El vídeo dura 24 segundos. Antonio, de 12 años, se sienta en un bordillo de las inmediaciones del Instituto Sanje, en Alcantarilla (Murcia). El niño ha hecho pellas junto a Ernesto y Jorge, ambos de 14 años. Los tres chicos forman parte del grupo F del primer curso de Educación Secundaria, donde se juntan repetidores, chavales con mala conducta y otros de bajo rendimiento académico. Los menores han logrado escapar del centro sin que nadie los vea.
Ernesto y Jorge llevan meses insultando y pegando a Antonio. Al menos, desde el pasado verano. Antonio, harto de la situación, quiere acercarse a sus dos compañeros de clase para tratar de que acabe el acoso al que le tienen sometido.
Sus agresores, repetidores, le han convencido para grabar un vídeo de broma, aunque Antonio desconoce que él va a ser el protagonista negativo. En las imágenes, grabadas el martes o el miércoles de la semana pasada -apenas 48 horas después del suicidio de Lucía, la niña murciana de 13 años que se quitó la vida el 10 de enero- se ve cómo Antonio recibe un puñetazo en la cara de Ernesto, que luego se monta encima del chico y se mofa de él.
Jorge es quien graba con su móvil. Después, Ernesto sube el vídeo a su perfil de Instagram. En esta red su grupo de cuatro o cinco amigos, del que forma parte Jorge, se hacen llamar haters (Los Odiadores) y muestran sus tropelías.
“Menuda paliza le e dado de fugetis” (sic), se lee rotulado en el vídeo. Entre gritos de Antonio pidiendo a Ernesto que pare y lo deje en paz, se escucha al agresor diciendo: “¿Ahora qué? ¿No querías esconderte aquí cuando llegara la guardia?”.
La escena descrita es real. Los nombres utilizados, en cambio, no corresponden con los verdaderos. El vídeo muestra la realidad que vive Murcia, convertida en la capital del bullying en España. EL ESPAÑOL viaja hasta allí sólo una semana después de que Lucía se quitara la vida en su propia casa y un mes más tarde de que la Policía evitara que un menor se lanzara a las vías del tren.
Según un estudio de Save the Children a nivel nacional, en esta región del sureste del país un 11% de los niños sufre acoso escolar de forma ocasional y un 2,8% con carácter frecuente.
Sólo Andalucía registra cifras similares. Murcia se sitúa muy por encima de la media nacional (8,1%). La encuesta de la ONG fue realizada a 21.487 estudiantes de entre 12 y 16 años de centros públicos de todo el país.
“Tenía pánico de ir al instituto”
Manuela vive en Aljucer, la pedanía murciana en la que residía Lucía, la niña de 13 años que el 10 de enero se quitó la vida en su propia habitación después de sufrir el acoso de varios compañeros de su antiguo instituto. Manuela tiene una hija que, como Lucía, también sufrió bullying. Precisamente, en el centro de educación secundaria Ingeniero de la Cierva, de donde la niña fallecida tuvo que huir.
Manuela acepta hablar con el reportero si se mantiene el anonimato de su hija, que ahora tiene 18 años y estudia en otro centro de la capital murciana. Esta madre cuenta que su niña sufrió acoso escolar entre enero y marzo de 2011. La chiquilla tenía 12 años y acababa de entrar en el instituto.
La mujer explica que su hija comenzó a sufrir “amenazas de palizas e insultos” por parte de tres compañeras del centro de su misma edad cuando la niña comenzó a “tontear” con un niño mayor que ella.
Fue entonces cuando aquellas tres chicas empezaron a amenazarle con “darle hostias” y con “hacerle la vida imposible”. En una ocasión, las acosadoras subieron una foto de la chiquilla a una red social y decenas de personas se mofaron de ella.
Durante tres meses, la niña vivió asustada. Algunos profesores le dejaban salir 10 minutos antes de que terminaran las clases para que no tuviera que cruzarse por los pasillos con sus tres acosadoras. Un grupo de amigas la acompañaba al baño o durante el recreo para que la menor nunca estuviera sola. Sus padres o sus abuelos siempre la llevaban y la recogían de la parada del autobús con el que iba y venía del instituto. Dejó de salir sola a la calle porque aquellas tres chicas también eran de Aljucer.
La madre de la niña trasladó todo aquello a la dirección y a la jefatura de estudios del centro, donde se le restó importancia a los hechos. La única medida que se tomó fue expulsar a las acosadoras durante tres días lectivos. Manuela pidió a la Consejería de Educación el cambio de instituto de su hija, pero se lo negaron. Finalmente, esta madre decidió sacar a su hija de allí y matriculó a la niña en un centro concertado.
“Tenía pánico de ir al instituto”, dice Manuela, que tiene otra hija de la misma edad que Lucía. Ambas eran amigas. “Lo que ha sucedido con esa niña –con la fallecida- es el más puro ejemplo de que en los centros educativos falla algo. En un caso de bullying hay que actuar muy rápido. No se pueden poner tantas trabas para alejar a los niños de sus acosadores”.
Los ‘haters’, imputables
En el caso de los acosadores que se hacían llamar haters en las redes sociales, la Fiscalía de Menores de Murcia podría imputarlos ya que los miembros del grupo ya han superado los 14 años, la edad mínima para ello. Por debajo, sería imposible.
Los dos chicos del vídeo, Ernesto y Jorge, ya han pasado por comisaría para explicar lo ocurrido. Ambos se encuentran en libertad. Ernesto dijo que se trató de una broma, argumentó que Antonio sabía que iban a simular que le pegaban y que, incluso, luego se dieron la mano. Sin embargo, la versión del agredido es la contraria. Antonio le ha contado a varios compañeros de clase que desconocía que le fuesen a golpear y a mofarse de él.
Con Ernesto y Jorge, los dos chicos que grabaron la agresión a Antonio, no se ha podido tomar ninguna medida en el instituto en el que estudian ya que los hechos sucedieron fuera del centro. Al niño acosado se le ha cambiado de clase. Del grupo F se la he trasladado al C.
En el caso de que los dos acosadores fuesen imputados, no podrían serlo por el delito de bullying, ya que no está tipificado en el Código Penal. En todo caso, los vídeos podrían catalogarse como delito contra la integridad moral o amenazas. Si se les llegara a declarar culpables podrían pasar por el internamiento en un centro de menores.
La agresión que Ernesto colgó en su perfil de Instagram no es la única de Los Odiadores. A principios de diciembre, Ernesto y Jorge, junto a otro amigo, Manuel (también nombre distinto al real), grabaron una paliza a un chico con el que llevaban tiempo metiéndose. Usaron la misma estrategia que con Antonio: le convencieron para filmar un vídeo de broma y subirlo luego a las redes.
Las imágenes duran 20 segundos. De nuevo las graba Juan. Al principio, se ve confiado al agredido. Luego, Ernesto y Manuel empiezan a pegarle puñetazos y patadas, hasta que el niño cae al suelo y les pide: “Parad, por favor, parad”. A los pocos minutos, Manuel subió ese vídeo a Instagram y escribió: “Cuando le metes la paliza del siglo a uno con @Ernesto y @Jorge”.
A petición de EL ESPAÑOL, la Consejería de Educación del gobierno murciano cifra en 17 los casos de bullying registrados durante el curso 2015/16. Supone una tasa del 0,008% sobre el total de alumnado matriculado (263.457 menores).
Fuentes del departamento de Educación explican que en todo momento se sigue el protocolo de actuación ante un episodio de bullying. Al detectarse, los centros tienen la obligación de informar al ejecutivo regional. Dentro de los colegios e institutos, a los alumnos tan sólo se les puede abrir expediente o expulsarlos durante varios días, según la gravedad de los hechos.
Desde la Federación de Asociación de Madres y Padres (FAPA) de Murcia se sostiene que las cifras aportadas por el gobierno murciano son “irreales”. Su presidenta, Francisca López, explica que “son muchas más las quejas y dudas que llegan por parte de los padres” hasta la organización que ella dirige.
López señala que, en ocasiones, los casos de acoso escolar “no llegan a trasladarse” a los centros educativos por temor de los niños a contar los episodios de violencia u hostigamiento que están sufriendo. Tampoco, dice la presidenta de la FAPA, se hace “todo lo posible” en los colegios y en los institutos para atajar el problema “de raíz”, aunque no culpa a los profesionales que trabajan en ellos.
“Es necesario actuar con mayor rapidez. Cuando se detecta el acoso hay que actuar de inmediato”, afirma López. “En los centros educativos faltan medidas de prevención. No hay un verdadero trabajo de convivencia. Además, se necesitan otros perfiles profesionales, como mediadores y orientadores”.
Enfermeras en los colegios
El gobierno murciano ha llegado recientemente a un acuerdo con el Colegio de Enfermería de Murcia para implantar la figura de la enfermera escolar en 82 de los 611 centros de la región. El proyecto echará a andar en septiembre de 2017, coincidiendo con el inicio del próximo curso escolar. Contará con un presupuesto de 3 millones de euros.
Entre los objetivos, además del de atender cualquier dolencia crónica o puntual de un alumno, está el de conseguir que los estudiantes encuentren un lugar “propicio” en el que denunciar el acoso sufrido.
La presidenta del Colegio de Enfermería de Murcia, Amelia Corominas, explica que “numerosos estudios” avalan que la presencia de profesionales sanitarios en los centros educativos “ayuda a reducir y a combatir el bullying” entre los adolescentes.
Corominas dice que los chicos pueden ver a los enfermeros como “alguien cercano y en quien confiar”. “Pueden hallar un espacio de intimidad donde comentar lo que les está pasando”, puntualiza. “No podemos soportar más que un 11% de nuestros chavales se sientan acosados. Es una cifra terrible”.
Evitaron que se lanzara a las vías del tren
A finales de diciembre de 2016, agentes de la Policía Nacional de Murcia evitaron que un menor se quitara la vida lanzándose a las vías del tren. El chico explicó que dos compañeros de instituto le acosaban por su condición sexual.
El chaval, harto de la situación que vivía desde hacía meses, con continuos insultos y menosprecios, intentó suicidarse. Sólo la rápida actuación de los agentes, que lo vieron cerca de unas instalaciones ferroviarias, logró evitar otra muerte.
Al chico se le acompañó hasta su casa y allí explicó lo ocurrido a sus padres, que hasta el momento desconocían que dos adolescentes lo increpaban. Ambos son mayores de 14 años, por lo que se les podría imputar. En este caso, además del bullying podría llegar a investigarse –dado que presuntamente le acosaban por su orientación sexual– un delito de odio.