algo así ocurriera.
Me entristeció mucho ver las imágenes de ese ataque. Si el mundo no lucha contra el Estado Islámico y su ideología, se expandirán sus horrores por el mundo y así sólo se harán más fuertes. Éste es el miedo que yo tengo. Hay que luchar contra el Estado Islámico y su ideología.
Estoy muy agradecida a Alemania. Si hay felicidad en mi vida, es porque estoy viviendo ahora en Alemania con mis dos hermanas y mi hermano. Ellos también escaparon del Estado Islámico. Mi hermano estuvo preso durante año y medio, pero fue liberado. Pudo venir a la ceremonia de entrega de los Premios Sájarov para la Libertad de Conciencia [galardón que concede anualmente el Parlamento Europeo y en cuya edición de este año premió a Lamiya Aji Bashar y a Nadia Mura, otra joven yazidí].
Mis dos hermanas y mi hermano son lo que me queda de mi familia en Kocho. Tengo otra hermana. Está presa junto a sus cuatro hijos. Pero la última vez que tuve noticias suyas fue hace cuatro meses. Ahora me preguntan si soy un símbolo. Yo lo que quiero ser es la voz de la gente que sufre las injusticias y atrocidades del Estado Islámico. Me gustaría ser la voz de estas víctimas.