Estación de autobuses de Marbella (Málaga). Mediados de noviembre de 2016. Tres miembros de una familia portuguesa se han citado con una pareja de Cádiz. Los lusos, procedentes de Olhao, han llegado en coche hasta la localidad andaluza. En el maletero de su vehículo llevan más de 7 kilos de caballitos de mar disecados, por los que piden 10.000 euros.
Justo cuando se va a hacer la transacción, agentes de la Guardia Civil intervienen de súbito para evitarla. Inmediatamente, detienen a los cinco implicados. El objetivo de los compradores de Cádiz era enviar la mercancía hasta China, donde estos peces se utilizan como afrodisíaco. Sin embargo, su consumo comienza a extenderse también en España.
La 'viagra' con polvo de caballito
La globalización tiene efectos insospechados. Hasta el momento se sabía que una tormenta caída sobre campos de cultivo de Marruecos encarecía el precio del tomate que un alemán le echa a su ensalada. O que la fluctuación del valor del dólar tenía consecuencias al otro lado del planeta. Ahora conocemos que algunas curiosas creencias ancestrales también cruzan fronteras.
La última que ha llegado a España procede de Asia. Se trata del uso de polvo de caballito de mar como viagra para levantar el apetito sexual. Los chinos lo utilizan como condimento en la cocina o como un ungüento con aceite que se extiende sobre los genitales del hombre. El objetivo es el mismo: que el hombre gane vigor en la cama.
A España han traído esta creencia pseudocientífica los 170.000 inmigrantes de la República Popular China que residen en este país. Aunque aquí sea ilegal, ya se vende en numerosos comercios regentados por chinos. El mes pasado la Guardia Civil requisó en El Puerto de Santa María (Cádiz) 34 ejemplares de este animal, 26 de ellos machos y ocho hembras. El kilo de caballito de mar puede llegar a los 2.800 euros en el mercado negro, casi seis veces más caro que el de angulas (en torno a 500 euros).
Aunque hasta la fecha no existe ningún registro del volumen de negocio en España, fuentes de la Guardia Civil explican que “comienza a ser un mercado en crecimiento también aquí”. En cambio, se estima que en China la demanda interna de este pescado ronda las 600 toneladas anuales y mueve en torno a 1.600 millones de euros.
La irrupción de este mercado en España, principalmente en los últimos dos o tres años, tiene consecuencias en Portugal. Allí, en las aguas del Atlántico que bañan el sur del país vecino se encuentra la mayor zona de cría de caballitos de mar de toda Europa. Se trata del parque natural de la ría de Formosa.
EL ESPAÑOL ha viajado hasta allí, donde los pescadores portugueses que antaño devolvían al mar los caballitos que encontraban entre sus redes, ahora algunos de ellos se los guardan. Luego, los revenden a mafias que los distribuyen por España o que los envían directamente a China para complacer la demanda de un mercado potencial de 706 millones de clientes varones.
En origen, pagan entre 550 y 1.200 euros por kilo. Más tarde, su valor se multiplicará cerca de dos veces y media, hasta llegar a manos del consumidor. “Se he generado un mercado negro que puede esquilmar las praderas marinas en las que se cría este animal”, explica Jesús Bellido, biólogo del Aula del Mar de Málaga. El caballito de mar es un depredador de pequeños invertebrados que vive en aguas tropicales poco profundas.
Pescadores portugueses que se hacen los suecos
Es media mañana en Olhao, una localidad del Algarve portugués en la que residen 31.000 personas. Turistas alemanes y británicos recorren el paseo marítimo bajo un sol agradable. Cuando el reloj marca las 11 horas, pequeñas embarcaciones de pesca comienzan a atracar en un muelle de madera. He venido hasta aquí para comprobar si es cierto que se está pescando ilegalmente caballitos de mar.
Al principio me presento como periodista a varios de los pescadores que encuentro apurando su jornada de trabajo después de faenar durante horas. Casi todos se desentienden al preguntarles por estos animalillos que quizás hayan contribuido a estimular a los chinos para convertirlos a su país más poblado del mundo. La mayoría levanta los hombros como en gesto de desconocimiento.
Álvaro, con la piel del rostro curtida por los rayos del sol y los aires del mar, se encuentra recogiendo sus redes. Los pequeños moluscos que se enredan en ellas los devuelve al mar.
- Lo mismo hago con los cabalitos –explica-. Cada día aparecen dos o tres. Yo los lanzo al agua por si aún están vivos.
- ¿Sabe que los chinos los usan como afrodisíaco?
- No tenía ni idea.
- ¿Y sabe quién me podría vender alguno? ¡Sólo por curiosidad, claro!- le digo.
- Aquí hay varios, dos o tres, que los guardan y los dejan secar. Pero no sé decirte quiénes son.
Pasan los minutos y no encuentro a nadie que me hable de la incipiente mafia lusa de los caballitos de mar. Hasta que cambio de estrategia. A varios pescadores les digo ahora que quiero comprarles todos los hipocampos que tengan, como se les llaman científicamente, para luego revenderlos en España. “Sí, yo te los vendo”, dice de repente Abel.
“El kilo te sale a 1.200 euros. Sé que los chinos los usan como viagra (risas). En un mes los tienes aquí. Entre un par de pescadores con barco y yo te los guardamos y te los secamos. Si te los llevamos a España, el precio sube en 300 euros más”. Luego, Abel me da su teléfono y estrecha su mano, seca como una lija. “Nos vemos dentro de unas semanas. Ya concretaremos dónde”.
Abel se marcha a casa junto a un compañero de pesca. Mañana volverá a la mar. A la media hora encuentro a otro pescador interesado en venderme caballitos de mar. Dice que se llama Sergio. Es un mulato de metro ochenta. Pese a que sabe que en Portugal es ilegal su captura, él asegura que no le importa.
Sergio dice que vendiendo esos pescados gana casi el doble que faenando durante un mes. Su salario suele rondar los 700 euros. “Puedo bajar el coste del kilo hasta los 900 euros. Les he puesto ese precio a los tres o cuatro que como tú han venido antes por aquí. Tardaría unos dos meses porque trabajo solo. Cabalito que cae en mis redes, cabalito que recojo”.
Cada caballito de mar pesa entre tres y cinco gramos una vez disecado. Para un kilo, Sergio necesita alrededor de unos 300 ejemplares. Si cada día consigue “entre tres y cuatro”, en dos meses puede tener el kilo que le he pedido. “Ten mi teléfono. Desde mañana me pongo con tu pedido”. Antes de despedirse me regala siete ejemplares. “Por si quieres probarlo”, dice con tono serio. Tengo la intuición de que él ya lo ha hecho.
En la Policía Marítima de Olhao no tienen contabilizadas cuántas denuncias por pesca de caballitos de mar pusieron en 2016. Un agente asegura que son “pocas”, pero no dice el número exacto. No se sabe si por desgana o por desconocimiento. “Sabemos que son pocos pescadores los que lo hacen. Pero ya hemos cazado a alguno buceando por la zona”, afirma.
En Olhao saben que tienen un lucrativo negocio al alcance de sus manos. En noviembre del año pasado se citaron en la estación de autobuses de Marbella una pareja de Cádiz y tres miembros de una familia portuguesa procedente de esta localidad del Algarve. Los lusos llevaban en el maletero de su coche, ocultos en tres maletas, más de siete kilos de caballitos de mar. En total, 2.133 ejemplares.
Los portugueses llegaron hasta Málaga usando un coche lanzadera que les precedió durante el camino. En caso de controles, serían alertados por sus compinches. Pero el viaje fue tranquilo. La sorpresa vendría poco después. Cuando los traficantes gaditanos iban a pagarles 10.000 euros por el material, la Guardia Civil decidió intervenir y detener a los implicados en la transacción. Los lusos dijeron que procedían de Olhao. Uno de los detenidos explicó que su padre era pescador.
“En el pueblo se comentaba que vendían los caballitos”
En España ya existe demanda de caballitos de mar. Sólo así se entiende que en la localidad gaditana de El Puerto de Santa María un matrimonio de origen chino ofreciera este producto en su comercio de alimentación El Molino.
Recientemente, agentes de la Guardia Civil y del Seprona se personaron en el local para realizar una inspección. “Nos había llegado que en el pueblo se comentaba que en ese sitio se vendía un afrodisíaco usado por los chinos”, explica Manuel González, portavoz de la Benemérita en Cádiz.
Los agentes encontraron 34 especímenes disecados, 26 machos y 8 hembras. Todos pertenecían a la especie Hipocampus reidi, denominado caballito de hocico. Todas las especies de hipocamos están incluidas en el Convenio sobre el Comercio Internacional de Especies Amenazadas de Fauna y Flora Silvestre, por lo que su captura y su comercialización están prohibidas. Estos especímenes son muy apreciados en la medicina tradicional asiática por sus supuestas propiedades afrodisíacas, aunque no existe evidencia científica que lo acredite.
“Yo no vendo nada de eso”
A 292 kilómetros de Olhao, la zona que alberga el mayor caladero de caballitos de mar de Europa, se encuentra El Puerto de Santa María, donde se ha constatado que se consume este tipo de viagra que se obtiene moliendo los peces.
En el ultramarino El Molino trabaja un joven español de unos 20 años. Le pido hablar con su jefe. Cuando aparece, a modo de cebo le muestro los ejemplares que me regaló el portugués Sergio. “Tengo un kilo y medio en el coche. ¿No te interesa?”. “No, yo no vendo nada de eso”, responde. “Me habían dicho que sí, que aquí lo ofrecía usted entre los clientes de su país…”. Pero el ciudadano chino niega la mayor. “Es mentira”.
Aunque sé que no lo es, me marcho por donde he venido con mis siete caballitos de mar. Hasta la fecha siguen intactos. Me da pena machacarlos en un mortero y convertirlos en polvo para obtener un supuesto beneficio propio. Tal vez les dé alguna capa de barniz. Dicen que así se conservan mejor.