Los temporeros que murieron en Navidad vivían en un cobertizo peor que un pesebre
Tres trabajadores de origen africano fallecen en un incendio mientras dormían en una cochera de El Mármol. Los vecinos trataron de auxiliarlos sin éxito.
28 diciembre, 2016 02:53“Es la primera vez que ocurre una desgracia en el pueblo y, claro, estamos muy afectados”, confiesa a sus 76 años Francisco, uno de los apenas doscientos vecinos que conviven en El Mármol. En esta pequeña población dependiente de Rus (Jaén) siguen digiriendo a duras penas cómo en la noche de Navidad fallecieron en un incendio declarado en una cochera tres temporeros de origen africano. Todos los recuerdan frecuentando las calles, comprando en sus escasos comercios, pero nadie sabe sus nombres. EL ESPAÑOL sí, los jóvenes que perdieron la vida esa macabra noche de diciembre son Moussa Camara, Tounkara Diatrou y Cheikh Ba.
Llevaban años frecuentando la zona, siempre vareando los olivos que copan la Loma de Jaén. Moussa, Tounkara y Cheikh, dos senegaleses y un malí, regresaban cada temporada a El Mármol, o al vecino municipio de Rus, cuando la aceituna se torna morada. Allí tenían su hogar, una pequeña cochera en el número 20 de la calle Cárcel. Nombre premonitorio. El cobertizo en el que vivían, que bien podría pasar por un pesebre, se convirtió en una ratonera al prenderse la ropa que secaban en un brasero. El denso humo acabó con ellos mientras dormían. Apenas pudieron reaccionar.
José Luis, que vive un par de casas más abajo, recuerda que se levantó sobresaltado por lo que parecían ser unos gritos en mitad de la silenciosa noche de Navidad. “Me asomé a la calle pero no vi nada”, detalla. Minutos después, los gritos seguían ahí. Rápido, alertó a sus compañeros de piso y se fueron a atender la llamada de auxilio. La chapa de la puerta estaba caliente.
“Pero procedí con cautela, porque me estoy preparando las oposiciones a bombero”, narra el vecino, de unos treinta y tantos y profesor de pilates en un gimnasio. Con un legón rompió unos cristales adosados a la puerta del garaje y una densa masa de humo empezó a salir a la calle. “Era irrespirable”, comenta con el recuerdo fresco. “Nos turnábamos para ir y volver porque corríamos el riesgo de intoxicarnos”, detalla. No había voces. Al comprobar que apenas había llamas en el interior, José Luis Carrión cogió un pesado tronco de madera y con la ayuda de uno de sus compañeros empezó a asestar golpes a la puerta. Hasta que logró abrirla.
"¡Negro, Negro!"
“¡Negro, negro!”, gritaba sin que nadie respondiera detrás de una masa de humo oscuro. No se veía nada en el interior. Pero sabía que Moussa, Tounkara y Cheikh estaban allí, había estado con ellos horas antes, de cháchara en la puerta de su casa.
“Esa es la pena que tengo, que si hubiese llegado unos minutos antes ahora estarían vivos; aunque también tengo que dar gracias de que no explotara las bombonas de butano que guardaban en la cocina, porque a lo mejor no estaba hoy para contarlo”, confiesa José Luis.
Quienes vieron el cobertizo narran una desgarradora escena. En el interior, casi al fondo de la estancia, en lo que parecían ser los dormitorios, yacían muertos en el suelo dos de los tres temporeros; al tercero lo hallaron cerca de la puerta, con las llaves en la mano. “Tengo la sensación de que éste se levantó para ir al baño y se dio cuenta de la situación, alertó a sus compañeros pero ya era muy tarde; me dijo el médico forense que una sola bocanada de ese aire ya podía provocar la muerte”, comenta Luis, el primer bombero que llegó a la zona.
No se veía nada, todo estaba negro. “Cuando llegamos solo pudimos confirmar que estaban muertos”, relata.
Según las primeras averiguaciones, el fuego se originó en un brasero que estaba cerca de unos sofás. Allí, a falta de la confirmación por parte de la Policía Judicial de la Guardia Civil que investiga el caso, estarían secando varias prendas. Y el fuego se propagó pronto por el techo del inmueble, recubierto por una espuma de poliuretano proyectado, usada como aislante térmico. Las llamas, en contacto con el material, generó un denso y tóxico humo, que según valoran los bomberos que atendieron el caso, provocó la muerte de los tres temporeros. “La muerte dulce”, resume Luis.
El empresario, en tratamiento psicológico
“Yo lo siento tres veces más que sus propios familiares”, aseguraba a EL ESPAÑOL el empresario que empleaba a Moussa, Tounkara y Cheikh, José Higuera. “Ellos han perdido a uno, yo a tres; ahora mismo estoy destrozado”, añadía el patrón, que se desmarcaba de responsabilidad alguna por lo sucedido. “Todo se ha debido a una negligencia por parte de ellos; yo no he hecho nada malo”, añadía.
Él mismo cuenta cómo el cobertizo en el que vivían los temporeros fallecidos estaba, según sus palabras, en buenas condiciones: tres estancias, cocina, cuarto de baño, lavadora… “Era como una casa, salvo por la puerta, que es de una cochera”, asegura el empresario, que confirma que el inmueble tenía la correspondiente célula de habitabilidad. Hecho que no ha podido confirmar el alcalde de El Mármol, José Nájera, incómodo ante las preguntas de este diario.
“No se lo puedo decir porque no lo sé, tampoco sé si es competencia de nuestro Ayuntamiento o lo es del de Rus”, añadía el alcalde, que junto a los dos restantes vocales que conforman el Pleno de El Mármol han declarado dos días de luto oficial “por el fallecimiento de tres inmigrantes en trágicas circunstancias”.
Como el alcalde, el resto de vecinos de El Mármol cierran filas en torno al empresario José Higuera, a quien corresponde dar cobijo a sus trabajadores. “Ay, el pobre José, es la mejor persona que hay por aquí, muy buena persona”, valoraba Francisco, uno de los habitantes de esta población jiennense. “Los tenía mejor que en su casa, todo muy bien acondicionado. Cuántas viviendas quisieran tener lo que tenía esa cochera”, zanjaba su paisano.
Una ratonera
Pero a pesar de las tesis de sus vecinos, el cobertizo que Higuera tenía habilitado en el número 20 de la calle Cárcel era, a tenor de la voz experta de los bomberos, “una ratonera”. Sin más salida que la propia entrada y sin ventanas al exterior. Cuando los bomberos llegaron, ya no había llamas. Se habían extinguido por falta de oxígeno.
El propio alcalde, José Nájera, aseguraba que desconocía que en esa cochera —situada a apenas cien metros del Ayuntamiento— pernoctase nadie. “Sabíamos que había gente pero no había gente”, duda. “No voy a entrar a culpar a nadie, eso es algo que afecta al empresario y ya lo investiga la Guardia Civil”. Se incomoda. “Estaba bien acondicionada, no era un cuarto de aperos agrícolas”, argumenta el regidor, que suma ya tres mandatos. “Era una cochera, pero adaptada a una vivienda; incluso creo que tenía aire acondicionado en el dormitorio”.
“Estamos todos muy afectados, porque había una relación con ellos; de hecho, Moussa llegó a encarnar al rey Baltasar en la cabalgata de hace ya varios años”, recuerda Nájera.
El alcalde también ha explicado que la Guardia Civil está realizando las pesquisas oportunas para poder comunicar lo ocurrido a los familiares de los fallecidos. También a una chica de Huelva, con quien Moussa tenía una relación.
Pocos son los temporeros que hablan. “Hasta que no vea los cuerpos, no voy a hablar”, manifiesta Macca, de Mali, y residente en Rus. Es una tradición entre los suyos y, nervioso, se deshace del periodista. Explica que ya intentaron verlos en el instituto anatómico forense de Jaén, donde están los tres cadáveres, pero que nadie les permitió la identificación.
Sí hablan los vecinos. “Eran muy majos, muy buenos; esa es la impotencia, que eran jóvenes y tenían mucha vida por delante”, narra José Luis, quien intentó auxiliarlos.
Reacción de los sindicatos
En los olivares, Mamadou se detiene para atender a EL ESPAÑOL. Tiene 50 años, es de Guinea Conakri y lleva años haciendo la temporada de la aceituna. Cuenta que no todos los empresarios dan alojamiento a sus trabajadores. Él tiene suerte y tiene techo bajo el que dormir. Pero asegura que los hay que duermen al raso.
Esta situación, que cada día se ve menos en las zonas de temporeros, ha levantado la crítica del secretario provincial de la Federación de Industria y Trabajadores Agrarios (Fitag) de UGT Jaén, Antonio Marcos, que ha exigido “unas condiciones mínimas de dignidad” para el alojamiento de estos jornaleros. El sindicalista ha advertido que seguirán con su “campaña de vigilancia” para denunciar a la Inspección de Trabajo aquellos alojamientos de temporeros que no cumplan.
“En El Mármol la gente se muere de vieja”, asegura un vecino. Ahora lloran su primera desgracia. La que se llevó a tres de sus vecinos, Moussa, Tounkara y Cheikh, una macabra noche de Navidad.