Eran las diez de la mañana del pasado 3 de marzo. Llegaba el último día de la vida laboral de Julio en el parque municipal de servicios de la localidad de Alcalá de Henares y fue entonces cuando se comenzó a organizar su despedida. Era su momento. Treinta años como encargado de obras municipal le contemplaban. Por eso, él y sus compañeros decidieron preparar una fiesta por todo lo alto. Los preparativos se alargaron hasta casi las dos de la tarde, casi con el cambio de turno de los trabajadores. Había tortilla, había cerveza… y una silla en el medio de la sala.
En aquella despedida no bastaba, supusieron, con organizar la típica despedida, con sus bandejas de pastelitos y de canapés sobre un mantel de cuadros, poner a todo trapo las canciones de las Grecas y cantar a garganta viva “libre como el sol cuando amanece, yo soy libre como el mar”. No. Aquello se merecía algo por todo lo alto, debieron de pensar. Habían sido muchos años de Julio al servicio de la ciudad. La tarde se presentaba divertida y había que festejar el retiro del compañero. Sin embargo, no todos los presentes eran conscientes de lo que allí estaba a punto de ocurrir.
No es la primer vez que se organiza el festejo de retiro de uno de los funcionarios en la dependencias municipales del ayuntamiento. Pero en esta ocasión fue muy diferente; de hecho, nunca había ocurrido una cosa igual. Pasaron las horas y, de repente, en medio de las cervezas y la comida, una mujer y un hombre desconocidos hicieron acto de presencia en la fiesta. La chica, morena y con unos tacones enormes, lucía una blusa blanca y unas medias con ligueros negros. El hombre iba vestido de bombero. Y entonces Julio se sentó en la silla y comenzó el show, las contorsiones de la stripper sobre sus rodillas, mientras el resto de los presentes les jaleaban. Algunos se marcharon de la sala ante el bochorno que estaban presenciando nada más comenzaba el espectáculo.
La ‘resaca’ de aquella fiesta permanece en la ciudad dos semanas después de lo ocurrido. Las opiniones sobre lo ocurrido las hay para todos los gustos, aunque la mayoría coinciden en lo lamentable de los hechos: una fiesta de jubilación con una stripper y un ‘boy’ disfrazado de bombero en un garaje dentro de dependencias municipales y con dos concejales implicados de por medio: uno de Somos Alcalá (Podemos) y otro del PSOE. Los partidos de la oposición ya piden su cabeza. Mientras tratan de asimilar lo ocurrido, algunos concejales atienden a los medios que les llaman desde todos los lugares de España y parte del extranjero: incluso han llegado a preguntar desde Austria y Argentina. Esta es la crónica de una fiesta cuyo eco ha traspasado fronteras.
La stripper y los concejales
“Yo estaba comiendo un plato de judías y de repente la mujer estaba delante de mí”. El hombre, bajito, con bigote poblado, no olvida lo ocurrido: Julio, su compañero de toda la vida de profesión, con la camisa desabrochada y el pecho descubierto, despatarrado sobre la silla, y las piernas de la mujer sobre sus hombros, en pose invertida. El recuerdo acude fresco a su memoria, como si el baile de la stripper hubiera ocurrido el día anterior, o en ese mismo momento. No se le borra de la cabeza.
Él y otros de los que estuvieron presentes en la fiesta en aquel striptease clandestino, nos atienden en la mañana del jueves. El gran enigma de todo, lo que todavía queda por determinar, es el papel de los dos concejales implicados en todo el asunto. El hombre y sus compañeros, quienes no quieren revelar su identidad, se miran entre sí, dubitativos. “A ver, estaban allí. Eso es así”. Las seis personas asienten.
El hombre, discute con sus compañeros. De lo que más le molesta de lo ocurrido, es que él aparece en un fragmento del vídeo, que dura unos seis minutos. “Y yo, ¿ahora qué tengo que hacer? ¿Denunciar a quién me ha sacado? Es que es lo que quiero hacer ahora mismo”, explica.
Mientras, los partidos llevan toda la mañana tratando de buscarle explicaciones a lo sucedido. Quieren responsabilidades políticas para lo ocurrido. Alguien, aseguran, las tiene que asumir. Carlos García Nieto (PSOE) es concejal de Obras y Servicios. Por su parte, Alberto Egido (Somos Alcalá), se encarga del área de Medio Ambiente. Curiosamete, como ha podido confirmar EL ESPAÑOL, ambos tienen sus despachos en el mismo edificio en el que se produjo el convite. Al menos siete personas presentes aquel 3 de marzo han reconocido a este periódico que ambos estaban en la fiesta de Julio R. Ninguno de los dos, tras nuestras llamadas a los respectivos gabinetes de prensa, ha querido hacer declaraciones.
En cuanto la stripper apareció, algunos tomaron la decisión de marcharse de allí. Sobre los concejales, discurren tres versiones distintas todavía no confirmadas: la primera, que ambos se encontraban en el momento en el que la chica comenzó su número; la segunda, que en cuanto apareció se marcharon de allí; la tercera, y menos probable, que no estuvieran en el lugar de los hechos en ningún momento. “En cualquiera de los casos, es capital que haya responsabilidades políticas. En su casa que hagan lo que quieran. Pero se trata de un espacio público. Tienen allí sus despachos. Tenían que saber lo que allí iba a pasar. Esperamos todavía a que se sepa claramente, pero de confirmarse, pedimos su dimisión”, explican desde Ciudadanos.
Desde el PP tampoco tienen confirmado fehacientemente que ambos estuvieran allí. Sin embargo, varios de los presentes en el momento de lo ocurrido lo confirman. Las investigaciones del ayuntamiento, que han declarado un procedimiento de “información reservada”, continúan.
Un ‘boy’ disfrazado de bombero
A Julio no se le quitaba la sonrisa de la cara. Algunos le jaleaban y se mofaban sin reservas. Todo está en el vídeo. No se cortaron ni un pelo. No era la única sorpresa en la sala. Con la chica apareció un ‘boy’ disfrazado de bombero, listo también para ejecutar una actuación similar a la de la stripper. “Pero ninguna chica se prestó a sentarse en la silla”, explica una de las presentes en la fiesta. Así que se quedó allí sin actuar, le pagaron y después se marchó.
Era el día de Julio, su último día como trabajador municipal. Todos sus compañeros quisieron agasajarle, y por eso, aparte de la celebración, le pagaron entre todos un viaje para que se fuera con su mujer. Lo que todavía no está claro es quién pagó a la stripper y al ‘boy’ que acudieron al lugar: si el propio Julio, si sus compañeros o si en conjunto. No parece cierto, según las fuentes consultadas, que el dinero saliera de las arcas del ayuntamiento.
Los ánimos están muy caldeados en el consistorio. No fue hasta este lunes cuando los partidos de la oposición conocieron la noticia de la fiesta de jubilación de Julio. No lo supieron hasta que se hizo viral el vídeo con la stripper. De hecho, el gobierno municipal abrió la semana pasada el procedimiento de investigación: conocían lo que había ocurrido pero no informaron al resto de los grupos. Un representante sindical habla resignado y molesto tras conocerse lo ocurrido. “Al final, van a ser los trabajadores los que paguen el pato”.
En el lugar de los hechos
Siete trabajadores descansan en la puerta de las dependencias del Parque de Servicios, en la puerta del complejo municipal, en el número 130 de la avenida de la Complutense. Se trata de una extensa instalación plagada de pabellones que son todos prácticamente iguales: tienen las paredes amarillas en los edificios principales y verdes en los de la parte trasera del lugar, por donde la zona de la cafetería. Han pasado ya dos semanas de lo ocurrido y todavía, cuando cae el sol de la tarde, continúan hablando de lo mismo.
La única mujer entre los presentes lo deja claro. Va vestida de blanco y utiliza zapatillas de goma del mismo color. “Eso no es de recibo. De puerta para afuera lo que tú quieras. Pero aquí dentro eso no se puede hacer. Por no hablar de que lo de la chica me parece una falta de respeto a la mujer total. Eso es así”. Los demás asienten y prosiguen el debate. Pero hay algo que ninguno se atreve a afirmar en presencia del periodista: si los dos concejales estaban en el lugar cuando la stripper realizaba su número sobre las rodillas de Julio, algo que sí que nos confirmaron otras siete personas presentes en el convite.
Le pregunto a uno de ellos, un hombre moreno, mayor y de pelo blanco, si conoce al “homenajeado”. “¿Qué si le conozco? ¡Cómo no le voy a conocer, si llevamos treinta años trabajando juntos!”. El debate prosigue conforme avanza la tarde y varios de ellos critican la atención mediática sobre lo ocurrido. “Mira que no habrá cosas importantes sucediendo aquí y no vienen los medios a preguntar. Aquí se murió un compañero hace años y no se formó tanto jaleo”.
-Hombre, yo creo que tampoco pasa nada por una fiestecilla, las despedidas se han hecho aquí siempre –argumenta uno de ellos.
-Sí, pero lo de la chica está fuera de lugar. Tú sabes que eso es así –insiste la mujer.
-Sí, sí lo sé, lo sé, pero es que solo se habla de eso. Está acabando el año cervantino y no se ha hablado tanto como de esto. No lo entiendo.
La fiesta de la “infamia”
No hay un bar de la ciudad de Cervantes en el que no se conozca lo sucedido. Es la comidilla. A lo largo de la mañana, el concejal de Hacienda se convierte en el encargado de dar explicaciones a los medios. El alcalde del municipio ha delegado en él la responsabilidad sobre él.
El caso, cuentan desde el ayuntamiento, ya está en marcha para depurar las responsabilidades que sean pertinentes. Sin embargo, hay algo en lo que todos concuerdan en torno a lo ocurrido: una especie de omertà, una ley del silencio no escrita se ha instaurado entre muchos de los funcionarios municipales. Los partidos políticos y los sindicatos lo aseguran. “Nadie va a contar nada”.
Entretanto, el protagonista de los hechos, se ha escabullido y nadie sabe nada de él. Julio no aparece ni en su antiguo lugar de trabajo, ni tampoco por el ayuntamiento. Algunos aventuran que huyó despavorido a encerrarse en casa tras lo sucedido. Su vídeo acumula ya más de 50.000 visitas si se suman los datos de todas las cuentas desde las que se ha colgado en Youtube. En él, todos han podido ver a un hombre desatado y jaleado a lo largo de las escenas. El hombre del que, aparte de Cervantes, más se está hablando estos días en Alcalá, ha desaparecido del mapa tras lo ocurrido. Nadie ha podido localizarle. Ni el mismísimo Don Quijote podía haber protagonizado una aventura tan surrealista, pintoresca y bochornosa como esta: “Cosas veredes, amigo Sancho, que farán fablar las piedras”.